Samuel: el amor no tiene limites

Samuel: el amor no tiene limites

Arlin Reyes

01/10/2024

                                                                  seis años antes

 ¿Quién es ella? La miro en sueños; despierta en cualquier lugar, su imagen me atraviesa los ojos. Sus ojos… ojos de color azul intenso como el azul del zafiro más pulido y puro, su rostro perfecto salpicado de pecas y su cabello rojo como el atardecer que se pierde en el borde del mar. He soñado con ella casi toda mi vida. Veo imágenes de las etapas de su vida como si fuera creciendo al mismo tiempo que yo; no sé quién es ni de donde salió; solo sé que me encontraré con ella en algún punto de este tiempo, en algún momento y me da ansiedad y terror de solo pensar si a ella también le ha pasado lo mismo conmigo.

Capítulo 1

Al fin estoy en casa después de ese tiempo en el maldito internado; todo está igual que siempre; mis amigos no han cambiado y tampoco se ven con ansias de abandonar este pueblo… Mediocres como sus padres y sus abuelos. Agradezco tener la oportunidad de haber dejado este lugar atrás y no me entusiasma regresar, de no ser por mi padre enfermo, pero una vez se acabe este tormento me marcharé y no regresaré jamás. Nunca fui muy unido a él y en cuanto muera y me dé lo que me corresponde, venderé todo para empezar mi vida en Nueva York, donde siempre he querido ir. Rodeado de personas que le aporten valor a mi carrera de escritor, seré un escritor muy famoso.

Señor Samuel Vladímir Albur Correa, escritor del año, con tan solo 25 años de edad, es el escritor más alabado de los tiempos. Suena bien y así será; en cuatro años lo lograré. El lado positivo que le encuentro de estar atrapado en este pueblo es que tendré tiempo de escribir algunas propuestas para empezar entrevistas en cuanto llegue a la gran ciudad. Si todo este lugar está tal y como lo dejé, el pequeño prado debe estar igual y no hay un lugar más tranquilo que ese para empezar a trabajar.

Me despedí de mi padre y de su enfermera y me dirigí al prado. De camino me sonreía la señora Emma, dueña de la tienda de conveniencia, don Justin, dueño de la panadería, y don Carmelo, a quien en una ocasión le robamos leche para alimentar a un grupo de gatitos abandonados en un callejón… Si me pongo a pensar, este lugar me dio muchas alegrías y me divertía mucho con mis amigos cuando era pequeño, pero… sacudí la cabeza deshaciendo el recuerdo de esos tiempos que no me apetecía recordar, ya que también era la época donde perdí a mi madre.

Como lo imaginé, el prado era el mismo; tenía ese árbol torcido todavía y una tela de enredaderas que si las cruzaba escondían un pequeño lugar secreto frente a un lago. Mi lugar secreto cuando era niño… Una chica estaba sentada frente al lago; una chica que no conocía debía ser nueva en el pueblo y cuando me acerqué para verla más de cerca, ella volteó sus ojos… Su pelo… su rostro… Yo conocía a esa chica; la había visto, pero no me acuerdo… ¡Claro, lo había olvidado!; esa era la chica con la que soñaba hace años. ¿Cómo era posible…? ¿Existía realmente?… No podía apartar mi mirada de ella y sus ojos tan profundos como un mar en calma. Me vinieron los recuerdos como ráfagas en mi mente. La conocía… Sí. La conocía. Todo de ella es…

Comenzó a mover los labios y salí de mi trance. Disculpa, no te escuché lo que decías.

—Hola, me llamo, Erika dijo con voz suave y después me dedicó una sonrisa. Era muy hermosa, tal como la recordaba con su cabello rizado y tan rojo como el amanecer de

Piel blanca y sus ojos. Pecas en toda la cara; sus labios carnosos y esos bellos ojos azules. Me esforcé para respirar —sí… mucho gusto… Yo me llamo… Samuel, dije tropezando en mis palabras, ella se colocó un mechón de cabello tras su oreja y me dedicó otra sonrisa, esta vez más amplia.

—Mucho gusto, Samuel.
—Disculpa, ¿quién te dijo de este lugar?
—Oh, no sabía que era un secreto, dijo ella levantando una ceja.
—Bueno, no lo es. Técnicamente, aquí venía de niño y para mí siempre fue mi escondite secreto.
—Entiendo, dijo ella volteando hacia el lago; — es un lugar muy hermoso; lo descubrí hace una semana cuando seguía a un gatito y desde entonces vengo aquí después del trabajo para descansar un poco, me dijo con un tono de melancolía.
—Está bien, le dije sonriendo también, puede ser tu lugar secreto desde ahora.
Ella me sonrió y nos sentamos un rato a platicar. Le comenté qué hacía aquí y que estaba de regreso después de pasar seis años en un internado de varones y ella me dijo que hace un mes se había mudado aquí, era sobrina de doña Emma y trabajaba en su tienda medio tiempo y que era voluntaria en la tienda de animales. Vivía en Noruega, pero sus padres estaban de viaje y por eso se había tenido que mudar a este pueblo.
—Claro, le dije, debes sentirte triste por haber dejado tu hogar.
—No para nada, dijo ella, este pueblo es muy bonito y tranquilo; la ciudad de donde yo vengo es muy escandalosa y esto es como tomar unas merecidas vacaciones.
—O un retiro espiritual, dije sarcásticamente. Ella sonrió.
¿No te gusta tu pueblo? Me preguntó mirándome fijamente a la cara.
—No es que no me guste, le contesté suspirando, es solo que desde que mi madre murió este lugar me parece asfixiante y nunca tuve una relación con mi padre, por eso solo estoy esperando que él… Me detuve un momento y pensé el, por qué le cuento esto a alguien que acababa de conocer no era propio en mí, tal vez porque sentía que la conocía de toda mi vida.
¿Qué pasa, por qué paraste, tu padre está?
—No… No pasa nada, si me disculpas, ya tengo que regresar. Si quieres, nos vemos mañana a las tres aquí mismo, me dijo ella; yo asentí y le dediqué una sonrisa antes de retirarme.

Cuando llegué a mi casa corrí hacia mi habitación y mi corazón me latía a mil por hora. No podía creer lo que me había pasado; al fin la conocía a la chica de mis sueños, no… No era solo de mis sueños, era la chica de mi vida… Era la persona que había estado esperando desde hace mucho tiempo y yo la había olvidado… Había olvidado su rostro y su sonrisa; estaba tan sorprendido y tan ansioso por verla de nuevo. Sí. La vería mañana, la vería de nuevo y le preguntaría si ella también… NO. Claro que no me conocía; si no me lo hubiera dicho, aunque yo tampoco se lo dije, creería que estoy loco y se asustaría; no, lo mejor era ser casual como si la hubiera visto por primera vez.

Claramente, esa noche no dormí; cuando bajé al desayuno, mi padre estaba ya en la mesa esperándome en su silla de ruedas. Él era dueño de casi todo el pueblo; nunca entendí a mi padre porque para él… el trabajo era más importante que mi madre o yo. Despejé esos pensamientos y saludé antes de sentarme a la mesa.

—Buenos días, padre, Veo que hoy estás mejor; me da gusto, le dije con una sonrisa sin ganas.

—No tienes que disimular frente a mí, Samuel. Yo sé que solo esperas que me muera para marcharte de este lugar; te informo que no te lo voy a poner fácil. Yo lo miré y esta vez mi sonrisa fue auténtica.

—Entonces, que bueno que lo tengas en cuenta, así no tengo que darte tratos, que no siento —le dije sirviéndome una taza de café.

—Mira, hijo, sé que me odias y estoy consciente de que en parte yo tengo la culpa, pero si tu madre estuviera aquí, ella no querría… Lo interrumpí bruscamente dando un golpe con el puño en la mesa.

—Tú no sabes que le gustaría a ella; tú no la conocías bien, ya que dejaste que muriera sola y te advierto que no quiero que la vuelvas a mencionar en mi presencia. Dije respirando profundo y retomando mi desayuno.

—Está bien, Samuel, pero creo que esta rivalidad tiene que acabar; sabes que no tengo mucho tiempo y tengo mucho que contarte para que entiendas por qué actúe como lo hice y…

—No quiero saber nada que tenga que ver con tus razones, padre, yo estoy aquí porque se lo prometí a mi hermana, ya que ella no podía venir y soy hombre de palabras, además la cláusula decía que después de acabar mis estudios me darías el dinero y las propiedades que mi madre me dejó. Solo por eso estoy aquí, no te confundas.

—Eres muy cruel conmigo, hijo, pero no te preocupes, no tengo ningún problema en entregarte lo que te corresponde y además de eso sabes que en este pueblo tengo mucho que será tuyo cuando ya no esté.

—No quiero nada tuyo, le dije mirándole a los ojos, solo dame lo que me dejó mi madre y lo demás se lo puedes dejar a Regina; ella también es hija tuya, aunque no lleve tu sangre; eres su padre legalmente y ella sí te quiere.

—Regina Es muy importante para mí también, pero por el amor de Dios, Samuel, tú eres mi único hijo varón; te corresponde hacerte cargo de este pueblo; solo tú puedes hacerlo. No entiendes, tienes que ser tú y…

—No me atarás a este lugar como hiciste con ella; no me condenarás a estar aquí solo por tus caprichos arcaicos de generaciones de varones de la familia. Me iré muy lejos y haré lo que me gusta, mira; si quieres que un varón se haga cargo de esto, díselo al marido de Regina y cuando el hijo que acaba de tener crezca, que siga tu legado; a mí déjame tranquilo. Le dije saliendo del comedor y azotando la puerta al salir.

Estaba muy enojado con mi padre, así que caminé por la calle sin pensar a donde iría y sin saber que estaba de pie frente a la tienda de conveniencia. Por la ventana de cristal la vi; era ella tan alegre y sonriente atendiendo a las personas; ella era luz. Mi pecho se calentó al solo verla; los problemas se terminaron y mi enojo desapareció en un instante. No quería esperar para hablar con ella, así que entré.
—Buenos días en que puedo… Oh, eres tú, dijo sonriendo de oreja a oreja; yo le sonreí como respuesta.
—¿Samuel? Dijo una vos tras de mí. Era doña Emma. — Veo que ya conociste a mi sobrina. Ella se mudó hace poco con nosotros. Ven, hija, los presento. Mira, ella es Erika, viene de Noruega y Erika, él es Samuel, es hijo del conde Adolf Albur, dueño del pueblo y un chico muy inteligente.
Yo me sonrojé.
—No era necesaria tanta presentación, dije apenado.
—¿Cómo qué no? Dijo Emma. Claro que sí, gracias a tu familia todos tenemos trabajo aquí y nada nos falta, dijo ella orgullosa; yo solo sonreí.
—Me alegra escuchar eso, le dije. Solo pasaba por aquí y quería saludar formalmente, ya que estaré aquí por un tiempo mientras mi padre se…
—Y dime, hijo, cómo sigue él, me preguntó colocando una mano en mi espalda.
—No muy bien, le contesté; creo que debemos de prepararnos ya.
—Lamento escucharlo, pero qué bueno que te tiene a ti para que él no muera, solo me dijo con un tono de pena, y tu hermana, ¿cómo está? —preguntó.
—Ella acaba de tener un hijo, por eso me pidió que yo estuviera aquí en su lugar.
— ¡Qué felicidad! Exclamó ella: Ya eres tío, felicidades.
—Gracias, sí. Espero que mi padre logre conocerlo. Creo que ella lo traerá cuando ya pueda viajar. — Así será, hijo. Yo solo le sonreí sin dejar de mirar a Erika.
—Ella me dedicó una mirada perspicaz.
-tía… Te importa si salgo temprano. Tengo que comprar unas cosas para el refugio. Luego tomó mi mano y salimos del local sin esperar la respuesta de su tía.
—Qué pasa, le pregunté.
—Tú sígueme, dijo casi llevándome a rastras hacia el bosque.
Llegamos al prado y jadeando nos sentamos frente al lago. Sacó unos refrescos del bolso y me dio uno.
— ¿Qué te pasa? Pregunté ya más tranquilo. —Nada, es solo que te noté incómodo con las preguntas de la tía, así que te salvé, dijo dando un sorbo al refresco.

Yo la miré con los ojos bien abiertos y ella sonrió.

—De nada me dijo, yo sonreí también.

Nos quedamos mirando a los patos en el lago por unos minutos sin decir nada hasta que ella habló:

—Te estaba esperando, yo la miré de repente; ella no apartó la vista del lago.

—No entiendo, le contesté.

Ella me observó y levantó una ceja; la verdad me dio un escalofrío en el cuello. No la había visto así de seria, y después de un momento le pregunté dudando:

—¿tú…. ¿Sabías… tú… sabías quién era yo, verdad?

—Sí, dijo ella, sabía que ibas a venir, no sabía cómo, o cuando, pero lo sabía, lo supe casi toda mi vida, yo te conocía… Conocía tu rostro y… Tomó una pausa y se acercó más a mí. Cuando te vi por primera vez sentí que me caía en un agujero profundo y lo supe… Supe que eras tú; pensé que tú también sabías quién era yo por la forma en que me mirabas tan familiarmente y esperé que me lo dijeras, pero no te atrevías y anoche me desvelé pensando si decírtelo, así que dime tú, Samuel, quién soy yo para ti.

Mi corazón se detuvo. En ese momento estaba paralizado; estaba tan sorprendido de saber que a ella le pasaba lo mismo que a mí, lo que yo estaba pasando casi toda mi vida. No estaba solo, ella también me esperaba y yo… yo… La miré y le dije:

—Para mí tú eres la razón de mi existencia, ella sonrió y nos besamos.

Nos miramos por un minuto y reímos apenados los dos. Ella sacó una especie de diario y me lo mostró. Yo lo abrí y estaba lleno de dibujos míos. Era yo, tenía fechas y horas y notas. Había fragmentos de mi vida: yo a los 10 años jugando balón, yo cuando me caí al lago de cara, yo cuando robé la leche para los gatitos, toda… Era toda mi vida hasta…

—Hasta hace seis años, me dijo, desde entonces no he vuelto a ver nada y me asusté. Traté de soñar contigo de nuevo, pero no podía; era como si ya no existieras y creí que habías muerto. Luego mi tía fue de visita a casa y me mostró fotografías del pueblo y los vi… Los lugares donde tú estuviste, y supe que aquí vivías y le rogué a mis padres que se fueran de viaje sin mí, que me permitieran vivir con mi tía. Les extrañó mi petición, pero aceptaron, y te esperé cada día y cada tarde en este lugar a que aparecieras y… Y

Se me hizo un nudo en la garganta al verla llorar; ella me buscó… Me esperaba todos estos años y yo la había olvidado. Me sentí un idiota, me acerqué y la abrasé con todas mis fuerzas.

—Ya estoy aquí, dije.

—¿Por qué te fuiste? —me preguntó con la vos cortada. ¿Porque desapareciste de mi mente?

-no lo se le.

—¿Qué te sucedió hace seis años? Dímelo.

— La observé y di un suspiro mirando hacia el lago. Ella me esperó, así que era justo que le contara, así que se lo dije:

Yo también soñaba contigo. Al igual que tú, miraba fragmentos de tu vida y eso me parecía increíble; siempre esperaba con ansias mirar tu rostro o qué travesuras harías; supe que te gustaban los animales, así que por eso robé la tienda para alimentarlos, esperando que tú también me vieras. Ella sonrió. Cuando cumplí 16 años, mi madre murió, mi padre no estuvo para cuidarla y yo tuve que encargarme de ella, ya que mi hermana estaba estudiando fuera. Mi padre solo llegaba de vez en cuando y se iba, no preguntaba cómo estaba, solo la miraba y… tragué en seco. Cuando ella murió, él me mandó a un internado y ni siquiera dejó que estuviera en su funeral; solo me encerró en ese lugar.

Las vacaciones las pasaba en casa de mi hermana y su novio, ahora su marido, y no quería volver a este lugar. Le tomé un rencor y odio a todo lo que tuviera que ver con mi padre, así que no pensé más en el tiempo que pasé en este lugar porque me dolía pensar en mi madre y… lo lamento. Dije con lágrimas en mis ojos: Lamento haberte olvidado; no lo hice a propósito.

Ella me abrasó y besó mis ojos y no dijo nada. Durante un largo momento me quedé así desahogándome en su pecho.

—Está bien, te perdono, lo que importa es que estás aquí conmigo y ya nunca te dejaré ir.

Yo asentí y la miré a ella, la persona más importante de mi vida; tal vez el destino me la mandó para que ya no me sintiera solo.

—Tienes que hablar con tu padre. Samuel, no es bueno sentir rencor; además, él ya no tiene tiempo de salvarse, pero tú sí.

—Yo… no… Puedo, es difícil.

—Lo sé, amor mío, pero es necesario.

—La miré clavado en esos ojos; me dijo amor… Ella me ama y yo… La… amo, sonreí.

Lo voy a intentar, le dije, pero no prometo nada.

Nos despedimos por el momento, fundiéndonos en un beso largo y tierno antes de regresar a casa.

Capítulo 2

Había estado lloviendo todo ese domingo; yo había estado escribiendo en mi portátil casi por cuatro horas hasta que me dolía mucho la espalda para continuar. Hasta hoy, me dije satisfecho por lo que había escrito, el encuentro con Erika me tenía motivado e inspirado, aunque no dejaba de pensar en su consejo de hablar con mi padre. Salí al estudio para tomar unos libros; los relámpagos eran muy fuertes y cuando me senté al lado de la ventana observé un momento que Erika se encontraba en la tienda de mascotas y se miraba preocupada. Una ráfaga de viento azotó su ventana y luego nada. Me levanté enseguida y salí por la puerta a toda prisa sin escuchar las palabras de los empleados de la casa. La tienda se encontraba a tres cuadras de la propiedad y yo conocía un atajo por la parte trasera. Corrí lo más rápido que pude, las ramas me cortaron la camisa y la vi; era ella en el umbral de la puerta tratando de serrarla. Salté la barda a toda prisa y la empujé hacia dentro mientras colocaba un mueble pesado para sostener la puerta.

—¿Estás bien? Le pregunté casi sin aliento, revisando su rostro; ella estaba sorprendida y no me contestó hasta que se percató de mi presencia con más calma.

—Sí… pero… Pero, ¿qué haces tú aquí y… oh, no? Estás lastimado.

—No te preocupes; solo son unos rasguños. Suspiré de alivio… Sí que está potente la tormenta. Dije tomando asiento y quitándome la chaqueta mojada.

—Samuel, dime cómo supiste que yo… Ella me miró sorprendida.

—¿Mejor tú dime qué haces aquí con esta tormenta porque no estás en tu casa?

—Los animales estaban inquietos y me quedé una hora más, pero cuando me iba, comenzó a llover más fuerte y… llamé a mi tía antes para que no se preocupara. Ahora dime tú cómo.

—Te miré en un flash; estaba por leer cuando te miré y sabía que estabas en problemas, por eso estoy aquí… Creo que el encontrarte ahora me hizo verte de nuevo en mi mente. La miré fijamente y le pregunté: ¿No te has puesto a pensar porque nos pasa esto, Erika? No es algo de lo muy normal Ella solo me observó, estrechando los labios y dijo:

—¿Todavía no has hablado con tu padre, verdad?

¿Por qué le pregunté, acaso él sabe algo?

—Tienes que hablar con el Samuel, puede que todas tus dudas se aclaren, me dijo colocando mi chaqueta en el calentador.

Yo la observé con dudas, como si ella supiera algo que yo no; no le tomé mucha importancia; por el momento solo estaba aliviado de que no estuviera herida.

—Está bien, te prometo que mañana hablaré con él, por ahora déjame abrasarte… Me asusté mucho, sabes.

—Yo también, que bueno que estés aquí, dijo limpiando mis heridas con un algodón.

Una vez que la tormenta bajó, la llevé a su casa y después de inventarle a doña Emma porque estábamos juntos, me regresé a mi casa; mi padre se encontraba en la sala y me pidió que lo siguiera al estudio.

—Me dicen los empleados que has salido a toda carrera de la casa, ¿paso algo?

—Nada que sea de tu importancia, le contesté.

—Todo lo que se trate de ti me importa, hijo, dijo él sosteniéndome la mirada. Respiré hondo y tomé asiento. Se lo prometí. Se lo prometí, me decía en la mente.

—Doña Emma tiene una sobrina que es mi… Hice una pausa, es muy importante para mí. Estaba atrapada en la tienda de mascotas por causa de la tormenta, así que salí a ayudarla. Es todo.

—Sí, ¿la muchacha pecosa de cabello rojo y ojos azules, verdad?

—¿Sí, la…? ¿La conoces? Pregunté.

—Claro, ella viene una vez por semana a dejar víveres de la tienda; es muy linda y amable, ya la conocías.

Me extrañó la pregunta porque no parecía pregunta, sino afirmación. Mi padre sonrió y se llevó el puño al mentón.

—¿Es ella verdad? Dijo sonriendo: —Es la chica con la que soñabas de pequeño.

-que… Pero tú como… Tú cómo lo sabes, dije saltando de mi asiento.

—Calma, hijo, siéntate, te la pasabas haciendo dibujos de ella de pequeño y diciéndome que soñabas con ella, que la mirabas en todas partes hasta que cumpliste 10 años. Ya no me volviste a hablar de ella. Como no reconocerla con esos rasgos tan evidentes, sí que la describías tal y como es.

Yo me quedé asombrado al escucharlo —no pensé que me creería; pensé que creías… Que eran inventos míos, le dije aún sin aliento.

—Con el tiempo nos dimos cuenta de que ella era tu alma gemela, y por eso cuando la vi por primera vez, me di cuenta de que era ella y por eso te mandé a llamar para que te encontraras con ella aquí.

—¿Qué? Dije, asombrado tú… Pero, como tú,

—Yo sé por lo que pasas, hijo, porque yo también pasé por lo mismo. Yo conocí a mi pareja muchos años atrás. A ella, al igual que a mí, nos pasaba lo mismo, nos mirábamos y hasta conversábamos por notas; ella miraba lo que yo escribía y luego yo miraba su respuesta. Así pasamos por seis años de un noviazgo sin vernos personalmente; hasta que un día, cuando teníamos 19 años, quedamos de acuerdo en encontrarnos. Ella también vivía aquí en Inglaterra y los dos asistiríamos a una gala el mismo día en el mismo lugar. Estábamos emocionados y nerviosos de vernos. Él hizo una pausa y sacó una fotografía del cajón junto a él; luego prosiguió.
Estaba muy bella en ese vestido azul cuando la vi. Nos vimos cara a cara, sentimos un escalofrío y supe que ella era la mujer con quien me casaría. La amaba tanto y ella me correspondía. Bailamos casi toda la noche juntos, nos hicimos promesas y… suspiró.

—¿Qué… pasó después? Dije sorprendido, recordando que tenía que respirar.

—Ella era la hijastra de un amigo de mi padre de un matrimonio pasado, ella tenía una hermana menor y mis padres y los suyos ya habían prometido a su hija para que se casara conmigo. Yo me negué, les dije que me casaría con Diana, que no quería a nadie más, pero ellos me obligaron, y yo decidí que teníamos que huir lejos, así que cuando nos disponíamos a subir al barco nos atraparon. A ella se la llevaron a otro país y luego me di cuenta de que su hermana nos había traicionado para que la alejaran de mí. Ella me engañó y les hizo creer a todos que yo la había embarazado; así me obligaron a casarme con ella. Estaba tan destrozado por perder a Diana que me emborraché y ella utilizó esa excusa para inventar que el embarazo era mío. Luego de eso me dijeron que Diana se había casado. Por el despecho, si me acosté con mi esposa y naciste tú, Samuel. Pero yo nunca le pude perdonar a tu madre lo que me hizo, todo lo que me quitó, la posibilidad de estar con la mujer que amaba y ella tampoco me amaba; solo estuvo conmigo por el dinero y un absurdo capricho de superioridad o la envidia que siempre le tuvo a Diana. Pero a pesar de todo, hijo, ella te amaba tanto que tú era su adoración.

Yo estaba sorprendido por lo que acababa de escuchar. Mi madre, la mujer que me… Ella había sido capaz de hacer algo tan bajo y él había pasado por lo mismo que yo…

Sé que te sorprende y depende de ti, creerme hijo o no, pero te juro que te digo la verdad. Cuando vi a Erika, la reconocí de inmediato, no solo por tus descripciones de niño, sino porque es el retrato de Diana… Sí, hijo, tu Erika es la hija del gran amor de mi vida y siento que la vida te está dando la oportunidad que yo no tuve.

—Que… ella es… Espera; dices que ella es la hija de la media hermana de mi madre… Y ella lo sabe; pregunté algo preocupado.

—Sí, hijo, ella lo sabe; todo se lo contó su madre antes de morir; yo le pedí que no te dijera nada, que yo te lo contaría. Hay muchas cosas más de esta familia que tienes que conocer, pero por ahora no es el momento.

Y se retiró, se retiró, dejándome ahí con miles de dudas y preguntas. Me acerqué a la fotografía sobre el escritorio y ella era Diana. Sí, se parecía mucho a Erica, mismos ojos azules y el mismo cabello, solo que más corto y la recordé… Esa mujer la había visto en los mismos sueños junto a Erika. La cargaba y le cantaba. ¿Un momento ese me hacía primo de Erika?

A la mañana siguiente Erika estaba en el vestíbulo de la casa. La llevé a mi habitación y, mientras recorría la mirada sobre las pilas de libros que tenía, me dijo:

—Hablaste con tu padre, verdad.

—Sí, lo hice anoche y me lo contó todo. ¿Qué tanto de eso sabías? Le pregunté.

Casi todo me. Antes de que mi madre muriera, me contó que lo que me pasaba a mí no era de casualidad. Me dijo que en la familia de tu padre, algunos varones tenían el don de reconocer a su pareja mediante visiones de sus vidas. Cuando la reconocían automáticamente, ella, fuera quien fuera, también podía verlos a ellos. Así había sido por generaciones y ella no pudo estar con el hombre que amaba. Por eso me contó una parte de la historia de tu padre.

—¿Sabías quién era mi padre cuando lo viste?

-sí. Me tomó un momento reconocerlo no solo de las fotos que guardaba mi madre, sino de mis visiones.

—Claro, dije suspirando. —Y eso nos hace primos también, estas… Consiente de eso.

—De hecho, no, mi madre y la tuya no compartían sangre; su padrastro tuvo una aventura con mi abuela y al morir ella, mi madre se fue a vivir con él, luego él se casó con tu abuela y nació tu madre.

—Entiendo, así pasaron las cosas. — ¿Estás enojado conmigo por no habértelo contado? Me dijo ella mirándome a los ojos.

—Yo la miré acercándome, claro que no es solo que mi madre… ella era… Y le hizo mucho daño a tu madre y me cuesta creer que así era ella.

—Lo entiendo, amor mío, pero esos son problemas que pasaron antes, nosotros no tenemos la culpa y será mejor no escarbar más en el pasado y concentrarnos en nosotros ahora.

—Tienes razón, dije acariciando su espalda baja. Eso va a doler por un tiempo, pero tengo que pensar en nosotros ahora… Ahora que te encontré no te voy a dejar ir… Le dije y nos besamos.

Esa noche ella se quedó en mi habitación, la miraba dormir mientras yo escribía un poco, era tan hermosa a la luz del hogar, su cabello tan naranja como las llamas que desprendía la chimenea y arrugaba la nariz como si le hicieran cosquillas, era tan bella y al solo verla se me olvidaban los problemas. Ella estaba aquí conmigo; era mía, solo mía y de nadie más; la protegería de todos de cualquier peligro porque… la amaba con todo mi corazón.

Temprano en la mañana, al despertar, no la vi a mi lado. Me coloqué la bata y salí al corredor. Escuchaba unas risas; ella y mi padre reían y conversaban mientras servía el desayuno. Los miré por un momento y esa escena no me pareció para nada desagradable. Se sentía como estar en casa.

Un verdadero hogar, y a veces me pasaba por la mente que agradecía lo que pasó porque si no… no la hubiera conocido, aunque sonara un poco egoísta de mi parte.

—Qué haces ahí parado, ven a sentarte con nosotros, me dijo ella mientras tomaba fruta de la mesa.

—Buenos días, dije mientras tomaba asiento. Y porque las risas, pregunté.

—Tu padre me decía que cuando eras pequeño te negabas a comer fresas y la primera vez que las probaste te robaste varias y las escondías en tu habitación. Le dije que lo sabía y lo que él no sabía es que se te arruinaron y tú las pusiste en los zapatos de tu hermana y por eso te había seguido correteando por las escaleras esa mañana.

—Oh si… Me arrojó el zapato del colegio en la cabeza y mi madre la castigó ese día y no salió de la casa; fue gracioso, dije apenado.

—Me alegro de que compartan una conexión tan clara de sus vidas. Dijo mi padre con melancolía, al igual que yo lo hacía con tu madre.

—Ella lo amó mucho; aunque se casó con mi padre y lo llegó a querer, ella nunca se olvidó de usted, créame. Le dijo Erika sosteniéndole la mano. —Cuando mis padres murieron y sus amigos se hicieron cargo de mí, pensaba día y noche que algún día encontraría al chico de mis sueños y tendría un amor tan hermoso como el que hubo entre ustedes dos.

Ella me miró sonriendo.

—Dime, le preguntó mi padre, ¿ella fue feliz?

—Claro que sí, mi padre tenía mucho dinero, pero mis abuelos lo desheredaron por haberse casado con ella, ya que como no era del todo de una familia… Bueno, usted sabe que ella no era hija del conde Frederick, tu abuelo materno. Dijo Erika mirando el cuadro que colgaba en el pasillo; y ella no recordaba a su madre, ya que murió cuando era muy pequeña. En fin, él dejó todo para estar con ella y para ella eso fue de mucho valor.

—Entiendo, dijo mi padre, él tuvo el valor que yo no tuve; es de admirar. Yo sí supe que se casó, pero no supe cuál era su nombre ni de qué familia provenía.

Mi padre pertenecía a la familia Dasgood Slohard, por lo que me comentó una tía, la única de esa familia que nos visitaba, pero ni a mi madre ni a mi padre les gustaba hablar de ellos; nunca pregunté por qué, pero un día en mi cumpleaños 17 mi abuelo llamó para conocerme y mi padre se negó. Tampoco pregunté si ellos tendrían sus razones. No conozco a la familia de mi padre y no me interesa conocerla.

