“SEPULCROS BLANQUEADOS”[1]

Por Oscar Campana

Al igual que en el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), las diversas líneas de los pocos ministerios del gobierno de Javier Milei dan cuenta de la presencia de egresados de la Pontificia Universidad Católica Argentina (PUCA; UCA, más usualmente).

Nada nuevo bajo el sol, podría decirse. Es verdad. Sin embargo me permito algunas reflexiones.

La Iglesia católica, en general, y la argentina, en particular, siempre supieron dar cuenta de una amplitud que recorre todo el arco ideológico. “Es parte de su ser”, piensan algunos. “Y de su supervivencia”, agregan otros. Como una especie de jugador especializado en apuestas combinadas, de las que siempre sacará alguna ganancia. O evitará alguna pérdida. Sólo que quienes apuestan su vida y su fe por la causa de los pobres, no están interesados en ese juego. Pero ese es otro tema, de larga data…[2]

Desde las elecciones PASO del mes de agosto pasado, participé de algunas iniciativas, privadas y públicas, buscando que el conjunto de los obispos argentinos, o al menos algunos de ellos, tuvieran una clara definición y postura sobre cuestiones básicas –para el ideario oficial católico– como la de la justicia social, vilipendiada por el finalmente presidente electo. ¿Qué encontré/encontramos? Apoyo en el diálogo privado. Silencio en la palabra pública[3]. Y en el medio, “misas de desagravio” a los insultos al papa Francisco –respuesta del siglo XIX a planteos del siglo XXI…– o llamados a una “jornada de oración”, con la ajada Oración por la Patria de 2001 en la mano.

Pero el silencio y la oración no están solos. Porque a la hora de la verdad, allí está la UCA ocupando espacios de conducción de un gobierno que emprende nuestra cuarta hora neo-liberal. Lejos de los curas villeros, de los curas en la opción por los pobres, de laicas/os auto-convocadas/os, de comunidades insertas en medios populares, de instituciones dedicadas al trabajo entre los más necesitados, de la red nacional de mujeres, de tantos jóvenes cristianas/os involucradas/os en tareas sociales… Sí. La Iglesia católica argentina termina, muchas veces, siendo la UCA. Es su quintaesencia, la que de vuelta en vuelta manifiesta a la luz del día su permanente y oscura telaraña en los entresijos del poder.

Sin dudas, no podemos responsabilizar a una universidad por lo que hagan sus egresados. Pero cuando en forma sistemática, estos aparecen como cuadros del poder concentrado, tenemos derecho a la sospecha.

“¿Producimos pensamiento y profesionales para transformar esta realidad o repetimos pensamiento fosilizado para mantener el orden establecido? ¿Educamos en la creatividad solidaria, o nos dedicamos a entrenar sobrevivientes en la selva del mercado cuyo dogma es ‘sálvese quien pueda’?”[4]
La realidad nos dice, hoy en día, que estas preguntas de Rafael Velasco siguen vigentes.

Sobre autoridades e intereses (diversos)

Todo esto ocurre en un contexto inédito: hay un obispo de Roma procedente de Argentina. Un Papa que llevó a Enrique Angelelli, a Rafael Tello y a Lucio Gera al magisterio de la Iglesia universal; que hizo de los excluidos el centro de sus preocupaciones; que enfrenta a los sectores más conservadores de la Iglesia a riesgo de su propia vida y salud; que asumió las intuiciones de la “teología del pueblo” como horizonte de su papado; que instituyó la Jornada Mundial de los Pobres; que invita a la Iglesia a ponerse en salida hacia las fronteras existenciales…

¡Qué lejos todo ello de la realidad de tantas y tantos actores de la Iglesia católica argentina! ¡Qué distancia entre el canto oficial de los que dicen hacerse eco del posicionamiento de Francisco y el graznido de muchas de las instituciones que integran!

Aunque detesto las metáforas bélicas, dije, en cuantos lugares pude, que tenía la sensación de que Francisco invitaba a una batalla para la que no había soldados. Porque treinta y cinco años de papados conservadores habían alistado a la Iglesia para otras guerras. Esas que la UCA nunca olvidó. Para las que nunca dejó de prepararse. Y para las que cada tanto nos recuerda que tiene soldados y generales listos para el combate.

