David Purley Resistiendo al olvido

David Purley Resistiendo al olvido

Marcelo Zucca

06/10/2024

Vuelta 2, sale de Bos Uit en cuarta, el pie derecho aprieta el acelerador como si este estuviera al rojo vivo, como si estaría prendido fuego, quemando, ardiendo, lo lleva con sensibilidad, pero no a fondo, las muñecas y el pie derecho juegan un juego travieso de coqueteo pero con una sincronización brutal, estas, con el contravolante impiden que la cola del March salga espantada mientras el pie hace su trabajo para que el auto pierda el menor tiempo posible.

Cuando encara la recta principal, visualiza delante suyo al Iso Marlboro del por entonces ignoto Frank Williams y va por él, muerde sus labios, aprieta las manos en el volante y entierra el acelerador en el piso, alcanzará a Gijsbert Van Lennep, poco antes de finalizar dicha recta, para cuando el momento de negociar la temible curva Tarzán comienza, ya ambos pilotos se encomendaron a Dios y a sus santos y a todas las deidades de la física.

El Iso Marlboro comienza su trayectoria aferrado a la cuerda, dónde el riesgo seguramente sea menor, la entrega de David en cambio es brutal, su March lo hace por afuera, a la par, sin peinar nada, sin contemplaciones, el pie derecho a fondo y los dos Cosworths escupiendo revoluciones para todos lados, mientras el vértice de la curva todavía está en su punto cumbre, las manos en los volantes de ambos pilotos son dos pares de remolinos que suben y bajan desesperadamente evitando que la cola de los autos salgan para donde la física lo indica y es ahí, en ese momento, cuando los autos van a la par, que Purley de reojo, observa azorado como la mirada de Van Lennep está más desencajada de lo normal, los ojos enormemente abiertos y sin siquiera pestañear, como con miedo, como cagado, el visor de su casco empañado da muestra fehaciente de una respiración agitada.

Lo superará al llegar a Gerlach, para transitar el resto de la vuelta en soledad. La carrera recién comienza, falta mucho, demasiado. Transitando la famosa zona del túnel de Oost le tirará un cambio en la oreja al yanqui George Follmer, pero antes, debió fijar la vista atentamente, ya que le pareció ver que sobre el costado de la pista todavía ondeaba el calcinante humo del carbonizado Piers Courage.

El March parece haber sido parido para ese circuito, copia las sinuosidades con precisión, devora las curvas con solvencia, rebasa rivales con superioridad, rivales, visualiza al otro Shadow, el de Graham Hill, compañero de equipo de Follmer y a él lo superará con respeto, con reverencia, sus títulos mundiales, su triple corona, su vejez, así lo imponen.

Vuelta 6, marcha en la posición 14, adelante suyo un joven virtuoso, tripula un March de las mismas características que el de él, ese joven, responde ante la sociedad al nombre de Roger Williamson, al momento de saber de quién se trata, David sabe que superarlo no será una tarea fácil, y no por qué los autos sean idénticos, sino porque en el hogar de Roger, hubo dos factores que jamás tuvo, dinero y miedo y cuando una persona vivió curtida de males, cuando toda la vida compitió con hambre , con carencias, se lo hace diferente, de otra manera.

Vuelta 7, las distancias entre ellos se acortan, apenas 18 metros los separan, se le acerca en Hunserug, cuarta a fondo hasta Zinjveld, levantan apenas para pisar nuevamente hasta Rob Slotemaker , salen a fondo, están a punto de encarar Scheivlak, punta y taco tercera, punta y taco segunda , a simple vista, eran dos jóvenes jugándose el todo por el todo, dos jóvenes corajudos, que le hacían frente a lo que sea, a simple vista eran dos jóvenes derrochando napalm sobre sus futuros .

En el momento de entrar a Scheivlak , la cerrada curva hacia la derecha, sucede lo que bajo ninguna circunstancia debe suceder, sucede lo que por mas qué tengas las pelotas más grandes del mundo, las muñecas mas dotadas, el talento mas enquistado, puedes salir airoso, la cubierta trasera izquierda del auto de Roger, la que aguanta el peso de giro de la curva se desbandó, el March escapa al control del piloto, pega contra el Guard Rail, rebota de costado hacia la pista, se traba y se da vuelta quedando boca abajo, para recorrer eternos 275 metros con el atónito piloto dentro.

