-¿Listos para el viaje?.

Éramos cuatro, el viaje era largo. Yo escuchaba todo el tiempo mientras conducía. Iban contando sus historias, trabajo, estudios.

Familia…

-Soy cuentacuentos, cuentista y encantadora de serpientes, os voy a contar una historia.

Les dije.

-Mi padre y me dejó unas tierras en el Espinar, Segovia.

Nunca les había dicho nada.

-Era un hombre muy duro, tanto consigo mismo como con el resto de la familia.

Creía que no me quería.

Llegada la adolescencia me fui de casa.

-Se suponía que iba a ser un viaje emocionante.

Se quejaban.

-Escuchar impacientes.

Me dediqué a vivir de casa en casa hasta que mi padre se fue a una residencia, donde las monjas me prohibían todo contacto con él.

Estaba muy enfermo y lo desconectaron a las 23:00 horas.

No pude acompañarlo, sus últimas palabras fueron:

“Se feliz hija mía”

Murió a los 10 minutos, viejo, solo y rabiando como un cerdo.

No querían que estuviera ni en su velatorio, ni en la misa, pero allí estuve.

Veníamos de Valencia estaban cansados, eran muchos kilómetros.

-¡Jolines que historia nos estas contando!

Yo quería enseñarles otra cosa.

Cuando llegamos a El Espinar empezaron a venirme todos los recuerdos de la infancia que yo creía borrados.

Subimos por el puerto de montaña, hermoso como siempre, lleno de árboles majestuosos, los más altos de Castilla y León, todo su aroma a través de la ventanilla, lo alto que era y sus curvas impresionantes, el placer y el vértigo que me daba.

-Aparquemos y subamos las maletas al hotel.

Recuerdo la entrada al pueblo como si no hubiesen pasado treinta años

-Éste es el banco donde se sentaba el abuelo, la casa de la abuela y la torre de la iglesia con sus cigüeñas.

La nostalgia donde un día allí fui feliz y no recordaba.

-Os voy a enseñar algo.

-¿El qué?

-Es parte del viaje, tranquilos.

Fuimos a mis tierras con un mapa para saber dónde lindaban.

Mientras subíamos les enseñaba el paisaje, pinos, robles, el arroyo, musgo setas.

Les señalaba

-Mirad. ¡Círculos de hadas!.

Papá…

-Las risas, los juegos monte a través con mi hermano y Chico, el perro de mi madre.

En este viaje me reconcilié con mi padre.

Aun sigo recordándolo.

-Yo tengo un bosque – mientras susurro a mis acompañantes- Con círculos de hadas, duendes y caballos.

Yo tengo un bosque infinito, el bosque de papá.

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