ENTRE DOS MUNDOS

ENTRE DOS MUNDOS

GAMOREIL

06/10/2024

EL ENCUENTRO

Yuna despertó sobresaltada. Trató de recordar cómo había llegado hasta aquel lugar tan extraño, pero sus pensamientos eran confusos y nebulosos.

La espesura del bosque la envolvía como una manta fría y húmeda. Cada crujido de rama, cada susurro del viento, se convertía en una amenaza.

Sus ojos, dilatados por el terror, recorrían las sombras que se agitaban entre los árboles, como si las propias ramas quisieran atraparla.

Un escalofrío recorrió su espalda cuando sintió un dolor agudo, como si la hubieran golpeado con un puñal invisible. Intentó incorporarse, pero el dolor la obligó a volver a caer. Miles de preguntas inundaban su mente: ¿Dónde estaba? ¿Qué era aquel lugar? Absorta en sus pensamientos, no advirtió la presencia que se acercaba.

Solo cuando una sombra se proyectó sobre ella, sintió un escalofrío que le recorrió la médula. La criatura emergió de la oscuridad, sus ojos, como dos estrellas oscuras, la clavaron en su lugar. Un hombre, joven pero con una mirada antigua, se cernía sobre ella, montado en una bestia escamosa que parecía salida de una pesadilla. Sus alas membranosas se extendían como las de un murciélago gigante.

-¿Puedes abrirlos? -dijo el hombre, con su voz profunda y resonante. Yuna obedeció y abrió sus párpados pesados como el plomo.

El hombre la examinó con una sonrisa enigmática. «¿Quién eres? ¿Un extraterrestre?», preguntó Yuna, con voz temblorosa. El hombre soltó una carcajada que resonó en el bosque.

«¿Extraterrestre? No, pequeña. Soy un demonio.»

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Yuna. ¿Un demonio? La palabra resonó en su mente evocando leyendas y pesadillas. Pero ¿cómo podía ser posible?.

«Sí, niña. Pero ahora no es tiempo de preguntas,» dijo él, agarrándola de la cintura y subiéndola a la criatura.

Yuna solo atinó a balbucear un «¡Qué demonios!» mientras la montura arrancaba a toda velocidad, arrastrándola consigo. El viento le azotaba el rostro y su largo cabello se enredaba en el aire. Un estruendo ensordecedor resonó detrás de ellos, como el rugido de una bestia ancestral.

-¡No mires! -le gritó el hombre, pero Yuna no pudo evitar girarse. Sus ojos se abrieron como platos al ver una colosal masa negra, cubierta de tentáculos que se retorcían como serpientes hambrientas.

A su paso, la naturaleza misma parecía morir, marchitándose y corrompida. Cada tentáculo era una boca, repleta de dientes afilados, y de cada poro emanaba una oscuridad corruptora que devoraba todo a su paso.

Era una abominación que desafiaba toda descripción, una encarnación viviente de la oscuridad.

-¡Es increíblemente persistente! -exclamó el hombre, azuzando a la criatura. La bestia, con un rugido gutural, redobló su velocidad, dejando tras de sí un rastro de destrucción.

«En pocos minutos, salieron del bosque y se adentraron en una vasta llanura con la masa negra siguiéndoles de cerca. El viento azotaba sus rostros mientras la criatura aullaba detrás de ellos, su rugido resonando como el trueno. Yuna se aferró con fuerza al hombre, el miedo le helaba la sangre. De pronto el demonio detuvo a la montura.

-¿Qué haces? -gritó Yuna por encima de su hombro -. ¡Nos va a alcanzar!

-Aguanta un poco más -respondió él, con voz firme.

La masa negra, una colosal sombra que devoraba la luz, se abalanzó sobre ellos con sus tentáculos retorciéndose como serpientes hambrientas. Yuna cerró los ojos, esperando lo peor.

Pero en el último instante, la masa chocó contra una barrera invisible, como si hubiera chocado contra una pared de cristal. Se detuvo en seco, sus tentáculos se agitaron furiosamente. De su interior surgieron unos ojos carmesí, que los miraron con odio.

-¿Qué es eso? -preguntó Yuna, asombrada.

-Una antigua protección -respondió el hombre, con voz llena de misterio-. Este lugar está protegido por una barrera mágica.

«Gracias.» murmuró Yuna, sintiendo una mezcla de alivio y confusión.