Dijo ella sirviéndose más té. Yo miré a mi padre que no le quitaba los ojos de encima, su semblante cambió y sus manos se hicieron puños. Le iba a preguntar qué pasaba, cuando se inclinó hacia el frente y preguntó:

—Dime… Dime cuál era el nombre de tu padre, por favor.

Ella y yo nos miramos sorprendidos por el sobresalto de mi padre.

¿Alastor Grays, Dasgood Slohard? ¿Por qué, señor, ¿usted conoció a mi padre?

Mi padre perdió el color del rostro y sus miembros se soltaron. Tomó su rostro entre sus manos y nos miró con cautela, pasando del rostro de Erika al mío y viceversa.

—Padre, dije al fin, ¿pasa algo, conoces a su familia?

—Tienes… ¿Tienes contacto con tu tía?, le preguntó ignorando mi pregunta.

—Sí, dijo Erika. Ella me escribe de vez en cuando.

—Dime cariño, le dijo tropezando con las palabras. De casualidad tu tía se llama Margaret.

—Sí… dijo ella sorprendida, ¿la conoce?

—Dime Erika volvió a decir mi padre, ¿le has hablado a esa tía de nosotros acaso?

—No, por supuesto que no, este tema para mí era solo con mi madre, además recuerdo que ella me dijo que por ningún motivo le hablará de ustedes o de esta habilidad a los familiares de mi padre.

—Bueno, chicos, yo me retiro, los dejo solos, hablaremos más tarde, sí.

—Pero padre, dije levantándome de la mesa.

—Más tarde, dijo él mientras se retiraba al pequeño ascensor que daba a su alcoba.

—Amor tú… ¿Sabes qué acaba de pasar, por qué tu padre se puso así?

—No, Erika, no lo sé, pero lo averiguaré; eso no es normal en él. Ella río —y desde cuando nuestras vidas han sido normales, dijo abrasándome por la espalda. Yo reí también, pero seguía pensativo por lo de hace un momento. —Te llevo al pueblo y… pero me interrumpió; no te preocupes, traje mi coche. Te veo mañana, dijo, hoy tengo mucho trabajo, te amo y nos despedimos de beso.

Capítulo3

Todo el día me la pasé pensando en la conversación del desayuno; mi padre me evitó un par de veces; sabía que me quería decir algo, pero luchaba con la idea, así que antes de la cena decidí ir a su habitación para hablar con él. Lo encontré contemplando su chimenea.

—Padre… ¿Disculpa, puedo pasar?

—Claro, Samuel, pasa; ya estaba por mandar por ti.

—Dime, me quedé muy preocupado por lo del desayuno, así que…

—Tú preocupado por mí, pensé que esperabas mi pronta muerte con ansias.

Yo lo miré poniendo en blanco mis ojos. — Sabes lo que pensaba de ti, pero no creas que todavía te he perdonado muchas cosas. Es solo que ya te comprendo más, no cambies el tema y ya dime qué está pasando.

—Bueno, mira hijo, le di vueltas a mi cabeza todo el día para ver si te decía la verdad, pero creo que tienes que saberla y más aún sí… Me miró por un momento. ¿Qué estás dispuesto a hacer para estar con Erika? Samuel…, preguntó de repente.

Yo no dudé al contestar: —Lo que haga falta, dije con tono seguro.

—Bueno, hijo, creo que es eso precisamente lo que tendrás que hacer, lo que haga falta para protegerla y protegerte a ti mismo. Mira, yo conozco a la familia Dasgood Slohard, que en su tiempo fue una de las familias más influyentes y también eran famosos por ser algo… Como lo digo, sádicos sería la palabra correcta. Ellos están convencidos de que lo más importante es su sangre y hasta… Mira, yo no estoy en contra del matrimonio entre primos segundos, porque en nuestro círculo eso es muy normal. Pero hay un límite, hijo.

—Lo dices por Erika y yo. Lo miré asombrado.

—No, claro que no, sus madres solo eran medias hermanas, pero no compartían sangre. También siempre sospeché de Diana, ya que tenía los rasgos típicos de esa familia y siempre tuve la duda si era algún pariente lejano de los Dasgood.

—¿Entonces conocías al padre de Erika? Pregunté

Sí, lo conocía muy bien y sé que él no participaba de las tradiciones de su familia; al contrario, le daba pena y repudiaba cualquier insinuación de parte de sus hermanas o primas. Hermanas. Entiendo que lo hayan desheredado, ya que él era el único varón y eso debió de molestar a sus padres. Tengo la ligera sospecha de que él no sabía que Diana podría haber sido su familiar porque como te digo él estaba en contra de eso. Mira, hijo, quiero que escuches con atención, esa familia está desquiciada. Sé por fuentes que las generaciones que le siguieron no han podido concebir niñas, así que no permitas que encuentren a Erika. También he pensado que se enteraron quién podría ser Diana porque, si no, no se hubieran molestado en querer ver a Erika. Esa familia repudia a los bastardos nacidos de ellos mientras no compartan sus rasgos físicos, ya que esa es una clave para… Es horrible lo que hacen.

Cada palabra que salía de boca de mi padre me daba náuseas. Era aberrante el pensar que ellos fueran capaces de la bajeza y… no… tenía que proteger a Erika de esos monstruos. ¿No podía permitir que le hicieran daño y…? Padre, dime, ¿crees que le deba de avisar a ella del peligro?

—No te lo recomiendo. Hijo, es algo muy horrible de procesar, pero si crees que es necesario que ella lo sepa, por lo tanto no te preocupes por su tía Margaret; ella es inofensiva y estoy seguro que no hablará. Ella siempre estuvo en contra de su familia, cuando mataron a su prometido porque la querían casar con su tío.

— ¡Qué dices es horrible! ¿Es que la sociedad permite esto y no hay nada que se pueda hacer?

—Lamentablemente no, esa familia es una secta oculta y siempre han negado todo, pero yo y algunos pocos sabemos de lo que son capaces, pero eso no es lo que más me preocupa, hijo.

—Qué más preocupante que esto, acaso… Trague en seco; acaso hay algo peor que esto, padre.

—Sí, hijo, pero no sé si… NO. Tengo que contarte; es importante que sepas que es posible que Erika tenga un poder muy grande y es lo que ellos buscan.

—¿No entiendo qué más quieren de ella? Dije desconcertado.

El motivo de que se reproduzcan entre familias es que… anhelan el poder, la magia.

—¿Qué, no te entiendo? Dije sintiendo que caía en un agujero profundo. Acaso ella tiene tales dones que ellos quieren.

—No solo ella, hijo, tú también, lo igual busca lo igual. Tú y ella tienen una conexión más profunda de lo que era la mía de lo que eran generaciones anteriores a ti… Además, tu aura es más fuerte que la mía; los dones se desarrollan después de los 21 años, así que es posible que los experimenten juntos y eso hay que cuidar, si la encuentran tú…

—Alguna vez mi abuelo me contó que estos dones que nos persiguen son parte de unos antepasados que anhelaban el poder y supongo que nuestra familia y la familia de Erika manejan una conexión generacional y, como me contó mi abuelo, ese poder se puede saltar generaciones, por eso son muy escasos los casos de fuentes de poder. Eso es lo que busca esa familia: una fuente de ese poder antiguo para poder robarlo. Esa familia se divide en siete ramas; antes eran diez, pero han ido perdiendo poder, ya que el poder depende de las mujeres y cada vez son más escasas. Sé que cada familia tiene su propio patriarca y…

La puerta se abrió de repente; ella estaba empapada de sudor; lloraba y solo nos miró con una enorme tristeza en el alma. —Tú… dije, ¿tú viste todo, pregunté? Ella asintió. No dejes que me lleven,
fue lo que escuché en mi mente y se desmayó. La recosté en mi cama y, mientras secaba su frente, sentí su dolor todo… Ella había escuchado todo a través de mi mente; como no me di cuenta, debió haber sido un golpe fuerte para ella.

Erika

Toda la vida pensé que lo que soñaba e imaginaba algún día me iba a alcanzar, lo miraba en todas partes, seguía cada uno de sus pasos y me obsesioné con el momento de su encuentro. No sabía quién era realmente o sí… Sabía que existía y que me encontraría algún día, o yo a él. Samuel, su nombre era como una melodía en mí; lo conocía tan bien que sabía qué nueva travesura se le ocurriría. Estaba segura de que él sabía de mi existencia también, ya que hacía lo que le pedía por medio de los sueños. Así nos comunicábamos susurros, indirectas y más hasta que un día ya no vi más de él, no sabía qué pasaba, no supe más de su vida, las imágenes se borraron de un día para otro y me aterré, entre en pánico, pensé lo peor. Mi madre, mi consejera, sabía lo que me pasaba desde el principio; ella me explicó que él era mi alma gemela y que mi mente se estaba preparando para conocerlo, pero ya no estaba ahí, tenía que encontrarlo, él tenía que encontrarme…

Mis padres eran amorosos y comprensivos pero muy misteriosos. Por ejemplo, no mantenían contacto con la familia de mi padre; los odiaba por razones que yo no sabía, así que no preguntaba por ellos. Solo la tía Margaret que nos visitaba seguido era bienvenida en casa; ella era muy protectora conmigo y me ayudaba en mis estudios. Mi madre, mi confidente, a quien le platicaba de las travesuras de Samuel; me decía que cuando lo conociera mi vida iba a cambiar, pero que jamás le hablará a nadie de él y mucho menos a mi padre o a su familia, ya que eso podría ocasionar que jamás lo conociera. Sabía que mis abuelos eran muy ricos y de la realeza y aunque mi padre se oponía a usar su apellido, mi tía lo convenció para que yo llevara sus apellidos de pila. Erika me gustaba; lo escogió mamá, pero todo mi nombre completo era muy fastidioso. Mi tía me había puesto su segundo nombre en honor a ella, decía, y a su madre. Erika Amaranta Dasgood Slohard de Dion me parecía excesivo y me daba mucha pena.

Mis padres murieron cuando yo tenía 17 años en un accidente y yo quedé sola. Pensé que viviría con la tía Margaret o mis abuelos, pero mis padrinos se hicieron cargo de mí. Ya que mis padres me habían dejado una herencia, pude estudiar lo que quería y mis padrinos que se convirtieron en mis padres me dieron todo ese amor, también la tía Emma, quien me visitaba de vez en cuando en las vacaciones.

Cuando cumplí 21 años, ella llegó de visita y me mostró las fotografías de su pueblo tan lindo y lo vi… Era el mismo lugar de mis sueños, el lugar donde el amor de mi vida vivía. Teníamos un viaje a América con mis padres, pero yo les insistí que me permitieran vivir con mi tía como regalo de cumpleaños. A ellos les extrañó, pero al final aceptaron y cuando llegué estaba tan feliz que no cabía en mí. Me instalé en casa y cuando fuimos a la propiedad más grande del pueblo lo vi a él. Era su padre el hombre que miraba con él. Él se quedó mirándome también; era como si supiera quién era yo y mi emoción fue más grande cuando me sonrió y me llamó por mi nombre. Eres tal y como mi hijo te recordaba, dijo. El corazón se me fue de un vuelco; esta… Está él aquí, dije tropezando con las palabras. No, él está estudiando, pero este mes termina y vendrá a casa, fue lo que me dijo y yo lo esperaría en su lugar secreto, aquel lugar que para mí era tan importante como para él. Empecé a trabajar en la tienda y a ser voluntaria en el refugio de animales. Recorrí los lugares que él recorría de pequeño; era como haber estado ahí con él. Las lágrimas me recorrían el rostro cuando me vi parada en aquel callejón donde él robó leche para los gatitos y recé para que él volviera para que aún me recordara.

Escuché que el hijo del conde había regresado y mi corazón se detuvo. Fui corriendo al prado frente al lago; sabía que él iba a ir tarde o temprano, lo iba a conocer en persona; me sudaban las manos, estaba nerviosa y lo vi por primera vez en mi vida. Lo tuve cerca. Cuando nuestras miradas se encontraron, lo supe, él me reconoció; estaba tan feliz que lo había encontrado; mi madre tenía razón; en el momento que lo viera algo se despertaría en mí. Ahí estaba el cabello negro rizado de las puntas, piel perfectamente bronceada, fuerte, musculoso y totalmente hermoso de ojos color chocolate. Esperé que él me dijera algo que me reconociera, pero no… Nada, dudé un poco y se marchó. Esa noche lloré pensando que no me había reconocido, que no sabía quién era yo, y de pronto así como se fue regresó, un flash, un momento. En ese preciso momento lo vi, él sobre su cama, llorando de felicidad por haberme encontrado y eso fue suficiente para mí para decírselo todo y así fue. Él me amaba tal como yo a él y cuando estaba en casa lo vi de nuevo en una conversación de él y su padre. Yo era parte de esa familia y no podía creer eso. Todo lo que había escuchado me enterró y corrí sin descanso hasta que lo vi en su mirada, la mirada del terror, del temor. Lo vi con el rostro lleno de palabras: No dejes que me lleven

Samuel

—Lamento lo que viste y escuchaste… No quería causarte ese dolor.

—No es culpa tuya. Dijo acomodándose en la cama, no te culpes, es esa familia. No tenía ni idea de lo que la familia de mi padre era capaz de… Ahora los entiendo al querer apartarme de ellos y a mi tía Margaret me asusta pensar que yo…

—Ni lo digas, le grité acercándome a ella; nunca permitiré que te pongan las manos encima: primero me matan antes. La abrasé contra mi pecho.

—No me dejes; tengo tanto miedo… Miedo de que te hagan daño a ti también.

No me harán daño, tontita; yo estaré contigo siempre, ¿me crees verdad?

Asintió con sus ojos, mirándome fijamente; yo la acaricié suavemente, apartando un mechón de su pelo, acariciando su rostro salpicado de pecas. Si quieres, dije susurrándole, te puedes quedar a dormir hoy también. Ella me dedicó una sonrisa pícara y asintió.

—¿Quieres algo? —le pregunté amorosamente. —Sí. Dijo ella… A ti.

Esa noche nos olvidamos de todos los problemas a enfrentar y solo nos concentramos en nosotros. Eres tan hermosa, le dije mientras le besaba el cuello; amo cada parte de tu rostro de tu cuerpo, le dije susurrando mientras le quitaba la blusa, y mientras besaba cada parte de su cuerpo, fue la noche más maravillosa de nuestras vidas.

—Te protegeré, amor mío. Dije mientras dibujaba círculos sobre su espalda. Haré lo que haga falta, pero jamás dejaré que te hagan daño, ella me sonrió.

¿Crees que le deba de escribir a mi tía Margaret?

—Sí, como dice mi padre, si ella está de nuestro lado, es posible que sepa más detalles de lo que piensa hacer tu abuelo y es mejor saberlo todo para estar preparados, dije besando sus ojos.

-Samuel… Y si mejor… Nos vamos lejos, dijo ella mirándome a la cara con los ojos vidriosos.

—Creo que no serviría de nada, Erika, es mejor averiguar primero cómo están las cosas y partiremos de ahí. Tú no te preocupes, estaré muy pendiente de ti y quiero que cuando no estemos juntos siempre trates de comunicarte conmigo, así este don se puede desarrollar más si practicamos juntos.

Capítulo 4

Después de que Erika se marchara, me quedé pensando en las posibilidades de que nos encontraran sus parientes y de repente recordé algo que me dijo mi padre. Dijo que tú tienes que quedarte en este pueblo, pero porque diría eso, acaso tiene algo que ver con…

-buenos días, padre, Quiero preguntarte algo.

—Dime, hijo, pero antes, como siguió Erika.

—Bien, ella se marchó temprano en la mañana; no la dejé ir hasta percatarme de que estuviera completamente tranquila.

—Pobre muchacha. Me doy cuenta de que la noticia conmociona; no espero que todo salga bien. Bueno, tú dime que querías hablar conmigo.

—Hace un tiempo me decías que yo tenía que hacerme cargo del pueblo y nadie más que yo. ¿A qué te referías con eso?

Si es indiscutible que seas tú, este lugar le ha pertenecido a nuestra familia por generaciones y hace tres generaciones que nos encargamos de este pueblo en específico porque… Mira. Cómo pudiste deducir, nuestros vínculos con las parejas que elegimos algunas veces no se han respetado porque nuestros familiares no se quieren mesclar con mujeres sin una posición económica digna según ellos, así que no se han respetado y a algunos afortunados sí les han tocado mujeres de noble cuna como a mi abuelo y mi padre, pero aunque ellos no respetaron eso conmigo, yo me prometí que nunca te haría lo mismo.

Perdón, hijo, estoy divagando, el punto es que este pueblo está protegido con magia y así la familia Dasgood no podrá poner ningún pie aquí. Te dije que a la tía de Erika le mataron a su esposo, pues él era un tío mío y aunque ella era más joven que él, se enamoraron y se escaparon a este pueblo. Mi abuelo utilizó las habilidades de Margaret para crear un escudo de sangre alrededor de esta casa y del pueblo. Solo las personas de esa familia que no tengan ninguna intención de hacernos daño a nosotros y o con nuestra autorización podrían pasar. Eso no afecta a Erika, ella está segura aquí y ellos no le harán daño mientras estén dentro del pueblo.

—Entiendo, padre, ahora lo entiendo, pero eso de las capacidades de Margaret, ¿quieres decir que ella puede usar esa magia que rodea a Erika?

—Sí, y si ella se nos une, podemos entrenar a Erika para que se pueda defender. Margaret, es vital para Erika y para ti.

—Erika Quedo en avisarle y en cuanto tengamos noticias… ¿Padre, yo también poseo alguna habilidad útil que me pueda ayudar a defender a Erika?

—Claro, Samuel… Te puedo hacer una pregunta… ¿Tú y ella ya estuvieron juntos, cierto? No lo pregunto por… Es que noto un cambio en tu poder más fuerte. Eso pasa cuándo las parejas se conectan completamente y es una forma de que sus poderes se activen. Pero de eso hablaremos después. No me siento bien y me quiero dormir un momento.

—Sí, perdón, no te entretengo, descansa… ¿Seguro que estás bien?

—Si. Es solo cansancio, hijo, gracias por preocuparte.

Después de la plática con mi padre me quedé un poco más tranquilo. Si este pueblo puede mantener a Erika a salvo mientras nos entrenamos, estaré más tranquilo, pero me preocupaba la salud de mi padre… Sentí ese sentimiento raro, ya que nunca había sido cercano a él; sentir esto hacia él era raro y ahora no quería que muriera.

Si hablamos de la conexión con Erika, es verdad que sentí un hilo de poder entre los dos. Y me quedé mirando el jardín con una sonrisa en mis labios, recordando esa primera vez tan nuestra, tan única, esperando las próximas por el resto de nuestras vidas.

—En qué estás pensando, amor.

—Estoy un poco preocupado por mi padre, espero que no sea lo que… no es solo que me preocupa. — En fin… ¿Le has escrito a tu tía Margaret?

—Sí, ayer, pero no me ha contestado, es… Es posible que mis familiares vengan y…

—¡No lo digas! Eso no, nunca permitiré que… Escucha, amor, mi padre me contó que este lugar está protegido por una especie de magia y ellos nunca… Mira, mientras estés en este pueblo no te pondrán una mano encima, comprendes.

—Pero y tú… Yo estaré bien, no te preocupes; también estaré aquí a tu lado y no nos separaremos jamás. Te amo con todo mi corazón.

Ella solo me mira con esos ojos mágicos que me enloquecen, tan dulces, tan tiernos, buscando un consuelo en mí. Al abrasarla contra mi pecho, estaba dispuesto a todo para conseguir esa tranquilidad que ella necesita; no quería estar más con esta incertidumbre.

Una semana pasamos Erika y yo practicando nuestros dones y haciendo más potente nuestra conexión con ayuda de mi padre: respiración, concentración entre ambos, y a mí en privado me enseñó cómo poner mi mente en pausa, una especie de pared para las cosas que no quería que ella viera, algo muy útil que me serviría para lo que estaba a punto de hacer.

—¿Padre, tú sabes donde vive la familia Dasgood, verdad?

—Samuel, acaso tú… Ya sabía que tramabas algo, pero quise pensar que habías reflexionado.

—Necesito saber a quienes me enfrento y tomando en cuenta que ellos no me conocen, voy a usar eso a mí favor para conocer bien el terreno. Crees que me reconocerán al verme.

—Si. Es posible, pero no tienen cómo saber de la conexión que tienes con Erika; además estuviste en un internado, así que eso lo puedes usar a tu favor. Te daré la dirección de un lugar de elite que los primos de Erika frecuentan. Ten cuidado, hijo, esa familia no es cualquier cosa y no confíes en ellos. Usan dones muy antiguos y no sé qué tanto han avanzado estos años.

—Te lo juro, padre, tendré cuidado; solo averiguaré lo justo y me regresaré; tengo que saber qué tanto corre peligro, Erika.

—Escucha con atención. Erika tiene tres primos casi de su edad, Anthony, Damián y Poul. Ellos son hijos de los tíos de Erika. Son sus primos hermanos; ellos frecuentan la Queens Court. Un bar de lujo para las familias de la corte. Ahí los encontrarás sin ningún problema; los reconocerás tan pronto como los veas. — Ten cuidado y no estés lejos mucho tiempo; yo cuidaré a Erika por ti.

Fui personalmente a casa de su tía para pedirle la mano de Erika esa semana y ella estaba contenta por ambos. Sus padres no se opusieron a que estuviéramos juntos, ya que éramos mayores y si eso era lo que su hija quería, lo aceptaban. Les pedí su mano en compromiso; así me aseguraba que nadie murmurara porque pasábamos tanto tiempo juntos en mi casa y para que ella se quedara a vivir conmigo, preparando los preparativos para la boda con ayuda de su tía Emma. Partí ese fin de semana con la excusa de recoger unas cosas del internado, así Erika no se preocupaba antes de tiempo y partí hacia Gales a buscar respuestas a tantas preguntas.

Llegué al lugar que mi padre me había indicado, respiré profundo y me preparé a jugar mi papel a la perfección. Era un salón muy elegante, con columnas de mármol y sus acabados de oro y plata, muy ostentoso para mi gusto. Me dirigí hacia la barra, pedí un trago y puse mi cara de aburrimiento como la de un conde mimado al que le aburría cualquier cosa, ya que había crecido en cuna de oro.

Y ahí estaban los tres hombres que buscaba en una zona VIP; su parecido con Erika era sorprendente; los tres, de cabello rojizo y con ojos azules de piel pálida, eran lo que las chicas consideraban hombres inalcanzables. El cabello atado con una coleta, su mirada tan imponente y desafiante; ese debía ser el mayor de los tres, Anthony, el de al lado más joven con corte militar y un tatuaje que sobresalía de su cuello; debía ser Damián y el menor Poul se distinguía con su dulce cara, pero con una sonrisa malévola y estaba torturando una pequeña lagartija. Todos mostraban una vibra tenebrosa que me ponía los pelos de punta.

Alejé esa sensación de mi cabeza y tomé mi trago para dirigirme hacia ellos.

—Buenas noches, disculpen que los interrumpa en su… Diversión, dije, observando al menor, arrancándole la cola a la lagartija. —Acabo de llegar a Gales y bueno, hace tiempos que no venía y quería saber si ustedes conocían un…

—Y tú quién eres. Dijo, Poul, para dirigirte con tanta confianza ante nosotros.

—Disculpen mi… Mi nombre es Samuel Vladímir Albur Correa,
conde de…

—¿Eres hijo del conde Adolf Albur?

—Así es, acabo de salir del internado de varones Eton Collage en el que estuve por seis años, y como comprenderán, no sé mucho de donde encontrar unas chicas si saben de lo que hablo.

Se miraron los tres un rato y sus sonrisas de malicia hubieran espantado a cualquiera; pero yo ya estaba preparado para lo que fuera.

—Muy bien, Samuel, ven, siéntate con nosotros; ellos son mis hermanos Damián y Poul, yo soy Anthony y somos miembros de la familia Dasgood Slohard. ¿Has escuchado de ella verdad? — Por supuesto que sí, a alguien de tan buena cuna como tú es imposible que no lo haya hecho. No te preocupes, nosotros te mostraremos donde están las mejores damas de nuestra sociedad; tan lindas y ricas, no te conviene juntarte con la plebe.

Dijo mirando despectivamente a un grupo de jóvenes reunidos en una mesa.

—Sí, claro, agregó Poul jugando todavía con el pobre animal. —Mira a esos pobres de esa mesa; son de los ministros y se creen mucho, solo por tener unos centavos de más. Que suerte que diste con nosotros y no con ellos. Las personas de nuestra clase no se juntan con la minoría. Dijo Damián.

—Claro, chicos, dije tomando mi trago, ¡qué suerte que los conocí! Me imagino que diría mi padre si me viera con esa gente. Las palabras eran amargas en mi boca y más notando la mirada de vergüenza que me dio un chico de la otra mesa. Seguramente me deshereda. Dije mirando a Anthony que me miraba con una sonrisa viperina.

—Y dime cómo se encuentra el conde. Escuché que estaba muy enfermo. Agregó Poul ahora quitándole una pata a la lagartija.

—Sí, él morirá pronto, dije jugando bien mi papel con cara de piedra. Y acabo de obtener la herencia de mi madre y luego yo seré el único heredero de mi padre, así como su título oficial… Me esperan muchas responsabilidades, por eso vine a Gales a una reunión con unos empresarios para comprar varias propiedades, agregué.

Los ojos de los tres hermanos brillaban de emoción; eran tal y como mi padre me lo había dicho, que buscaban a toda costa incrementar su fortuna.

—Por casualidad, agregué, ya que ustedes son de una de las familias más importantes, no me podrían aconsejar con quien podría invertir una pequeña fortuna aquí.

—Por supuesto, dijo Anthony. Yo me encargo de algunos negocios de mi tío y mi padre y si tú te animas podríamos agregarte. Así vas conociendo de los negocios y nos conocías a nosotros también…

—¡En serio! Me parece excelente, creo que me quedaré en el hotel…

—Claro que no, querido socio, dijo. Anthony. Te vienes con nosotros a nuestra mansión; será un honor tener al gran invitado en casa. — Claro que si mi hermano tiene razón, dijo Damián, no creerás que alguien de tu posición se quedaría en un hotel cualquiera. No, claro que no. Vendrás a casa. — Será divertido tener un huésped. Hace tiempos que no teníamos uno, agregó Poul deshaciéndose del cadáver del pobre animal…

—Bueno, chicos, les agradezco y, ya que insisten no pondré objeción, así será más fácil hablar de negocios con lord Dasgood.

Capítulo 5

Llegamos de madrugada a la mansión Dasgood después de pasar a una casa de citas para estar con damas de compañía. Yo le había pagado a la mía para solo platicar y fingir que había pasado algo entre nosotros; por Dios, si Erika se hubiera enterado de donde estaba, creo que… Despejé eso de mi mente y me concentré para confirmar que había puesto una pared en mi mente. Nadie nos atendió; me dieron una habitación muy grande y cómoda. Era parecida a la mía, pero un poco más ostentosa. A la mañana me despertó una mucama con una taza de té.

—Buenos días, conde Albur, dijo una joven. — Me llamo Lilibet y seré su mucama; aquí hay ropa de su talla y lo están esperando abajo para el desayuno; cuando esté listo, por favor, el amo Dasgood lo atenderá personalmente. Si necesita algo más no dude en avisarme.

—Mu… Muchas gracias, dije y le dediqué una sonrisa. Ella levantó la mirada y se sonrojó; hizo una reverencia y se marchó.

Era muy extraña, me lavé y vestí. Al recorrer el pasillo fuera de mi habitación, no había notado los cuadros a lo largo; eran las fotografías de los descendientes anteriores, todos parecidos entre sí. Yo creí que los rasgos de Erika eran de su madre, pero me di cuenta de que no había sido una coincidencia que ella también fuera pelirroja y de ojos azules, lo que resaltó más la belleza de mi Erika, y la teoría de mi padre que pertenecían a la misma familia. Al bajar las escaleras, Lilibet estaba parada al pie y me escoltó al comedor, un comedor largo como para cincuenta personas, elegante, cubierto con un mantel rojo vino y candelabros en medio de rosas blancas que relataban la decoración… Al frente del comedor, un hombre mayor que mi padre con el cabello rojo y ojos color zafiro, de barba y bigote; ese debía ser lord Dasgood; al lado de él otro hombre de la edad de mi padre muy parecido a él y una mujer a su lado muy parecida a Erika, también de la edad de mi padre y Anthony Damián y Poul. Todos parecidos, era como estar viendo un cuadro vivo de las personas más hermosas del mundo. Mi Erika Encajaría tan bien en este cuadro sin desentonar, cada peca en su lugar y tantos tonos de azul juntos.

—Bienvenido, conde Albur; Es un placer tener a tan grato invitado en mi hogar; por favor, tome asiento.

—Muchas gracias a ustedes por tan amable hospitalidad, por favor, llámeme solo Samuel, eso me agradará.

—Muy bien, Samuel, ya conoció a mis sobrinos; déjeme presentarle a mi hermano Leonard y su esposa Samanta; ellos son los padres de estos muchachos.

—Mucho gusto, sus hijos me han sido de mucha ayuda y les estoy agradecido.

—Nos alegra escuchar eso, Samuel, ya que tendrían un problema si hubiera sido lo contrario. Dijo Leonard.

—Mis sobrinos me contaron lo mal que está su padre; de verdad lo lamento. Él y yo nos cruzamos en algunos eventos hace ya muchos años. ¿Y su madre? Recuerdo que es una mujer muy bella.

—No sabía que lo conocía, y mi madre murió cuando yo tenía dieciséis años.

—Lo lamento; era una gran mujer, de muy buena familia.

—Y dime, muchacho. Dijo Samanta. — ¿Tienes novia? Un chico tan apuesto como tú ya debe de estar comprometido.

—No, claro que no, bueno, tuve una pretendiente, pero no era… Como lo digo, de una familia adinerada, así que corté esa relación y los últimos años estuve en el internado, así que no he conocido a una chica digna de compartir mi línea de sangre.

—¡Hay! no, qué horror, qué bueno que te diste cuenta a tiempo, hijo; eso es de lo más bajo para nuestra clase.

