Nosotros y «ellos»
capítulo 2
Han pasado siete generaciones desde que el infierno se desató en el mundo.
Según cuentan los viajeros, en aquella época, antes de todo este desastre, la humanidad parecía estar en su mejor etapa. Construcciones tan grandes como montañas, máquinas que se operaban por sí solas, casas y almacenes de comida y ropa llamados «tiendas»; en donde se intercambiaban provisiones y artículos de entretenimiento por trozos de papel y piezas de metal que ellos llamaban «dinero». Comodidades que sobrepasaban la imaginación de cualquiera de los que hoy en día seguimos existiendo.
Joder, lo tenían todo, ¿porque lo tenían que arruinar por una estupidez? Después de todo, el hombre era así, estúpido. Pese a todos los avances que tuvieron en cultura, tecnología y ciencia, los altos mandos que gobernaban en ese entonces decidieron que; después de todo, querían más.
«La vida eterna» vaya cagada, en una larga y extensa búsqueda se descubrió la existencia de un antiguo lugar, donde yacían los restos de una fuente, algo así como «el santo grial» o eso dicen los últimos diarios escritos por los sobrevivientes, no tengo idea de qué sea un santo grial, o con qué se bebía, pero sonaba a uno de aquellos cuentos de fantasía escritos para niños, a menudo suelo pedírselos a mi amigo Carl, quien pertenecía a una legión de exploradores, salían por provisiones cada que comenzaban a escasear, pero no todos volvían…
Volviendo a la historia, los en aquel entonces antiguos escritos acerca de la fuente llevaron a un grupo de científicos y militares al lugar donde supuestamente se hallaba.
Al fin lo habían encontrado. Una forma de detener la muerte y el tiempo, un descubrimiento que marcaría la historia, y vaya que no fue nada figurativo, la marcó definitivamente.
Resulta que no sólo hallaron la fuente, sino también una advertencia, algo que pasaron por alto, y que al final cobró fuerza. Las instrucciones eran simples, «Aquel que tome de la fuente, será invisible a la muerte, y de la misma deberá guardar respeto» Parecía claro, o quizás no del todo, siempre olvidamos leer las letras pequeñas, «fuente eterna a quien la vida respete, sed eterna a quien la profane» la condición que declaraba la advertencia consistía en no usar dicho poder para causar daño, algo así como tener respeto por el equilibrio que tenía el orden natural de las cosas. Los que habían guardado el secreto de dicha fuente debieron indicar lo que pasaría si se rompía el trato, ya que: o eramos tan listos que nos confiamos, o demasiado tontos que nos equivocamos. De cualquier forma, dicha regla se hizo clara tras haberla roto.
El deseo y la codicia por ser «el único con poder» no tardó en desatar una lucha por tener la fuente. Según se narra, hubo gobiernos que peleaban por el derecho de tenerla como un regalo divino para nuestra raza, otros gobiernos querían que se destruyera por amenazar y blasfemar contra sus creencias, y otros más se declaraban a favor de mermar la población con la intención de crear una raza única, perfecta y superior.
Entonces pasó.
Después de lanzar las bombas que dejarían nuestro planeta justo tal y como lo conocemos, la nación sobreviviente se declaró victoriosa. Poco después, la advertencia se hizo presente y el acto impuro con el que fue tomada, se castigó.
OPINIONES Y COMENTARIOS