Ese día desperté sabiendo que algo había cambiado. No soportaba un golpe más, ni una patada más. Desperté con ganas de enfrentarlo y decirle que lo odiaba. Desperté sintiendo que sus humillaciones y cada una sus palabras hirientes no podían dañarme. Desperté sintiéndome liviana, libre. Libre de sus celos sin sentido y de su obsesión por mí. Desperté de esa vida de tormentos que por tantos años soporté, sentía que sus cadenas ya no podían atarme, flotaba.

Y sí, algo había cambiado.

Porque ese día, aunque desperté…

Ya no desperté.

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