—Sí, claro, usted no tiene alguna hija o sobrina que me presente. Dije en modo de gracia. Los chicos se tensaron y me miraron; al mismo tiempo podía sentir ese poder en mis huesos. — ¿Acaso dije algo malo?

—No. claro que no. disculpa a mis hijos; ellos son muy territoriales con las mujeres de la familia. Es solo eso. Dijo Leonard dando una orden silenciosa a los tres chicos.

—Por supuesto, dije, yo también soy muy protector con mi media hermana, costó que aceptará a mi cuñado como su esposo. — ¿Y usted, Lord Dasgood, tiene hijos?

—Tuve uno, dijo despreocupadamente, pero murió hace unos años. Y dos hijas una, se la pasa viajando.

—Lo lamento; no era mi intención.

—No. está bien; hace años que no lo miraba, se casó con una mujer que no era de nuestro agrado y se marchó, pero tengo una nieta que es de su edad, si no me equivoco… Aún no la conozco, pero sé que pronto la tendremos aquí en casa donde debe de estar.

Eso es, logré sacar algo de información; observé a los tres chicos que se miraban sonriendo como pensando en algo. No quise preguntar más del tema por ahora para no provocar sospechas, así que nada más dije:

—Sí, claro, entiendo; espero que tenga suerte.

—Claro que la tendremos. Dijo Anthony tomando una rosa de la mesa: —Nuestra querida prima Erika estará con nosotros muy pronto y sabrá lo bien que se siente ser parte de esta familia. — Claro que sí, agregó Damián, le demostraremos lo cariñosos que pueden ser sus primos. —Y le daremos toda la atención que no le dimos todos estos años, dijo Poul sonriendo con picardía.

—A mí me hervía la sangre al verles las caras. En el momento de hablar de ella así y escuchar su nombre de la boca de ese degenerado, solo me quería abalanzar sobre él y cortarle esa lengua de serpiente; estaba tan furioso que me aferré tan fuerte en los bordes de mi asiento que sentí que se hundían mis dedos en la madera. Necesitaba cambiar el tema para distraer mi mente.

—¿Así qué? Dije apretando los dientes, tratando de calmarme. — Vamos a hablar de negocios.

Las miradas de todos se posaron en mí y tuve la sensación de que me había metido directamente a la cueva de los lobos. Pasamos al despacho, Anthony, su padre y lord Grays Dasgood.

—Muy bien, que tienes en mente, dijo Anthony cruzando las piernas.

—Qué me ofrecen, dije yo colocando mis manos en los bolsillos; estoy dispuesto a escuchar las propuestas que tengan y así decidiré cuál me conviene más.

—Veo que no eres un novato cuando se trata de negocios, dijo Lord Dasgood.

—Por supuesto que no, mi padre me ha enseñado mucho y en el internado yo fui el primero del curso. Me gradué con honores y, aunque mi sueño es ser escritor, los negocios y finanzas son mi fuerte. Verdades a medias, mentiras a medias: eso era mi estrategia.

—Vaya, chico, eres una joya, dijo Leonard, serías un buen partido como yerno. Lástima que mis hijas ya están prometidas, y aunque aún son niñas algún día… bueno, hijo, esto es lo que te proponemos.

¿Hijas… tienen niñas? Eso es terrible, pobres criaturas, no se imaginan qué les espera en un futuro. Tengo que acabar con esta familia antes; por Erika, por esas niñas tengo que…

—Bueno, Samuel, y qué piensas de eso.

—¿Qué? Disculpen. Estaba pensando en… No importa, si. claramente las exportaciones suenan bien.

—Porque no me hacen una propuesta escrita con los estimados mensuales y anuales del negocio y un balance, así yo sabré si me conviene invertir la cantidad que tengo en mente.

—Y cuanto estás dispuesto a invertir, si se puede saber, dijo Lord Dasgood encendiendo un puro.

—Escribí la cantidad en un papel y se lo mostré; él pasó el papel por las manos de su hermano y sobrino y ellos sonrieron de oreja a oreja. Era una cantidad muy considerable; no tenía tiempo que perder y supe por esa sonrisa que había conseguido lo que quería.

En la noche estaba en mi habitación pensando en Erika; tenía tantas ganas de hablar con ella, pero mi padre me había dicho que si trataba de comunicarme y abrir esa pequeña ventana, ellos podrían detectarla y no me arriesgaría en hacerlo. Lilibet tocó mi puerta.

—Adelante. — Perdón que lo interrumpa, conde; el amo me ha encargado que le traiga estos documentos para que los revise.

—Sí, claro, ponlos en el escritorio por favor y gracias, le dije con amabilidad. Ella se ruborizó y dejó caer mis libros.

—Lo… Lo lamento, ahora los levantó yo…

—Fue un accidente, déjalos, no te preocupes, ahora yo los levanto, ya puedes retirarte a descansar.

—No, claro, que no. Cómo cree ahora los recojo.

—Bueno, yo te ayudo. Cuando me agaché a ayudarla, noté en su cuello unos cortes y también en las palmas de las manos; no me había dado cuenta en la mañana. La falda de su vestido se levantó un poco, dejando ver sus pantorrillas que también tenían heridas.

—Lilibet, pregunté, ¿qué te pasó, porque estás tan herida?

—Ella dejó de hacer lo que hacía y se paralizó por un momento, se puso de pie y me dio una reverencia antes de salir de la habitación a toda prisa. Salió detrás de ella y chocó con Poul en el pasillo; yo me escondí tras mi puerta, dejándola abierta un poco para poder escuchar.

—Vaya, vaya, vaya. La gatita está asustada, ¿qué has hecho para estar así? Acaso le estabas coqueteando a Samuel, gata igualada, y él te rechazó por la basura que eres, dime, gatita. ¡Dime! Bueno, como la gatita no quiere hablar, vamos a tener que jugar de nuevo. Le dijo llevándola a su habitación. Me acerqué sin hacer ruido a la puerta de la habitación de Poul y miré por la cerradura; la tenía hincada en el suelo y estaba a punto de golpearla con una vara. Toqué la puerta sin pensarlo y él se detuvo.

—Quién me interrumpe. Dijo con vos perezosa.

— Samuel… Disculpa; puedo hablar contigo un momento.

—dime qué quieres. Dijo abriendo la puerta.

—Quería saber cómo podía llamar a… Ahí estás, dije con cara de piedra, pero traté de poner una expresión de seducción. — Estaba buscando a Lilibet, estábamos divirtiéndonos en mi habitación y se me escapó. ¿Sería posible que volviera? Tú me entiendes.

—Vaya, vaya, vaya; la gatita no pierde tiempo. Dijo él sonriendo. — Y bien, gata, ve con el conde y más te vale que no huyas de él de nuevo; él es un invitado especial del tío y tu deber es entretenerlo. Discúlpala, Samuel, pero tienes todo el permiso de castigarla si quieres, ¿tú me comprendes verdad?

—Claro, Poul, de eso ni te quedé duda, vamos, gatita, dije y me la llevé a mi habitación. Ella temblaba; casi sollozaba. Esperé un momento para asegurarme que nadie nos escuchaba.

—¡Demonios! dije apretando la mandíbula; ella se sobresaltó. —Perdón, ¿él no te lastimó? Ella me volvió a ver inclinando la cabeza. —No te preocupes, Lilibet, no te haré daño, yo no soy como ellos, ¿por qué, él te hizo esos cortes, verdad?

—Yo… no… Entiendo, usted dijo.

—Lo hice para sacarte de ahí, no me tengas miedo, jamás lastimaría a una mujer. No te puedo explicar las razones por las que estoy aquí, pero creo que se resume en que trato de salvar a alguien muy importante para mí de esta familia. Mientras yo esté aquí tú estarás bien, así que haz lo que te diga y sígueme la corriente y te prometo que te sacaré de esta casa.

Ella me abrazó fuerte y no dejaba de llorar. — ¿Qué edad tienes?

—Diecisiete, dijo ella limpiando su rostro.

—Malditos, eres solo una niña, y hace cuanto trabajas aquí.

—Nací aquí; mi madre era empleada y… y…

—Dímelo, te prometo que te ayudaré, pero necesito saber más de esta familia.

—Yo soy hija bastarda del señor Leonard Dasgood, pero como me parezco a mi madre, ellos me tratan como una sirvienta cualquiera.

—Hijos de puta. Dije golpeando el escritorio. — Perdón, lo lamento, es que me da rabia. Era prima de Erika y ahora que la miraba bien, sí tenía un cierto parecido a ella. No tenía pecas, pero su piel era igual, más pálida; seguramente no salía al sol, y su cabello tenía tonos marrones y castaños. Sus ojos eran azules, pero un azul grisáceo más apagado. Tenía que sacarla de aquí; ahora con más razón tenía que apresurarme

Capítulo 6

Permanecimos en la habitación treinta minutos y cuando estuvo más tranquila se marchó. Miré los papeles en el escritorio y me dispuse a estudiarlos. Seguidamente, los firmé sabiendo lo que pretendían con mi dinero; ahora que las cosas habían tomado otro rumbo, tenía que cambiar mis planes un poco. Estaba pensándolo un poco mejor y decidí cambiar la estrategia.

Temprano en la mañana, me levanté directo al comedor, despreocupado y con una sonrisa de satisfacción, pretendiendo que había disfrutado la noche con Lilibet, si ella había actuado su papel… Esperaba que sí, por su bien y por el mío, me había abierto a delatarme con ella, pero a los dos nos convenía seguir mi plan si quería salir de este lugar.

—Buenos días, familia Dasgood, todos están temprano levantados, Anthony, aquí están los papeles firmados.

—Buenos días, Samuel, que bien, entonces eso significa que nuestra sociedad comienza desde ahora y toma acción.

—Sí gracias.

—Y cómo te fue la noche con la gatita, me ronroneó Poul. — La vi salir de tu habitación casi en la madrugada.

—Es interesante, contesté. — Ella me entretuvo satisfactoriamente y espero que lo siga haciendo mientras esté aquí, claro si no hay alguna objeción. Dije mientras le daba una mirada de satisfacción a ella.

Cada palabra era como arena en mi boca, tan desagradable y sucia, y eso me hizo odiarlos más.

—Por supuesto que no, dijo Lord Dasgood, ella está a tu entera disposición, puedes hacer con ella lo que quieras, mientras solo sea para divertirte.

—Por supuesto que sí, continuó Leonel. — Esa gentuza solo por eso sirve para entretener a personas como nosotros.

Y todos en la mesa sonrieron con afirmación. Juro que hice un esfuerzo sobrehumano para no atacar a nadie.

—Bien, ya que la gatita es toda para mí, dije sonriendo. —Les puedo pedir de favor que no se maltrate en los deberes; no me gusta tocar la carne majada; quiero que esté en óptimas condiciones para mi deleite. Casi vomité con mis palabras.

—Como digas, socio, dijo Anthony, ella solo estará a tu disposición.

—Gracias, estaré un par de días más aquí, luego regresaré a casa para firmar unos documentos para la liberación de mis bienes y regresaré para continuar nuestros negocios.

—Y por cierto, ¿dónde está tu residencia? Preguntó Damián.

—Como les dije, acabo de salir del internado, pero resido en New York con mi hermana. Por cierto, Lord Dasgood, su relación con la familia de mi padre, aún está…

—No, lastimosamente, en el pasado tuvimos muchas disputas con tu familia por causas que ya no tienen importancia, así que no tengo tal relación con los demás miembros de tu familia, con tu padre, pues siempre fuimos neutrales y no… Bueno, son cosas que seguramente has de saber.

—No, la relación con mi padre nunca fue muy buena, de hecho no le hablo desde que mi madre murió y él me encerró en ese internado. Y a mi abuelo casi nunca lo miro ya que él viaja mucho y ahora se encuentra quien sabe adónde en un viaje espiritual con mi abuela. Si le soy honesto, solo espero que se muera y me dé mi herencia. No sé nada del pasado de mi familia y no lo quiero saber.

—Interesante, chico, eso es muy interesante; creo que nuestra asociación será muy satisfactoria para ambos; puedes regresar cuando quieras, esta será tu casa. ¿Dime tu padre sigue en ese pueblo?

—¡Demonios! Acaso sabe de… no calma. — Si. él sigue ahí, dice mi hermana que es un lugar tranquilo; a mí personalmente me encantaría no volver a ese lugar; ya ni lo recordaba. ¿Usted ha estado ahí?

—Entiendo, no. solo lo mencionaba; mi hermano sí estuvo ahí una vez, pero… bueno, no importa, me gustaría pedirte un favor que no le menciones a tu padre que estás asociado con nuestra familia; es por cuestiones de tranquilidad, me entiendes.

—Por supuesto, no se preocupe; él no tiene por qué saber en qué gasto mi dinero ni mi vida privada.

—Muy bien, brindemos por nuestra sociedad.

Esa tarde hablamos de los negocios y para la cena ordené a Lilibet que me la llevara a la habitación para verla.

—Lamento haber hablado así de ti; yo me odié a mí mismo.

—No. No se preocupe si eso es necesario para salir de este infierno, are lo que sea.

—Muy, escúchame; esto haremos mañana antes de la cena; fingiremos que me agrediste y sales por la ventana y te esconderás en el maletero de mi carro; lo demás me lo dejas a mí. No te preocupes; yo me aseguraré que nadie se dé cuenta.

—Tengo miedo, pero haré lo que usted me diga.

Esa noche estuvimos encerrados por horas hasta que salió de la habitación. —Bueno, lástima que la gatita tenga dueño y ya no me podré divertir contigo, pero espera que el conde se vaya y verás las maravillas que tengo para ti. Escuché lo que le decía Poul a Lilibet cuando se alejaba; noté que ella temblaba. Él tocó mi puerta y yo desabotoné mi camisa y me bajé la cremallera del pantalón.

—Bueno, Samuel, veo que te has divertido con mi gatita preferida.

—Es una belleza Dije subiendo la cremallera. — Hasta me dan ganas de no regresar pronto para estar más tiempo aquí. Ven, pasa, y dime, acaso tú y ella sé.

—No, bueno, digamos que la disfruto de maneras más creativas que tú, pero ella es… Como decirlo, se lo busca y yo no me resisto a castigarla.

—Claro, y tienes pareja; eres menor que yo, pero creo que tienes mucha experiencia con las mujeres.

—Ja, ja, ¿experiencia? No, pero me reservo para alguien especial a la que le enseñaré mi arsenal de juguetes de diversión, si sabes a lo que me refiero.

Claro que lo sabía y no quería imaginármelos. — Si entiendo y…

¡Demonios! es Erika, sentí un tirón en mi mente; ella quería comunicarse conmigo. La sentía preocupada, angustiada; traté de mantener la calma y no cambiar mi expresión.

—¿Pasa algo? Eso… es…

—No pasa nada. De que hablas, Poul.

—No, nada… por un minuto sentí… Bueno, te dejo descansar Samuel, hasta mañana.

Al irse sentí temor de que él la haya detectado; tal parece que sintió algo, pero… Tenía que irme lo más pronto posible y comenzar a trazar mi plan.
A la mañana siguiente no bajé a desayunar con la excusa de dejar todo listo para mi viaje mañana y repasé el plan con Lilibet. Ella me trazó un mapa de la parte trasera de la casa por donde miraba mi ventana, y por suerte los arbustos del jardín eran grandes y cubrían el camino al estacionamiento. Había comprado un auto el día anterior y tenía maletero doble con agujeros para que estuviera escondida un buen rato sin asfixiarse.
En la tarde, la noche antes de la cena, comenzaría todo. Le dije a Lilibet frente a Anthony que me llevará un té a la habitación y ella, momentos después, corrió al baño y se puso unos pantalones pequeños, mis botines, camiseta y chaqueta… Le pedí que me rasguñara el rostro; me costó convencerla, pero al final accedió; no fue mucho, pero sí lo suficiente para sacarme sangre y la bajé por mi ventana; no era muy alta; fácilmente podría haber saltado; luego la observé hasta que la vi ingresar al estacionamiento donde supe que ya podía armar el teatro.
Rasgué mi camiseta y me golpeé con la mesa mis partes para hacer que el dolor fuera real; luego rompí un jarrón en el suelo y el otro contra la ventana, abrí la puerta para que me escucharan y me tiré al piso.

—Qué demonios pasó. Dijo Poul, quien fue el primero en entrar a la habitación.

—Esa perra me golpeó y salió huyendo por la ventana, dije adolorido en el suelo.

—Sam… Que ha pasado. Dijeron al unísono Anthony y Damián.

—Que la gatita sacó sus garras. Les dijo Poul a sus hermanos con una sonrisa de oreja a oreja.

—No es gracioso, dijo Anthony. —Damián, ve tras ella y suelta a los perros. Y tú estúpido le gritó a Poul: no te quedes ahí, ayuda a Samuel.

—Bien, bien le quitas la diversión a todo, no se preocupen, no puede ir lejos, todo el lugar está cercado y los perros la encontrarán y yo la castigaré con mucho gusto, dijo Poul, aun conteniendo una emoción terrorífica.

Me incorporé y me lavé el rostro aún adolorido. Entró Damián pálido a la habitación.
—Se escapó Anthony, ella… le dio algo a los perros que no despiertan y se escapó.

—Gatita astuta, ya lo tenía planeado, conoce bien la mansión, sabe desde cuando…

—A mí eso no me importa. Les dije haciéndome el indignado. —Esa perra me… Más vale que la encuentren antes de que yo regrese y me la reserven, ya que el castigo correrá por mi parte.

—Por supuesto, Samuel, te pido una disculpa. Dijo Lord Dasgood. — Mi empleada nos ha abandonado y yo me ocuparé personalmente de entregártela.

—Bien, planeaba irme mañana temprano, pero prefiero partir ahora mismo; estoy tan enojado que pararé en algún lugar para desquitarme con alguna. En fin, me retiro y regresaré pronto.

—Está bien y otra vez una disculpa por todo. Que tengas un buen viaje, y recuerda lo que hablamos.

—Claro que sí, Lord Dasgood pierde cuidado. No mencionaré ni una palabra de nuestro encuentro y muchas gracias por su hospitalidad.

Mientras caminaba hacia el estacionamiento con los tres hermanos detrás de mí, mi corazón latía a mil por hora, esperando que Lilibet estuviera en el maletero oculto. Levanté la puerta del maletero y ella no estaba. Puse mi maleta con el cuidado de que ellos observaran dentro para disipar cualquier sospecha. Entre al auto y manejé a la salida; mientras conducía, no quise parar tan cerca; esperé hasta estar a muchos kilómetros de ese lugar. Paré en un prado en el camino y no había ningún alma cuando saqué la maleta y abrí el compartimiento… Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver a Lilibet ahí acurrucada, echa bolita y le extendí la mano hacia su libertad.

Capítulo 7

—Y esa es toda la historia, padre, así que te pido que cuides a Lilibet aquí en la casa y le pediré a Emma que le diera trabajo en la tienda para que esté más tranquila.

—Es increíble todo lo que me has contado, aunque no me extraña para nada el comportamiento de Leonel hacia la chica; me da mucha pena por ella todo lo que debería haber sufrido, en fin, dejemos que duerma todo el día de hoy y ya mañana hablaremos con calma. Pasando a otro tema, lograste salir ileso de ellos, pero no creo que te salves de Erika, está como loca tratando de localizarte y…

—¡Samuel! Eres un idiota, ¿cómo se te ocurre irte a meter a ese lugar? Me tenías muy angustiada; yo pensé que… que tú… Y no me contestabas y…

—Calma, amor, estoy bien, soy muy astuto y no te dije nada para no preocuparte, aunque sabía que te darías cuenta, mírame, estoy bien.

Erika estaba temblando cuando corrió a mis brazos; me sentí realmente mal por haberla angustiado, pero haría lo que fuera por ella, y mientras esos ojos con lágrimas me miraban, yo la tranquilicé con un dulce, salado y tierno beso.

—Lamento haber actuado así; pero me dio temor el no saber de ti. ¿Cómo lograste subir un escudo en tu mente?

—Mi padre me enseñó. Dije guiñándole un ojo: Te lo mostraría a ti, pero no quiero.

Egoísta, ¿me contarás quién es la chica que vino contigo?

—No me mires con esos ojos, sabías que das miedo cuando te enojas, ¿estás celosa?

Samuel, no me provoques.

—Está bien, te contaré.

Y le narré toda la historia, mostrándole episodios de lo sucedido mente a mente y ella se sobresaltó; no quería aterrarla, pero quería que lo supiera todo para mantenerla alerta del peligro que le asechaba y mientras más se enteraba de todo lo vi, era un fuego en sus ojos, pero era azul, un destello azul que vibraba y como si fueran mis defensas primitivas se me erizó la piel.

—¿Amor, te encuentras bien?

—Si es solo que me entra una rabia al saber todo lo que sufrió mi prima a manos de esos idiotas, eso es lo que me espera a mí sí.

—No, por supuesto, que no te pasará nada parecido; por eso estoy en este plan para destruirlos antes que ellos… Nunca lo permitiré.

—No me gusta tu comportamiento, que te comportes como ellos; eso… es desagradable.

—Lo sé, créeme que a mí tampoco, pero es un papel que tengo que mantener hasta qué…

—Espera cómo que tienes que… No me digas que regresarás.

—Tengo que hacerlo, todavía no he acabado, no te preocupes por mí; ellos no saben que estamos juntos y no tienen cómo saberlo.

—Temo por ti, pero confío en que sabes lo que haces.

—Lo sé, porque mi amor por ti no conoce límites y te protegeré hasta el final. Estuve mucho tiempo fuera, porque no recuperamos el tiempo perdido. Esta noche sí

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Anthony

Mi nombre es Anthony Farro Dasgood Slohard, hijo de Leonard Farro, sobrino y nieto de Lord Grays Dasgood Slohard. Y tengo veinte tres años de edad, somos miembros de la elite, una de las familias más acaudaladas de Londres y miembros lejanos de la familia real británica y española. No nos mezclamos con cualquiera solo de miembros de elite que aporten estatus a nuestra familia y que nos ayuden a impulsarnos en la sociedad… Soy el mayor de tres hermanos y dos hermanas pequeñas. Estoy prometido con mi prima, hermana Erika Amaranta Dasgood Slohard, a quien no conozco en persona. Mi propósito es crear decendencia con ella, ya que ella posee el don de la familia. Al igual que yo y mis dos hermanos, ellos también son candidatos para ser sus esposos, pero todos sabemos que el que ganará seré yo porque mis habilidades son superiores a las de ellos. Soy mano derecha de mi padre y tío en los negocios y sé detectar una buena inversión. Gracias a eso he podido liberar a mi familia de deudas pasadas y crear una fortuna familiar cuantiosa para mantenernos en la élite. Y mi siguiente presa el conde Samuel a quien le exprimiré hasta la última gota de dinero. No dejo que nada se interponga en mi camino y soy muy paciente al atrapar mi presa. El control en mí es vital para mantener la partida a mi favor. Poseo el poder de la fuerza rapidez y soy un arma mortal en batalla, habilidades que rara vez uso a menos que mi hermano Damián se interponga en mi camino.

Damián

Mi nombre es Damián Farro Dasgood Slohard, hijo de Leonard Farro y sobrino nieto de Lord Grays Dasgood Slohard. Soy el segundo hermano de cinco y tengo veinte dos años de edad. Pertenezco a una de las familias más poderosas de nuestro país. Nuestra familia es especial; tenemos un secreto, algo que nos hace únicos. Nuestros antepasados nos heredaron dones y los aprovechamos para mantenernos en el juego. Me gusta molestar a mi hermano mayor Anthony; él es el consentido de mi tío y yo de mi padre. Aunque mis habilidades no son como las de él. Le son de muy gran ayuda a mi familia. Estoy comprometido con mi prima Erika, nieta de mi tío y sé que mi hermano pretende ser el primero, eso está por verse, ya que el que le dé una heredera a mi tío se convertirá en el próximo patriarca de la familia. Ese es mi propósito. Siempre lo ha sido superar a Anthony, ser mejor que él y si le quito lo que más quiere, eso me hará a mí más que él. Tomando en cuenta que le tengo la ventaja en algo, tengo el don de predecir que miembros de la familia tienen los genes aptos para contener poder y sé a cuáles desechar. Como a la inútil bastarda de mi padre, Lilibet. Mis dos hermanas gemelas tienen lo suficiente para convertirse en esposas ideales cuando lleguen a su madurés y si logro tener varones primero eso también me beneficia. También tengo otro poder uno del que casi nadie habla ya que le temen y que uso cada vez que me quiero deleitar de la juventud. Estoy siempre a un paso delante de mis hermanos y tengo lo que se necesita para ganar esta apuesta.

Poul

Me llamo Poul Farro Dasgood Slohard, hijo de Leonard Farro y Samantha Dasgood Slohard, sobrino de Lord Grays Dasgood Slohard, y tengo diecinueve años de edad. Yo no soy como mis hermanos mayores, mis dones van más allá de su imaginación. Amo la tortura tanto física como psicológica, amo cuando mis juguetes chillan y sollozan antes de tan solo tocarlas. Me deleito con el dolor ajeno y no me interesa nada más que encontrar un buen juguete; por ahora mi bella gatita me hace feliz cuando la amordazó hasta que sus manos se ponen moradas y sus ojos están tan rojos de llorar o cuando hace ese pequeño ruidito con su lengua al darle latigazos. Es tan excitante que duermo como un bebé. Y lo que haría con mi querida prima Erika: tengo prohibido lastimarla porque ella es especial, pero jugaría toda la noche con ella sin necesidad de tocarla y eso me pone tan… tan… feliz. Mis hermanos creen que tienen ventaja sobre mí, pero no se imaginan cuál grande es mi don dado por mi madre, mi amada madre, que me entrenó para detectar a mi querida prima. Un roce de su poder, una gota, un hilo, es suficiente para saber dónde se encuentra, si está cerca o lejos y eso me pone en ventaja, ya que no les diría nada hasta que ella hubiera terminado de jugar conmigo y yo con ella… No saben lo cerca que está de nosotros; no les dije que lo sentí; el otro día pude sentir un pequeño roce de su perfume, de su poder; no sé de dónde vino ni cómo pasó, pero ella no debe de estar lejos y yo seré el primero en encontrarla, no tengo ningún interés en casarme con ella solo en el placer que me pueda brindar. También tengo el poder de hacer que cualquier persona se retuerza de dolor y agonía con solo desearlo es tan satisfactorio usarlo con las gatitas de mi casa.

El poder es nuestra meta y solo la más fuerte de nuestra familia hace falta para que nuestro gran poder regrese; nuestra magia antes otorgada por nuestros antepasados está por cumplirse lo escrito y nadie se interpondrá en la meta de nuestra poderosa familia.

Capítulo 8

Lilibet y Erika hablaron por horas a la mañana siguiente, y por sus caras me di cuenta de que había sido una conversación seria y muy emotiva. No quería interrumpir en los pensamientos de mi prometida, ya que quería respetar esa intimidad entre primas. La noche anterior me quedé congelado ante la esencia que emanaba de Erika y sentí lo mismo que sentía cuando estaba cerca de Poul. Me despejé la mente y me sentí culpable de comparar a mi amada y tierna Erika con ese monstruo, pero… y sí, talvez ella guardaba en lo más profundo de su ser algo que la conectara a ellos. No, claro que no; ella era inocente de todo eso y nunca estaría tan cerca de ellos como para averiguarlo.

—Gracias, Samuel, por ayudarme, esta… Está bien que te llame por tu nombre.
—Claro, Lilibet, somos familia y aquí esa clase de formalidades no aplican contigo, ¿dime, estas, cómoda con doña Emma? ¿No prefieres vivir con nosotros?
—Gracias, pero ella es muy buena y dice que desde que Erika se mueve aquí necesita más ayuda. Así que sí prefiero estar con ella.
—Entiendo entonces, si es lo que quieres, lo respetaré.
—Además, estaré viniendo seguido, ya que los preparativos para la boda apenas comienzan.
—Hola, de qué hablan los dos.
—Erika, de los preparativos de la boda.
—Claro, la boda; mi tía Emma me tiene de aquí para ahí con eso, casi no me da tiempo de entrenar y ya me está estresando.
—Hay amor, entiende a doña Emma, eres la luz de sus ojos y quiere que todo salga perfecto.
—A propósito, mi tía Margaret contestó la carta al fin.
—¿Y… va a poder visitarnos?
—Llegará mañana en la noche.
—Disculpen… Lady Margaret va a…
—¿La conoces, Lilibet?
—Sí, ella trató de ayudarme a escapar cuando mi madre murió, pero no pudo y ya más no volví a saber de ella. Me gustaría verla.
Erika y yo nos miramos. Lilibet hablaba de Margaret con gran admiración y con los ojos llenos de lágrimas; eso me hizo pensar que tal vez ella podría ser una buena persona de verdad.
—¿Cómo se encuentra mi padre, cariño?
—Está un poco mejor, anoche casi no durmió, pero creo que hoy será un buen día para él.
—Tú crees que él… Tienes razón: hay que ser optimistas.
—Me alegro de que hallas echo las paces con él, Samuel; tu padre es buena persona y te ama.
—Gracias a ti, amor, todo lo bueno de mi vida, te lo debo a ti.
—Me alegra verlos tan enamorados a los dos.
—Tía Margaret, estás aquí; al fin, te extrañé mucho.
—Amaranta, querida sobrina, también te extraño.
—Erika, tía, no me gusta ese nombre.
—No has cambiado nada. Y no me vas a presentar a ese hermoso joven.
—Oh, claro; él es Samuel mi prometido y…
—Mucho gusto. Samuel; Erika me ha hablado mucho de usted.
—Y tu padre, hace años que no miro a ese viejo gruñón; lamento lo de tu madre; ella y yo no nos llevábamos muy bien, pero sé que fue una buena madre contigo.
—Si lo era, al menos la parte buena que conocí de ella. Mi padre está en cama; no se ha sentido muy bien de salud.
—Entiendo, así que, Erika, cuál era la urgencia, para qué me pediste que viniera.
—Lady Margaret… Esta… aquí
—¿Lilibet, que haces tú aquí?, como es posible.
—Samuel la sacó de la casa de mi abuelo y ya lo sé todo, tía, sé la clase de familia que tengo y creo que fue un golpe enterarme de eso, pero necesitamos tu ayuda.
Margaret estaba impactada al ver a Lilibet en mi casa; la abrazó y lloraron juntas. Ella también era su sobrina y le contamos todo lo que había pasado y la conexión tan especial entre Erika y yo. Luego de un par de horas, ella permaneció cerca antes de hablar.
—Entiendo lo que me han contado, estoy… Preocupada, no es fácil engañar a Anthony, Damián y Poul, pero tú lo hiciste, muchacho, como si nada, y más aún a mi padre. Mi hermana Samanta tiene un don especial; ella puede percibir el poder en las personas y no entiendo cómo no percibió el tuyo o tal vez lo hizo y por eso te aceptaron. Te arriesgaste demasiado al entrar ahí, no conoces los dones de ellos y el que más me preocupa es Poul; él tiene un don parecido al de su madre y no dudo que ella le haya enseñado bien a usarlo.
—Quiere decir que… Ahora que lo recuerdo, cuando Erika trató de traspasar mi barrera mental, yo estaba junto a Poul y creo que él sintió algo de ese poder. ¿Cree que se dio cuenta de algo? Tengo que regresar y averiguarlo; no puedo permitir que sepan dónde están ella y Lilibet.