La desdicha abrió la puerta y la maldad entró gozosa haciendo estragos, los tanques de combustibles rebosantes para hacerle frente a las casi dos horas de competencia empezaron a vomitar su contenido sobre el motor, sobre el circuito sobre los escapes, convirtiéndose todo en una bola de fuego.

Purley salta de su auto como si él mismo debe escapar del infierno, corre hasta el auto de Roger dando zancadas a punto de desgarrarse la entrepierna, a cada zancada repite , ¡Se está muriendo, Por Dios!! Se está muriendo, al llegar al sitio no lo duda, empieza a empujar como una mula empacada, el calor repele, David palanquea, arremete, Williamson grita, llora, aúlla de dolor, Por favor David, sácame de acá, dice, Por el amor de Dios David, no me abandones grita entre sollozos y la impotencia a Purley no lo vence, por el contrario, lo envalentona, lo agranda, lo desespera, entonces empuja nuevamente, palanquea, tironea, zamarrea, el fuego crece, los segundos pasan, Roger desde adentro también hace lo suyo, pero mucho más apremiado por la urgencia, Williamson forcejea, tironea, manotea, todo al borde de la locura y Purley empuja nuevamente , resbala, se quema, arremete y maldice y putea y Roger llora y grita, y ahora Purley llora y grita y suplica por ayuda, y los autos pasan como suvenires en fiesta de 15 uno tras otro sin siquiera detenerse y Purley los maldice, Roger los maldice, el publico los maldice, se preguntan si no se detienen por ignorancia o por malicia, y el fuego de a poco se hace más y más cojudo y los auxiliares de pista de a poco se alejan más y más y las probabilidades de dar vuelta el auto y sacar a Williamson con vida van desapareciendo como las esperanzas de Purley por salvarlo, como las esperanzas de Roger de vivir y Purley solo empuja, palanquea, se muerde los labios haciendo fuerza y Roger desesperado grita más y más fuerte como espantando la muerte del lugar, como diciéndole que se deje de romper las pelotas y se vaya a otro sitio.

En un determinado momento, el fuego devoró el auto completamente y fue ahí, donde los gritos cesaron para siempre, en ese momento todo fue silencio y quietud, todo sucedió en cámara lenta, David implora ayuda con las dos manos, hasta que para hacer algo, ya que no había hecho nada, un auxiliar que estuvo todo el rato ahí, lo agarra del brazo sacándolo del lugar, pero Purley le tira un puñetazo a la cara y vuelve a pelearle mano a mano a esa muerte injusta que al lado del auto lo mira y se ríe a carcajadas, pero él ya la conoce, la vio mil veces antes cuando formaba parte del batallón de paracaidistas del ejército Británico, ahí, el olor a muerte era insoportable, como lo es ahora, ese olor nauseabundo que le produce arcadas , lo volverá a sentir una vez más, la mañana del 2 de Julio de 1985, cuando la defunción se presente para llevárselo al más allá, pero entonces, ni antes ni en ese momento sentirá miedo, jamás.

Escasos minutos después, las llamas, como arrepentidas por el acto de maldad que hicieron se fueron apagando tímidamente, con vergüenza, como pidiendo perdón por la travesura realizada, cuando no hubo más peligro aparecieron los auxiliares de pista, los que estuvieron ausentes cuando más se los necesitaba para dar vuelta el auto de Roger y este, carbonizado, tenía las dos manos sobre el rostro tapándose la cara, quizás, para no ver los terroríficos ojos del deceso.

Mientras tanto, Purley repetía llorando a todo aquel que se cruzaba en su camino. «Yo no pude darlo vuelta, simplemente no pude. Podía ver que estaba vivo y lo oía gritar, pero no pude dar vuelta al coche. Intenté que la gente me ayudara y si hubiéramos podido girar el coche él estaría bien, lo podíamos haber sacado, pero yo no pude hacerlo solo, ¿ Entendés? No pude

Luego, el verdadero héroe de esta historia, ese joven que escasos minutos atrás brindó una batalla sin igual contra la injusticia y la maldad, solo, totalmente desarmado, se sentó al lado del auto de Roger para seguir llorando y lo hizo hasta que la noche se tragó la pista.

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