CAPÍTULO I

VALLE DE LOS PLANOS

Un silencio oscuro en un momento eterno excita la soledad. El clímax de lo inmenso inicia el tiempo y en un instante hallé mi presencia. Fue, como el despertar de un sueño sin realidad antecedente. No sabía dónde estaba, ni de donde había venido, ni la razón de estar allí, pero estaba y no podía menos que existir…

Había despertado sin saber porqué, sin comprender como, ni para qué, sin embargo, desperté…

Entonces supe que era el principio.

¿Quién soy?. ¿De dónde vengo?. ¿A dónde voy?. ¿Dónde me encuentro?

Me retumbaban las preguntas y se me ahogaban las respuestas. A no ser porque me hallaba consciente de mi, diría que nunca existí.

De repente:

–Aún sigo aquí—Dijo una voz.

¿Quién eres?. Pregunté.

–Soy un alma como tu. ¿Es que no lo ves?—

Exclamó con reproche,

¡Un alma…!

¿Que es un alma?

–Es la pregunta más ingenua que he escuchado, ¿en serio no lo sabes?—

–No, no lo se–, respondí.

–Aahh, ya comprendo, eres un alma primera—

¿Cómo así?. ¿Soy la primera?.

–No tonto, ya hay muchas almas aquí, quiero decir que eres un alma desprendida, acabada de llegar—

¿Desprendida cómo, llegar a donde?.

–Este es el valle de los planos—.

No lo entiendo. Dije.

–Es la inmagnitud que sostiene al infinito. Desde aquí se pueden articular las formas y delimitar los espacios—, agregó.

¡Formas en el espacio!; estas palabras se quedaron en mi, “soy una forma en un espacio”, pensé.

Pero ¿como se hacen estas cosas, las formas, los espacios?

–Gran Alma es la única que puede hacerlo—respondió. –nosotros las almas comunes, solo podemos esperar que Gran Azar nos elija y que Gran Suerte nos acompañe—

¿Cómo así?, no entiendo; ¿quiénes son ésos grandes?.

–Ya no preguntes más; estoy harta de ser invisible—, exclamó con reproche. De repente, se escuchó un sonido; mágico, atrayente, como una melodía que induce a danzar.

–Es un portal, anda, vamos—, dijo y sin esperar mi reacción se esfumó.

Debió lanzarse con rapidez quizás hacia otro lado del infinito, no tenía idea. Era confuso aquel lugar, a no ser por nuestra presencia parecía estar vacío.

Al momento. –He vuelto—

Sin duda era su voz, al parecer había fallado.

¿Qué pasó?. ¿A dónde quieres ir?.

Pregunté

–Cállate y busca un portal—

¿Un portal…?

–Si, busca eso y déjame en paz—

Me dijo enojada, parecía que le interrumpía en sus asuntos. ¿Quién rayos era yo?, ¿Quién era aquella alma?

¿Cómo te llamas?

Le pregunté

–Te dije que te calles—. Gritó enfurecida.

–Aquí nadie tiene un nombre, somos las almas y ya, busca un portal—, insistió.

–¿Qué es un portal?, no lo entiendo—

Le dije en tono suplicante.

— A ver, ¿puedes verme?—

–No—

–¿Puedes verte a ti mismo?—

— Ah caray, tampoco—

–Exacto, exacto, aquí solo puedes estar consciente y escuchar. ¿Crees que solo basta con saber que las cosas existen?. No amigo mío, las almas también anhelamos poder sentirlas—.

Fue entonces cuando dos conocimientos nuevos llegaron a mi, el tener; aquella alma tenía razón, y el querer, ahora yo también quería.

–¿Cómo puedo sentir?—

Pregunté tartamudeando

–Encarnando–, dijo y continuó, — tienes que encarnar–.

¿Cómo así?. Explícame.

–Es complicado, es un proceso. Tienes que buscar un portal y lanzarte en él. Si Gran Azar te elige, necesitarás a Gran Suerte para ganar una vida plena y…—

Entonces entendí que debía hacer silencio.

El sonido atrayente se producía una y otra vez. Un murmullo discreto se escuchaba en los alrededores. Eran las almas resurgiendo como vapores en la nada.

No lo entiendo, pensé. ¿Qué es encarnar?, además; si es mi decisión hacerlo, ¿que tienen que ver aquellos Grandes?.

El silencio permanecía oscuro y el tiempo parecía eterno, no entendía la soledad antes de su encuentro. ¿Pero cómo iba yo a saberlo?. ¿Dónde estás mi alma querida?. ¿Porqué te he dicho mía?. Me pregunté sin sospechar que lo hacía en alta voz.

–Quizás porque te escucho—

Respondió.

Mi primer concepto de alegría surgió en aquel instante.

–Ya no estoy enojada, puedes volver a preguntarme —me dijo.

Al escucharle no dudé en preguntarle, ¿Quiénes son ésos grandes?

–Gran Alma es quién diseña y construye los mundos. Gran Azar nos envía a donde no le da la gana. Solo si Gran Suerte te acompaña podrás acertar una vida que valga la pena vivir…–

Mientras le escuchaba iba imaginando a cada personaje. Me confundía un poco Gran Alma; porque ¿Cómo puedes crear un mundo y no tener control de el?. Igual me empezó aterrar Gran Azar. A este lo Imaginé como un bandido indolente a quién no le importaban los demás; pero a Gran Suerte, a ella, ansiaba conocerla. La única que parecía tener una idea clara de lo que es mejor para cada alma era esta amiga desconocida.

–Ok, voy entendiendo, entonces; primero quiero conocer a Gran Suerte para no correr tantos riesgos—

–Ese es el problema–, dijo; –ella no es la que elige, ni tu puedes elegirla a ella. Un alma solo puede esperar a que la suerte le toque y…–

Un nostálgico silencio la detuvo. No debía indagar más. ¿Cómo te llamas?, le volví a preguntar

–Alma, solo dime alma. Ningún nombre aquí tiene sentido; me pudieras llamar Pedro, María o José y mi ser seguiría siendo el mismo, eso no cambiaría lo que soy—

Quiero llamarte Nasha.

Imaginé que sonrió.

EL CONCURSO DE LAS ALMAS

Blas Cuevas Jiménez

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