—Tranquilo, es probable que él se haya dado cuenta de algo, pero no creo que lo haya asociado a ti; créeme, no te hubieran dejado salir vivo de ese lugar. Pero si como veo las cosas tienes que volver, ya que pudiste engañarlos, no siempre se tiene esta oportunidad y es posible que logremos acabar con ellos esta vez.

—¿Esta vez, acaso ya lo intentó antes?

—¿Tu padre te contaba algo sobre mí?

—Sí, dije apenado. — Me contó que estaba comprometida con su hermano y que su padre lo… No aceptaba la relación, así que por eso crearon este campo de fuerza al rededor del pueblo, pero…

—Así es, Samuel, tu tío abuelo y yo nos amábamos tanto, pero mi padre quería casarme con mi tío Leonard y por eso acabé con el hombre que yo amaba, escapé y me refugié aquí por un tiempo; luego supe que se había casado con mi hermana, así que me fui lejos y solo visitaba a mi hermano y su familia. Siempre protegí a Erika de ellos. Sabía que la buscaban, pero nunca permití que se acercaran lo suficiente. El accidente de mi hermano y su esposa no fue un accidente; ellos los mataron para quedarse con Erika, así que me la tuve que dejar con sus padrinos y le hice creer a mi padre que ella estaba conmigo lejos para que no la buscaran. Erika es especial; ella tiene un poder increíble, pero también tiene algo que da miedo Samuel. Tienes que alejarla de ellos.

—Lo sé, lo sentí; el otro día, cuando se enoja, siento un escalofrío y sus ojos no son los mismos.

—Así es, ella es especial y sé que Poul lo percibe; él es muy sádico y a mi parecer es el más peligroso de los tres sin contar a Damián. Usaré todo lo que sé para ayudarla a protegerse en caso de que la atrapen y nos dé una ventaja antes de rescatarla. No te asustes; trataremos de que no sea necesario, pero hay que estar preparados para todos los posibles acontecimientos.

—Disculpe si le puedo preguntar Margaret ¿cuál es su habilidad? Para que Lord Grays Dasgood la quisiera retener.

—Bueno, yo… puedo controlar la mente y la voluntad de las personas. Es por eso que mi padre me persigue y él cree que yo me escondo aquí. Ya que no me ha podido encontrar, he estado usando mi habilidad para esconderme de mi hermana. Como te dije, ella puede percibir los poderes y me encontraría de inmediato si no fuera por eso.

—Entiendo que ha usado esa habilidad para esconder a Erika.

—Así es; la verdad es muy útil y vale la pena la tortura del ritual.

—¿Ritual?

—¿Mi sobrina…? Ella puede saber de qué hablamos.

—Ahora está ocupada, puedo bloquear mi mente si lo desea.

—Sí ahora. — Cuando se encuentra una mujer en mi familia que posea los poderes necesarios para soportal el ritual, se le somete a este para invocar la magia antigua de nuestros antepasados y así alimentar los dones de la familia. Es como un recipiente del cual todos los varones de la familia se alimentan y luego de eso sé…

—Dígamelo, por favor; necesito saber todo.

—Bueno, hijo, luego de eso el varón escogido como prometido por el patriarca de la familia tiene que tomarla como su mujer en el ritual y así concebir una descendiente o un descendiente y así continuar con el rito. No ha habido un ritual después de mí; yo me escapé antes de que se completara; me aproveché del poder que tenía y escapé. Es por eso que mi hermana tuvo que terminarlo con mi tío y así nació Anthony.

—Eso… Eso es monstruoso y no permitiré que ellos sigan haciendo eso; tenemos que acabar con eso de una vez o las hijas de Leonard y Samanta tendrán ese final.

—Así es, chico. Ese es el propósito de esto.

—¿Samuel, de verdad tienes que regresar a ese lugar?
—Sí, amor, tengo que hacerlo para que no sospechen. Esta es la última vez y trataré de terminar esto lo más rápido posible, así regresaré a tu lado para nuestro matrimonio. Escucha a Margaret y entrena mucho porque confío en que todo lo aprendido nos será de utilidad. Recuerda que te amo y no trates de comunicarte conmigo. Yo buscaré el momento adecuado y trataré de informarte si estoy bien.
—Está bien, amor, ve con cuidado y esperaré, te amo, cuídate mucho y no te preocupes por tu padre; Lilibet y yo nos encargaremos de él. ¿No quieres despedirte?
—No, él está dormido, que descanse, ya lo veré luego que regrese.

No me quería ir sin despedirme porque era posible que cuando regresara él ya no estuviera, pero me dolía la despedida, así que me marchaba sin siquiera verlo. Cuando regresé a Gales, traté de despejar mi mente de todo y concentrarme. Le avisé a Erika una última vez que ya me encontraba cerca de la mansión y luego puse una pared en mi mente. La información que había recibido de Margaret me ayudó a estar más alerta cuando estuviera cerca de ellos, y aunque me aterraban tenía que seguir. Era posible que Samanta hubiera detectado algún poder en mí y tenía que saber decir algo en caso de que me preguntaran.

Capítulo 9

Anthony y Damián estaban esperándome en la entrada de la casa y me dieron un abraso afectuoso al bajar del coche.

—Samuel, que gusto volver a verte ¿cómo estuvo el viaje?

—Muy bien, gracias, fue muy provechoso y dejé muchas cosas listas para quedarme una buena temporada aquí.

—Bien, hablemos dentro, estarás cansado o quieres…

—No, claro, vamos; no estoy cansado y quiero hablar con lord Grays Dasgood si se encuentra claro.

—chico Bienvenido a esta tu casa, me alegra mucho que hayas regresado. ¿Las cosas están bien en tu casa, como sigue tu padre?

—Lord Dasgood, gracias, Leonard y Lady Samanta, que gusto verlos de nuevo. Las cosas en casa están bien, y con respecto a mi padre, pasé a verlo antes de venir y estaba muy mal de salud, pero no me quedé.

—Entiendo que mal, pero bueno, así es a nuestra edad. Ya las cosas no son como cuando éramos jóvenes. Muy bien, un brindis por el regreso del mejor socio de la temporada… salud.

Todos reían en el salón, los chicos hablaban entre sí y los señores me mostraban documentos de los primeros avances del negocio. Quise dejar que ellos lo manejaran a su antojo para darme más libertad de confianza. Lady Samanta no dejaba de verme a tal grado que me incomodaba; si la miraba bien era muy hermosa y no pude evitar sonrojarme cuando le devolví la mirada y ella me guiñó el ojo. Entraron corriendo por la puerta dos pequeñas como de siete años de edad; eran una versión más pequeña de Erika, y ambas muy bellas parecían muñecas de aparador y se escondieron tras el vestido de Samanta.

—Niñas, por favor, compórtense, él es el conde Samuel. Saluden.

Les dijo su madre; ellas salieron y pidieron disculpas y saludaron con gracias y dulzura, ambas al unísono; cada una era el reflejo de la otra, tan inocentes, tan pequeñas, y no sabían a qué clase de familia pertenecían. Incliné la cabeza en un saludo y les dediqué una sonrisa amable a ambas.

—Mucho gusto hermosas en conocerlas, les dije. — ¿Cómo se llaman?

—Somos Carlota, dijo la de la derecha, —y yo Beatriz, dijo la de la izquierda. Ambas con voces tan hermosas que derretirían a cualquiera.

—Son unas niñas muy hermosas, Carlota y Beatriz Dasgood.

—Lo sabemos, canturriaron ambas corriendo hacia los jardines.

—Discúlpalas, por favor, son unas niñas muy risueñas, pero es porque las consentimos demasiado más; su hermano mayor las tiene muy mimadas.

—Madre, no tienes que decir eso, replicó Anthony apenado. —Pero si son la luz de mis ojos, ellas son las primeras mujeres en nuestra familia; ya hace años ningún miembro de nuestra familia había concebido niñas y me alegra que hayamos sido nosotros los afortunados.

—¿Espera, dices de toda la familia, y es que esta no es toda la familia Dasgood, acaso?

—Claro que no, Samuel, nosotros solo somos una parte de la familia; somos parte de los fundadores, de hecho hay más familias esparcidas en el país, pero como lo digo para que me entiendas, nosotros somos los pilares y mi tío Grays es el patriarca de todos.

—No lo sabía, dije sorprendido y tratando de disimular mi curiosidad y preocupación. Más de ellos y si ellos también practican las tradiciones, no lo puedo creer. — ¿Un momento y Poul? No lo he visto desde que llegué.

—Mi pequeño Poul dijo que tenía algo que hacer desde hace un tiempo, así que no los verás hasta mañana, querido.

—Oh, está bien y por cierto, ¿la sirvienta dónde está? Dije para distraerlos de mi conmoción.

—Quiero que nos disculpe, dijo Leonard. No la pudimos encontrar; lamentablemente, logró escapar.

—Está bien; ya no importa. Si me recomiendan un lugar para vivir, se los agradecería. Voy a…

—No para nada, hijo, esta es tu mansión y está a tu entera disposición.

—Gracias, Lord Grays, pero no quiero incomodar.

—Claro que no faltaba más, tus cosas están en tu habitación de antes y se te asignará otra mucama para tu atención personal.

—Gracias, mañana me gustaría descansar y después iremos a la empresa para hacerme cargo de los deberes si no les importa.

—Cómo tú digas, Anthony te mostrará la oficina y lo que harán juntos; ahora ve a refrescarte y te vemos para la cena.

—Gracias por toda su atención, me retiro.

Ya solo en la habitación estaba meditando la nueva información y tenía que comunicarme con Erika en algún momento para que le preguntara a Margaret acerca de las otras partes de la familia si tenía que preocuparme por eso ahora o no. Estaba tan cansado, que me ocuparía de eso mañana. solo tomaría un baño y a dormir. Temprano en la mañana. Al despertar, mi ropa estaba preparada en el borde de mi cama y una joven se encontraba preparándome el baño; era muy bella, tendría unos diecinueve años y se miraba muy contenta.

—Muy buenos días, conde, mi nombre es Alice y soy su nueva mucama. Estoy a sus órdenes.

—Buenos días y gracias por todo, me podrías traer el desayuno a mi habitación, por favor. Me siento muy agotado como para bajar al comedor y me disculpo con la familia.
—Cómo usted ordene, mi señor.

Dijo mientras salía con una sonrisa en los labios. Me pareció muy extraño no encontrar rastros de maltrato en ella, ya que sabía cómo era esta familia en cuestiones de torturar a sus empleadas. Había visto una docena de mujeres a su servicio y ningún hombre aparate de los dos choferes; claro, los guardias de seguridad tenían su estancia en una casa apartada de la principal, pero a esta chica no la había visto antes. Me encontraba desayunando y ojeando unos papeles cuando alguien tocó mi puerta.

—Con su permiso, solo quería saludar, ya que ayer no tuve el privilegio.

—Buenos días. Poul, Sí, Lady Samanta, me comentó que estabas fuera, y qué tal el viaje.

—Muy corto para mi gusto, y tú, cómo has estado, te gustó la nueva mascota que te conseguimos.

—Sí, a ella no la había visto la vez anterior.

—Es nueva. Dijo él. Tomó asiento en el borde de la cama. — Mi querida gatita fue muy hábil y no la pude encontrar. Sabes que la extraño; solo ella me podía hacer estremecer, pero ni modo a encontrar otra nueva gatita. Mi hermano Anthony contrató a esta exclusivamente para ti y, aunque se ve exquisita, me ha prohibido tocarla, ya que tú comentaste que te gustaban nueve sitas.
Estaba al borde de la cólera, que no me había dado cuenta de que había roto la taza de té que sostenía en la mano.

—Vaya, qué curioso. Dijo Poul poniéndose de pie y acercándose a mi oreja. ¿Pude sentir una vibración de poder emanar de ti? ¿Acaso tú no estás ocultando algo, querido amigo?

—Mierda, se dio cuenta. No tengo nada que ocultar. Poul es solo que mis cosas personales son eso, personales, y si no vienen al caso, no tengo que hablar con nadie de eso.

Él me miraba con la mirada fruncida, como analizándome. Yo traté de poner una expresión fría y sin entusiasmo y dejé que un poco de ese poder se mirara en mis ojos…

—Es solo que no me gusta que toquen lo que es mío y si tu padre me asigna a Alice no quiero que vuelva a pasar lo mismo que con Lilibet.

—Claro, eres un macho territorial, está bien comprendido el mensaje y me parece interesante que tú también… Bueno, no me adelantaré a las cosas. Mis padres quieren hablar contigo. Te esperan en el despacho en una hora. Me retiro y, descuida, no tocaré a tu nueva mascota.

Demonios, eso estuvo cerca; logré respirar más tranquilo; no me había dado cuenta del esfuerzo que había hecho al tratar de pretender frialdad. Tenía que hablar con Margaret enseguida. Así que la chica era nueva, eso explicaba las cosas; por lo menos ella iba a estar bien mientras yo estuviera aquí y eso me tranquilizaba. Bajé al despacho y estaban todos sentados esperándome.

—y esta reunión tan grande a que se debe. Pregunté tomando asiento junto a Damián.

—A ti querido. Dijo Lady Samanta. — Voy a ir al grano; desde que te conocí por primera vez, noté que eras un joven muy especial y que emanaba de ti un gran poder. Poul también lo sintió, dijo volteando a ver a su hijo que sonreía en una esquina con los brazos cruzados. —Así que queríamos preguntarte todos si tú eres consciente de eso en ti.

Yo los observé a cada uno con mirada de indiferencia y esbocé una pequeña sonrisa.

—Así que se dieron cuenta, pues bien, mi padre me confesó hace un tiempo que mi familia era especial. La verdad, no quise escucharlo en ese momento, pero cuando me enojaba, comencé a manifestar una serie de habilidades y decidí averiguar con él. Por eso fui a buscarlo a casa, pero él está muy enfermo ahora y no pude hablar con él. Sé que algo pasa dentro de mí y estoy consciente, pero no sé lo que es. (Mentí).

—Muy bien, hijo, Dijo Lord Dasgood poniéndose de pie. — Algo escuché acerca de tu familia; sé que los hombres de tu familia presentan ciertas habilidades a los veintiún años; son pocos en los que se nota más; en otros solo hay un rastro. Al parecer tú fuiste afortunado; no sé bien los detalles, ya que es un secreto de tu familia. Un tío tuyo tenía un poder decentemente bueno y lo utilizó para robarse a mi hija mayor Margaret, por eso entramos en conflicto con tu familia. Dijo mirándome fijamente y entrecerrando los ojos. —Pero eso ya quedó en el pasado; no te preocupes, nada tiene que ver contigo.

Capítulo 10

¿Ellos solos estaban soltando información? Pero ¿por qué, acaso me habían descubierto? No, eso era imposible. — No entiendo Lord Dasgood a qué punto quiere llegar con eso.

—Seré franco contigo, hijo, tú odias a tu familia y yo quiero acceso a ese pueblo en donde se encuentra tu padre; si me ayudas te daré lo que me pidas más allá de lo que te puedas imaginar, te enseñaré a usar ese poder que posees y nada para ti será imposible; solo necesito que descubras la forma de que yo y mi familia entremos a ese lugar, ya que está protegido con magia muy antigua y ninguno de nosotros podemos siquiera encontrar la ubicación del pueblo.

—Me hice el sorprendido al escucharlo hablar tan desesperadamente. Entiendo, dije. Usted quiere saber si su hija, ¿cómo me dijo que se llamaba? A sí, Margaret, está en ese lugar. Me sorprende que me proponga algo así de repente, pero esa propuesta me interesa, dije sonriendo, tratando de seguir mi papel de hijo resentido. Tiene razón; odio a mi padre y no me interesa nada más, así que trataré de averiguar la manera de que ustedes puedan ingresar en ese lugar.

Le dije, pero claro que no lo haría; ese lugar era el refugio de mi amada y su familia no permitiría que ustedes mismos pusieran un pie en mi hogar. Terminaría esto antes de tener que recurrir a… Poul cortó mi pensamiento al tomar la palabra.

—Se los dije, Samuel iba a cooperar con nosotros, dijo acercándose a mí y dándome una palmada en el hombro. Ella estará con nosotros pronto; ya lo verán.

—Así es, agregaron Anthony y Damián. Por fin la conoceremos.

—Yo fruncí el ceño en una pregunta. ¿Acaso no conocían a su tía Margaret? Dije sonriendo despreocupadamente.

—Claro que la conocemos, dijo Anthony. —La persona que queremos sacar del pueblo de tu padre no es a mi tía Margaret.

A mí se me heló la sangre al escuchar eso; las fuerzas abandonaron mis piernas y caí en la silla mientras sentía que el color desaparecía de mi rostro.

—a no, y… a quien buscan. Dije temiendo que ya sabía la respuesta.

—Mi hermosa prima Erika Amaranta. Dijo Poul. — Sé que está en ese lugar, no me preguntes cómo, pero lo sé.

No lo podía creer; la encontraron, pero cómo. Había bastado ese pequeño poder para encontrarla. Acaso Poul por eso se había ido para seguir el rastro. Tenía que hacer algo… Tenía que…

—¿Samuel estás bien? Estás muy pálido.

—Sí, Lady Samanta, estoy bien, es solo que no dormí mucho. Me retiraré un momento; necesito tomar aire puro y mientras tanto pensaré cómo ayudarlos.

Salií corriendo de la casa y me recosté contra un árbol en el jardín trasero. Tenía que calmarme, o advertirían que algo me pasaba. Tenía que hablar con Erika. Era ahora o nunca. Salí en mi coche y manejé una distancia considerable hasta un parque, y al saber que nadie me buscaba, dejé salir una onda de poder a mi alrededor como si materializara mi escudo alrededor de mí…

—¿Erika me escuchas?

—Samuel, sí, te escucho; dime qué pasa; te siento ansioso.

—¿Esta Margaret hay contigo?

—No, amor, está con tu padre. Yo estoy en la tienda de mi tía recogiendo materiales para la boda.

Escúchame, tienes que hablarle a Margaret que…

—¿Samuel, qué pasa, Samuel contesta que está pasando?

—Tal como pensaba, el pequeño Samuel creía que podía engañar a una familia con experiencia como la nuestra. A ver, Poul, haz lo tuyo.

Hola, querida Erika. Mi nombre es Poul y soy tu primo querido. Si quieres volver a ver con vida a tu querido prometido, ven a nuestra mansión. Tú ya sabes dónde estamos y te he advertido que no le digas a nadie de esto o si no la rata se muere.

—No, no. está bien; yo iré, no le hagan daño.

—No, Erika, quédate dónde estás, yo no importo, sálvate tú, ahí ellos no te podrán hacer nada, no vengas por mí.

Pero Samuel, yo…

—Pero nada, no vengas.

—Hay, mira qué tiernos, tú sabrás, prima, mientras más tarde, más jugaré con mi amigo.

—Samuel, ¡Samuel!

Anthony, no se atrevan a tocarla o ya verán.

—Qué aras, no puedes hacer nada contra nosotros, casi me engañas, pero tu descuido te costará mucho y más te costará el atrevimiento de acostarte con mi prometida.

—Asquerosos monstros Erika es mi prometida y ella nunca estará con alguien como ustedes, puercos desgraciados.

—Átenlo y enciérrenlo en la mazmorra, ya veremos si ella no hace lo que yo quiero.

Desperté en un lugar frío y de paredes gruesas: dos candelabros a los lados de la pared, una silla en un rincón y una puerta de verjas gruesas.

—¿Encantador, verdad? Tiene muchos años este lugar; es mi lugar favorito; aquí jugaba de pequeño con unos vecinos, pero lamentablemente desaparecieron y más no se sabe de ellos. Bueno, yo sí sabía dónde estaban, pero bueno, no todos me siguen el ritmo.

Decía Poul desde una silla en la esquina opuesta. Se me dificultaba hablar; la boca me sabía a sangre y me dolían las costillas.

—¿Por qué estoy tan lastimado?

—¿No lo recuerdas? Eres muy interesante, Samuel, bueno, te lo diré. Perdiste el control al traerte a la casa; golpeaste a Damián muy fuerte, que lo voló por la habitación. Fue muy gracioso. Anthony te tuvo que noquear, pero aun así seguías peleando y explotó la estancia. mi madre se enojará cuando vea el desastre que dejaste en su estancia. Así que nueve de nuestros hombres te ataron y golpearon hasta sedarte y venir aquí. Sabes, me asusté; por un momento eres muy fuerte, pero como dice mi madre, aún no has desarrollado todos tus poderes.

—Por qué no me matas ya.

—¿Matarte? Nadie habló de eso; eres muy valioso para nosotros y te mantendremos con vida hasta obtener los poderes que necesitamos; así mi madre trabajará con tu mente y te unirás a nosotros; te encantará, ya lo verás.

—¿Cómo supiste lo de Erika?

—Bueno, eso… Creo que te lo contaré. Es una buena historia. Verás, cuando sentí tu poder la noche que nos reunimos, se lo comenté a mi madre y ella también te analizó en el desayuno, interesante, pero nada fuera de nuestra normalidad. Luego, Anthony es un prodigio de los negocios; él sabe cuándo un negocio es bueno y rentable. Toda tu propuesta era muy buena y tentadora, pero había algo que no le cuadraba a mi hermano y él jamás ignora sus corazonadas, así que te investigué y pues nada fuera de lo común todavía, pero seguía teniendo ese presentimiento.

Por otro lado, Damián notó algo inusual en tu poder; él sabía que te estabas conteniendo y no te esforzabas en bloquear tu mente. Eso le pareció muy raro y se lo comentó a mi tío. El tío conocía a tu familia y comenzó a recordar la clase de familia a la que pertenecías y, pues, como tú comprenderás, tenía ciertas dudas sobre ti. Tu plan hubiera resultado Samuel, si no fuera por un pequeño detalle que se escapó. Sentí la presencia de mi prima en tu mente cuando estábamos platicando; al principio no me di cuenta, pero después no podía quitarme esa duda, así que te seguí cuando te marchaste y pues así descubrí todo.

No podía entrar al pueblo, así que esperé en las afueras y miré a mi tía Margaret llegar. Fue muy ingenua al bajar esa protección de la que presume y até cabos; ella no se movería por nadie más que no fuera por Erika, así que lo asocié a ti y solo había que ponerte una pequeña trampa y listo.

—Eres un maldito despreciable.

—Tal vez, pero yo no soy el que está atado en la pared, no te preocupes por Erika, ella es especial, la trataremos como se merece.

Por favor, Poul, les daré lo que quieran, todo mi poder, si es necesario les serviré toda la vida, pero no le hagan daño a ella…

—Lo lamento, Samuel. Nada de lo que nos ofreces se puede comparar con lo que ella nos puede dar. La primera vez que recibí mis dones fue extraordinaria; todo ese poder alrededor de mí fue excitante, y volver a experimentarlo será… será… no lo puedo explicar. A mí no me interesan los propósitos de mis hermanos ni lo que tengan planeado hacer con su vida, yo solo quiero jugar, torturar y atormentar; la voz de mi prima y su angustia todavía la ciento en los huesos.

—Como… Como lo hiciste, como hablaste con ella.

—Te usé de conducto, aprovechando que estabas de mente a mente con ella; me interpuse en esa señal y lo pude hacer. Mi madre me lo enseñó; ella es muy hábil con las mentes humanas y aunque solo lo puedo hacer mientras toco a las personas, es muy interesante. Bueno, ya me voy; tengo que esperar a la novia.

—No, espera Poul, no le hagan daño a Erika, por favor, no… Haaaaaaaaa, malditos, los… Voy a…

Tenía que salir de ahí. —¿Erika me escuchas? No vengas, amor, no lo hagas; yo estaré bien; ellos no me harán daño.

—Lo siento, Samuel, si tú mueres, yo también no te voy a dejar; ya voy para ahí, y no hay nada que me digas que me pueda hacer cambiar de opinión.
— Por favor, regresa, no me hagas esto.

—No me lo hagas tú, donde estás, quiero ver.

—No, es mejor que no me veas así, pero estoy bien, trataré de salir de aquí y…

—Samuel, te amo con todo mi corazón, nada de lo que hagan va a dejar que yo te ame, y si tengo que hacer lo que me digan para sacarte de ahí lo voy a hacer, tú no te preocupes, tengo un plan, te amo y espérame.

—Que, no, Erika, Erika. Mierda Mi padre le enseñó a bloquear la mente también, ese viejo. A ver, tengo que calmarme y mirar a mi alrededor; algo me tiene que servir, no puedo moverme, así que tengo que concentrar mi poder en romper las cadenas… Nada, todavía me siento drogado; será que eso me impidé… Por supuesto. Poul lo dijo.

Capítulo 11

Erika Amaranta Dasgood Slohard de Dion

Tomé el primer avión que encontré; no le dije a nadie a donde iba, pero sí le dejé una pequeña pista a mi tía Margaret con la esperanza de que la captara y me siguiera. Sabía que tenía que hacer y lo demás lo vería sobre la marcha. Samuel se había comunicado conmigo hace unos segundos y la angustia me invadió, pero traté de estar lo más tranquila posible; tenía que tener la mente clara si quería sacarlo con vida de ese lugar. Las lecciones de la tía Margaret tenían que funcionar y las del padre de Samuel me iban a servir. También no tendría miedo, no fracasaría, no me dejaría vencer por el temor. Ahora la ira era mi motivación. Ahora estaba tan furiosa con ellos, y si le hicieron, aunque sea una herida a mi prometido, no dudaría en romperles el cuello uno por uno. Ya no era la misma de hace un año, ya no era la dulce Erika, ellos habían matado a mi familia, me habían robado al amor de mi vida, le habían robado la vida a mi querida Margaret, le habían robado la vida a Lilibet. No tendría miedo, no más, no más, no más.

El coche me dejó frente a una mansión enorme con dos estatuas de dragones en la entrada. Tres chicos estaban frente a mi Anthony, Damián y Poul. Los reconocí de inmediato por los recuerdos mostrados por Samuel.

—Donde está mi prometido. Les dije con vos firme y sin vacilar.

—Los tres somos tus prometidos. Dijo Damián.

Yo chasqueé la lengua. —Me refiero a Samuel, les dije mostrando una chispa de mi poder.

—MARAVILLOSO, ven, hermanos, ese es el poder que estábamos esperando, lo sientes, Damián.

—Así es, Poul, lo siento con cada vibración de mi ser.

—Pasa linda, te espera la familia.

Los observé con el rostro lleno de ira; al entrar a la casa me di cuenta de los cuadros en las paredes, retratos de familia, todos iguales a mí. Me dio escalofríos y se me aflojaron los pies, pero continué derecha y caminé hasta el salón de té.

—Bienvenida hija. Yo soy…

—Sé quién eres, contesté, sé lo que son cada uno de ustedes, y ahora comprendo por qué mi padre me quería alejar de esta familia de fenómenos; ahora comprendo por qué la tía Margaret huyó de este repulsivo lugar.

—Bien, si eso es lo que piensas de nosotros, te demostraremos que no es así. Ya estás aquí donde perteneces y no te dejaremos ir.

—Antes de todo, exijo ver a Samuel.

—Tú no vienes a exigir nada aquí, niñata estúpida.

Me gritó la que debía ser mi tía Samanta. Mi poder comenzó a arder y un viento gélido recorrió la habitación. Mi cabello se movía y ondulaba; ella retrocedió, una decisión sabia.

—Muy bien, Anthony llévala a su habitación y prepara a Samuel para que ella lo vea ahí mismo.

—Pero tío, él no.

—As lo que te digo; no discutiré contigo lo que hago en mi casa y, Samanta, que sea la última vez que le hablas así a mi nieta, no toleraré que le falten el respeto; al ser mi única nieta, hija de mi único hijo ya fallecido, ella es la que ocupará mi lugar junto a su esposo. Me reuniré con algunos miembros ancianos de la familia para deliberar quién será el prometido oficial de Erika. Mientras tanto trátenla bien y denle lo que pida, menos salir de aquí, por supuesto.

—Era repugnante; ni siquiera disimulaban frente a mí, me llevaron a una habitación y solo me quedaba esperar a mi Samuel.

Samuel

Me había quedado sin fuerzas al tratar de desencadenarme y alguien abrió la celda.

—¿Cómo está nuestro prisionero de lujo? Te traigo buenas noticias; mi linda Erika pidió verte y como mi tío nos ordenó que hiciéramos lo que ella nos pida, no nos queda más que obedecer. Esta es una pequeña droga que va a hacer que no uses todos tus poderes; no queremos otro ojo morado, verdad, Damián.

—Ya cállate, Poul, solo desátalo y que los guardias lo vistan y se lo lleven a la habitación, apesta.

—Lo bueno de esto es verle la cara a Anthony; no le hizo mucha gracia, pero no me gustó que tratara a mi madre así.

—Como sea, ya vámonos.

Me llevaron a una habitación y me bañaron, vistieron; casi no podía mantenerme cuerdo, ya que la droga estaba haciendo efecto.

Luego me llevaron por el pasillo a la habitación que yo había ocupado.

—Anthony, aquí está.

—Pasen, le diste la… Tal parece que sí.

—Samuel, ¿qué le han hecho? ¿Estás bien?

