Estaba en la sala de espera cuando vi mi número en pantalla: «Consulta 3». Me levanté deprisa, como si al cruzar esa puerta fuera a deshacerme de todo lo que me pesaba. Entré, y la psiquiatra me recibió con una amable sonrisa.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó.
—Me siento…—hice una pausa para encontrar la manera de describir el caos en una sola frase.
—Me siento como una maleta dando vueltas en la cinta del aeropuerto, esperando a que alguien venga y la saque de ahí.
Ella me miró a los ojos y respondió:
—¿Perdida? A veces las maletas dan muchas vueltas antes de que alguien las encuentre, pero ese momento siempre llega, ¿no crees?
La miré en silencio, sorprendida. Por un momento, sentí que la cinta que no paraba de girar se detenía para que alguien sacara aquella maleta tan cargada. ¿Sería ella quien transformaría mi caos en calma?
—Lo importante —continuó— es que, mientras la maleta da vueltas, te asegures de que todo lo importante para ti permanezca dentro.
Sabía que ese día no saldría de aquella metafórica cinta, pero por un momento, en esa consulta, algo cambió: la cinta se detuvo.
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