Salud Mental en Latinoamérica: Barreras, vulnerabilidades y caminos por recorrer
Juan Raúl Solórzano Tapia
Kimberly Jessmar Luisa Aquino Andrés
Rosario Norma Tamara Morales
¿Por qué la salud mental sigue siendo un desafío pendiente en Latinoamérica? En una región marcada por profundas desigualdades sociales y económicas, la atención a la salud mental enfrenta múltiples obstáculos: desde la falta de recursos y profesionales capacitados hasta el estigma persistente que rodea a quienes buscan ayuda. Este tema no solo afecta a las personas de manera aislada, sino que tiene repercusiones en familias enteras, comunidades y generaciones futuras, perpetuando un círculo de vulnerabilidad. Desde una perspectiva crítica, resulta evidente que las políticas actuales no han logrado responder adecuadamente a esta crisis, dejando a millones de personas desprotegidas frente a problemas que, si se atendieran a tiempo, podrían tener soluciones efectivas. En este sentido, este artículo busca reflexionar sobre las posibles causas que agravan esta situación y abrir un espacio de opinión para considerar alternativas que prioricen el bienestar mental como un derecho fundamental en la región.
En este contexto, diversas investigaciones han resaltado la relación entre desigualdad social y salud mental. Como indica Frontiers (2022) “La desigualdad social contribuye significativamente al malestar mental en los adolescentes de América Latina, agravado por factores de vulnerabilidad como el estigma, la pobreza y la exclusión, lo que complica el acceso adecuado a la atención en salud mental” (p. 7). Esto muestra cómo la desigualdad social y económica intensifica los problemas de salud mental en los jóvenes, que ya enfrentan una serie de vulnerabilidades. La falta de acceso a servicios de salud adecuados debido a factores como el estigma y la marginación económica crea un entorno donde los problemas de salud mental pueden agravarse, afectando no solo a los adolescentes, sino también a sus familias. Por lo expuesto, se subraya una visión crítica sobre los efectos de la desigualdad y destaca la urgente necesidad de políticas inclusivas en salud mental que permitan mejorar el acceso y reducir el estigma. La falta de recursos y el estigma asociado a los problemas de salud mental requieren no solo inversión en infraestructura de salud, sino también en programas educativos y comunitarios. Ahora bien, cabe cuestionarse: ¿Cómo pueden los gobiernos en América Latina abordar la disparidad en el acceso a los servicios de salud mental sin un cambio estructural profundo? Es evidente que los factores socioeconómicos son complejos y demandan soluciones que incluyan la eliminación de barreras culturales y económicas en la región.
Por otra parte, los efectos de la pandemia en la salud mental de las familias más vulnerables han sido documentados por Gallegos et al. (2023) quienes manifiestan que, “La pandemia ha exacerbado el impacto psicosocial en poblaciones vulnerables, incluyendo familias migrantes, trabajadores informales y personas en inseguridad alimentaria, subrayando la necesidad de políticas transnacionales para enfrentar estos desafíos” (p. 3). En este sentido, el estudio destaca cómo el COVID-19 afectó la salud mental de las familias en situación de vulnerabilidad, identificando factores de riesgo como inseguridad económica y alimentaria, falta de redes de apoyo y precariedad laboral. Es decir, muchas familias enfrentaron un aumento en el estrés y la ansiedad debido a la pérdida de ingresos, lo que afectó negativamente la estabilidad emocional y psicosocial de los hogares. Además, resaltan los desafíos psicosociales exacerbados por la pandemia en familias latinoamericanas vulnerabilizadas. Como la urgencia de crear políticas y redes de apoyo transnacionales que puedan abordar la crisis desde una perspectiva integral, considerando las condiciones de precariedad y exclusión que afectan a estas familias. Por lo que, se plantea: ¿Será posible implementar políticas regionales efectivas en Latinoamérica que aseguren apoyo psicosocial a las familias vulnerables? La magnitud de la crisis sugiere la necesidad de una colaboración sostenida entre gobiernos y organizaciones internacionales.
En cuanto a las limitaciones estructurales en el acceso a la salud mental, Ramírez-Bermúdez (2023) agrega que “La insuficiencia de recursos humanos y financieros, y la falta de acceso generalizado a terapias psicológicas en el sistema público, reflejan un problema estructural en la atención de la salud mental en América Latina” (p. 22). El análisis enfatiza cómo la escasez de profesionales de la salud mental en comparación con la demanda genera un impacto sobre el acceso a este servicio. Es decir, los recursos limitados impiden ofrecer una atención adecuada y continua, afectando especialmente a familias en situación de pobreza y vulnerabilidad, dado que, el tratamiento solo es accesible para quienes pueden pagar servicios privados. Ahora bien, se debe resaltar que la dependencia del sistema público crea barreras que afectan particularmente a las familias de bajos ingresos, quienes tienen menos acceso a servicios psicológicos necesarios. Para hacer frente a esta realidad, es esencial que se desarrollen políticas de salud pública con enfoque inclusivo y financiamiento suficiente para mejorar el acceso y reducir las desigualdades. Por lo expuesto, se evidencia la necesidad de formar equipos multidisciplinarios y de extender los servicios a nivel comunitario, pero ¿será posible implementar estos cambios de forma efectiva sin un compromiso sostenido?
