CUENTO I
El regalo
Cierta madrugada, en los solitarios pasillos de un hospital, se vio a un gran arcángel caminar lentamente llevando en sus manos una pequeña botella de un líquido parecido al aceite de olivo que despedía una brillante luz verde.
Este ángel maravilloso de alto rango y encargado de sanar las enfermedades y de frenar el dolor físico, busco por varias salas hasta que encontró al enfermo que buscaba.
Y allí, en una fría cama y acompañado por la soledad más grande, estaba un pequeño hombre conectado a aparatos que le ayudaban a respirar y a innumerables tubos con sueros y medicamentos y sangre.
Los minutos en esta vida se le estaban agotando y una enfermedad estaba torturándole hasta el último momento, pero él seguía luchando y el dolor era tan grande, que el Dios supremo en su infinita misericordia se había compadecido del infortunado mortal y le había enviado al arcángel Rafael para sanarlo.
Este hombrecillo, que pronto moriría toda su vida, se mantuvo alejado de toda creencia religiosa y por ende él siempre se catalogó y dijo ser el más ferviente ateo, pues no creía en Dios y menos en que existiría otra vida.
Pero a pesar de ser un ateo, siempre fue un hombre justo e hizo todo el bien que pudo, pero jamás pidió a nada superior y menos intangible bendición alguna. Por ello el altísimo le mando una gran bendición en manos del santo arcángel de la salud.
Cuando el gran mensajero llegó junto a su lecho, el hombre ni siquiera se sorprendió y el ángel sonrió un poco y con todo el cariño toco su frente, pero el enfermo le miró con desagrado y dijo:
—A qué has venido ¡Debo admitir que estuve equivocado toda la vida!
Y Rafael lanzo una gran carcajada y toda la habitación se iluminó con sus rayos resplandecientes.
—Para nada, mi amigo, no queremos que admitas nada, solo soy portador de un gran regalo.
El líquido de esta botella es sanación y si la tomas sanarás y podrás seguir viviendo más años. Pues has sido encontrado justo entre los hombres y el gran Dios te manda la bendición de poder ser sanado con solo tomar un sorbo de este preparado.
Pero el enfermo se carcajeó mucho más fuerte que el ángel y dijo lo siguiente
—pero si tomo un trago de tu brebaje, sanaré y por justicia deberé agradecer a tu Dios ese milagro ¡Lo haría de corazón claro que sí!
—Pero entonces no sirvió de nada haber vivido toda esta vida, pues creí en algo que estaba equivocado y el admitir que Dios existe y que rige nuestra vida haría que dejara de ser un ateo y por ende habría tirado toda una vida a la basura por haber sido un gran cabeza hueca y testarudo por vivir en un pensar equivocado.
El gran Rafael se acercó y tocó sus manos y juntos comenzaron a reírse a grandes carcajadas.
—Es solamente un pequeño regalo de Dios y no hace falta agradecer o pagar nada por ello.
Unos minutos después los aparatos comenzaron a sonar y cuando médicos y enfermeras llegaron encontraron al hombre ya sin vida y con una leve sonrisa en su rostro y en el buro junto a su cama, una botellita de un líquido verde permanecía completamente llena.
CLEMENTE MUJICA PONCE
todos los @derechos reservados 26 de octubre del 2024
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