Desde entonces la personalidad de mi padre sufrió un cambio radical, jamás volvió a ser el mismo de antes.
Se convirtió en una persona fría y distante, demasiado ocupado en sus asuntos como para meterse en los de los demás. Pero lo más inquietante de todo fue que surgió en él una terrible paranoia. Se quedaba hasta altas horas de la noche mirando por la ventana hacia la calle, como si temiese que algo o alguien nos estuviese observando desde el exterior de la casa. Incluso solía tener pesadillas recurrentes para luego despertarse gritando. Nunca quiso hablar del motivo de aquel inusual comportamiento.
Incluso su estado de ánimo se vio trastornado, ahora cualquier cosa, por insignificante que fuese, lo irritaba sobremanera.
Por lo tanto, las discusiones con mi madre comenzaron a ser más frecuentes. Cualquier tema se convertía en motivo de debate: La comida, el trabajo, la escuela, la limpieza,… Era algo bastante novedoso cuando ningún conflicto tenía lugar en la mesa.
Tantas eran sus disputas que un día llegaron demasiado lejos:
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