Esta vez me toca a mí, me cansé de tener miedo, me cansé de tener pena.
La vida me ha enseñado de manera muy ruda que se acaba; me cansé de ser la víctima, de ser yo la que llora, de rogar un amor, de vivir en el temor.
¿Por qué es que nos llegamos a conformar con la vida que nos tocó y ya? Se supone que eres dueño de tu destino, de tus pensamientos y de lo que te pasa.
No escoges la vida que te toca, pero sí escoges cómo vivirla: si te quedas allí o te mueves hasta que la cáscara se rompa y te des cuenta de que siempre hubo algo mejor. Porque, aunque al principio parezca difícil, créeme, siempre, siempre hay algo mejor.
No te escondas más, anímate a tomar ese riesgo que tanto te asusta; vive para ti, no para los demás. Pon el juego a tu favor, que la vida te ayudará a ganar. Puedes pensar en el futuro, pero sin olvidarte de que es el presente donde debes estar.
No te conformes con la rutina. Si eres como yo, si como a mí te pasa que sientes una sensación de un alma inquieta porque quieres más, déjame decirte que esa es la voz de tu ser interior diciéndote: «Tú puedes, naciste para esto, no para conformarte con lo que eres ahora.»
El alma pide más, y no es tu culpa si, con los miedos y temores de la vida, ella se encerró. Pero ahora te toca a ti romper ese muro que tanto te frena para seguir.
Deja de ser la víctima de tu vida y piensa en ti por primera vez; ponte a ti primero por esta vez. Sé egoísta y disfruta, porque ya has sufrido demasiado.
Sal y cómete el mundo, él te está esperando con los brazos abiertos, y sé que sientes esa sensación de que todo estará bien.
Se acabaron los tiempos de lágrimas y almohadas mojadas.
Quiero que mi almohada se llene de deseos mientras te pienso a solas, no de lágrimas y abrazos de dolor.
Quiero dejar salir ese fuego que sé que está allí y que me pide volver; solo que esta vez no es una llama, lo compararía con la erupción de un volcán, o con el sol que costó tanto prender, pero la diferencia es que ahora no se va a apagar.
No te quedes allí, te mereces más, siempre lo has sabido, pero ahora comenzaste a abrir los ojos, a sentirte parte de la brisa, a que te tiemble la vida, pero que ya el miedo no te detenga.
Déjalo salir, lo necesitas y tu alma te lo pide.
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