—Estoy bien, amor, no te preocupes. Solo es una droga para que no use los poderes. Tú… no te han…

—Yo estoy bien, lo siento, no le pude avisar a nadie, lo lamento.

—Está bien, lo importante es que estés bien.

—Déjenme a solas con Samuel.

—Oh, no, no podemos hacer eso, órdenes.

Yo sonreí, —no importa, Erika, si no nos quieren dejar solos, demostrémosle nuestro amor, ellos solos saldrán.

—No hagan trampa, pillines, se les olvida que puedo sentir si se están comunicando por la mente.

—Hagan lo que quieran, dijo Erika, fulminándolos con la mirada con tal que no nos interrumpan.

Ella y yo nos recostamos en el sillón cerca del escritorio, mientras ellos nos observaban desde la puerta. Erika me besó y yo correspondí a ese beso tan dulce. Le rodeé la cintura con la mano derecha y con la otra le acaricié el cabello. Fue un beso tan apasionado que hubiera llenado de placer toda la habitación.

Noté que Anthony y Damián hervían de rabia, mientras que Poul se contenía una risa malévola al ver furiosos a sus hermanos. Erika trataba de mantenerme despierto hablándome de los preparativos de la boda, pero a mí se me cerraban los ojos; estaba tan cansado.

—Bien, dijo ella, si quieren montar guardia toda la noche por mí está bien, pero Samuel duerme conmigo.

—Por supuesto que no, se apresuró a decir Anthony.

—Mi abuelo fue muy específico; lo único que no podíamos era escapar; por lo demás él se queda conmigo y es mi última palabra.

Los candelabros de la habitación se comenzaron a mover y un viento gélido me golpeó los huesos. Era el poder de ella, el fuego en sus ojos; ellos tragaron en seco y dejaron seis guardias dispersos en cada esquina de la habitación y otros más fuera.

—Listo, comentó Anthony. No podemos tocarte a ti, Erika, cariño, pero si intentas escapar, las consecuencias serán para él. Lo que le administramos es un compuesto con veneno; tiene que estarlo tomando cada cierto tiempo y si lo deja y no se le administra el

antídoto ni todo el poder del mundo lo salvará, así que ya lo sabes: se le administrará otra dosis por la mañana.

—Oh Samuel, té…

No importa, amor; estamos juntos y eso es lo que me interesa. Tienes que ser fuerte y seguir así; no dejes que te den nada con drogas, revisa la comida antes de comer, sé astuta mientras mantengas tu poder a flote, podremos retrasarlos. Estoy cansado, voy a dormir un rato, te amo.

Erika

—Samuel, durmió toda la noche; yo lo vigilaba aterrada a que dejara de respirar; los guardias estaban como hipnotizados y no durmieron en toda la noche. Estaba aterrada, pero tenía que ser fuerte por él, por mí, por los dos. En la mañana una mujer ingresó en la habitación con una bandeja de comida para ambos. Yo la observé que miraba a Samuel con tristeza y a mí con resentimiento; no me conocía y ya le caía mal. Samuel despertó; se miraba bien; ya no estaba desorientado.

—¿Dormiste?

No. estaba preocupada por ti.

No es bueno que te desveles; ellos no me harán daño, ya me lo han dicho. Revisa la comida y come algo.

—La comida se miraba bien, y le di de comer primero a él y luego a mí.

—Gracias, Erika, ya me siento mejor. Pronto vendrá Poul; si no me equivoco, a él le gusta molestar a sus hermanos. Creo que podemos aprovechar esa ventaja.

—A qué te refieres.

—A que él no se opondrá en mantenernos juntos con tal que le demos la satisfacción de molestar a Anthony y Damián, eso es un placer para él; tú sígueme la corriente.

—Está bien; haré lo que me digas.

Samuel

—Buenos días, con su permiso; pero a mi querido amigo Samuel le toca su medicina.

—Buenos días, Poul sabía que tú vendrías.

—que se traen entre manos. Ustedes dos recuerden que no pueden…

—No se trata de eso. Es algo que te va a interesar.

—Bien de qué se trata. Oh, sí, ustedes salgan de la habitación, yo me encargo de ellos y les habló después. — Bien, ya se fueron los guardias, dime.

—Te observé anoche; vi cómo te alegraste cuando besé a Erika y tus hermanos se enojaron.

—Eres muy perspicaz, amigo mío. Si me deleite con la ira de Anthony y Damián, fue muy efervescente, y eso a que viene.

—Pues parece que es de familia, porque a mí Erika también le gustaba provocar a sus amigas, y les encantaba hacerlas enojar a propósito para que pelearan entre sí.

—Claro, Samuel, qué recuerdos; una vez hice que mi prima lanzara la muñeca de mi amiga desde un barranco y ella la empujó, se quebró la pierna y la verdad no me sentí culpable. Comentó Erika y yo me pregunté si estaba diciendo la verdad o no.

—Qué anécdota tan satisfactoria. Y eso que tiene que ver conmigo.

—Bueno, Poul, si tú bajas la dosis de esa droga, yo te prometo que mientras esté junto a ella te daremos el mejor espectáculo que verás y estarás en primera fila.

—Suena tentador. La verdad, a mí me da igual quién se quede con ella; no me interesa casarme tan joven, solo el poder que pueda obtener de ella y faltan varios meses para el ritual, así que necesitaré algo en que entretenerme.

—Lo haremos, primo, te daremos eso, solo baja la dosis, así Samuel no estará dormido todo el tiempo y tus hermanos la pasarán mal. Además, ganamos los dos. Yo me desquito con esos canallas, estoy con mi Samuel y tú ves arder la casa.

—Bien, pero tengo otra condición: no te metas con mi madre, ella es la única que no puedes tocar.

—Trato echo, te lo prometo, pero no respondo por cualquier disgusto que le provoque, que eso ya no depende de mí.

—Bien que comience el juego, den lo mejor de sí, y bajaré la dosis porque hoy tenemos almuerzo familiar.

Capítulo 12

—Nos estamos arriesgando en hacer tratos con Poul Erika, pero es lo que se me ocurrió; si me suministra pequeñas dosis, tal vez pueda recuperar un poco de mi poder y huyamos en su debido momento.

—También lo creo, le daremos eso que quiere.

—Amor, te viste cuán convincente es la historia de la muñeca. ¿Si fue mentira, verdad?

—Mitad verdad, mitad mentira, como tú dices. Bajemos al comedor. Ya deben de estarnos esperando.

Cuando bajamos yo me podía sostener, pero fingí estar más dopado para no levantar sospechas. Estaban todos; el abuelo de Erika también. Había llegado con dos miembros más de la familia; las niñas no se encontraban, por lo que supe que no iba a ser un almuerzo agradable.

—Bienvenida, hija, toma asiento, veo que el conde nos acompañará.

—Samuel estará donde yo esté, dijo ella con voz firme y levantando su barbilla. Tomamos asiento frente a los tres hermanos; Poul nos sonrió maliciosamente.

—Claro, hija, todo lo que tú quieras.

—¿Lo que quiero? Somos rehenes en esta casa, que dices.

—No lo tomes así, se les está dando toda la libertad posible. Tú eres muy especial para mí, para ambos. Ellos son Gregori y Filipo. Son parte del consejo de ancianos y ellos se encargan de…

—De armar el despreciable ritual que tienen en mente, eso es lo que hacen. Abusan de las mujeres de su familia, repugnantes, desgraciados. Dije furioso mirando a los dos ancianos a la cara.

—Y este tipo qué tiene que hacer aquí, porque no lo llevan al calabozo y que deje de ofender nuestras tradiciones mald… Dijo el anciano, pero en eso Erika lo interrumpió, mirándolo fijamente, y una capa de viento se elevó a su alrededor y uno de los cubiertos salió despedido y se clavó en la silla del anciano, justo a milímetros del rostro.

—Él es mi prometido y el amor de mi vida; quien vuelva a referirse a él frente a mí de esa manera se las verá conmigo. El hombre tembló al ver el cuchillo y todos estaban maravillados con los poderes de ella, menos la madre de los chicos, por supuesto, quien se encogió de hombros.

—Ese… Esa es solo una pequeña parte del poder de mi princesa. Mi nieta nos guiará a la máxima gloria, así que ten cuidado, Gregori, con tus palabras.

—Estoy aquí contra mi voluntad y soy consciente de que soy su prisionera y no me dejarán ir, pero si alguien se acerca a hacerle daño a Samuel no dudaré en matarlos a todos; ya me explicaron la clase de droga que él posee en su cuerpo y no trataré de escapar, pero no dudaré en lastimarlos si algo le pasa.

Ella se miraba como una reina al pronunciar esas palabras. Estaba tan orgulloso de Erika, pero también tenía miedo de lo que pudiera pasarle. Estábamos comprando tiempo y no teníamos mucha hora de jugar, ¿verdad, Poul?

—Gracias, amor mío. Le dije que tomaría su rostro en mis manos y ella respondió con una sonrisa y me besó. Las caras de Damián y Anthony tenían toda la legibilidad que se podía; estaban furiosos; esta era un arma de doble filo porque nos exponíamos a su venganza.

—¡BASTA! Dijo Anthony levantándose de la mesa: tío, padre, ancianos. ¿Cómo es posible que permitan esto? Ella es mía, es nuestra, y ese tipo la… Debemos apartarla de él.

—Mi hermano tiene razón, esto es ridículo, porque hacemos lo que ella nos dice y…

—Basta ya a los dos, mi nieta está aquí y es lo que me importa; el ritual está a más de dos meses todavía y mientras tanto ella puede estar y hacer lo que quiera; ustedes no van a cuestionar mis decisiones, ahora está claro.

El rostro de los dos palideció cuando de Lord Dasgood emanó un aura de color rojo y en sus ojos había fuego; era parecido al de Erika, más poderoso hasta yo me encogí.

—Sí, tío, disculpa lo que tú digas. Decían los dos al unísono, y todos en la mesa empezamos a comer. Menos Poul, que se deleitaba con el espectáculo, estaba temblando de placer; era repugnante verlo así.

—La comida es buena, Samuel, come.

—Tu abuelo da miedo, y creo que lo subestimamos. Tiene un poder increíble, pero por lo menos te dio su lugar; usaremos eso de ventaja.

—Como tú digas.

Poul nos observaba; sabía que nos estábamos comunicando, pero pareció no importarle. Anthony y Damián me miraban como si quisieran estrangularme ahí mismo y solo les di una sonrisa, lo que hizo que a Damián se le doblara el cubierto en las manos.

—Muy bien, se pueden retirar todos, los ancianos tenemos que discutir varias cosas; tú también puedes quedarte, Leonard, hija mía, hablaré contigo más tarde, espérame en tu habitación.

Cuando subíamos por las escaleras, Damián y Anthony nos cortaron el paso.

—Ni creas que ya ganaste esto, Samuelito, ella es mía y nada podrás hacer para cambiar eso.

—Así es, como dice mi hermano; tarde o temprano ella estará en nuestras manos y no podrás impedirla. Y tú, preciosa, disfruta el tiempo que quieras con él porque muy pronto conocerás las cosas buenas de estar conmigo.

—Basta ya, Damián, con ella no, este bastardo es el del problema, si él no se hubiera interpuesto en mi camino, Erika no… En fin, vete de aquí.

Damián salió a toda prisa, furioso, sin quitarme la vista de encima. Anthony se dirigió a Erika.

—No tocaremos a Samuel mientras estés aquí, pero de ti depende en comportarte.

—¿Me estás amenazando acaso?

—No prima, no es una amenaza, tú no… No sabes lo importante que eres para mí y no haría nada que te lastimara.

—Palabras vacías para alguien que pretende abusar de mí junto con sus hermanos.

—Esa no es mi intención, te lo aseguro. Yo he hecho todo lo posible para que mi tío me elija a mí y así… Si tú declaras que me amas, Erika, ni Damián, ni Poul podrán tocarte. Serás solo mía y…

—Nunca oirás esas palabras de mi boca; déjame tranquila y no te metas con Samuel. Ahora, apártate de mi camino.

—Te lo advierto, solo quiero protegerte. Le dijo acercándose más a ella: —Y tú sí eres inteligente. Dijo mirándome a la cara. — Le aconsejarás que eso que le propongo es lo mejor para ella, si no la torturarán entre todos hasta sacarle lo último de su poder.

Erika y yo nos mirábamos sin decirnos nada en el dormitorio. Estábamos pensando en las palabras de Anthony y tomando en cuenta lo que me había contado Margaret acerca del ritual. Estaba aterrado de solo pensar que eso le ocurriera, pero sí había una pequeña oportunidad de que ella no sufriera tanto como yo…

—¿Lo estás considerando verdad? No me mientas, Samuel, sabes algo que yo no, de lo que piensan hacer conmigo.

—Si hay una posibilidad de que te salves, yo la tomaré, no importa que…

—No, ni se te ocurra pensar que… no lo haré.

—Tienes que. tú no te imaginas que lo que te van a exponer es aterrador.

—Lo soportaré y…

—No lo harás, te quebrarán, te dañarán, te dejarán bacía y yo no toleraría verte así, perderte de esa manera y eso te obligará a pasar. Yo no podría con la culpa, por lo menos con la proposición de Anthony tendremos una ventaja; luego escaparías con tu poder intacto, como lo hizo Margaret.

—No creo que quieran cometer ese error una vez más. Seguramente ya están preparados para que no vuelva a pasar y… Dije que haría lo que me pidieras, pero no me lances a los brazos de otro hombre, por favor.

Esas palabras me destrozaron el alma; como podría, yo solo quería sacarla de esta pesadilla. Estaba desesperado. No sabía qué más hacer.

—Lo lamento, amor, no llores; es que no sé qué más hacer; estoy desesperado, me siento inútil, tan cobarde.

—No eres un cobarde, y yo te cuidaré hasta… Espera, Escucho pasos; recuéstate como si estuvieras desorientado.

—Increíble, eso fue magnífico.

—Eres tú, Poul,

—Sí, y quién creías, estuvieron tan increíbles. Mis hermanos casi terminan pulverizados por mi tío. Saben que él casi nunca muestra su poder y que lo haya hecho esta tarde, fue… abrazador, éxtasis recorrió mi cuerpo, fue magnífico, hasta mis huesos temblaron. Si siguen así y será divertido, Damián está tan furioso que golpeó a Anthony y ahora mis padres los están reprendiendo.

Erika y yo nos miramos.

—Bueno, más tarde en la noche vengo a darte tu medicina. Samuel, porque tampoco queremos que te nos vayas, tú me entiendes, claro, será poca como quedamos, pero trata de no actuar tan bien, mi madre casi se da cuenta de que no estabas muy drogado y si ella manda a otra persona a… Bueno, tú ya sabes, esa no será mi culpa. Actuaciones, chicos, métanse en el papel. Decía mientras serraba la puerta, riendo a carcajadas.

—En serio samuel No sé cuál de todos me aterra más, pero este poul está encabezando la lista.

—Así es, es sádico, pero tenemos que aguantarlo.

—Odio esta familia, odio él parecido a ellos, odio este cabello, estos ojos, este rostro; me odio a mí misma de ahora en adelante. Esta cara que miré en el espejo me recordará a estas personas.

—No digas eso, tú no eres como ellos, nunca vuelvas a decir esas palabras, Erika, tú eres mi amor, mi luz y todas las partes de ti, yo las amo, tu cabello, tus ojos, tus pecas, tu rostro, todo eso lo amo con cada parte de mi corazón y cada vez que te veo solo quiero amarte más y más siempre.

—Samuel, eres un idiota cursi, gracias por estar a mi lado siempre.

—Yo no te merezco; por mi culpa estamos en esta situación; soy un idiota al creer que podía engañarlos.

—Hiciste lo que creíste apropiado por nuestro bien y cuando esto termine nos casaremos y seré tuya para siempre.

—Ahora quién es la cursi.

Capítulo 13

Estábamos abrasados, dormidos juntos, cuando tocaron las puertas. La luz que entraba por los ventanales de la habitación tenía tonos naranjas y matices; debía ser ya el atardecer.

—Disculpen que los haya despertado, pero necesito hablar contigo, Erika, nieta mía.

—Dime que deseas.

—Bajemos al despacho.

Ella me miró; yo fingí estar cansado. —Ve, estaré bien; solo será un momento. Le dije casi sin voz. Ella asintió.

Erika

Mientras caminaba tras mi abuelo, mi mente estaba en Samuel; no lo quería dejar solo en la habitación, pero no tenía de otra. Despejé mi mente para que él pudiera entrar y viera y escuchara lo que mi abuelo tenía que decirme.

Pasa y toma asiento lo que tengo que hablar contigo es largo. Mira, hija, sé que nos tienes en un mal concepto y tienes toda la razón en sentirte así. Esto que hacemos es nuestro legado y jamás en todos los años me había arrepentido de nuestras tradiciones hasta este momento. Talvez, no me creas, pero yo amé a tu padre con todo mi corazón y también entendí por qué huyó de nosotros. Él era mi único hijo, el siguiente en continuar mi legado; cuando supe que se había casado con tu madre, me indigné demasiado y quería ir tras él hasta que supe que tu madre era la hijastra de un amigo mío.

—Porque… Porque cambiaste de opinión, ¿qué tiene que ver mi madre en esto?

—Tu madre era un pariente lejano de nosotros; era parte de otra rama de la familia. La había investigado lo suficiente para saber que ella era una de las elegidas.

—¿Elegidas? Dices que mi madre era prima de mi papá.

—Así es, ella fue concebida en uno de los rituales de poder y por eso sabía que ella iba a ser una buena compañera para mi hijo y que tú nacerías con un poder que no se había visto desde mis tiempos. Tú no eres como todos estos, Amaranta, tú eres el poder mismo, tú eres la próxima matriarca de esta familia y si tú quieres puedes…

—Espera que me, estés… Mi madre no era como… Yo no… ¿Y mi padre lo sabía?

—No, él se dio cuenta mucho tiempo después, cuando tú ya habías nacido y por eso recurrió a las habilidades de Margaret para esconderse de nosotros. Yo le prometí que si regresaban, que si te conocía, todo iba a ser diferente, iba a cambiar las leyes y no tendrías que pasar por esto, pero él no me creyó y…

—Y lo mataste y mi madre también.

—No, yo amaba a mi hijo; nos informaron que tus padres iban en ese auto; nuestra intención era atraerlos a nosotros, pero ellos descubrieron a Marcus; él era uno de mis sobrinos; él tenía la habilidad de mirar dentro de las mentes de todos y tu padre sabía que si los capturaban sabríamos donde te escondían, así que él estrelló el auto contra Marcus y… lo lamento, esa no era… Me he lamentado todo este tiempo de eso, pero a mí no me importa sacrificar a otra persona de la familia con tal de que tú estés bien; se lo prometí a mi hijo, aunque él no me lo haya creído.

—Eres un monstruo. Pretendes hacerme creer que tú me amas, que amaste a mi padre y hasta involucras a mi madre en esto. Eres… un…

—Créeme, no te miento, por favor, no quiero que el ritual se lleve a cabo de la manera que se hace, quiero que sea más privado y personal. Ya hemos escogido a Anthony para que él sea tu esposo; será rápido y no tendrás que pasar por lo que pasaron las otras, tú no, hija, solo tienes que declarar que te enamoraste de él y ya no te podrán obligar que estés con nadie más.

—¿Y Samuel, qué pasará con él? A él es a quien amo; mi vida ya está conectada a él; aunque quisiera, no lo puedo negar.

—Las reglas del ritual son así; al momento que declares con tu boca que amas a Anthony, toda conexión con él desaparece.

—¿Pero qué harán con él? Y no me mientas.

—Él es muy valioso para nosotros, lo dejaremos libre, pero Samanta trabajara en su mente para que él se una a nosotros; su poder es increíble y nos será de mucha utilidad.

—¿Quieres decir que será como un esclavo toda su vida?

—Estará libre, podrá ir y venir donde se le plazca y tal vez algún día casarse y tener hijos. Tendrá una vida Erika, al igual que tú.

—Él… Él me recordará.

—Me temo que no.

—Porque tú no detienes esto si puedes. Si lo haces, me quedaré aquí y haré lo que quieras, pero solo te pido que me dejes casarme con él.

—Lo siento, no puedo solo. Yo no lidero el consejo. Somos siete y yo por desgracia no tengo el poder suficiente para decidir. Fue el juramento que hicimos al recibir estos poderes y dones. Tenemos que hacerlo o la bendición se convertirá en una maldición y todos los miembros de la familia… Sé que no es justo; por desgracia, a las nuevas generaciones de la familia les encantan estas tradiciones, pero somos pocos que ya no queremos ver a nuestras mujeres sufrir así. Es por eso que no seguí buscando a Margaret; ella logró escapar y, por una parte, eso me alegra.

—¿No hay ninguna manera de detener esta maldición?

—Tal vez tú puedas; tu poder es muy grande y si lo desarrollas más con el ritual, es probable encontrar una manera.

—¿Puedo pensarlo?

—Si mi niña tenemos tiempo, piénsalo y lamento todo lo que va a tener que pasar.

Samuel

Erika entró por la puerta, y vino directamente a abrasarme. Tenía la carita empapada de lágrimas, yo no dije nada, no pregunté, había escuchado y visto todo, solo la consolé brindándole mi cariño. Los guardias estaban fuera de la habitación, así que dentro estábamos solos. Cuando dejó de llorar la besé y le sonreí.

—¿mejor? Dije secándole la carita.

—Sí, gracias, ¿te sietes bien tú?

—Sí, creo que el efecto es muy tenue y faltan como dos horas para que Poul me administre otra dosis.

—¿Dos horas he?

¿En qué piensas con esa sonrisa coqueta?

—En que tenemos dos horas y yo ya te extrañaba y no hay guardias dentro.

—Sabes qué a veces. Eres muy Sucia Erika.

—Necesito distraerme de toda esta mierda.

—Dios, qué boquita.

Yo también la deseaba tanto; aunque no era el lugar ni el momento adecuado, no me importó, así que comencé a desvestirla poco a poco. Con cada caricia nuestros cuerpos se relajaban más, y nos olvidamos de donde estábamos y nos fundimos en uno solo. Ella y yo estábamos haciendo el amor tan apasionadamente y sin control como nunca y eso me hizo más.

—No conocía esa parte de ti.

—La estaba guardando para la noche de bodas.

Su cuerpo era tan hermoso y suave y los sonidos que hacía, por dios, estaba tan enamorado de ella y no quería que se alejara de mí jamás, jamás, jamás. El solo imaginarme que otro hombre la… No. despeje eso de mi mente y solo me concentre en el momento con ella en sus movimientos de caderas, ella sobre mí moviéndose de arriba hacia abajo y justo cuando estábamos a punto de…

—Disculpen por interrumpir. Dijo Poul entrando a la habitación. —Pero ya te toca la medicina; recuerda que si no la pongo a tiempo te nos desvives.

Tras él estaban Anthony y Damián, que no dejaban de ver a Erika perplejos con ira en sus rostros. Ella se cubrió con la manta y se dirigió al baño, no antes de darme un beso. Poul no podía contener la risa mientras ella serraba la puerta.

—Disculpen, dije, colocándome los pantalones por debajo de la manta. —Ya saben las parejas enamoradas. Damián se precipitaba sobre mí, pero Anthony lo detuvo con una mano sin quitar su mirada fría sobre mí. Erika salió con su bata del baño y miró a Anthony.

—Bien, Samuel. Dijo Poul tratando de retener la risa: —Vamos a colocarte la…

—No, interrumpió Anthony tomando la jeringa. Esperemos un par de minutos, hace tiempo que no veo el efecto que hace el veneno mientras se esparce.

—Erika Miro a Anthony, asustada, mientras que a Damián se le dibujaba una amplia sonrisa en el rostro…

—Basta, Anthony, no juegues con eso, dijo Erika. Eso no…

Me empezó a dar un dolor en el pecho como si me quemaran de adentro hacia afuera y mis venas sobresalían. Mi corazón se aceleró y me costaba respirar.

—¡No! Por favor, gritaba Erika, Pónsela ya, Samuel, Samuel.

Pero el desgraciado solo me miraba y sonreía.

—Anthony morirá en dos minutos si no…

—Cállate, Poul.

—Hagan lo que quieran; a mí me da igual. Dijo retirándose al pasillo.

Erika estaba sollozando y Anthony la miró y le entregó la jeringa. Ella corrió a ponérmela; le temblaban las manos. Sentí como poco a poco el dolor desaparecía y mi corazón se normalizó también mi respiración. Mire a Anthony que miraba con tristeza a Erika y luego su mirada se hizo de piedra de nuevo.

—Lo. Lamento Erika le dijo: estaba enojado. Dijo retirándose de la habitación.

—Porque te disculpas, dijo Damián; ese bastardo se lo merece… Y de repente, Damián salió volando de la habitación y dio contra el muro del pasillo. Se escuchó la risa en carcajadas de Poul mientras Erika usaba su poder para azotar la puerta.

Capítulo 14

—Erika ¿Qué has pensado acerca de lo que te dijo tu abuelo?

—No quiero pensar en eso todavía. Samuel, estoy tan enojada con Damián que si lo vuelvo a ver solo sería para cortarle la cabeza.

—Lo bueno de aguantar el dolor fue cuando salió despedido por la habitación. Fue un buen sierre para Poul.

—Me aterré, pensé que te…

—No te preocupes, voy a estar bien y no creas que no buscarán la oportunidad de molestarme. Solo ignorémoslo si lo quieres. Estoy muy agotado, amor; dormiré unas horas; mientras tanto, sal a tomar aire al jardín. Te noto muy pálida; no te preocupes por mí no, me pueden hacer más daño.

—Está bien, saldré por un momento, tú descansa. Si pasa algo me avisas, por favor.

Erika

Estaba tan enojada por lo que había pasado la noche anterior que salí a despejar mi cabeza un momento. Permanecía con la mente abierta y pendiente a cada cosa en la habitación donde se encontraba Samuel descansando. Estaba al borde de la desesperación; no sabía qué hacer, de que me servía este poder si no podía salvarnos. No le quería dar vueltas a la propuesta de Anthony. Él se miraba sincero, pero mi abuelo había dicho que Samuel se olvidaría de mí y esa sola idea me aterraba hasta la médula.

—Por qué tan pensativa, prima.

—Anthony, me asustas, nada que te interese.

—¿Estás… estás enojada conmigo verdad?

—Y no es para menos, me retienen contra mi voluntad en este lugar, me quieren obligar a estar contigo, maltratan a mi novio y cómo quieres que esté, dime.

—Te entiendo perfectamente; pero ni mi tío ni yo queremos que tú… Entiende que esto está más lejos de nosotros.

—Lo sé, mi abuelo me explicó, pero porque tienen que ser tan crueles, porque tanta maldad.

—Está en nuestros genes. Erika, no podemos ser de otra manera; ¿no has sentido tu misma ira y placer al mismo tiempo? Es algo en nosotros que no podemos evitar. Yo no soy buena persona y sé que he hecho cosas tan atroces que no tengo perdón, pero jamás te lastimaría a ti, tú eres especial, yo te amo y si en mis manos estuviera sacarte de aquí…

—hazlo, Anthony, ayúdame a escapar, salva a Samuel, por favor te lo suplico.

—¿Tú… lo amas verdad?

—Con todo mi corazón y haría cualquier cosa por él.

Él se quedó mirando fijamente el cielo, pensativo, antes de hacerse hacia mí.

—Voy a sacar a Samuel de aquí con una condición: sabes que tú no puedes irte, estás atada a este lugar a nosotros, pero puedo asegurarte protección de los demás miembros de la familia; si aceptas ser mi esposa antes del ritual, nadie podrá tocarte solamente yo. Si me lo prometes te juro que sacaré a Samuel de aquí sano y salvo.

Erika ayúdame.

—¿Samuel, que pasa?

—Es que Damián me está trasladando a un lugar, pero…

—Samuel, Samuel contesta.

—¡MIERDA!

—¿Qué pasa, Erika, porque te alteraste?

—Es el idiota de Damián; corre, se llevó a Samuel de la habitación.

Corrí a toda prisa, subí las escaleras y cuando entré a la habitación, casi sin aliento, Samuel no se encontraba ahí.

—Anthony busca a tu hermano ahora y que me traiga a Samuel de regreso.

—Espera, aquí. lo buscaré.

Samuel

Me encontraba descansando en un profundo sueño, cuando alguien se sentó a mi lado; pensé que era Erika, pero no. Damián me miraba con ojos maliciosos y me tapó la cara con una bolsa de tela para luego sacarme de la habitación junto con dos guardias; tuve tiempo de avisarle a Erika antes de que él me inyectara algo que me hizo quedarme inconsciente.

Desperté en otra habitación más pequeña y subterránea; lo sabía porque había moho en las paredes y olía a tierra y agua como si estuviéramos en unos túneles. Damián estaba frente a mí con un látigo en las manos.

—Qué estás tramando, porque no puedo moverme, que me diste.

—Con un potente relajante muscular no podrás moverte ni sentir nada en unas horas, oh, pero créeme que cuando el efecto se te pase sentirás todo. Lo que tu perra me hizo no estuvo agradable. Ya me cansé de Erika; lo único que quiero es poseerla y ganarle a Anthony; ya no me interesa jugar al primo adorado con ella. Al diablo con todos, y empezando contigo, eres un estorbo y te ahorraré el martirio de ver a tu amada destruida.

—Eres un… suéltame y pelea como hombre, no con estos trucos cobardes.

—No me hagas reír, mira, es mediodía; mañana por la mañana el efecto de la droga dejará de hacer efecto y el veneno se extenderá por tu corazón, matándote y yo solo me quedaré aquí mirando cómo te ahogas en tu propia mierda. Mientras tanto sufrirás.

—Erika, Me escuchas, Erika; no te preocupes por mí, recuerda que te amo y si tienes la oportunidad de escapar, hazlo directo a casa y cuida de mi padre, por favor.

Samuel no… No te rindas; en donde estás, iré por ti.

No lo sé, amor, no tengo mucho tiempo. Mañana por la mañana se acabará el efecto de la droga y… Está bien, todo el tiempo contigo fue un regalo y me llevaré todos esos momentos vividos en mi corazón; eres valiente, recuérdalo, ya no tendrás ningún pretexto para acabar con todos; sálvate a ti, te amo, lo lamento, pero no dejaré que me veas así, lo siento, amor.

no, Samuel, ni se te ocurra serrar tú… Samuel, por favor, no me dejes; te necesito.

