Me encontraba en mi primera revisión después de la intervención, recordando cómo mi vida pendió de un hilo aquel día. Caí en manos de un equipo médico excepcional, en un país que lidera el mundo en trasplantes. Era consciente de lo inmensamente afortunado que había sido, no solo por el talento de quienes me operaron, sino también por la generosidad de aquella persona que me brindó una segunda oportunidad.
Mientras esperaba, con papel y bolígrafo en mano, decidí rendir homenaje a quien, un día, permitió que una parte de su ser residiera en otro cuerpo. Le hice una promesa al regalo más valioso que jamás habría imaginado recibir.
“Querido corazón, no sé si un día latiste en el cuerpo de alguien que se acercó a esa anhelada felicidad de la que tanto hablamos los humanos. Desde aquí, prometo no perderme en esa búsqueda como hice antes. Cuando la tristeza me abrace, recordaré que llevas dentro de ti las historias de quien amó y luchó contigo antes que yo.”
Salí de la revisión con una sonrisa de oreja a oreja. Todo iba bien; la vida ya no se escapaba entre mis dedos. Así que sí, querido corazón, hoy comienza nuestra historia.
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