Caminando por el parque se dio cuenta de que no era el mismo parque. En realidad, ni estaba caminando por el parque había conocido toda su vida. Tuvo un momento de no saber dónde estaba. Transición.
Mientras caminaba veía las hojas en el suelo y se vio a sí misma saltando entre charcos y pisando hojas secas. Pero no era ella.

Viò como la luz del sol atravesaba como lanza el follaje de los árboles, sin embargo, esa luz era menos intensa y no pudo reconocerla.
Sentía esas voces en su cabeza de risas y charlas dispersas, pero en el parque no había nadie, solo muy de lejos una madre con su hijo en bicicleta.

El viento era fresco y los perfumes diversos. Un halo de tristeza invadió su cuerpo. No era el parque que recordaba. No era ni siquiera el mismo. No era tampoco falta de memoria, porque la tenía aún muy fértil. Recordaba todos los nombres y anécdotas. Varios números de teléfono. Direcciones. Instrucciones.

Entendió que esa realidad era la nostalgia que la cubría. Estaba caminando con los anteojos de nostalgia. El oculista le había advertido que apenas empiece a usarlos, mejoraría su vista, pero debería convivir con los recuerdos. Solo había dos salidas, o no veía con dificultad y disfrutaba el presente o veía mejor y recordaba con nostalgia.

Al sentarse en el banco que no era el mismo banco, vió una abeja intentar polinizar una flor súper pequeñas. Eso sí que nunca lo había visto….
Luego intento de buscar detalles nuevos que nunca había visto. Vio un globo azul atrapado entre las ramas de un árbol, quizás algún niño lo había perdido, aun así, eso tampoco lo había visto.
Por primera vez sus antejos funcionaban sin nostalgia. Al menos por ahora. Encontró una pequeña solución. Ahora podía limpiar sus vidrios con las experiencias que nunca había tenido.-

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