—Muy bien, Samuelito. Espero que esa onda de poder que emana de ti haya sido la despedida, porque no tendré piedad.

—No te tengo miedo; haz lo que quieras, estoy listo.

Él me azotó varias veces hasta que estuvo más que satisfecho. No sentía dolor, pero sí sentía cuando algunas partes de carne se desprendían de mi piel. Estaba seguro de que Erika le haría pagar cada latigazo, así que el solo pensar en las mil maneras que ella lo podría matar me sacaba una sonrisa.

—Estás muy contento ahora, pero espera, cuando el dolor te empiece a alcanzar, nadie estará aquí para cuidarte; morirás solo como un perro y yo me deleitaré con mi prima, no creas que no tengo planes para ella.

—Ella… Te matará en cuanto té vea.

—Es posible, pero yo sé cómo neutralizar ese poder antes de que lo use. Ahora me retiro, pequeña rata; volveré para ver tu fin.

Erika

Estaba destrozada, me costaba mantener la respiración; desesperada, no sabía qué hacer.

—¿Anthony lo econtrasté?

—Lo siento, los guardias dicen que tomó a dos hombres y se lo llevaron en el auto, pero no dijo a donde.

—Él me habló hace un momento, despidiéndose. Ayúdame. Anthony, por favor. Él morirá mañana por la mañana si no toma esa maldita droga que le dan, y… yo… Si él muere yo también yo…

—Cálmate, pudiste ver en donde estaba; te dio alguna pista.

—Sí, sí, era un lugar pequeño con paredes de ladrillo viejo y sentí un aroma a agua o moho; no sé, eso es lo que pude ver y sentir antes de que me secara la mente.

—Moho, agua, ladrillos y… Ya sé dónde puede estar. Pero si yo intervengo, él me delatará y…

—Sálvalo Anthony. Sálvalo y me… Me casaré contigo, salva a Samuel y te juro que haré lo posible para que no me busque de nuevo; sálvalo y seré tuya, solo no lo dejes morir, te lo suplico.

—Está bien, Erika, lo salvaré, pero solo lo haré por ti, porque como comprendes su vida no vale nada para mí. Acabas de prometérmelo, no me falles, Erika. Me arriesgo a matar a mi propio hermano por ti, recuérdalo.

—Sí, te lo juro por la memoria de mis padres, solo salva a Samuel y llévatelo al pueblo, déjalo cerca para que lo encuentren y dale el antídoto, por favor.

—Demonios, el antídoto, no lo recordaba; lo tiene Poul en su habitación.

—¿Poul? Déjamelo a mí; yo me encargaré de distraerlo mientras sacas el antídoto. ¿Sabes dónde lo guarda? —sí, contestó, mirándome desconcertado.

Capítulo 15

Samuel

Tenía frío, estaba temblando y un ardor recorría todo mi cuerpo. Todavía podía ver un rayo de luz por una pequeña grieta arriba de mí. Debía de pasar de las tres de la tarde; estaba tan adolorido que el solo moverme me… podía moverme, pero era un dolor infernal. ¿Qué sentido tenía Lavarme, si iba a morir en menos de veinticuatro horas; no dejaba de pensar en Erika y en lo que dijo Damián; si él hizo esto es porque tenía un plan para liberarse de su furia? Solo me quedaba la tranquilidad de que Anthony de verdad cuidaría a Erika y, si decía la verdad, él no permitiría que la lastimaran y su abuelo.

Maldición, me estaba resignando. Le estaba confiando la vida de mi novia a esos monstruos. Hasta dónde puede llegar mi desesperación, sabía que ella no se quedaría tranquila; sabía que en estos momentos trataba de buscarme. Quería hablar con ella, pero no podía usar nada de mi poder; estaba muy lastimado y adolorido, que era pura voluntad lo que me mantenía despierto.

Erika

Poul no era fácil de engañar; tenía que hacer mi jugada en serio sin trucos ni mentiras, tenía que buscar esa maldad en mi interior y… usar sus gustos y placeres a mi favor.

—Poul, ¿estás en tu habitación? Puedo hablar contigo.

—Qué sorpresa: mi linda flor quiere hablar conmigo.

—Puedes venir a mi habitación, por favor.

—Claro, te sigo. Bien dime a qué se debe él…

—Damián se ha llevado a Samuel, por favor, dime si sabes en donde se encuentra.

—Ok, supe algo de eso, pero porque te diría, a estas alturas no creo que Samuel esté con vida y si lo está, mañana morirá.

Lo dijo recitando cada letra una por una. Dejé que una ola de mi poder saliera y la habitación comenzó a sacudirse.

—Cuando regrese Damián, le cortaré cada parte de sus miembros uno por uno hasta que me suplique piedad y empalaré en el jardín su cabeza para que los cuervos le arranquen los ojos a picotazos. Dije mostrando llamas en mis ojos.

—Oh, qué magnífica pintura me acabas de describir, y este poder me hiela los huesos; eres magnífica, Erika; esto hace que me regocije ante ti. Pero no sé dónde se encuentra mi hermano, y por favor, solo cuando tengas pensado en hacer lo que me acabas de describir, guárdame la primera fila para ver tal obra de arte. Algún día, si logras acabar conmigo, espero que me des una muerte tan creativa como esa mi flor.

Decía, mientras se retiraba sonriendo, esperando que el poder que solté hubiera sido suficiente para que Paul no percibiera a Anthony entrando a su habitación y ahora todo estaba en las manos de mi primo mayor, mientras en mi corazón solo rezaba para que Samuel estuviera con vida.

Samuel

Desperté; estaba tan obscuro que solo podía distinguir un farol fuera de la celda; escuchaba voces del otro lado; seguramente eran los guardias que había dejado Damián. Estará muerto en tres horas. Los escuché decir. ¿Tres horas cuanto había estado inconsciente? tenía mucha sed, y mis heridas dejaron de doler, pero sentía mucho frío y no me había dado cuenta de que mis dientes titiritaban. Tres horas estaría muerto en… Me invadió el pánico. No quería morir así, no de una forma tan miserable, y Erika estaría sola con esos bastardos. Tenía que pelear, tenía que…
Había una pelea afuera, no podía ver nada y luego silencio. La puerta se abrió y luego la de la celda.
—Sigues vivo, eh, que bien, así no tendré que dar condolencias.

—Anthony, que haces… Tú también vienes a…

—Cállate y ponte de pie antes que Damián despierte, le di un somnífero muy fuerte y no tengo tiempo para explicarte; puedes ponerte de pie o también tengo que cargarte.

—Eres un… Creo que sí, pero estoy… Toma esta manta, cúbrete con ella; le quitaré la ropa a un guardia y te la pondrás, también zapatos por lo que veo. A Damián le gusta rudo. Muy bien, ahora sígueme con cuidado; este lugar es asqueroso; no puedo creer que exista todavía.

—¿Cómo me encontraste?

—Erika me pidió que viniera por ti. Me dio algunas pistas y deduje que estabas aquí.

—Claro y tú encantado le hiciste caso.

—Por mí te pudiste haber muerto solo aquí, pero no podía verla así, estaba tan… Amenazó con matarse, si no te ayudaba. Y como comprenderás eso no lo permitiré; aunque ella no me crea, yo la amo.

—Qué tierno eres. Dije sarcásticamente. Mientras recorríamos un pasillo largo, la luz de la luna apareció frente a ambos y nos subimos a un coche.

—¿Sabes que moriré en unas horas, verdad?

—Qué dramático, ten: ese es el antídoto, hasta el fondo. Se lo robé a Poul; no se dará cuenta, ya que posee muchos. Tardará en hacer efecto, pero estarás bien.

—¿A dónde me llevas?

—Saldremos de aquí; hay un avión privado esperando y te llevará hasta la entrada de tu pueblo; ahí alguien te reconocerá y te llevará con tu padre o a algún hospital que curé esas heridas; si no te mata el veneno, la infección lo hará si no te tratas.

—¿Qué, no? No dejaré a Erika.

—Ella estará bien, hicimos un trato; yo te rescataba, te daba el antídoto y te llevaba a tu casa si ella se casaba conmigo.

—Eres un maldito, te aprovechaste de esto.

—Tú no lo entiendes, que ella y yo nos casemos es la única manera de protegerla, que debes entender tú, si no sabes los horrores que nuestra familia ha tenido que pasar para mantener viva esta maldita maldición.

—Hablas como si eso para ti fuera una tortura.

—Lo es; mi tío y yo somos los únicos de esta rama de la familia que ya estamos cansados de esto; ver morir a nuestras hermanas o primas porque las obligan a hacerlo no es… Tú no entiendes nada, solo dale las gracias a Erika por el sacrificio que hace por ti y aléjate de ella.

—No lo haré, tal vez tienes razón y la puedas rescatar de los horrores de tu familia, pero dime a tus hermanas y a tus futuras hijas quién va a velar por ellas.

—Tú crees que no lo pienso todos los días; eso me carcome el alma siempre; si Erika es la solución para acabar con esto, la tomaremos; talvez en un futuro mis hermanas puedan escapar.

—Déjame ayudarte, Anthony, tráelas a mi pueblo, ahí estarán seguras; ellas son unas niñas y tú y Erika pueden.

—¿Crees que tú y yo pudiéramos vivir en el mismo lugar amando a la misma mujer? eso es imposible. Eres tú o yo, Samuel, y no pienso dejarte el camino libre con Erika.

—Entonces las vas a condenar a una vida así solo por tu egoísmo.

—EGOÍSMO, quién es el egoísta, acabamos de arriesgar nuestras vidas por salvarte, sabes lo que me harán si saben que yo te ayudé a escapar, no, yo me salvaré de mi padre, egoísta, solo piensas en ti mismo, ¿dime estarías dispuesto a renunciar a Erika si yo la, saco de la mansión y me la llevo lejos, dime lo harías?

Lo miré a la cara con el horror en mis ojos y la pena en los suyos. ¿Acaso juzgué mal a este hombre? ¿Acaso no soy tan diferente a él? Conocí a Erika desde pequeño por mis recuerdos y también creí que tenía un derecho a ella. A ella le pasó lo mismo conmigo y nunca le di la opción de escoger, ¿soy un egoísta?

—No, respondí, por más que quiera no puedo renunciar a Erika y no tolero que esté contigo. La, amo demasiado, pero no la voy a dejar nunca, lucharé por ella hasta mi último aliento.

—Eso pensé, te quedarás en tu pueblo hasta que las cosas se calmen en casa, o yo personalmente acabaré contigo. No voy a arriesgar a Erika por nada; cuando estés recuperado y quieras venir por ella yo te estaré esperando. No juego sucio como mis hermanos; yo sí sé tener paciencia y si ella no te ha olvidado y decide estar contigo después de todo esto, entonces aceptaré mi derrota y acabaré con ambos, no importa que la ame, pero no permitiré que esté contigo, Samuel ni con ningún otro.

Se me heló la sangre al escuchar esas palabras tan decididas y sin basilar, pero no lo demuestre y también lo encaré aceptando el reto de mi enemigo.

—Lo acepto, Anthony, pero protege a Erika mientras tanto y tú y yo tendremos ese momento. Yo también sé esperar. No me voy a resistir a este sacrificio de ella, pero si descubro que la han lastimado, no habrá nada que me detenga en acabar con todos ustedes dejándote a ti hasta el final. Es una promesa.

Capítulo 16

Anthony

¿Protégela? Ese idiota no me tiene que dar órdenes; eso no lo tengo que prometer; eso lo haré, cueste lo que me cueste. Y ahora, a pensar qué le diré a la familia; de verdad que me he metido en un gran problema, pero valdrá la pena. Si ella se casa conmigo, no tendrá que sufrir los horrores del ritual, aunque decepcionará a algunos.
—Y bien, algo que decir, Anthony, dijo mi padre después de abofetearme.
—Basta, Leonard, mi sobrino debe de tener una buena explicación por lo que hizo.
—¿Explicación? Me durmió y se llevó a Samuel saber dónde y no…
—¡Cállate! En primer lugar, esta es tu culpa. Damián, tú lo sacaste de aquí; todo estaba bien, ya teníamos el plan trazado y quien se equivocó primero fuiste tú; también debería de darte una paliza.
—Pero padre, yo… no.
—Bien, quieren que les explique o no.
—Adelante, dijo mi tío mientras tomaba asiento.
—Yo estaba teniendo una conversación decente con Erika cuando recibió el mensaje de Samuel; Damián lo había sacado de la casa a la fuerza con la intención de matarlo.
—oye no… No quería matarlo, solo era un susto nada más.
—¿Un susto? Tío, padre, el estado de Samuel era deplorable; Damián le había dado varios latigazos que desprendieron su piel; si la infección no lo mataba, lo iba a ser el veneno que le administramos, ya que solo tenía una hora de vida cuando lo encontré y mi hermano no tenía la droga con él, así que es de suponer que lo quería matar.
—Así no fueron las cosas, Anthony.
—No es lo que Erika me dijo; sabes que ella puede comunicarse con Samuel y escuchó lo que le decías. En fin, cuando ella lo supo, acudió a mí, desesperada; al principio me negué porque a mí no me importaba si se moría o no. Pero ella amenazó con matarse luego de destripar a Damián cuando lo viera y pues no tuve otra opción. No permitiría perder a Erika.
Mi padre y mi tío analizaron lo que les acababa de contar mientras yo ignoraba la mirada de odio de Damián.
—Dondé está Samuel.
—Él está en su casa, con su padre a salvo. Dijo Erika mientras ingresaba al despacho. —Y ahí se quedará por siempre.
—Y porque lo dejaste ahí, idiota, Dijo Damián, sobresaltado.
—Porque yo se lo pedí. Le contestó Erika mirándolo con un odio aterrador. — Y también le prometí que si lo salvaba yo… yo me casaría con él y me quedaría con ustedes.
—Hija, eso es maravilloso, es perfecto; ¿así que aceptas a Anthony como tu pareja?
—Sí, abuelo, acepto a este hombre para ser mi única pareja en esta vida; solo dejen en paz a la familia del conde y yo les prometo que no trataré de escapar.
—Muy bien, anunciaré la decisión a los del consejo de ancianos y ustedes se casarán en una ceremonia una semana antes del ritual. Como pareja, será más fácil realizarlo y más seguro para ti.
—¿Qué? Esperen, no; eso no es justo tanto como Poul y yo también tenemos…
—Nada, tienen nada, sabes las reglas, Erika, ya eligió, me eligió a mí como su esposo. Eso significa que la segunda parte del ritual no se hará, y además de nada sirve, ya que ella posee un poder propio que es más que suficiente…
—Pero, pero. Tú te aprovechaste de esto, padre; dile algo.
—Ya basta Damián. No me avergüences frente a mi hermano, si esta es la voluntad de la ofrenda, no podemos hacer nada.
—Además, dijo Erika acercándose paso a paso hacia Damián con sus ojos en llamas. —Da las gracias que ahora mismo no te haga pedazos y le dé de comer tu carne a los perros de poul.
—Esto… Esto no se va a quedar así. Dijo Damián saliendo temblando de la habitación.
—Eres magnífica, Erika.
—Recuerda que este es un trato que hice para salvar al amor de mi vida. Tú sales ganando más que yo. Ya no te debo nada.

Erika

Me encontraba tan triste por lo que había pasado, pero al menos sabía y tenía la certeza de que Samuel iba a estar a salvo y esperaba que no viniera por mí. Bloqueé mi mente para no escucharlo, aunque podía sentir un susurro. Él tratando de comunicarse no lo quería escuchar. No quería hablar con él porque sabía que le pediría que regresara por mí, pero no podía. Él estaría bien y yo, sea como sea, tenía que aguantar esta vida miserable que me esperaba con la esperanza de que algo cambiara más adelante.

Mi abuelo había perdonado en cierta manera a Anthony porque yo aprobé todo lo que él le contó y las circunstancias en que habían sucedido las cosas. Quien me preocupaba ahora era Damián; había tanto odio en su mirada que no sabía de lo que sería capaz, aunque Anthony me había prometido mantenerme a salvo de él. ¿A salvo de qué? es ridículo teniendo un poder tan grande como el que poseía y no poder escapar ni defenderme de estas personas. Porque mi tía Margaret no había encontrado mi nota, porque no había hecho algo para rescatarnos, ella no me hubiera dejado sola en esto… y sí solo por una última vez.

—¿Samuel me escuchas?

—¿Erika, te encuentras bien?

—Sí, y tú cómo estás. No te… Supe que te dejó bien lastimado.

—No te preocupes, más me duele el corazón al estar separado de ti. Lo lamento, pero por ahora no puedo ir por ti; me estoy recuperando muy lento y… además.

—¿Qué pasa? Te siento muy triste y angustiado, sé que no es para menos, pero ¿pasa algo más?

—Es mi padre, acaba de… Mi padre murió. Murió mientras yo no estaba. Margaret me fue a buscar al hospital para darme la noticia; por eso no había ido por nosotros.

—¿Qué, no y yo en este lugar? Lo siento tanto, amor mío, lo siento tanto. Quisiera estar en estos momentos a tu lado.

—Perdí a mi padre cuando al fin nos habíamos reconciliado y eso me duele, pero no te perderé a ti. Dame tiempo y estaré listo para ir por ti.

—No, Samuel. De verdad siento lo de tu padre; también llegué a quererlo, pero ya olvídate de mí, yo ya estoy perdida, tú tienes que seguir tu vida. Cuando pensé que morías, mi corazón casi se rompe, y experimenté un dolor tan grande que no quiero sentir algo igual de nuevo. No vengas por mí si lo ases… Si lo haces no me iré contigo.

—Sé que lo que dices no es cierto, sé que lo haces para que no me arriesgue, pero quieras o no iré por ti; se lo juré a Anthony que tarde o temprano estaríamos juntos de nuevo, solo espérame y vive tranquila, no dejes que se te acerquen a más de un metro, tu poder es grande, protégete y espérame.

—Samuel, no lo hagas; me casaré con Anthony y seré su… Seré su.

—No lo digas, yo no permitiré que otro hombre te toque; jamás estaré de acuerdo con eso, jamás, jamás, jamás, espérame, amor mío, te amo.

—…

—Y ahora tú porque lloras, no es que me interese, pero te ves hermosa cuando sufres.

—Ahora no estoy de humor para tu locura, Poul.

—Mira, prima, hazme un campo, me sentaré aquí. Mira, no creas que estoy contento contigo por haberme engañado para que Anthony me robara, pero te lo dejaré pasar porque mi padre le dio una paliza y Damián también se fue premiado. Ahora que Samuel haya escapado, no me interesa si te casarás con Anthony, pero con la diferencia que me prometiste, estoy esperando ese hermoso paisaje de ver a mi hermano empalado por partes en el jardín. No hay honor entre familias.

—Estás loco de verdad, que no te cansas de ser así, tan sádico y un maldito demente.

—Sádico Yo, bueno, acepto que a veces se me pasa la mano, pero Erika, esa es nuestra naturaleza, somos lo que somos y nada nos puede cambiar. Tú también tienes algo de eso muy adentro de ti y cuando lo descubras me darás la razón.

—Claro que no, yo jamás seré como tú, déjame tranquila y no te me acerque.

—Como quieras, yo te advertí que jugaría contigo de una u otra manera.

Ya estaba cansada de esta familia, de todo esto; quiero salir de este lugar, quiero irme, quiero estar con Samuel.

—que dramática, si ya no quieres estar aquí porque no solo te vas.

—Ahora tú, Damián, eres el último con el que me quiero topar.

—Me costaste un gran precio. Erika, no te dejaré en paz, sé que no puedo lastimarte, pero de una u otra manera me las pagarás, querida Erika. Prepárate para vivir una pesadilla en esta casa, me oyes.

—Ni se te ocurra acercarte a mí o te juro que…

—Que me harás, no me puedes matar.

—Eso es lo que crees porque no te lo demuestro ahora con las ganas que tengo de arrancarte la cabeza.

—Claro que no lo harás porque he conocido tu poder, sí, pero también lo débil que eres ante los frágiles y desamparados.

—Qué quieres decir.

—Conoces a mis hermanitas, vengan niñas, ella es su prima Erika y quiere conocerlas.

—Hola, mucho gusto; somos Carlota y Beatriz.

—mucho… Gusto lindas.

—Es verdad que te casarás con mi hermano Anthony; amamos a Anthony, tienes que cuidarlo. Así es, él nos quiere mucho. Adiós.

—Adiós, niñas, sigan jugando. Hay mis lindas y frágiles hermanitas; son tan inocentes y no saben lo peligroso que es la vida, no crees.

—Maldito bastardo, no te atreverías a lastimar a tus propias hermanas.

—Ponme a prueba, ellas para mí solo es carne fresca y un día solo serán sacrificios para el ritual; no significan nada más que eso, al igual que tú. Así que si usas esa hermosa magia contra mí o le dices a alguien esto, ellas sufrirán las consecuencias. Acaso no te contaba mi bastarda hermana lo que le hacíamos con Poul, acaso Lilibet no te contaba cómo la torturábamos y jugábamos con ella.

La cabeza me dolía y estaba muy mareada; ¿cómo era posible estar frente a tan desagradable y miserable persona? Lilibet me había contado los horrores que le hacían y no me podía imaginar lo que haría a esas niñas; yo temblaba de terror. Se me acercó a la oreja para susurrarme…

No sabes lo deliciosa que es la esencia de una niña; es lo más placentero del mundo.

Mis pies temblaron y caí de rodillas al suelo.

—Damián, qué haces, aléjate de ella.

—Calma Anthony Solo platicábamos, pero creo que no se siente bien; debería recostarse.

—¿Erika, estás bien? Te hizo algo, contesta.

Yo negué con la cabeza antes de perder el conocimiento y caer en los brazos de Anthony.

Capítulo 17

Samuel

Después de que aterrizamos en casa, Anthony me dejó cerca del pueblo y unos recolectores me encontraron y llevaron al hospital. Estuve dos días inconsciente y luego Margaret fue por mí. Me dio la noticia de que mi padre había fallecido un día después que Erika huyó para ir por mí. Estaba tan furioso y triste por lo de ella, por mi padre, por todo lo débil que fui, y ella solo me escuchó sin decir nada. Le conté lo que había pasado y me fui a casa para los preparativos del sepelio.
—¿Cree usted que puedo confiar en que no la lastimarán?
—Así es, si es verdad que mi padre y Anthony están buscando una salida de eso, ellos no permitirán que le hagan daño. Pero me preocupan los demás; por ahora solo procura recuperarte chico, y luego armaremos un plan para rescatarla.
—Pero ni yo con mis poderes la pude ayudar, solo fui un estorbo.
—No te preocupes, he estado trabajando con Lilibet; ellos la desecharon pensando que era común, pero ella también tiene una habilidad que nos servirá de mucho.
—¿En serio y cuál es?
—Todo a su momento Por ahora solo nos encargaremos de tu recuperación y de que tu padre descanse en paz. Sabes que hasta su último momento pensó en ti.
—No estuve para él, y eso me duele; no estoy para ella de que sirva esto sino.
—No te preocupes, viste su poder; No por nada la entrené bien; ella estará bien hasta que estemos listos; sé que se las arreglará sola; Ella es fuerte, no la subestimes.
—Lo sé, trato de comunicarme, pero no me deja entrar, sé que lo hace para no sufrir, pero…
—¿Era ella verdad?
—Así es, fue nuestra despedida temporal, tiene razón; lo dejaré en sus manos mientras me recupero y espero que Anthony tome mi palabra de que acojamos a sus hermanas aquí; sé que son muy importantes para él y no dudo que esa pequeña esperanza también haga que baje la guardia un poco.
—Tenemos dos meses para planear la estrategia y salvar a las mujeres de mi familia, y si mi padre de verdad recobró la compostura, entonces yo sabré cómo ganármelo.

Erika

Estaba en la habitación; todo me daba vueltas; Anthony estaba al a lado de mi cama mirándome fijamente.

—Qué haces ahí, vete ya y déjame sola.

—Por favor, ya basta de ser así conmigo, que no te he ayudado lo suficiente como para que confíes un poco más en mí.

—Solo… Estoy harta de esta familia y tan cansada de Damián.

—Es curioso ahora que lo mencionas, cómo es que no le has arrancado la cabeza.

—Tal parece que todos en esta casa están esperando que lo haga. Le dije acomodándome en la cama.

—Pues sí, dadas las circunstancias, un brazo roto era lo mínimo.

Lo miré fijamente antes de preguntarle, pero tenía que ser cuidadosa en caso de que Damián no mintiera.

—Hoy conocí a tus hermanas, son muy bellas.

—Así es, son mi mundo, las adoro tanto, ellas son lo que más amo en esta vida… Bueno, aparte de ti.

—Y… arias lo que fuera por ellas.

—Por su pu… No les aras daño, verdad; ellas no tienen la…

—Claro que no, qué clase de persona crees que soy; jamás las lastimaría; son mis primas, son mi familia y son tan inocentes y alejadas de todo esto.

La luz desapareció de sus ojos cuando dije las últimas palabras.

—Si. por ahora, espero que ellas no tengan que pasar por nada de esto y poderlas sacar de aquí algún día.

—Y porque no lo haces, sácalas, las puedes dejar con la tía Margaret en el pueblo; estarán salvas y…

—Es lo mismo que me propuso Samuel, pero por ahora son pequeñas y yo las puedo proteger.

—Y Poul y Damián también las adoran, me imagino.

—A ellos les dan igual; solo están esperando que crezca para poder disfrutar de su poder, pero mientras me tengan a… Espera, Erika, ¿por qué tantas preguntas sobre mis hermanas? ¿Qué fue lo que te dijo Damián para que te pusieras así? Dímelo que te dijo.

—Yo… nada, él no me dijo nada; yo solo ya estoy cansada de esto y…

—No te creo, ¿por qué no le has hecho pagar lo que le hizo a Samuel todavía? Conozco a Damián y usa los trucos más bajos para salvarse el culo a sí mismo; por favor, dime si te amenazó con mis hermanas, dímelo.

—Sí, sí lo hizo, me dijo… Dijo que si le hacía daño con mi poder o le contaba algo de lo que hablamos a alguien, les… Les iba a quitar la esencia o algo así me dio a entender.

—Anthony cambió de color y se puso tan pálido que pensé que vomitaría sobre mi cama. Temblaba de miedo, de ira… No lo pude identificar. Estaba tan asustada que me obligué a preguntar. —¿Qué… qué quiso decir Damián con eso?

Él me miró fijamente a los ojos, mis ojos tan aterrados como los suyos.

—Hace muchos años, cuando éramos niños, vivía una familia en la propiedad de atrás de la casa; tenían dos hijos, una niña y un varón; ellos venían a jugar seguidamente con Damián y por una tarde sus padres vinieron junto con la policía a buscarlos, pero nadie supo dónde estaban; nunca los encontraron. Yo le pregunté a Poul si sabía algo, pero él no soportó la risa y el deleite y me comentó que estaban jugando en el lugar donde Damián tenía a Samuel; ahí hay túneles y se puede llegar desde esta casa, pero los sellaron después de que pasó lo que pasó.

—Yo tragué en seco, ¿y qué pasó, Anthony?

—Poul Me llevó a ese lugar y los niños estaban atados a los muros, el niño presentaba signos de tortura claramente hechos por Poul y la niña estaba llorando cuando me acerqué a verla más de cerca, Damián… Damián estaba a punto de succionarle la vida.

—No entiendo, ¿cómo la vida, de qué forma? Me obligaba a decir casi en un susurro.

—Él acercó de su boca a la de ella, si. la succiono era como si desinflara un globo y la vida de ella se marchó, se secó como si solo fuera piel seca.

—¿Damián puede hacer eso?

—Yo lo vi con mis ojos, en ese momento me impresionó más que darme terror, pero me dijo que era maravilloso, además, esa no es la última vez que lo hizo. Después fue con una chica que conoció mucho menor que él y…

—Pero… ¿Él no le haría eso a sus hermanas, verdad?

—Si lo haría, Erika, créeme que lo veo muy capaz de hacerlo.

—¿Y qué pasó con el hermano?

— Poul lo liberó para jugar a cazarlo en el túnel y luego… Me fui antes para contarle a mi padre lo que habían hecho mis hermanos.

Las entrañas me dolían. Quería vomitar pero me contuve. Que hago, que hacer, que hago, no lo sé; esto no es… Si me voy y… ¿Qué hago?

—¿Erika? Erika, cálmate, estarás bien, ellas estarán bien, yo no permitiré que les haga daño ni mi padre, él las adora, las sacaré de aquí en cuanto pueda… No… Erika, por favor, cálmate.

No me había dado cuenta de que estaba temblando y Anthony me tenía abrasada contra su pecho y me relajé al escuchar su corazón. Respiré profundo una vez, dos, tres, hasta que me calmé. — ¿Erika estás bien. Erika que pasa? No lo dejes entrar, bloquea la mente.

—¿Estás más calmada?

—Sí, gracias, es que todo esto es.

—Lo sé, te dejaré descansar, voy a ver unas cosas y mantente lejos de Damián; yo me encargaré de él, tú no te metas.

Sí, gracias, dije y me recosté. —Si estoy bien, solo una pesadilla.

Capítulo 18

Después de dormir todo el día, me dirigí a los jardines a tomar un poco de aire. Estaba agotada mentalmente; las niñas corrían por el lugar, correteando a los perros; eran como pequeñas muñecas tan bellas y me recordaron a mí misma cuando era pequeña y mi padre me perseguía por los jardines de la casa, mi madre sentada bajo un árbol con un libro en la mano. Mi madre, que también pertenecía a esta familia, talvez era el destino que ningún miembro de la familia de Samuel estuviera con las mujeres de esta familia; talvez era una señal para alejarlo de tener el mismo destino que su tío; talvez mi tía Margaret, mi madre y yo no nos merecemos a esos hombres tan maravillosos y…

Quiero hablar contigo, Samuel.

—No te lo recomiendo, preciosa, ya que a diferencia de mi hijo, yo sí te puedo escuchar tan claro como el agua sin necesidad de tocarte.

—Ustedes están en todos lados. Son una plaga.

—Qué niña tan insolente, tu padre no te enseñó modales al parecer.

—Ni se te ocurra hablar de mi padre, Samanta, o no respondo.

Nos miramos fijamente por unos segundos, pero luego las niñas se acercaron a abrazar a su madre y a saludarme.

—¿Madre, cuando seamos grandes, también seremos tan hermosas como la prima Erika?

—Aún más mis amores, aún más que ella. Bien, vayan a jugar; tengo que hablar cosas de adultos.

—Siempre lo mismo, no nos dejan escuchar, Carlota. Se decían mientras se alejaban; Samanta se recostó sobre un árbol mientras encendía un cigarrillo.

—Extraño ser tan joven como antes, dime muchacha, ¿mi hermana Margaret ya tiene arrugas?

—Por supuesto que no, ella está mucho más hermosa que yo; sigue tan joven como la recuerdo desde niña.

—Mientes, seguramente ya no puede ni moverse.

—Claro que no miento; es la verdad.

Ella me miró fijamente y sentí como si una ola me invadiera la cabeza por un instante y me obligase a poner mi escudo mental más fuerte que antes. Ella hizo un sonido con la lengua.

—Así que la maldita sigue igual, y veo que te entreno contra mis poderes. Es tan astuta. Siempre fue la más fuerte de las dos, esa ladrona de poder; si ella no hubiera interrumpido el ritual, yo sería mejor que ella.

Se dijo para sí misma mientras se frotaba la cabeza.

—No vuelvas a hacer algo así, bruja —le dije levantando el mentón.

— Oh, que. Me reto ella, Observé que las niñas no estaban cerca y la lancé contra la ventana y calló en la estancia sobre el jarrón nuevo que había reemplazado. Me fui sin ver atrás mientras me sentía asqueada por la sensación de sentirla en mi cabeza. Tendría que mantener bien serrada mi mente desde ahora.

Estaba descansando en mi habitación cuando entro Poul azotando la puerta de un golpe.

—te dije que no tocaras a mi madre.

—para empezar dije poniéndome de pie. No la toqué y eso era mientras samuel estuviera aquí y tu madre comenzó así que estaba en todo mi derecho de ponerla en su lugar.

Él me miraba tan enojado, sin esa cara de malicia y perversión, y luego, como si nada, como si viniera, de repente mi cuerpo se arqueó y empecé a sentir un dolor extremo, agotante, insufrible, como si me partieran los huesos uno a uno. Estaba gritando con todas mis fuerzas…

Anthony

Me encontraba hablando con mi tío acerca de los preparativos para la boda. Acabamos de llegar de una reunión con algunos ancianos que presidirán el ritual.

—Cómo está mi nieta Anthony, ¿ya se le pasó la tristeza?

—Va a tomar un tiempo, pero yo sé esperar, no te preocupes; es solo que me preocupa Damián, está actuando muy extraño y temo que la lastime.

—De él me voy a encargar en su momento; sabe muy bien que tiene prohibido tocarla y mucho menos lastimarla. Ella es la única esperanza que tenemos en arreglar esta familia o lo que queda de ella. No te voy a negar que me molesta lo de Samuel; él podría haber sido un gran aliado nuestro.

—Tío, si me lo permites, tengo mis fuentes que me informaron que planeaban matarlo y tomar el poder que posee, así que tomé la decisión basándome en lo que podría afectar a Erika y a nuestros planes.

—Insiste bien, pero tu padre… ¿Qué haré con él? Están todos descontrolados; tengo que hacer algo. Una vez que te cases con mi nieta y terminemos el ritual de poder, quiero que la alejes de aquí, veté con ella muy lejos; me temo que quieran apoderarse de ella una vez que ya no les sea de utilidad y quieran que ella les dé decencia más poderosa.

Además, yo ya estoy viejo y quiero que tú seas quien se encargue de la familia cuando ya no esté.

—Así será, tío, pero solo te pido ayuda con mis hermanas.

—Veré qué puedo hacer, ellas son propiedad de tus padres y mientras estén vivos yo no puedo disponer de su cuidado, si tan solo…

Se escuchó un ruido muy fuerte en la estancia y salimos a ver qué pasaba. Mi madre estaba tendida en el piso con la mesa volteada y la ventana rota, tenía un corte en el brazo y decía maldiciones a grito.

—Samanta, que… Sucedió.

—Esa nieta tuya, Me lanzó contra la pared, maldición, y volvió a romper mi jarrón nuevo.

—¿Y tú qué le hiciste para que ella actuara así?

Mi madre miraba a Poul que estaba en la esquina bajando la escalera, observando el brazo de mi madre sangrar, a mi padre y a mí.

—¿Lo oyen, lo escuchan? Yo le hice algo; ella es la que ha tenido problemas conmigo desde el primer momento que nos conocimos; ella es una.

—Cuidado con lo que dices, Samanta; a mi nieta no la insultarás delante de mí.

—Pero, padre, yo soy tu hija y la defiendes más a ella. Maldición, yo debería de heredar todo esto, pero tú se lo has dado a ella; eres muy injusto conmigo. Decía entre sollozos; yo puse en blanco mis ojos. Ya sabía las pataletas que solía hacer mi madre y mi padre no… Un momento me di cuenta de que Poul no estaba en ningún lugar. Miré arriba y salí corriendo a toda prisa. Escuché un grito de la habitación de Erika. Poul la estaba torturando; ella se retorcía de dolor en la cama.

—¡Maldición, poul déjala! Suéltala ahora.

—¿Soltarla, pero si no la estoy tocando? Así como dice ella que no tocó a mi madre.

Ella no paraba de gritar y me le abalancé a poul, lo derribé y lo saqué de la habitación, lo alejé más y más y más hasta que ya no escuché a Erika gritar. Lo golpeé tan fuerte que rodó por las escaleras y calló a los pies de mi padre.

—Tío, es Erika, ven rápido, le grité desde arriba.

—Qué demonios has hecho, le dijo mi padre a Poul tomándolo del cuello.

—¡Déjalo! grito a mi madre, ella se lo merece.

Mi tío corrió por las escaleras y me alcanzó en la habitación. Ella no se movía, estaba inconsciente y su corazón latía demasiado rápido. Mi tío la tomó en los brazos y puso su mano en su pecho; poco a poco se relajó más y ya no escuchaban fuertes sus latidos y su respiración desagradable.

—Estará bien. Anthony, solo tiene que descansar mucho; es posible que se sienta adolorida, pero el descanso la curará del todo. Cuídala por mí.

—Que harás. No pensarás matar a mi hermano.

—Créeme que ganas no me faltan en estos momentos, pero no. Solo le enseñaré lo que puedo hacer a él y a tu madre si vuelven a tocar a mi nieta.

Daba mucho miedo. Su aura tranquila y serena para mí era la más peligrosa.

—Erika Lo lamento tanto, le dije mientras mi tío serraba la puerta. Sé lo dolorosos que pueden ser los ataques de Poul; a mí también me pasó una vez y por un tonto juguete. Yo te cuidaré, te lo prometo.

Capítulo 19

Erika, Erika, maldición. Contesta Erika Me escuchas, sé que me escuchas, puedo sentir libre tu mente, que pasa, estás bien… Amor, por favor, dime qué te pasó. Sentí algo malo, dime, por favor, solo quiero saber si…

Samuel Estoy bien, solo un poco cansada. Fue Poul. Tuve una pelea con su madre y él me… No sé qué me hizo, pero todo mi cuerpo sintió mucho dolor.

—¿Se atrevió a golpearte?

—No, él no me tocó. Fue… extraño, lo hizo solo mirándome y… No te preocupes; Anthony me salvó y mi abuelo también.

—Maldición y yo sin moverme de aquí, pero no estás lastimada.

—No estoy bien, solo es mental. Creo que físicamente estoy bien; creo que fue una especie de ilusión. Samuel, tengo que cerrar la mente. Samantha puede escucharnos fácilmente y…

—Está bien, entiendo, te amo y no dejes que te quiebren; eres fuerte, recuérdalo.

—Sí, amor, gracias; lo recordaré siempre.

—buenos días como te sientes, ven, aquí esta tu desayuno, tienes que comer para recuperarte, el poder de poul aunque es mental puede hacer que te sientas adolorida por días.

—¿qué paso?

—Tal parece que a Poul no le agradó que maltrataras a mi madre, no te preocupes; tu abuelo les dio una lección que recordarán siempre, aunque creo que mi madre después de esto… En fin, no importa. ¿Cómo te sientes?
—Adolorida, pero estoy bien.
—De verdad lamento mucho lo que pasó; mi tío está furioso y ya me aseguró que me iba a ayudar a sacar a mis hermanas de aquí, pero que le diera tiempo.
—Le… Le dijiste qué.
—No, claro que no, pero él sabía que desde hace tiempo estoy buscando la manera de protegerlas. Al igual que a ti, Erika. Dijo acercándose a mí con cautela; sus manos temblaban al apartar un mechón de cabello de mi rostro; yo lo miré fijamente a los ojos, esos ojos que eran mis ojos; éramos iguales y por primera vez sentí algo, un sentimiento de tristeza y pena por Anthony.

Samuel

La angustia que sentía y la impotencia de no estar con ella me carcomían el alma; mi padre ya no estaba para aconsejarme. Emma me rogaba que fuera por Erika y yo no podía. Ella estaba furiosa conmigo; me culpaba por su… Tenía todo el derecho de hacerlo; solo yo tenía la culpa; era mi responsabilidad y le fallé. Mi poder estaba regresando; poco a poco me fortalecía y cuando sentía su angustia y desesperación me invadía la cólera. Yo tenía bajos mis escudos mentales para que se comunicara conmigo cuando quisiese, pero ella no lo hacía. Yo era quien preguntaba, quien insistía y tenía suerte si me contestaba. Confiaba en él para que la protegiera, pero estaba tan celoso que trataba de practicar siempre mis habilidades para pensar en otra cosa. Confiaba en ella ciegamente, pero no sabía que tan cerca estaba Anthony de ella.

Por otro lado, Lilibet era de gran apoyo, me ayudaba con algunas cosas, siempre estaba pendiente de mí y alternaba los entrenamientos con Margaret y conmigo. También extrañaba a Erika, pero hacía que la pena fuera más y más y que el reencuentro estuviera cerca.

—La comida ya está lista, Samuel.

—Gracias, Lilibet, estaré contigo en un momento.

—¿Has hablado con mi prima?

—Hace una semana que le dejo mensajes, pero no me ha contestado, pero no te preocupes; puedo sentir que ella está bien; ya se comunicará cuando pueda hacerlo; tenemos que ser muy cuidadosos por Samanta.

—Es increíble la conexión que tienes con ella; me da un poco de envidia; algún día yo quisiera sentir algo así con alguien.

Me acerqué a ella como un hermano mayor, acariciando su cabeza. —Lo encontrarás, ya verás y de verdad lo sabrás. Cuando lo hagas, tu corazón lo sabrá y cuando lo encuentres, no lo dejes ir.

Sus lágrimas cayeron por su rostro; yo la miré preocupado y ella solo sollozaba.

—¿Qué pasa, porque lloras, te sientes bien? Puedes decirme lo que quieras, yo te escucharé y estaré para ti siempre, Lilibet.

Ella alzó su rostro hacia mí, con su carita llovida. Le sonreí con ternura al verla y al mismo tiempo Erika me llamaba. Dejé mi mente clara para que viera lo que tal vez podría tranquilizar a Lilibet y en ese momento Lilibet se paró en puntillas y me besó los labios. Yo estaba en un estupor, paralizado, sin nada que hacer, sin nada que decir, solo mi mano sobre su mejilla y cuando caí en cuenta de lo que hacía la aparté de mí.

—¿Qué es lo que acabas de hacer? Le dije casi sin aliento.

—Yo… no sé… Lo lamento solo…

—No tienes idea de lo que acabas de hacer, Lilibet. Le decía corriendo hacia el despacho.

—Erika, Erika. No es lo que piensas, escúchame, ¿estás ahí? Amor, en realidad, no es lo que parece; por favor, háblame, déjame explicarte.

—Vi lo suficiente, Samuel. Déjame tranquila por ahora, solo… Déjame tranquila.
Maldición, que hago ahora, que hago.

—¿Samuel, que está pasando?

—¿qué pasa? Me dices a mí que pasa, no sabes lo que acabas de causar. Erika Estaba en mi mente cuando me besaste y… ¿Qué estabas pensando porque lo haces? Yo no te he dado motivos para…

—Lo siento por favor, lo lamento tanto, tú… Eres el primer hombre en ser tan bueno conmigo que… Y cuando decías esas palabras yo solo… No lo sé; no sé por qué lo hice.

Decía llorando a mares. Yo la miré fijamente, cayendo en el sillón y frotándome la cara con las manos.

—Maldición, ya no llores, Lilibet, está bien, te perdono, pero no lo vuelvas a hacer. Ahora no sé cómo comunicarme con tu prima; ella no quiere hablar conmigo y… temo que este malentendido la haga hacer algo lamentable.

—Hola, ya llegué, estaba… ¿Bueno, niña, y tú porque lloras?

—Tía Margaret, lo lamento tanto.

—¿Qué lamentas, oye, espera dónde vas?

—Deja que se vaya.

—¿Y tú, por qué estás así, que sucedió?

Le conté lo sucedido a Margaret, quien evidentemente también llegó a la misma conclusión que yo.

—Niñata tonta, cómo se le ocurre.

—No la culpo, sabes, ella ha sufrido mucho y es normal que se sienta confundida porque en mí miraba a un salvador, aunque nunca pensé que se atrevería a hacer lo que hizo y menos que pasara en ese preciso momento. Ahora Erika no me quiere contestar y ya no lo soporto todo esto. Ella se casará en menos de dos meses y si no logro recuperarme por completo.

—Calma, chico, estarás bien, ella estará bien. Tarde o temprano se aclarará todo, no te preocupes y hablaré con Lilibet seriamente.

—Haz lo posible, no quiero que vuelva a suceder algo parecido. Tengo que ver unas cosas del pueblo que mi padre tenía pendiente y ver algunos abogados; mi hermana me llamó también para ver si podía ir donde ella, pero le dije que aún no y que ella no viniera porque había un brote de gripe. Es para mantenerla alejada de aquí. Te doy dos semanas mínimo para entrenar bien a Lilibet, dos semanas y vamos por Erika, Margaret. Yo ya no resisto más.

—Está bien, Samuel, lo que tú digas, también iré por dos miembros más de mi familia; estos son de otra rama y están encantados de ayudarnos; claro, ellos exigen una cantidad de dinero exorbitante, pero no es nada que no podamos manejar. No me mires así; son exiliados, al igual que yo. A ellos les mataron a sus parejas y les robaron a sus hijos, así que el dinero es para huir junto con ellos.

—Está bien, confió en ti; haré lo que sea necesario para sacar a Erika de ese lugar e impedir que se case con Anthony, y esta vez no le fallaré.

No le fallaría nunca, no de nuevo, aunque ella crea lo contrario; estaba dejando todo pendiente en caso de no salir con vida y quería que todo quedara listo para que mi hermana se hiciera cargo de todo y dejar bien económicamente a Erika y Lilibet.

Pasaban de las once de la noche cuando me despertaron los golpes en mi puerta.

—¿Margaret, qué pasa, nos… nos están atacando?

—No. Es Lilibet. No la encuentro por ningún lado. Le pregunté a Emma si la había visto y dijo que fue a su casa, hizo una maleta y salió corriendo.

—Pero si no conoce a nadie afuera, a donde iría… Mierda, fue a hablar con Erika; regresará a la mansión y si ella regresa no creo que salga de ahí de nuevo.

—Qué hacemos, todavía no puedes salir de aquí y yo no estoy lista para…

—Está bien, en el mejor de los casos logra hablar con Erika y aunque ella no la quiera escuchar al principio, no permitirá que le hagan daño. Esperemos a ver si ella se comunica conmigo y… espero que nada le pase.

—Esa niña me va a… Bueno, seguiremos con el plan, por lo menos la he entrenado y creo que podrá defenderse decentemente.

Capítulo 20

Erika

Me encontraba mejor; ya recuperada, no bajé la cabeza al ver a Poul ni Samanta en la mesa; al contrario, más elevé mi mentón y les saludé con un asentamiento de cabeza. Ella me miró con los ojos llenos de rabia y Poul solo me sonrió como siempre tenebrosamente.

—Buenas tardes, y provecho. Abuelo, quería pedirte un favor, si me puedes dejar ir a comprar algunas cosas que necesito.

—No puedes salir de aquí y lo sabes, hija.

—Pero Anthony me puede acompañar si tú… lo permites.

Él me observó, y luego a Anthony.

—Yo la llevaré aquí cerca en plaza para que compre lo que necesita y luego te alcanzaré en la reunión, tío, si no tienes ningún inconveniente.

Le dijo él. Mi abuelo asintió con aprobación y mi pecho se calmó. Podía salir; aunque fuera por un momento, saldría de este lugar tan desagradable y hablaría tranquilamente con Samuel. Él trataba de comunicarse conmigo, pero no quería arriesgarme con Samantha tan cerca de mí, pero ahora podría contestarle.

—Muchas gracias, Anthony, no sabes las ganas que tenía de salir aunque fuera un momento. Él sonrió.

—No hay cuidado, siempre que quieras salir dime, yo trataré de sacarte por un momento, pero pórtate bien, de esta salida dependen las siguientes. Ahora compra lo que necesites; yo te espero aquí.

—Gracias, sí, dije contenta. Ingresé a una tienda muy bella con todo lo que necesitaba y mientras estaba en un sillón esperando las cosas, traté de comunicarme con Samuel. Él había dejado su mente abierta para mí y mi corazón latió al ver las imágenes en mi cabeza. Lilibet lloraba y él hablaba con ella; me pareció tierno y cuando iba a hablar, miré que puso su mano en su mejilla y ella lo besó. Me quedé en blanco; mis ojos no daban crédito a lo que veía; él no la apartaba; se quedó mirándola quieto y serré mi mente a toda prisa. No noté a Anthony que me sacudía por los hombros.

—¿Erika, estás bien, contéstame qué pasa, Erika?

—Yo… Si estoy…

—¿Estás llorando? Estas…

Erika, Erika. No es lo que piensas, escúchame, ¿estás ahí? Amor, en realidad, no es lo que parece; por favor, háblame, déjame explicarte.

—Vi lo suficiente, Samuel. Déjame tranquila por ahora, solo… Déjame tranquila.

—Espera, no corras, maldición Erika que tienes.

Corrí y corrí hacia un parque cercano y me derrumbé en una banca. Lloraba, lloraba sin parar; Anthony me alcanzó y colocó las bolsas a un costado para abrasarme.

—Calma, ya pasó, no sé qué te sucede… Oh, claro, ¿es Samuel verdad que viste?

—¡Calla! No lo menciones, no ahora por favor, no ahora.

—Está bien como digas, pero ya no llores.

—¿Podemos…? ¿Podemos estar aquí un momento por favor?

—Claro, aún tengo tiempo… Espera, haré una llamada de ese lugar; no te muevas.

Por extraño que parezca, no me moví. Aunque esta fuera la oportunidad perfecta para escapar, no la aproveché. Estaba devastada, tal vez había visto mal, tal vez era un malentendido, como decía él, pero me sentía tan mal que iba a vomitar en ese lugar y las piernas no me respondían.

—Ya le había dicho a lord Dasgood que no podía asistir a la reunión; me quedaré contigo y él nos dio permiso de llegar más tarde a casa.

Lo miré fijamente a los ojos, a mis ojos y le sonreí. —Muchas gracias, de verdad gracias.

—Sabes que haría cualquier cosa por ti, bien, recoge tus cosas y te llevaré a un lugar donde te puedas desahogar tranquila.

Llegamos a una linda casita; había jardines alrededor y un pequeño lago en frente con guirnaldas colgando del techo de un pequeño quiosco en medio del jardín.

—Qué hermoso lugar, es… Gracias. ¿Dónde estamos?

—Esta es mi casa privada, estamos en los límites de la propiedad de tu abuelo. Él me la obsequió hace años; aquí vengo para escapar de mis hermanos a veces. Es tuya si quieres usarla también. ¿Me dirás qué pasa ahora?

Caminamos hacia el kiosco mientras le contaba lo que había visto, luego tomé asiento en la banca y lo miré fijamente. Él parecía meditar seriamente y su rostro se relajó sonriéndome.

—Si me permites mi opinión, yo sí creo que es un malentendido.

Lo miré sorprendido; él odia a Samuel y que lo defienda de verdad me desarma.

—Veo que mi respuesta te sorprendió. Mira, yo claramente detesto a Samuel, pero también sé lo mucho que él te ama, tanto que fue capaz de dar la vida para que estuvieras a salvo; no creo que te ame más que yo, claro, pero no lo creo capaz de engañarte. Es un idiota por no darse cuenta antes, pero sí creo que quien comenzó el malentendido fue Lilibet.

—¿Tú… tú crees en él?

—Mira, mi hermana ha sufrido mucho, mis hermanos la lastimaron de maneras que no te imaginas y mi padre la aborreció en cuanto nació y ni te digo del odio que mi madre le tiene, así que asumo que vio en Samuel la única persona que la trata como un ser humano. Yo no me excuso de culpa; nunca la toqué, pero tampoco la defendí, así que soy tan culpable como ellos.

Créeme que no es fácil para mí decirte esto; sería más sencillo mentirte y así lograr que lo odies, pero no es así como me quiero ganar tu corazón, Erika; tengo un pacto con Samuel, nada de trucos sucios entre nosotros. Solo te doy mi opinión y tú sabrás cómo interpretar las cosas; no quiero verte sufrir en vano y esto claramente para mí no tiene por qué ser así.

Yo lo miraba sorprendida, ¿acaso este hombre sí era diferente? Sus ojos y su vos no mostraban mentira alguna, aunque yo sabía de la capacidad de analizar las cosas de Anthony; por eso era tan… tan… Le sonreí con agradecimiento por lo que me dijo.

—Gracias por tus palabras, gracias por todo; tal vez y solo tal vez no eres tan malo como pareces.

—¿Malo yo? Pero qué dices, yo soy incomparable; mira con qué porte me cargo.

Reí demasiado, que ya mis lágrimas no eran de dolor.

—Así es como quiero verte, Erika, sonriendo siempre.

Mañana, mañana hablaría con Samuel. Ahora no podía sacarme esa imagen de mi cabeza. Mañana, por ahora, solo quería estar aquí en este hermoso lugar.
Anthony había salido, yo me había quedado dormida en la banca y él me cargó hasta un pequeño dormitorio en la casita. Ya era tarde y me decidí recorrer el lugar. Era muy bello de día, pero de noche era mágico. La casita brillaba con los mini focos y faroles que la decoraban. Al asomarse al pequeño balcón de la habitación se podían ver las ventanas del tercer piso de la mansión a lo lejos, un pequeño arrollo con un puente, había tres habitaciones pequeñas y al bajar las escaleras pegadas a la pared, los cuadros con las fotografías de las gemelas por todas partes y había una en particular que me llamó la atención: era yo. Cuando cumplí catorce años, no sabía cómo había venido a parar a manos de Anthony, pero recordé ese día mi cumpleaños feliz con mi vestido y tacones nuevos. Seguí mirando, no había fotografías de los demás miembros de la familia; bajé y vi una sala de estar, cocina y una pequeña biblioteca al lado de un ventanal. Había cuadros pequeños con fotos de la tía Margaret y mi abuelo; también mi padre joven como de veintitantos se parecía mucho a Anthony, usaba el mismo peinado y eran igual de altos.
Todos en esta familia se parecían, pero cada uno tenía rasgos propios, pero Anthony y mi padre eran idénticos; sería por eso que mi abuelo lo estimaba tanto, porque le recordaba a su hijo. Brinqué y tuve un sobresalto al ver a Anthony recostado sobre la puerta de la entrada.
—¿Lamento haberte asustado, traje, comida; podremos cenar tranquilos aquí; mi tío no vendrá hasta dentro de tres días y le pedí que si te podías quedar en esta casa, mientras tanto, así nos alejamos de poul Damián y mi madre? ¿Qué te parece?
—Te lo agradezco tanto, eso es maravilloso, gracias. ¿De qué te ríes?
—Que hoy te has pasado agradeciéndome tanto que ya me… No importa, ven, siéntate, y cómo luego te traerán ropa y algunas cosas para tu aseo.
—gra… Está bien. Tú… te quedarás aquí también, verdad.
—Claro, las órdenes fueron precisas de que no te quitara los ojos de encima.
La noche transcurrió tranquila; me sentía tan bien; fue un alivio estar acompañada, pero sentía que estaba libre y sola. Anthony me dio mucho espacio y luego de estar leyendo un libro se fue a acostar. Yo también me despedí y me fui a dormir pensando en lo que diría mañana a Samuel.

Temprano en la mañana mis cosas estaban en mi habitación y cuando bajé el desayuno, estaba servido. Anthony no se encontraba; supuse que había ido a la mansión. Después de desayunar tomé un libro para leer un momento frente a ese hermoso lago. Recordé el lago de Samuel y mío y mis ojos picaron. Recordaba qué vi y lo que me había dicho Anthony y, aunque sí me sentía enojada, tenía que escuchar la explicación de él… Esperaré un momento más que sufra un poco por su estúpido descuido; la verdad, el pensar, eso me hizo sentir bien y satisfecha, que sufra su ratito.

Ya pasaba del medio día y Anthony no aparecía. Me había leído tres novelas cortas y una mucama me había traído el almuerzo.

—¿SAMUEL?

—Amor, estas… Yo lo lamento. Lo que pasó no.

—Cálmate, te escucharé, pero eso no significa que no esté enojada contigo.

Él me explicó lentamente lo que había pasado, y sonreí al escucharlo, al saber que él me amaba y no me olvidaba, pero no se lo hice saber todavía.

—Está bien, ya te escuché y comprendí la situación, pero no creas que eso no me dolió.

—Lo sé, siento no haber manejado esto con más calma, pero dime, ¿ya habló Lilibet contigo?

—¿Lilibet, qué quieres decir, ella está…? ¿Ella está aquí?

—Sí, Margaret y yo nos molestamos un poco con ella por lo que pasó y creemos que huyó hacia ti para explicarte las cosas. ¿No es por eso que me llamas? Hace horas que debió haber llegado. ¿Erika. no está contigo?

—Me comunico contigo más tarde.

—No espera Erika ten cui…

No había dormido en la mansión ayer, y si Lilibet había venido a buscarme, no me encontró. Ay, Anthony no había llegado. Mi corazón se aceleró y a medida que llegaba a la casa corrí con todas mis fuerzas para… Estaba en los jardines traseros cuando miré a Anthony frente a la puerta trasera y sus ojos. Su cara era pánico extremo lo que vi.

—¿Dónde… donde está Lilibet? Anthony, dime ahora donde está mi…

—No pude, lo lamento, Erika… No pude hacer nada.

Lo miré asustada, con mi respiración entrecortada. Me dolían los pulmones al respirar y mi cara se relajó. Mi respiración también me enderecé y lo miré fijamente a él hacia la entrada, hacia la ventana sobre mí, la cara de Poul regocijándose de satisfacción y lo sentí. Eso que se ocultaba muy dentro de mí.

Capítulo 21

Anthony

Erika estaba tan bella en su ropa de dormir, tan concentrada en su libro al otro lado de la pequeña biblioteca de mi casa. No la quise molestar en todo el día que restaba; la dejé que se paseara por el lugar, un momento de paz para ella, que toda la tristeza se esfumara, aunque fuera por hoy, por estos tres días, la tranquilidad que le había comprado. Tal vez me sentía arrepentido de haber hablado bien de Samuel, pero no quería obligarla a quererme, quería que me quisiera de verdad, ya había accedido a ser mi esposa y quería que el día que fuera mi mujer lo hiciera sintiendo un poco de cariño por mí y no a la fuerza.

En la mañana que desperté llamé a una de las mucamas para que viniera a dejar el desayuno y le había servido a Erika para desayunar con ella los dos solos.

—Buenos días, señor, aquí está el desayuno y las cosas de la señorita.

—Ponlas en su habitación y ven a poner la mesa; no la despiertes todavía.

Nunca era muy amable con la servidumbre porque no quería que usarán esa ventaja para hablarme de los horrores que les hacían mis hermanos o padres. Siempre permanecía alejado de todos esos conflictos y sabía que la servidumbre no era mi territorio; pero notaba a Agatha muy nerviosa y temblaba mientras preparaba la mesa.

—¿Pasa algo? Dije mirándola de frente.

Ella me miró casi con miedo, levantando un poco la cabeza y luego volviéndola a bajar.

—Se trata… Se trata de Lilibet, señor.

—¿Lilibet, qué pasa con ella? Está muy lejos como para que pienses en ella.

—No señor, ella… Ella llegó esta mañana muy temprano y pidió hablar con la señorita Erika, pero…

—¿Qué dices, Lilibet está aquí? Y donde se encuentra ahora, dímelo.

—Los señoritos Poul y Damián se la llevaron a la habitación del joven y… lo siento, señor, se escuchaban gritos.

—No… No le digas nada a Erika, es más, ve a la casa y yo me encargaré.

Le ordené, ella corrió al coche que la había traído y yo me subí al mío. Mi hermana había regresado, pero por cometer tal estupidez quería morir la idiota, oh. Claro, se sintió culpable y quiso aclarar las cosas con Erika. — Estúpida niña, debo darme prisa. Me bajé del auto y corrí por las escaleras hasta la habitación de Poul. Casi vomito al entrar. Lilibet se encontraba atada sobre la cama de Poul y gritaba con fuerza mientras él la torturaba con su poder.

—¡Poul ya basta! ¿Qué estás haciendo?; déjala en paz.

—¿Y desde cuándo te ha interesado esta perra a ti? Dijo Damián desde el otro lado de la habitación.

—Poul, es nuestra hermana, déjala.

—¿Hermana? Esta gatita puede que sí; sabes que Damián sintió un poder en ella; nos equivocamos todo el tiempo; creo que de ella podría salir una buena hembra.

—Desde que estás cerca de Erika te has vuelto un cretino debilucho, hermano.

—Cállate, Damián, solo déjenla ir.

—¿Dejarla ir? Dejarla ir, tú qué piensas, Damián; obedecemos al próximo encargado de la familia, que me dices.

—Al diablo con Anthony, eso digo, ella es nuestra, siempre lo ha sido, tú ya tienes a Erika, así que no fastidies y lárgate de aquí.

—No lo haré; si no la desatan ustedes, yo lo haré.

