Despersonalización

Rubén está sentado delante del ordenador en su despacho. Tiene que traducir un informe del francés al español para dentro de dos semanas. Delante de su mesa puede ver a Ana, una compañera de trabajo que él considera una de esas mujeres inalcanzables. Su relación con ella es buena, se gastan bromas de vez en cuando, se siente cómodo trabajando a su lado. Además, Ana siempre está dispuesta a ayudar con cualquier problema. Julián, el jefe de ambos, no para de resaltar lo resolutiva que es, siempre en comparación con el resto de empleados, por supuesto. 

Rubén está ensimismado, perdido en un pensamiento profundo. En su mente aparece la imagen de Clara, su pareja. ¿Cómo he podido acabar con alguien tan espectacular como Clara? Se dice así mismo. Sabe, en lo más profundo de su alma, que no cambiaría a Clara por nadie. Se imagina una escena en la que Ana se le insinúa y él tiene que rechazarle porque, claro, está enamorado hasta las trancas de su compañera de vida. En este momento, se da cuenta de que eso nunca pasará y que, por mucho que lo desee, nunca se verá en la tesitura de tomar la decisión correcta. Entonces, una emoción atraviesa todo su cuerpo, no sabe qué nombre ponerle a la sensación que le genera. No entiende qué está sintiendo. ¿Es Clara real? empieza a dudar. Le parece, de repente, que su relación amorosa es tan hermosa que, tal vez, se la haya inventado o, en el mejor de los casos, lo esté soñando. 

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