La chica corrió a arreglar su cama echándole flores, la vistió con las sábanas de satín que había comprado para la ocasión. Puso inciensos cerca de las ventanas. Había esperado y desesperado por años la resolución del Tribunal Supremo y ya la espera había dado frutos. Se arregló el pelo como nunca en su vida. Se vistió con un traje de hermosos encajes blancos. Tomó una pucha de novia perfumada de su jardín de flores. Frente al espejo se juró amor eterno y echó mano del amigo que le esperaba en la gaveta escondido. Con el endoso del Tribunal, Anaïs Eros ya era toda para ella.
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