Lloré en silencio, hasta que la almohada se inundó y tuve que abandonar el mudismo para internarme en el bullicio del grito, del alarido que tanto tiempo escondido explotó desde la garganta hasta las calles de este obscuro pueblo. Lloré y lloré con ansiedad, con miedo de que el llanto me deje viva después de esta muerte anunciada. De este obituario ya preparado en el que me interné con poca resignación y un casi desfallecido espíritu de lucha. Lloré, lloré y ni una sola palabra de aquellos que decían quererme sirvió para sostener mi caída.
Aquellos que decían quererme se fueron, algunos convertidos en polvo estelar, inalcanzables ya a la vida y otros que aunque vivos yacen muertos a la realidad de los asuntos de la vida.
Caí y con el poco espíritu de vida que queda en el cuerpo, me arrastré por las paredes del fango, las uñas se desprendieron, la sangre corría, la carne ardía y la garganta se ahogaba entre llanto, lodo y dolor. Me hundí como el barco viejo que doblegado por los azotes de las olas ya no puede navegar. Así, en medio de esa profunda obscuridad la súplica desapareció y el odio nació desde las fauces de mi corazón. El amor murió y la pestilencia de ese cuerpo en descomposición le dio la bienvenida a este bien nacido odio, a este negro sentimiento que sostuvo mis lágrimas, que abrazó mi desolado cuerpo y que supo coser las heridas que tú abriste con tu indiferencia.
El odio ya nació y tomó por hogar el corazón, por biblioteca la razón y por ente ejecutor este cuerpo que desde la muerte surgió, porque en esta vida todo se perdona, hasta la traición estaba contemplada en mi lista, pero jamás la duda, el silencio, la indiferencia y el miedo. Tú silencio terminó por matar la poca humanidad que me quedaba y volví a ser lo que era, lo que me dio vida; ese ser arisco, vengativo, defensivo que antes de nada siempre prefiere asestar la puñalada.
Bienvenida sea yo, bienvenida a esta realidad en la que inocencia y el buen amor no tienen recompensa, tan solo dolor.
…
Comprendo, pero yo te veo mejor que ayer, tranquila, callada y tu rostro sereno. No veo al monstruo vengativo, no veo ninguna maldad.
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Ayer ví a tu prometida besándose con tu amiga. Tómalo como broma o comentario. Porque esto de ser malvado radica en hacer y decir la verdad por sobre todas las cosas.
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