De un modo similar, Unicef y Eclac (2021) exponen que:
La crisis del COVID-19 ha profundizado las brechas preexistentes en la protección social para familias con niños y adolescentes, exponiendo a estas poblaciones a mayores riesgos de pobreza y malestar emocional debido a la falta de redes de apoyo adecuadas” (p. 10).
Este informe señala cómo la falta de una protección social expone a estas familias a vulnerabilidades económicas y emocionales significativas. Con la reducción de empleos y el incremento de la pobreza, muchos hogares han perdido sus redes de apoyo y acceso a servicios de salud mental, afectando profundamente el bienestar de los jóvenes y sus familias. Además, enfatiza la importancia de las políticas de protección social inclusivas y sostenibles, especialmente en tiempos de crisis como la pandemia. Las políticas de transferencias condicionadas han sido beneficiosas, pero insuficientes. La falta de un apoyo continuo y accesible a todos los sectores de la población plantea un desafío significativo para garantizar el bienestar mental de los jóvenes en la región. Por lo expuesto, se pone en cuestión si América Latina, ¿Podría construir sistemas de protección social sólidos? ¿qué tan sostenible será en economías donde la pobreza y la informalidad laboral son predominantes?
El impacto emocional de la pérdida de seres queridos durante la pandemia también ha sido objeto de atención en el ámbito educativo, Armada y Yáñez (2022) exponen que “Es fundamental que las instituciones educativas en Latinoamérica implementen programas de apoyo psicológico para estudiantes que han perdido a seres queridos debido a la pandemia, dado que esta pérdida podría tener repercusiones académicas y sociales” (p. 5). La investigación muestra que el fallecimiento de familiares o amigos por COVID-19 ha afectado la salud mental de estudiantes de ciencias de la salud en países latinoamericanos. La investigación muestra una correlación entre la pérdida de seres queridos y el aumento de síntomas de depresión, ansiedad y estrés, resaltando la importancia de crear sistemas de apoyo en el ámbito educativo. La propuesta sugiere la implementación de programas específicos de salud mental en universidades, para brindar a los estudiantes el respaldo necesario. Además, se propone que estos programas no solo beneficien la salud mental de los estudiantes, sino que también busquen un impacto positivo en su rendimiento académico y bienestar social. Sin embargo, es necesario que se diseñe con un enfoque culturalmente adaptado y accesible para los estudiantes, de modo que puedan responder a las distintas realidades de los jóvenes latinoamericanos. Ahora bien, ¿Hasta qué punto podrán las universidades en Latinoamérica sostener y financiar estos programas de apoyo psicológico a largo plazo? ¿será suficiente este apoyo institucional, o debería ampliarse a otros espacios comunitarios?
Otro enfoque emergente en la salud mental es la participación activa de las comunidades en la creación de soluciones, Bang (2021) indica que:
La promoción de la salud mental comunitaria requiere del desarrollo de procesos participativos que fortalezcan las redes sociales y el tejido comunitario. Las experiencias exitosas muestran que cuando las comunidades se involucran activamente en el diseño e implementación de programas de salud mental, no solo mejoran los resultados en salud, sino que se genera un proceso de empoderamiento colectivo que transforma las condiciones sociales que afectan el bienestar mental (p. 795).
Este estudio resalta que la salud mental no es solo un asunto individual o clínico, sino un fenómeno social que requiere la participación activa de las comunidades. Además, expone la necesidad de reconocer y valorar el conocimiento local y las experiencias comunitarias como recursos fundamentales para la promoción de la salud mental. Asimismo, sugiere que para que las comunidades logren ser agentes de su propia transformación, deben integrar diferentes formas de conocimiento (profesional y comunitario), y abordar la salud mental desde una perspectiva de derechos y justicia social. Es decir, se propone un modelo de intervención que fortalece el tejido social y la solidaridad comunitaria. Por lo expuesto se plantea, ¿Cómo se pueden sostener los procesos participativos en comunidades con recursos limitados? ¿Qué papel juegan las políticas públicas en el fortalecimiento o debilitamiento de estos procesos comunitarios?
En el contexto de la comunidad latina, la adaptación cultural de los servicios de salud mental es fundamental para reducir las disparidades. Como lo indica UnidosUS, (2022):
Para reducir las disparidades en la salud mental, es esencial que los responsables de políticas desarrollen modelos y servicios de salud culturalmente apropiados para abordar las necesidades específicas de la comunidad latina y sus familias, especialmente después de la pandemia de COVID-19 (p. 3).