El demonio asintió, esbozando una sonrisa enigmática. «No hay de qué, Yuna. Me alegra que estés a salvo.»

Yuna frunció el ceño, intrigada. «¿Cómo sabes mi nombre?».

«Me enviaron a buscarte, niña. Puedes llamarme Aelion.» Su voz era suave, pero resonaba con una autoridad que la desconcertaba.

«A buscarme?», repitió Yuna.

«Así es. Se esperaba tu llegada hace tres días a las zonas de recién llegados. Pero no aparecistes.»

Yuna negó con la cabeza, incapaz de procesar la información. «¿Cómo… cómo es posible? No entiendo nada.»

Aelion suspiró. «Mira, niña, por si no te has dado cuenta, esto no es la Tierra. Es el más allá. Estás… muerta.»

Yuna se llevó las manos a la boca y sus ojos se llenaron de terror.

«¿Muerta? ¡Eso es imposible! Siento dolor, hambre, frío… ¡Si estuviera muerta no sentiría nada de eso!»

Aelion asintió lentamente. «Así sería en un caso normal. Pero tu caso es… diferente.»

«No entiendo.» repitió Yuna, con su voz temblorosa.

Aelion suspiró, y la miro con compasión. «Verás, por alguna extraña razón, tu alma inmortal no se ha separado de tu cuerpo físico. Incluso los más sabios desconocen por qué ha sucedido esto.»

Yuna se llevó las manos a la cara, sollozando. «Eso es imposible. No puedo estar muerta. Siento dolor, tengo hambre, frío… ¡No puede ser!»

Aelion posó una mano sobre su hombro y la hablo con voz suave. «Lo sé, Yuna, lo sé. Es mucho para asimilar.»

«¿Cómo morí?» preguntó ella, con voz que apenas era un susurro.

«Eso es lo que desconozco. Tendrías que preguntar a los recolectores.»

«¿Recolectores?» preguntó Yuna, frunciendo el ceño.

«Sí. Son los que se encargan de guiar a las almas hacia el más allá. Vosotros los llamáis las Parcas.» Aelion esbozó una sonrisa enigmática.

«¿Y yo… por qué estoy aquí?».

«Porque tu alma, por alguna razón, no ha querido desprenderse de tu cuerpo. Es algo muy inusual.»

Yuna se estremeció. «¿Y qué me has hecho?».

» ¿Te refieres cuando te toque en el hombro? Pregunto Aelion.

Yuna asintió con la cabeza.

«Tranquila no es nada malo. He utilizado un antiguo hechizo para calmar tu alma. Es algo que solo los mezclados podemos hacer.»

«¿Los mezclados?» preguntó Yuna, mirándole con ojos brillantes de curiosidad.

«Sí, aquellos que poseen la magia de ambos mundos. Pero no te preocupes por eso ahora. Lo importante es que estás a salvo.»

Yuna se quedó mirando fijamente a los ojos de Aelion, notando cómo cambiaban de color con cada parpadeo, como un camaleón adaptándose a su entorno.

Aelion subió a su montura y le tendió una mano. Yuna la aceptó, sintiendo la rugosidad de la piel de la criatura bajo sus dedos.

El demonio, con un poderoso resoplido, se puso en marcha. Aelion se volvió hacia ella y, en un idioma que no reconocía, le hizo una pregunta.

Yuna negó con la cabeza, confundida.

Aelion sonrió enigmáticamente. «Lo siento dijo el demonio. Quise hablarte en coreano pero creo me confundí de idioma. Tú idioma y el mío son casi idénticos pero con sus respectivas diferencias».

«Sabes»dijo Aelion.»Los coreanos sois muy respetados aquí. Y más desde que Lee Hwan, el gran cazador de sombras,…» Se detuvo, dejando la frase en el aire.

«¿Cazador de sombras?» preguntó Yuna, intrigada. «¿Qué son las sombras?»

«Ya te lo contaran más adelante. Ahora, disfruta del paisaje.»

Yuna levantó la mirada y quedó maravillada. Ante ellos se extendía una ciudad flotante, sostenida por gigantescas raíces que se hundían en las nubes. Las cuatro torres doradas brillaban como soles en miniatura.

«Bienvenido a Ciudad Frontera,» dijo Aelion, mientras su voz resonanaba en el aire.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS