Detective los domingos

Detective los domingos

JRM

16/10/2024

La señora Micaela De La Rica Solís subió al coche en Salsipuedes, con sus agujas de punto desafiando al cielo. Como en otras ocasiones, viajaba para investigar y descubrir malhechores y delitos que le encargaba el Ministerio, por mucho que dijera su psiquiatra.

  • Buenas tardes, no soy habladora pese a lo que digan esos comentarios, dijo mientras acomodaba su redondeada figura como si no pensara moverse de allí en días.

Los demás pasajeros, el conductor, la joven de los auriculares sentada atrás pese a ser el pasajero número 1 y yo, respondimos buenas tardes sin más. El viaje duraba más de 4 horas y era mejor ser cautos en el trato personal con los ocupantes y más si tenían agujas de punto entre las manos.

Pablo, un veterano conductor, preguntó si nos parecía bien poner algo de música para amenizar la tarde, pero la señora De La Rica Solís dijo que la música era la excusa perfecta para aquellos que no tienen nada que decir, y ella quería preguntar ciertas cosas a los pasajeros, más que nada porque no estaba dispuesta a viajar en un espacio tan pequeño con aquellos perfectos desconocidos.

Accedimos sin remedio al interrogatorio al que nos sometió mientras miraba por encima de aquellas gafas de pasta veteadas, de marca inalcanzable para la mayoría, excepto que fueran del mercadillo.

  • Señor conductor, no me interesan tanto sus gustos, como sus vicios y antecedentes penales si los tuviera, que dios no quiera que nos veamos en ese trance.

Pablo respiró hondo y explicó que jamás había estado detenido o acusado y que ni siquiera una multa de tráfico había tenido en sus 43 años de conductor, vicios confesables tenía los de la mayoría y de los otros, los que alcanzaba su imaginación… La señora De La Rica asintió pensando que ya comprobaría lo de los antecedentes con su portero de Madrid, que tenía buenos contactos en las altas esferas de la Policía, por su anterior trabajo como vigilante de seguridad en un supermercado de Parla.

La chica de los auriculares, que estaba en plena efervescencia escuchando a Karol G, gruñó que para preguntas ya tenía a su vecina, su madre y su abuela, y volvió a enfundarse los cascos como si fueran parte de su ser, dejando a la señora De La Rica con la boca abierta, maldiciendo tener que compartir un metro cuadrado con semejante ser.

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