Las canciones de desamor siempre hablan de hacer el amor; se sufre follando cuando no amas a tu cómplice. Luego, las amantes aparecen. No entiendo quien sufre follando, cuando uno ni siquiera folla. Tal vez, sea el asco de las vísceras húmedas y pestilentes. No lo sé. No follo por desamor.

       No había conocido tanta infelicidad como quien escribe canciones de desamor por no follar con quien ama y no con quien no ama y se entrega. Quizás está confundido y no es amor. Debe ser atracción animal subconsciente en respuesta al acto de supervivencia de la especie. Pero, si así fuera, de igual forma, follaría con su pareja actual; sin amor, claro está. Solo como instinto de supervivencia.

       El amor, según las leyes herméticas, lo describen como una fuerza electromagnética que une todas las cosas en todo plano de existencia:

“Todos los universos, ya sean macroscópicos, microscópicos, de vibraciones infra o ultra en relación al observador, están compuestos de infinitas partes que se relacionan entre sí por el conjunto de fuerzas que se denominan amor” – Los Ocho Kybaliones -.

       Los cantautores le cantan a la fuerza electromagnética de la supervivencia y no a lo que creen que conocen como “amor”. Deberían leer un poco más. Hay días en que tienes que escribir sobre cualquier cosa y este día, es el caso.

       Por lo general, encuentras buenas historias entre lo vulgar, exótico y lo mundano. Cuando hay solo belleza, las historias se acaban. Hablo de historias que sean divertidas de oír o leer: «Romeo y Julieta» «El Gran Gatsby» «Oona y Salinger» …, por mencionar algunas.

“—¡Siempre! Terrible palabra. Hace que me estremezca cuando la oigo. Las mujeres son tan aficionadas a usarla. Echan a perder todas las historias de amor intentando que duren para siempre”. El retrato de Dorian Gray

       La vida es tan breve como para dejar de lado estos pequeños detalles. Profundizar en ello, es el sentido del vivir. Capturar alguna verdad universal en una canción, un libro o en una pintura, es el alma del mundo manifestado; la intensión la mantiene viva, sin intensión, solo es un cascarón.

       Debería poner más atención a las estaciones de radio en el taxi por las mañanas.

       La llegada al trabajo es rutinaria. Solitarias horas de espera para salir. Memorias de antes de la infelicidad y la desgracia; trabajar para intentar sobrevivir una semana más. Mirar atrás y añorar la libertad en mi lúgubre departamento con paredes color gris medio y libros por todos lados —la mayoría sin leer.

       La entrada es a las 8:00 am; mi compañero, quien es encargado de la sucursal, llega después de la hora estipulada. Por mí, no hay problema. Siempre llego antes de la hora. Abrir el local, preparar café, fregar la loseta y trapear mientras escuchas las primeras historias de tu compañero de su fin de semana —que nunca preguntaste y que nunca escuchará sobre tu vida. Siempre su maravillosa existencia sobre las demás—. Como buen compañero, escucho, aunque sea la misma aburrida historia desde hace casi dos años: sus problemas maritales, aún después de su divorcio. A veces cambia la historia y te habla de sus complicaciones familiares; los mismos desde hace algunos años y conoces a fondo, mejor que él.

       Cuando alguien se toma en serio contarte su aburrida y patética vida, lo único que puedes hacer es escuchar y sonreír para aligerar el momento y parecer interesado, cuando realmente estás tan jodido por dentro de sus idioteces como una ostra a la orilla del mar esperando para ser tragada. Solo esperas a que alguien te rescate. Lo peor es, cuando llega el primer cliente y lo incluye en sus anécdotas (mientras preparo mi café y enciendo la computadora del sistema de punto de venta Sicar). Acomodar un poco el área de igualación de pinturas y escuchar música a nivel bajo, solo para quitar el silencio de fondo. Tal suerte me otorgaron los dioses. Siempre en castigo por preferir no hablar; el silencio me otorga el perdón del olvido para escuchar. Al mismo tiempo, mi dicha es intentar encontrar una buena historia que escribir entre tanta sarta de basura e idioteces.

       Los elevados techos albergan telarañas que olvidamos eliminar; el aroma del lugar es a limpiador líquido barato; si no fuera por las cubetas que contienen pintura, parecería un cementerio olvidado, húmedo y horrible. El costo de la renta es de $800USD, un costo elevado, pero al parecer, no le importa pagar al dueño cada mes. Aunque el trabajo es sumamente aburrido, me consuelo con la paga por arriba del salario mínimo establecido por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (Conasami) de la República representativa, democrática, laica y federal mexicana, y algunos bonos de productividad. No me quejo, he vivido bien y puedo comprar libros, pagar renta cada día primero, dar pensión alimenticia por mis hijos y salidas a las montañas cada 2 o 3 meses. No es tan malo por ese lado si lo piensas cinco veces. Lo único que no sé, es, ¿por qué sigo aquí por dinero si no es lo que quiero hacer? Cuando menos lo espero, el tiempo pasa rápido y otros días es una eternidad llegar a medio día. Creo que el loco soy yo; o tal vez, así lo quiere el destino. Te hace sentir encerrado en una cripta llena de esqueletos en forma de envases de diferentes formas, colores y costos. Es algo cotidiano y es más natural de lo que pensaba: un local comercial de venta de pinturas donde seres vivos se acercan para adquirir pinturas a bajo costo con poder cubriente ante la demanda del mercado actual; seres vivos, que bien puedo llamarlos seres mohosos por falta de color en sus vidas.

       Mi vestimenta es la adecuada para este trabajo: camisa, pantalón y calzado con manchas de pintura. Casi dos años de caminar con las manchas por todos lados, me hace sentir obrero de un país comunista. Donde se usa uno o dos cambios al año: el de trabajo y el del hogar. Eso me fastidia en sobremanera, no por el hecho de trabajar, sino por siempre estar sucio. Trabajar en una tienda de pinturas, como igualador, es un trabajo sucio y nefasto, pero tengo cuentas por pagar. Quisiera dejar todo esto y dedicarme a escribir y poder vivir de ello en las montañas.

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