¿Cómo recordarte me ayudará a entender tu partida? Si cada recuerdo está sucio, empañado y maltrecho por la concepción idílica que tanto cuidé y forjé sobre ti. Si de mentirme se trata, los límites no existen, no son más que un triste contorno desdibujado sobre el vaho en el cristal de la ventana por donde veo los cerros que atravesamos ambos, la tarde gris llena de borrascas creciéndome lágrimas en los ojos repitiéndose cada uno de los últimos días de los últimos meses en que me aferré a ti como mi único salvavidas.
Me sangraban los dientes por morderte en un intento desesperado por sentir algo todavía, te enseñé las encías mientras apretaba más y lloraba mirándote a los ojos. Para lastimarte tampoco divisé el límite, y el dolor y el odio que sentimos fue mezclándose y creciendo tanto que no advertí cuando ya no pude distinguir si era tu sangre o la mía la que nos escurría de las manos.
Te lastimé y me lastimé llevándome al borde del abismo para escuchar qué veía en mí. El vacío no se llenó ni cuando traté de beberte por completo, fui un saco roto en el que nos eché a perder soñando con navegar en barquitos de papel, pero nunca llovió, hasta que te fuiste.
091124
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