A veces el infierno, es personal…

A veces el infierno, es personal…

Yanara

06/10/2024

Hoy no voy a escribir un texto de vibras altas o con la expectativa de dejar un sabor dulce de boca. Simplemente voy a expresar como me vengo sintiendo con la vida en general. El escribir siempre fue mi cable a tierra para ordenar mi mente cuando todo a mi alrededor es caos.

Me encantaría ser de esas personas que no sobrepiensan al punto de colapsar. También quisiera ser de esos que no se marean de tantas vueltas que les dan a las cosas ni se toman todo tan personal. Entiendo que a veces los demás hacen cosas y nosotros elegimos cómo nos afecta. Pero ¿SIEMPRE los demás sólo hacen cosas y nunca NOS HACEN cosas?

Entiendo que el mayor desafío en la vida es aprender a vivir el hoy, enfocarnos en las cosas que podemos controlar y soltar todo lo que no depende de nosotros. 

No saben que difícil es esa tarea cuando la ansiedad te obliga a vivir en el futuro. Ese futuro que no existe pero que tu cabeza crea las imágenes tan vívidas que terminas creyendo que esa es tú única verdad. Ya no sabes si estas siendo advertido o limitado por tu mente.

La conclusión al final siempre es la misma, somos nuestro peor enemigo, incluso, el más despiadado.

Me exaspera no saber controlar mis emociones para aceptar el presente tal y como es. 

Hay una frase que dice “Si algo no tiene solución, ¿por qué te preocupas? Si ese algo tiene solución, ¿por qué te preocupas?”

No existe la posibilidad de haberlo hecho diferente, lo hecho, hecho está y no puede cambiarse. En su defecto, podes aprender para actuar mejor en otro momento. Tampoco es posible prever las acciones de los otros para así tener escudos que te ayuden a esquivar sus balas si algún día eligen dispararte. No hay manera de controlar cómo se sienten los demás, mucho menos las acciones que tomaran ni leer su mente para entender por qué actuarán de tal o cual forma.
Sólo tenemos el poder de controlarnos a nosotros, pero ¿Qué hacemos cuando no podemos ni realizar eso?

Supongamos que alguien decide que no formemos más parte de su vida. Probablemente en ese momento nuestra mente empiece a atacarnos con cosas del estilo de “y si hubieras dicho, hecho, sido tal o cual cosa, esto no habría pasado” pero no es así. No tendríamos que haber sido ni más lindxs, atentxs o interesantes. La magia que nos habita sólo la puede ver la gente que de alguna forma comparte nuestros trucos, quienes tienen un poder y vibra similar.

Es increíble como de miles de millones de personas, sólo congeniemos con unas cuantas y sin la promesa de encajar para siempre con ellas.

A estas alturas de mi vida ya no me interesa forzar ningún tipo de vínculo. No me malentiendan. No es que no me importe que las cosas vayan bien y apostar a las buenas personas. Simplemente se me agotó la energía para vivir detrás de los tiempos del resto. Ya no tengo ganas de acostarme pensando por qué no soy suficiente para alguien, ni me interesa sentir ese vacío que te deja la gente que se va sin darte al menos una explicación. Elegí aceptar que hay personas que no te quieren en su vida y ya. No es que hayas hecho algo mal, tampoco es que te faltó valor para luchar o no estas a su nivel. Simplemente la gente elige irse, en algunos casos, sin importarle tu opinión al respecto. No tenes el poder de retenerlos, pero sí de elegir irte con dignidad de donde no haces falta. El truco está en aferrarte a vos. Tu único objetivo en esta vida tiene que ser no perderte nunca y si lo haces, no te olvides de encontrarte.

La gente es pasajera como las tormentas y los días de sol. Pero vos sos quien te va a acompañar para siempre en este camino llamado “vida”.

En mi fuero personal, este año viene siendo un sin fin de dudas e incertidumbres. Por momentos todo parece claro y de un momento a otro se nubla al punto de no ver ni por donde vas.

No me queda claro por qué la gente actúa de formas tan rebuscadas que terminas perdiéndote en esos laberintos que te ponen por delante. Ya no sabes si se puede creer en acciones o en palabras. Las acciones dicen cosas, las palabras dicen cosas, pero al final los resultados no coinciden con ninguna de las dos.

Todos tenemos nuestro universo, donde rigen nuestras propias reglas. No todos van a comprenderlas al 100%, por esa razón somos similares y tan distintos a la vez. 

No a todos nos duele lo mismo y si lo hace, no es de la misma forma. No a todos nos importa lo mismo y si lo hace, nunca será igual. 

Hoy, cansada de esperar siempre que otros tengan esa pesada tarea de elegirme, decidí elegirme yo.

En el pasado era una persona con “traumas de abandono”, como le dicen en psicología. Eso generó que viva en un mundo donde buscaba ser perfecta para que nadie me deje (creyendo que esa decisión estaba en mi poder). Trataba de cumplir con todo lo que de mi se requería, incluso muchas veces dejé de lado mis propios deseos con tal de que los otros cumplan los suyos. Hacer feliz al resto se volvió mi trabajo y obligación, a tal punto de que me olvidé que también existía yo.

Yo también quería ser amada, elegida y deseaba que otros me quisieran tanto que también se alegraran con verme feliz. Esperaba que por momentos elijan mis deseos antes que los suyos, sólo porque disfrutaban de compartir conmigo algo que me hiciese feliz a mi. Pensaba en qué hermoso es que alguien escuche todo lo que tenés para decir con suma atención y sin interrumpirte, sólo porque disfruta de estar en tu compañía.

Recuerdo haber llegado al punto de pedir perdón por cosas que ni había hecho, con tal de que no me “abandonaran”. Era agotador querer agradarle a un otro todo el tiempo con tal de que no se aburriera y te dejara por alguien “más interesante y menos aburrido”.

Hoy, después de tanto dolor, me elijo a mí. 

Aprendí que a veces ser egoísta es sano, que no siempre tenes que complacer a los demás. De hecho, aunque pudieses lograrlo, ni con eso tenes asegurado el “para siempre”. 

Entendí que está bien a veces dar sin esperar nada a cambio, pero mayormente, la madurez también radica en la reciprocidad. No podes vivir dando todo lo que tenes por gente que no daría ni la mitad por vos. 

Mi tiempo vale oro y elijo destinarlo en lo que me hace bien y lo comparto con gente que me transmite paz. 

Acepto que los demás se vayan sin hacer ni siquiera un ruido porque, como dije antes, si yo no les hago falta ni tengo la suficiente relevancia en sus vidas para que importe como pueda llegarme a sentir al respecto, para mí tampoco será trascendental su ausencia.

Todo se reduce a SOLTAR EL CONTROL. Siempre que tengamos la posibilidad de elegir, seremos libres. Respeto que cada quien pueda elegir tenerme o no en su vida.

Por último, quería contarles una frase que leí hace poco y me cambió todos los panoramas de la vida. Lamentablemente no conozco su autor así que, créditos a quien corresponda. Es muy simple, pero abarca un sin fin de cosas y dice “todo lo que no es un rotundo SI, es un NO”. Cuando la leí me voló la cabeza porque simplificó en pocas palabras mil situaciones de la vida.

Todo lo que pulula en grises y no es claro, lo que es un “no sé”, “vemos”, “tengo que pensarlo”, “quizá a futuro”, o cualquier cosa similar que no tenga como respuesta un ROTUNDO SI, es NO. Dejemos de dar vueltas y aceptemos las cosas como son. La aceptación es lo único que nos libera de todos los “que hubiera sido” que sólo nos nublan la razón.

El ayer es estático y no puede cambiarse. Tuvo una única forma de ser.

El presente está en constante cambio y siempre puede ser mejor.

El futuro no existe, sólo será resultado de nuestro presente. De allí radica si será bueno o no.

En fin, gracias lector por llegar hasta el final de mis pensamientos. Espero vuelvas pronto y perdón por el desorden.

Cito una última frase de una canción que me gusta mucho y dice “que nunca te atrase nada que por ti no espere”. Sólo tenemos una vida, elijamos conscientemente como y con quienes compartirla.

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