Si “las Universidades, como las personas, no pueden tener ‘intereses más altos’, que los de responder a la autoridad de los que sufren”[5], proveer cuadros a una gestión que hace del anuncio del sufrimiento del pueblo su programa de gobierno, debiera invitar a la Iglesia católica argentina a una revisión de la orientación y hasta de la existencia misma de su gran universidad.

Hay quienes piensan que otro modelo es posible[6]. Pero sus huellas no parecen despertar interés en ser transitadas en nuestros pagos. Y “la autoridad de los que sufren” se desvanece en el aire.

A sus plantas (finalmente) rendido un león

En 1983 cursaba mi cuarto año en la Facultad de Teología de la UCA[7]. Volvía la democracia. Y las buenas autoridades de entonces –lo veníamos charlando hacía tiempo con Lucio Gera y Juan Caros Maccarone– nos alentaron a poner en marcha el centro de estudiantes. En una facultad en la que estaban vedadas las identidades políticas –aunque existieran–, ganó una lista de simpatías peronistas, demócratas cristianas y alfonsinistas encabezada por Carlos Abad, Cecilia Bordenave y Marcelo Colombo[8]. Venció por mucho a la lista encabezada por Miguel Nadur Dalla.

Por aquellos años, no había muros que separaran a dicha Facultad del Seminario Metropolitano de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Lo que permitió que una madrugada algunos seminaristas del mismo vandalizaran todos los carteles de lo que consideraban una politización denigrante de la Facultad.

Nocturnidad y violencia. Símbolos de una época que moría.

Este año, un par de semanas antes del balotaje, en la misma Facultad[9] la Lista Naranja se impuso a la Celeste y Blanca por pocos votos, llevando como imagen un león.

¿Símbolo de una época que se abre?


[1]
Evangelio de Mateo 23,27.

[2]
A lo largo de la historia, siempre hubo quienes velaron por la utopía de Jesús, a contrapelo de los sectores de la propia institución que creyeron ver en su alianza/complicidad con los poderes de turno una herramienta de subsistencia y autoafirmación, escondida, la más de las veces, en piadosas excusas.

[3]
Con la honrosísima excepción, hasta donde sé, de la Diócesis de Quilmes, pastoreada por Carlos José “Cacho” Tissera. Pido disculpas de antemano si algún otro caso aislado se me escapa…

[4]
R. Velasco, Conferencia dictada en el marco de la 1ª Jornada de reflexión sobre Responsabilidad Social Universitaria, organizada por la Facultad de Arquitectura, la Facultad de Educación y el Vicerrectorado de la Universidad Católica de Córdoba, 16 de agosto de 2005.

[5]
C. Schickendantz, “Una Universidad de inspiración cristiana”: Cuaderno EXTM 02 (2005).

[6]
Ver J. Sobrino, “Inspiración cristiana de la UCA a los 40 años”: ECA 685-685 (2005) 1051-1060. (https://revistas.uca.edu.sv/index.php/ eca/article/view/5099/5074); UCC, “La responsabilidad social universitaria en la Universidad Católica de Córdoba: una opción de gestión. Acciones emprendidas durante el período 2005 al 2007”: https://pa.bibdigital.uccor.edu.ar/727/1/L_Anuario_RSU.pdf.

[7]
La primera de sus facultades, porque ya existía hacía décadas cuando la UCA fue creada. La última en ser integrada plenamente en términos administrativos. La Facultad que quiso ser colonizada por Octavio Nicolás Derisi, histórico rector de la UCA, al que cada noche veíamos cerrar la señal televisiva en la época de la última dictadura. Y al que muchos alumnos de entonces vieron recorrer las aulas invitándolos a la delación.

[8]
Respectivamente: seminarista de la diócesis de Quilmes, futuro vicario general de su diócesis y secretario del obispo Jorge Novak; laica, abogada, histórica docente y catequista del Sagrado Corazón de Almagro; seminarista de Quilmes y actual vicepresidente del episcopado.

[9]
La menos UCA de la UCA, pensábamos siempre. Quizás, finalmente, ganó Derisi…

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