Una camisa para Diego

— Mira… — puso frente a mí una camisa — Está linda, ¿cierto? 

No, no estaba linda; de hecho, me parecía todo lo contrario, pero no podía decirle eso, ¿o sí?

— Sí, está linda — mentí.

— El color no me convence — comentó — ¿A ti?

— Tampoco.

— Creo que debería cambiarla — se dio media vuelta y buscó otra en el aparador.

Yo saqué el celular del bolsillo de mi chamarra para consultar la hora; ya era tarde, y en casa tenía un sinfín de pendientes por hacer, necesitaba irme ya.

— Y esta, ¿qué te parece? — me mostró otra camisa, ahora en tono verde. Aunque el color me agradaba, la prenda seguía sin convencerme — Tocala — la acercó a mí.

Yo la palpe con la yema de mis dedos; lo que supuse: la tela era algo áspera.

— Se siente bien — volví a mentir.

— ¿Crees que le guste a Diego? — su pregunta me sacó de onda.

— ¿A cuál Diego?

— ¿Cómo que a cuál? A tu novio, «tontita».

— ¿Por qué le quieres comprar ropa a mi novio?

— Ah, pues porque me cae muy bien, ha sido muy amable conmigo y además es sexy — no podía creer que estuviera diciéndome eso.

— No es necesario — la intenté disuadir, pero no escuchó.

Comenzó a buscar un dependiente de la tienda que pudiera atenderla y en cuanto vio a una chica le gritó: «¡Señorita!». Como no la escuchó fue tras ella.

— Oye, en serio…

— Quédate aquí y no te muevas — obviamente no la obedecí, en cuanto la perdí de vista me fui.

Salí de la tienda e inmediatamente le marqué al imbécil de mi novio; tenía que darme una explicación detallada. O sea, ninguna mujer tiene esos detalles con un hombre a menos que éste le dé entrada.

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