Ha llegado el día de la fiesta.
Timoto y la joven Cuicas no pueden dejar de pensar el uno en el otro.
Contemplan las estrellas, anhelando que los días transcurran para encontrase de nuevo. Viven la dulce emoción de un profundo enamoramiento.
Estaba Cuicas jugando con la lagartija dorada y sus hermanos pequeños en la orilla de la gran quebrada, cuando escuchan en medio de la selva una voz suave y alegre que dice:
¡Mi pequeña Cuicas, mira, ya estoy aquí! Ella se gira emocionada y descubre que es su gran amor, Timoto. Su corazón late más rápido, se llena de emoción y sonríe, invadida por el asombro y la maravilla de tener ante sí a la persona que tanto ama. Timoto, sintiéndose nervioso, se acerca y comienzan una conversación amena. Hablan en voz bajita y tierna , ya que la proximidad de sus corazones permite que cada palabra sea escuchada con la atención del alma.
El lenguaje de las miradas es tan elocuente cuando se esta enamorado.
Hay un alfabeto propio que solo aquellos que están habitados por el hechizo del amor libre pueden entender.
Lo que experimentan ambos no es meramente una atracción. Está predestinado en las estrellas que su juramento de amor eterno servirá para rescatar a las jóvenes que han sido llevadas al cautiverio; a la cueva del dios de la oscuridad.
Timoto dice:
-¡Querida Cuicas!, he venido por la chicha y el miche zanjonero que encargué para la fiesta de mi hermano.
Ella le contesta suspirando
-El encargo ya está preparado; traiga las bestias para que las carguemos.
Llegaron a la choza y fueron recibidos por los padres de Cuicas, quienes estaban finalizando de sellar las tinajas de barro. Se intercambiaron saludos con profunda alegría y gran entusiasmo, ya que solo restaba un día para la celebración de la gran boda.
Timoto dijo al despedirse:
-«Les espero mañana en nuestra gran choza; será un día festivo para todos… Espero que la pequeña piedra dorada esté presente en la celebración, siempre brillante para el baile.
Cuicas, sonrojada e ilusionada, se visualizó siendo parte del jubiloso baile de la gratitud. Se imaginó de la mano con el joven que había capturado su mirada para siempre. Juntos, se unieron en el baile de la eternidad, mientras los dioses de Niquitao entonaban melodías que celebraban la alegría de la unión.
Ha llegado el día de la fiesta; los caciques de las tribus de la Mesa de Esnojaque están en la puerta dando la bienvenida a todos. Tienen sus vestiduras de gala. Sus cuerpos están adornados con múltiples colores y cubiertos con mantas de lana tejidas, traídas de los páramos por la tribu de Cabimbu, cuyo nombre significa ‘los que tocan las estrellas’.
Comienzan los rituales de matrimonio, Cuitas y Timoto solo se comunican con las miradas. Es una celebración repleta de símbolos y ritos ancestrales. El anciano Cacique Miquinoco busca la aprobación de la joven, quien responde con desconfianza y cautela. Anteriormente, Miquinoco había conversado con el cacique Tubusito sobre su intención de casarse con su hija; pero Tubusito se había excusado, alegando que ella aún no estaba lista para el matrimonio.
Una vez concluidas las promesas matrimoniales bajo las estrellas, todos se unen al unísono en una danza para celebrar la unión eterna. Los novios se arrodillan antes de la danza para escuchar los consejos de sus mayores. Los miembros más veteranos de la tribu transmiten en secreto un consejo a los recién casados, el cual les servirá para triunfar sobre el dios de las sombras.
Todos se reúnen para disfrutar de una generosa ronda de chicha de maíz bien fermentada. Cuando comienzan a sentirse ligeramente mareados, inician el toque de tambores y forman círculos con las parejas en el centro, mientras al ritmo de las melodías entonan sus cantos.
En ese momento, Cuicas y Timoto se escabullen de la celebración mientras todos están distraídos por la embriaguez, caminan tras el conuco y, por primera vez, unen sus manos, sintiendo la dulce energía del contacto. Se miran en silencio contemplativo y comparten su primer beso de amor. Ambos expresan su gratitud y alegría por haberse encontrado. Cuicas relata a Timoto la historia de las jóvenes que permanecen cautivas en las sombras y la necesidad de luchar pronto para liberarlas.
Justo entonces, el cacique Miquinoco los sorprende en pleno abrazo. Consumido por la furia y bajo el influjo del dios de las sombras, agarra su arco y lanza una flecha que se hunde en la espalda de Timoto, atravesándolo y lastimando también a Cuicas.
Esta historia continuara…
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