El informe expone la necesidad de adaptar los servicios de salud mental para que reflejen las experiencias y realidades culturales de las familias latinas. Durante la pandemia, la falta de acceso y el estigma hacia la salud mental exacerbó los problemas dentro de estas familias, poniendo en evidencia la urgencia de diseñar programas que reconozcan los desafíos específicos de esta comunidad. Ahora bien, este enfoque es fundamental para construir servicios de salud mental efectivos y reducir la brecha de acceso. Las intervenciones que consideran las barreras culturales y las experiencias únicas de estas familias permiten que el apoyo sea más relevante y accesible. Sin embargo, el impacto real depende de la implementación adecuada y del compromiso gubernamental de financiar y priorizar estos servicios. Finalmente, enfatiza ¿Cómo pueden los gobiernos integrar efectivamente estos enfoques culturalmente sensibles? Adaptar modelos de salud mental es crucial, pero requiere un profundo conocimiento y la capacidad de adaptar los servicios a cada contexto específico.
Por otro lado, la integración de la salud mental en la atención primaria es otro paso crucial, tal como lo indica World Bank (2021):
En Latinoamérica, varios países están adaptando estrategias que incluyen la atención de salud mental en el nivel primario y el fortalecimiento de la red comunitaria para reducir el estigma y mejorar el acceso, permitiendo que la atención mental se integre a las prácticas cotidianas de salud familiar (p. 14).
Dicho de otro modo, el esfuerzo de varios países latinoamericanos para integrar la salud mental en el nivel de atención primaria, logrando una atención más accesible y de bajo costo para las familias. Estas iniciativas subrayan la importancia de contar con redes comunitarias que apoyen tanto a los individuos como a las familias afectadas, facilitando la colaboración entre profesionales de salud y miembros de la comunidad para reducir el estigma hacia la salud mental. Asimismo, esta propuesta parece efectiva, pues la inclusión de la salud mental en el ámbito de la atención primaria permite atender a las personas de manera integral y en un entorno más familiar. No obstante, el desafío persiste en garantizar que estos esfuerzos sean sostenibles y puedan expandirse a todas las áreas rurales y urbanas con problemas. Ahora bien, se pone en cuestión, ¿Podrán los sistemas de salud en Latinoamérica sostener estos esfuerzos a largo plazo sin una inversión continua en capacitación de personal y en educación comunitaria? Dado que, la falta de financiamiento y los recursos limitados representan un desafío constante para su implementación integral en el contexto latinoamericano.
Finalmente, se ha expuesto cómo la salud mental en Latinoamérica sigue siendo una problemática profundamente arraigada, debido a la desigualdad social, la falta de acceso a servicios adecuados y el estigma que rodea a quienes padecen trastornos mentales. De este modo, las brechas en la atención pública y la escasez de recursos han dejado a millones de personas vulnerables, especialmente a las familias de escasos recursos. Sin embargo, a pesar de estos desafíos, también surgen propuestas que buscan implementar políticas inclusivas que aborden la salud mental desde un enfoque integral, promoviendo la participación comunitaria y adaptando los servicios a las realidades culturales y sociales de cada región. Por lo tanto, aunque la situación es crítica, la clave está en la colaboración entre gobiernos, organizaciones internacionales y comunidades para construir un sistema de salud mental justo y accesible.
Armada, J. y Yáñez, J. (2022). Stress, depression and/or anxiety according to the death by COVID-19 of a family member or friend in health sciences students in Latin America during the first wave. Sustainability, 14(23), 15515. https://doi.org/10.3390/su142315515
Bang, C. (2021). Abordajes comunitarios en salud mental en el primer nivel de atención: conceptos y prácticas desde una perspectiva integral. Revista Colombiana De Ciencias Sociales, 12(2), 778–804. https://doi.org/10.21501/22161201.3616
Frontiers, S. (2022). Mental health among adolescents exposed to social inequality in Latin America and the Caribbean: a scoping review. Frontiers in Public Health, 10, 851317. https://doi.org/10.3389/fpubh.2022.851317
Gallegos, M., Consoli, A., Ferrari, I. (2023). COVID-19: Psychosocial impact and mental health in Latin America. eScholarship, Universidad de California. https://doi.org/10.22409/1984-0292/v33i3/51234
Ramírez-Bermúdez, J. (2023). The multifaceted problem of mental health in Mexico: challenges and perspectives. BMJ
Unicef. y Eclac. (2021). Social protection for families with children and adolescents in Latin America and the Caribbean: an imperative to address the impact of COVID-19. Naciones Unidas.
UnidosUS. (2022). Latino Mental Health: Key Factors and Challenges. Recuperado de https://www.unidosus.org.
World Bank. (2021). As demand for mental health services soar, countries in Latin America and the Caribbean strengthen their response.
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