Me dijo una noche doña Irene: una partecita de la luna me pertenece ¿sabías? Su pretensión no conocía límites. Hay millones de astros en la bóveda para elegir, le respondí, muchas estrellas, algunas más tenues que otras y otras tan luminosas que pueden parecernos blancas. Sin dudas que opciones sobran, pero ella muy segura de lo que decía, insistía con la pertenencia de este astro. Ya era dueña de dos casas para nada pequeñas y de dos departamentos ubicados en las zonas más requeridas de la ciudad. Y ahora aseguraba la pertenencia de este satélite natural. Por simpatía a ella, decidí darle un margen de confianza ya que es injusto prejuzgar a los demás basándonos en juicios personales y después de unos minutos, sacó de su bolso un sobre con un documento firmado por escribanos que respaldaba su afirmación. Al parecer, un enamorado, una vez cuando joven, como prueba de su gran amor y asumiendo la imposibilidad de bajarle la luna, le obsequió una partecita de la misma enseñándosela con un telescopio una noche estrellada de febrero. Me dejó sorprendido, incluso consideré que tenía razón. Asimismo, mi vecina, guardaba desde hace muchos años ese papel que respaldaba lo que afirmaba diciendo lo siguiente:
Declaración de pertenencia
Con esta declaratoria, yo Arturo Miguel Ocampo, declaro que la señorita Irene Aurelia Garciareno, es adjudicataria de una porción del astro lunar desde la fecha 14 de febrero del presente año, porque yo así lo declaro en nombre del inmenso amor que tenemos del que nadie podrá dudar jamás.
Goya, 14 de febrero de 1972.
Tenía razón Irene, nada podía hacer uno contra tal prueba fidedigna. Desde entonces, cada noche de luna llena me siento junto a ella en el balcón a observar su dominio, no vaya a ser que alguien se la quiera apropiar.
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