—Poul, por favor, hace tiempo que nuestro hermano no se deleita con las caricias de tu poder, porque no lo distraes mientras yo me encargo de Lilibet.

—Será todo un placer.

—Ni se te ocurra en… Sentí que todo mi cuerpo se quebraba, me arqueé tanto que caí al suelo desplomado; no podía gritar, apretaba los dientes hasta que sangraron. El poder de Poul era alucinante; no lo recordaba así. Paró un momento y yo jadeando me arrastraba hacia la cama, pero de nuevo me retorcí una y otra y otra vez hasta que no pude más. Lilibet lloraba y gritaba, y Poul reía y reía. Más, más, más, decía mientras que Damián hacía lo que quería con ella. Yo no podía hacer nada; estaba totalmente sometido, luego de que Damián terminó. Se colocó sobre ella y le puso sus labios contra los de ella, y supe que ese no era solo un beso, sino el beso de la muerte de Damián, y observé lo mismo de hace años como la vida abandonaba el cuerpo de Lilibet.

—Deliciosa, completamente deliciosa, ya sabía yo que ese imbécil de Samuel nunca se había acostado con ella. Y ese poder está ahora en mí fluyendo por mi cuerpo.

—Magnífica una obra de arte. ¿Me dejas colgarla en mi pared? Mírala, quedó seca como si fuera una momia para conservar.

—Puedes hacer con ella lo que te dé la gana, porque es evidente que ya no me sirve para nada. Y en cuanto a ti, Anthony, no me mires con esos ojos, no podías hacer nada. Es nuestra naturaleza, no lo puedes negar; en algún momento algo te deleitó, no me mientas.

—Eres un maldito desgraciado; los dos son unos…

—Bueno, ya salgan de mi habitación que la voy a redecorar.

Me puse de pie como pude y salí al pasillo. Corrí lo más que pude a la puerta de atrás y vomité en un arbusto. Cuando subí la vista, miré a Erika que se detenía en seco agitada por correr. ¿Corrió todo el camino hasta aquí? Era casi un kilómetro. Yo me paralicé frente a ella y cuando me pregunté por Lilibet lo sabía; Samuel debió haberle dicho que venía. No pude poner otra cara frente a ella más que la del horror, la pena y la impotencia.

—No pude, lo lamento, Erika… No pude hacer nada.

—Es lo único que pude pronunciar queriendo devolver el estómago de nuevo. Entonces ella cambió totalmente en un parpadeo, buscando algo, y cuando observó hacia arriba hacia la ventana de la habitación de Poul, sus ojos cambiaron su aura. Era algo aterrador que me heló la sangre en ese momento. Odio, rabia, ira y una sed tan grande se arremolinaban en esos ojos. Yo solo caí de rodillas ante ese poder tan grande y aterrador.

Pasó delante de mí, como atravesándome. Busqué las fuerzas para ponerme de pie y seguirla. Los espejos se rompían al momento que ella pasaba frente a ellos y la puerta del cuarto de poul se partió en dos. Poul sonreía mientras miraba hacia su derecha. Erika observó hacia donde miraba Poul. El horror en sus ojos al ver el cuerpo desnudo y momificado de Lilibet clavado en la pared fue indescriptible. Poul se giró hacia ella y le dijo: ¿miras la obra de arte que me regaló Damián, no es maravillosa? Ella se giró hacia él y un grito desgarrador destrozó todo en la habitación; se arremolinaron las cosas y la cama fue directamente contra Poul, quien voló por la ventana hasta caer sobre la fuente del jardín bajo todo ese escombro.
Mi madre se lanzó hacia ella gritando por lo que le había hecho a Poul. Él no moriría; con eso yo estaba seguro y también estaba seguro de que más que enojarse lo había disfrutado. Mi padre tomó a mi madre de la cintura antes de que Erika le lanzara el mueble de la mesita de noche en la cara y se la llevó lejos hacia donde estaba mi hermano menor. Erika buscó y buscó con la mirada hasta que encontró a Damián. Estaba tras de mí; ella me apartó con un viento suave y lanzó su poder contra él, pero el muy imbécil sostenía en los brazos a una de mis hermanas; la otra había cogido tras de mí y se sujetaba de mi pierna con fuerza. Yo observé horrorizado mientras Damián la ponía como escudo y no tuve otra opción que embestir a Erika y darle un golpe en la nuca para que perdiera el conocimiento.
—Bien hecho, hermanito, veo que sirves para algo todavía.
—Eres un… Suelta a Carlota en este momento.
—Bien, gracias, hermanita, fuiste de gran ayuda; ahora llama a alguien para que limpie este desastre; yo iré a dar una vuelta, y mantén a la prima controlada si no ya viste de lo que soy capaz.
Erika, perdóname, no quería, pero mi hermana. Lo siento niñas, no quería que vieran esto.
—Damián es malo. Anthony es muy malo. — Sí, Beatriz, él es malo, decían sollozando ambas.
—Les prometo que las cuidaré siempre y mientras estén cerca de mí y yo de ustedes, él no les va a hacer nada.
—Y Erika casi me…
—No, por favor, Erika es buena, es solo que Damián y Poul hicieron algo terrible y ella no pudo con eso, por eso se enojó. Les pido que no la hagan sentir mal y no le teman. Ella está aquí para cuidarlas también.

Erika

Desperté en la habitación de la casa de Anthony con un dolor de cabeza fuerte, me tomó un momento caer en cuenta de lo que había pasado y de lo que estuve a punto de hacer.

—¡CARLOTA! Grité poniéndome de pie rápidamente; me mareé y casi caigo al suelo, pero alguien me sujetó y me colocó con cuidado sobre la cama de nuevo. Era Anthony.

—Calma, tranquila, tienes que descansar; te esforzaste mucho.

—Espera, no, tu hermana, yo…

—Ella está bien, las dos están bien, no te preocupes por eso, al que si dejaste todo majado fue a Poul, mi madre lo está curando y…

—¿Te encuentras bien, a ti… también te lastimé?

—No, esto es por causa de Poul, soy más tolerante a su poder, pero hoy sí se le pasó la mano conmigo.

—lilibet Anthony, no… Está muerta por mi culpa. Yo la maté

—¿Qué, pero, porque dices eso? En todo caso, es mi culpa. Llegué a tiempo, pero Poul me inmovilizó antes de que pudiera hacer algo, lo lamento tanto.

—No. Es mi culpa; si hubiera dejado que Samuel me explicara, ella no hubiera venido hasta aquí.

Ya no te tortures más, ninguno pudo hacer nada; ella sabía a los riesgos a que se enfrentaba al venir aquí, ni con todo este poder la pudimos…

Es verdad, ni con… Y si Samuel venía por mí y si Damián y Poul lo capturaban, le iba a pasar lo mismo que a ella, lo iban a secar como momia y…

—¿En qué piensas, Erika?

—No puedo permitir que Samuel venga por mí, y si ellos lo… Él todavía no está curado.

—Samuel ya tiene una sentencia de muerte si pone un pie en esta casa, Erika. Yo puedo pelear limpiamente contra él en el dado caso que te quiera apartar de mí, pero mis hermanos, mi padre y madre… Te aseguro que si ellos se unen, ni junto a mi tía Margaret Samuel podrá ganarles.

—¿Y tú, Anthony, combatirías junto con Samuel para protegerlo de tu familia?

—Lo lamento, Erika, si llegara ese momento, solo pelearía contra mi familia si tú estuvieras en peligro, incluso defendería a mi tía Margaret, pero no esperes que también cuide de él. En esos momentos solo pensaría en protegerte a ti y a mis hermanas.

Es verdad, la prioridad en una pelea serían sus hermanas; qué egoísmo de mi parte en pedirle eso a él. Pero… Pero.

—Te doy un consejo, Erika, si quieres proteger a Samuel, lo mejor es que él se olvide de ti y tú de él; si él viene por ti en estos momentos morirá y si se espera hasta después del ritual será aún peor, ya que en esos momentos todos los miembros de esta familia recibirán los dones a través de ti y nos fortaleceremos más. No sé el tamaño del poder de Samuel y no conozco muy bien los de mi tía, así que no te puedo asegurar que salgan bien librados si hay una batalla.

—Él vendrá, Anthony, lo conozco bien. Él no se detendrá y vendrá por mí. ¿Dime qué hago, por favor, dime?

—Lo mejor por ahora es que desista en venir por ti, y…

—¿Qué pasa?

—¿Puedes mostrarle imágenes a quien escuche y mire a través de tus ojos?

—Sí. Claro, ¿en qué estás pensando?

—Comunícame con él ahora mismo. ¿Confías en mí?

—no estoy muy segura, pero creo que sí.

Capítulo 22

amor, estaba tan preocupado, dime que estás bien.

—No, Samuel, no lo estoy, quiero mostrarte y que escuches a alguien, por favor, sé amable, gracias a él es que estoy viva en estos momentos.

—¿Qué pasó? NO. Ya no aguanto más, voy por ti ahora mismo.

—¿Ya puede verme y escucharme?

—Sí, Anthony, adelante.

—Bien, Samuel le pedí a Erika que me comunicara contigo. Sé que me ves y escuchas, pero yo no podré escucharte, así que seré breve. Esta mañana mis hermanos capturaron a Lilibet y la asesinaron frente a mí. No pude hacer nada para salvarla. Poul es demasiado fuerte y Damián posee un poder fuera de este mundo. Lo lamento tanto, Erika está muy afectada por todo esto y yo… temo por mis hermanas, ya que Damián prácticamente las tiene rehenes para que Erika no le haga daño. Si tú y mi tía Margaret vienen en este momento, morirán y no habrá nada que pueda hacer para salvarte a ti ni a ella; mientras mis hermanas corran peligro, yo no puedo hacer nada, así que te propongo un trato.

—¿Un trato? que se cree ese.

—Por favor, Samuel, te lo pedí amablemente.

Lo lamento, cariño; está bien.

—Mi tío está intentando ayudarme a sacarlas de aquí; dile a mi tía Margaret que en cuanto pueda se las llevaré para que las proteja, tomaré tu oferta de llevarlas a ese pueblo, y confiaré que no las lastimarás.

—Como dice eso, yo sería incapaz de…

—Mientras, te pido que esperes, a que tu poder esté completo. Ese veneno que te administramos puede estar semanas en el cuerpo, aunque hayas tomado el antídoto; dile a Tía Margaret que reúna a todos los parientes nuestros que han desertado porque los vamos a necesitar. Solo te pido eso y no creas que lo hago por ti. Solo estoy haciendo esto por el bien de Erika y mis hermanas.

—Eso lo sé, díselo.

—Dice que lo sabe muy bien.

—Bueno, espero que entregues el mensaje a mi tía y no te preocupes por Erika. Mientras mi tío esté aquí, ella estará bien y mientras me tenga a mí, nada le pasará. Pero eso sí te digo: esta tregua es solo para debilitar a la familia y alejar a Erika de ellos. Una vez lejos, la pelea entre tú y yo será aparte porque no te la entregaré sin pelear.

—Dile que eso también lo tengo muy claro. Y está, bien, amor, haré lo que me piden, pero créeme que no es fácil para mí.

—Espera mi señal para recoger a mis hermanas y dile a Margaret que ese día todos estarán presentes; ella sabe a lo que me refiero; ella te explicará y la boda con Erika no se cancela por si te lo preguntabas. Suerte, adiós.

—¿Y era necesario eso último, Anthony?

—Por supuesto que sí.

—¿De verdad Erika? Es lo último que quiero escuchar. Lamento lo de tu prima.

Y yo lamento que haya muerto sin saber que la perdonaba. Entrena, Samuel, entrena mucho y yo haré lo mismo; no quiero que nadie más muera y menos tú.

—Te lo prometo, amor, no moriré, no moriremos y sé que la boda es necesaria por tu bien; si puedes evitar la luna de miel hasta que yo vaya por ti, te lo agradecería mucho.

—¿Eres un idiota a veces lo sabes? Jamás dejaré que otro hombre me toque, Samuel; yo soy tuya y tú mío, recuerdas.

—Así es amor. Cuídate y habla conmigo en cuanto puedas, por favor.

—Lo haré, hasta pronto.

—¿Ya terminaron de hablar, y no me dirás que hablaron verdad?

—Anthony, no. — ¿Sabes dónde está Lilibet?

—Sí, después que mi madre llevó a Poul a otra habitación, fui por ella y la sepulté en el cementerio familiar que está tras el jardín trasero…

—Gracias.

—Es lo menos que podía hacer.

Después de hablar con Samuel me quedé más tranquila. El saber que ni él ni la tía vendrán por ahora me tranquilizaba. Dos días más en la casita, mientras regresaba el abuelo, cuando se enteró de lo que había pasado, se puso furioso con todos y más al saber que habían lastimado a Anthony. Yo sabía que lo de Lilibet le importaba menos que nada. Las peleas en esta casa tienen que parar ahora mismo, había dicho, los candelabros vibraban y uno que otro cuadro cayó, haciendo que Samanta diera un brinquito. Anthony me había dicho que mientras el ritual se daba yo tenía el poder de escoger quienes recibían parte de mi poder y que esa era una ventaja en contra de sus hermanos y padres. Ya de por sí solos sus poderes daban miedo; no me quería imaginar si los incrementaban. Anthony me enseñaría a concentrarme para lograrlo en su casita. Le fui a llevar flores a la tumba de Lilibet todos los días y a pedirle disculpas por no salvarla. Me quedaba una hora frente a la tumba llorando hasta que no tenía más lágrimas.

Samuel

—Un imbécil bastardo es lo que es; cómo se atreve a decirme que… estoy furioso, Margaret.
—Calma, Samuel; no ganas nada con enojarte de esa manera. Mira Antho…
—No digas su nombre; no lo quiero escuchar.
—Bueno, él fue muy valiente al rebelarse contra la familia; los que lo han hecho terminan muertos en el peor de los casos, y qué suerte que no los escuchó mi hermana porque ella no se tentará el corazón para entregarlo al consejo de ancianos. Por otro lado, lamento la muerte de Lilibet.
—Se nota que lo lamentas. Cuando te lo dije no vi ninguna expresión en tu rostro.
—Y que querías que llorara a mares; ella sabía que esto podía suceder.
—¿Ustedes de verdad de qué están hechos?
—Cuidado con tus palabras, niño; recuerda que la mujer que amas y que los que te ayudarán a rescatarla también pertenecemos a la misma familia.
—Si disculpa, tienes razón, es que estoy tan cansado y nervioso y no he podido dormir bien.
—Te entiendo, pero toma asiento, ya que me mareas. Muy bien, si tenemos tiempo, podré reunir como a treinta o cuarenta personas. La mitad posee alguna habilidad que podemos utilizar y los demás pueden servir de señuelo para que podamos escapar. ¿Qué? No me mires así, la mayoría son bribones y se lo merecen, pero nos une un enemigo en común.
—¿Tantos, como cuantos crees que estarán?
—Anth… Él dijo que estarán todos, así que serán muchos.
—Sí. ¿A qué se refería con eso?
—¿Recuerdas que te expliqué lo del ritual? Bueno, cuando es como te lo explique, solo se hace frente a la familia que lo preside, pero como este será especial, ya que será cuando existe una unión como es el matrimonio, solo el portador de poder que sería Erika en este caso se subirá a la placa; los miembros del consejo de ancianos estarán a su alrededor; ellos por sí solos serían siete, luego tras de ellos el hijo con más poder y luego los de menos y así hasta… calculo que son como cincuenta personas.
—¡Cincuenta! Y crees que podremos con ellos.
—Mira, con mi poder podré ocultarnos mientras se realice el ritual para sorprenderlos antes de que puedan tomar poder de ella. Si Anthon… él es listo, le enseñará cómo ella puede traspasar ese poder solo a las personas que ella quiera, así dejará en desventaja con los que de verdad ante nosotros. Él conoce a todos los que estarán, así que sabe cuáles pueden salir huyendo después de recibir lo suyo. Todo depende de cómo juegue sus cartas.
—Tal parece que es muy habilidoso.
—Así es; nunca he conocido a alguien con tal control como Anthony… Y sí. Lo voy a llamar por su nombre, como sea, él es muy astuto y sabrá usar muy bien los dones de mi sobrina. Solo tenemos que esperar; eso sí, Samuel, no hay que permitir que Damián se le acerque mientras se está llevando acabe el ritual, ya que si él le succiona hasta la última gota de poder la perderemos y él nos acabará en un salto. Hay que estar pendiente de eso. Él ahora no le hará daño, ya que anhela ese poder hasta que esté en su viva esencia.

—solo espero que cuide a Erika y también sus manos, lo demás no me importa.

Erika

—Preciosa que haces sola por estos lugares.
—No molestes, Damián.
—Sabes, dabas miedo aquel día; casi me orino en los pantalones, que suerte que mis hermanas pasaban por ahí.
—Estás enfermo, ¿cómo te atreves a usar a unas niñas de escudo?
—Por la ira de Erika, no decías que acabarías con todos nosotros; ellas también son parte de nosotros.
—Ellas son unas niñas inocentes, no tienen nada que ver con esto.
—¿De verdad lo crees? Sabes, mi tío nos dio un ultimátum a todos, pero tú y yo tenemos un trato íntimo y no creo que vayas a contarle a él o sí.
—Y si lo hago, que me harás.
—A ti, nada… ¡Beatriz! Ven, por favor.
—No te atrevas, Damián.
Mi corazón estaba en pausa y mis puños se serraron cuando agarró en brazos a la niña.
—¿Quieres jugar conmigo pequeña?
—No, Damián, no quiero, bájame. Me das miedo, bájame.
Ella pataleaba y lo mordió en la mano.
—Maldita… Toma para que respetes a tu hermano mayor.
—¡Suéltala! Le grité furiosa cuando le pegó en la mejilla. Ella lloraba, pero no se movió; se quedó inmóvil.
—Dámela, Damián, sí, no le hagas daño, dámela.
—¿Por qué no le das un beso a tu hermano? —Damián, entrégamela y haré lo que me pidas, pero déjala ir, por favor.
—Eso suena interesante, ¿lo que te pida?… Toma. Te espero en mi habitación en media hora y te advierto que no me gusta esperar, si no, ya sé dónde está Carlota dormidita en este momento.
—No, ahí estaré.
Cuando me dio a la niña y se marchó, está soltó en llanto, y yo la abrasé con todas mis fuerzas.
—Lo siento pequeña, ¿te duele?
—No, pero me da miedo. Damián ¿Por qué no es como Anthony?
—no lo sé cariño no lo se.
—¿Cuándo te cases con mi hermano y se vayan a vivir a la casita, nos llevarán a Carlota y a mí, verdad?
—Te prometo que cuando nos casemos las sacaremos de aquí, pero es un secreto entre nosotras.

Capítulo 23

Busqué a Carlota por toda la casa, pero no la encontré; tenía que haber más lugares, pero no los conocía. Maldito bastardo, la escondió de mí.
—Adelante, pasa, preciosa, y cierra la puerta. Así me gusta la puntualidad.
—Dime que es lo que quieres ya y dame a la niña.
—Calladita, mi hermanita está muy bien… Por ahora, así que tú vendrás a mi lado y te sentarás junto a mi calladita y sin hacer nada malo. Así me gusta, obediente, ahora me darás un besito, sí.
—Me… Succionarás la esencia.
—¿Qué? Eso es lo que… No, claro que no; ya estoy satisfecho por ahora. La de mi hermana estaba exquisita, sabes.
—Eres un…
—Cuidado con esa manito; no sé vaya a quebrar. No, lo que quiero de ti es otra cosa.
—Qué quieres, dímelo ya para largarme de aquí.
—Quiero acostarme contigo, preciosa.
—¿Qué? No. Eso no. Además, mi abuelo dijo.
—Dijo que no podíamos hacerte daño, y yo no te lo haré; además, será con tu consentimiento.
—Qué te hace pensar que aceptaré.
—Ven, ven, linda, miras esa puerta de allí, no es un armario, es otra habitación, abre la puerta.
Estaba estupefacta con lo que me había pedido Damián; por supuesto que no iba a aceptar. Me dirigí a la puerta y la abrí; era una pequeña habitación y ahí en una cama pequeña dormida estaba Carlota. Traté de hacer ruido para que se despertara, pero…
—Ni lo intentes. Erika, le di esto, ¿lo recuerdas?
—¿Le disté el veneno como pudiste? es una niña—No te preocupes. Poul me aseguró que esta cantidad no la matará… Bueno, él también no estaba muy seguro, pero tengo un par de horas para administrarle el antídoto antes de que, tú sabes, se duerma para siempre.
—¡Maldito infeliz!
—Insúltame lo que quieras, pero solo estás perdiendo tiempo, así que entonces.
Mierda, mierda, mierda. ¿Dónde estás, Anthony? No tenía de otra, lo lamento. Samuel, no te podré cumplir mi promesa; espero que entiendas el porqué. Apagaré todo mi poder, como me enseñó tía Margaret, así él no podrá… Estaba llorando mientras me desnudaba poco a poco. Cerré los ojos mientras él me acostaba en la cama y… y… Apagué todo, cada sensación; todo era hielo; me convertí en hielo frío.

—Sabes, Erika, ahora entiendo por qué ese Samuel casi muere por ti.

—¿Me puedo retirar ya?

—¿Y no hay besito de despedida?… Bueno, ya cálmate, me vas a destrozar la habitación y no quiero tener que remodelar como Poul. Ya puedes irte.

—¿Me das el antídoto para Carlota?

—A, sí, claro, no queremos un funeral antes de la boda, pero si mal no me equivoco le quedan como veinte minutos, así que yo que tú me daba prisa.

Me vestí rápidamente y le arrebaté el antídoto de las manos mientras me dirigía a la habitación. Tomé en los brazos a la niña y salí del cuarto. La llevé a mi habitación en donde le administré el antídoto; luego se la di a una mucama para que se la dieran a su padre; por lo menos sabía que él las quería, no como Anthony, pero seguro que la atendería bien. Le había dicho a mi abuelo que iba a estar en la casita de Anthony y no esperé que me llevaran. Corrí y corrí; por alguna razón, el camino se me hacía muy corto y cuando llegué me desplomé en la entrada, serré la puerta y grité lo más fuerte que pude.

Luego subí a la habitación y entré en la ducha. Me lavé hasta que la piel estaba roja de tanto tallarme y repetí varias veces. Después me puse la bata y me hice bolita en la cama. Me quería morir; no había sufrido tanto desde que mis padres murieron; sentía tanta impotencia del no poder estrangularlo, y volví a gritar sobre la almohada hasta quedarme sin voz.

—¿Erika, estás bien, qué pasa?

—Estoy bien, Samuel, solo es una pesadilla, no puedo hablar ahora.

—Está bien, cariño; te amo.

—Y yo más, Samuel y yo más.

Anthony

—Todo el día estuve fuera buscando rutas para el escape de mis hermanas; tenía que ser cuidadoso porque yo sabía más que nadie que la familia tenía espías en todas partes. Aproveché la excusa de la boda para mandar las invitaciones a los seis ancianos del consejo, y ellos se encargarán de seleccionar a las familias invitadas para el ritual. Estaba preocupado por Erika; no la quería dejar sola mucho tiempo, pero mi tío no saldría hoy, así que pensé que no se atreverían en hacerle daño con él en casa. Casi era de noche cuando llegué.

—¿Cómo nos fue?

—Bien, tío, todos recibieron las invitaciones, ahora solo es de esperar la lista de los que asistirán y de aquí partiremos.

—Bien, ya que será algo sencillo, no creo que sean más de cuarenta o cincuenta; seguramente escogerán a los más necesitados de poder; eso es bueno.

—No me gustará ver como todos esos hombres se colocan alrededor de Erika.

—Tranquilo, la ventaja es que ella para ese entonces será tu esposa y tendrán prohibido tomar más de lo necesario y, lo más importante, no la podrán tocar…

—Tienes razón. Y hablando de ella, ¿cómo ha estado?

—Pues todo tranquilo, no he escuchado ningún pleito en todo el día. Tu madre está con Poul como siempre y ella me pidió permiso para ir a tu casa; parece que le gusta mucho ese lugar.

—Así es, le encanta leer mientras mira el lago; además, es mejor que permanezca ahí, así no tiene conflictos con los demás.

—Eso sí, estoy de acuerdo.

—Bueno, tío, me retiro; iré a ver cómo se encuentra antes de cenar; las protecciones que pusiste alrededor de la propiedad no harán que salga de aquí, pero siempre está metiéndose en problemas.

—Es igual que su padre.

Cuando pasaba por las escaleras para salir, Beatriz corrió sobre mí y me contó lo que Damián le había hecho, y que Carlota no despertaba. Corrí a la habitación de mis hermanas y mi padre estaba dando de comer a la niña.

—Hola, pequeña, ¿qué te pasa, estás enferma? Pregunta tonta, ya que mis hermanas jamás se enfermaban; era una ventaja de nacer con poderes.

—No, me dormí mucho tiempo y mi papá me acaba de despertar. Tengo mucha hambre.

—Pues come enana para que crezcas grande y fuerte.

—Padre, puedo hablar contigo afuera un momento, dije seriamente. ¿Qué pasó exactamente? Beatriz me contó lo que le hizo Damián; esto tiene que parar.

—Lo sé, hijo, pero hasta yo le temo a tu hermano y ya hemos tenido muchos problemas. Mi hermano ya está muy enfadado con nosotros y si pasa algo más nos excluirá del ritual.

—Entonces, que, dejamos que siga abusando de las niñas, dámelas, padre, mi madre no se hace cargo de ellas; dámelas y yo las cuidaré, las llevaré a vivir a mi casa con Erika. Solo tú puedes hacerlo; solo los varones de cada familia tienen derecho a las niñas; dámelas y ellos no podrán tocarlas.

—Lo pensaré y hablaré con mi hermano.

—Gracias, padre, sé que mi tío estará de acuerdo.

—Sabes, la mucama me dijo que Erika traía en brazos a Carlota y que salían de la habitación de Damián.

Se me congeló la sangre al escuchar esas palabras; corrí deprisa a la habitación de él. No toqué la puerta; solo entre azotándola.

—Ya no hay privacidad en esta casa, todos tiran puertas.

—¿Qué le hiciste a Carlota que le has hecho a Erika, dime?

—¿Ella te dijo algo?

—No, la mucama la vio salir de aquí con mi hermana en brazos inconsciente, ¿qué les has hecho?

—Para empezar, bájame el tono y te dije que te ganaría en una u otra cosa; ahora yo fui el primer hermano y al fin conseguí algo preciado que tú querías primero que tú.

—¿Damián, por favor, dime qué les has hecho?

—Así me gusta que supliques, Te lo diré con la condición que no se lo digas a nadie.

—Te lo prometo, ahora, dime. Dije apretando los dientes y los puños.

—Bueno, todo fue con el consentimiento de mi preciosa prima… Ella y yo… Dormimos juntos.

—¿Eso no es verdad? Lo dices para mortificarme.

—Oh, no, hermano, es verdad, ¿sabes que en su espalda baja tiene el mismo lunar que tú? Es curioso, no. En fin, te he dicho la verdad.

—No. Como… as.

—Fácil, le administré una cantidad mínima de veneno a Carlota y ella hizo lo que yo quería a cambio del antídoto tan fácil como…

No supe cuando mi puño se dirigió hacia su rostro, estampándose en el centro de su nariz. —Eres un miserable gusano; te detesto, te aborrezco y te desconozco como mi hermano; si pudiera matarte en este momento lo haría sin ningún remordimiento, pero llegará ese momento, Damián, te lo juro.

—Maldición… Cuando quieras aquí te espero.

Me gritó mientras me alejaba a zancadas de la casa. Subí al auto y me dirigí hacia mi casa. Había tanta rabia en mí, que pisé tan fuerte el acelerador y atravesé el auto con el pie. Apreté el manubrio con tanta fuerza que se hizo polvo en mis manos. Y salí del vehículo; lo levanté y lo lancé contra el lago; golpeé con mis puños un gran árbol hasta derribarlo, y podía escuchar en mi mente la risa de Damián, burlándose, regocijándose de lo que había hecho.

Cuando logré calmarme un poco, subí hasta la habitación de Erika. Estaba obscuro y solo las luces de los faroles alumbraban la habitación. Ella estaba hecha bolita sobre la cama con la bata puesta. Rodeé la cama para mirarle el rostro hinchado de tanto llorar. Ella lo levantó para mirarme con los ojos que comenzaron a llorar de nuevo. caí de rodillas frente a ella y pusé las manos en él colcho con los nudillos sangrientos de golpear el árbol.

—Lo siento tanto, dije con la vos quebrada; lamento no haber estado aquí; por favor, perdóname, le decía, poniendo mi cara en el colchón y arrugando las sábanas con los puños serrados.

—Cómo se encuentra Carlota. Fue lo único que dijo con la voz tan roca que casi no le entendí. Debió de estar gritando mucho y eso hizo que me partiera en dos.

—Bien, logré decir tan suave que apenas podía oírme, ellas están bien. ¿Y tú quería preguntar, pero me pareció estúpida la pregunta?

—Me alegro, dijo, tomando asiento en el centro de la cama con la mirada hacia el techo que brillaba de luces como pequeñas luciérnagas pegadas.

—¿Quieres… quieres hablar? Le pregunté. Ella negó con la cabeza, y su pelo rizado y abundante le cubría el rostro.

—¿Puedo acercarme? Pregunté nuevamente.

Ella lo quedó meditando un momento y luego asintió. Me puse de pie y me senté a su lado, dejando un metro de distancia entre los dos. Ella se giró hacia mí y su mirada me rompió el alma cuando me miró fijamente con los ojos rojos llenos de lágrimas.

—Él me… me… Y no pude hacer nada.

—Lo sé, le dije apoyándola contra mi pecho, lo sé y lo siento tanto; te prometo que yo mismo me encargaré de él, te lo juro. ¿Me crees?

—Sí.

No hubo más palabras. Ella lloro, se desahogó toda la noche hasta que se quedó dormida en mis brazos y la acuné hasta el amanecer.

Capítulo 24

Erika

Abrí los ojos con mucha dificultad; Anthony me tenía rodeada con sus brazos y él dormía profundamente. Lo miré por un par de minutos; era muy hermoso. Bajé por su cuello con la mirada y luego su mano estaba sobre su pecho; tenía golpes y sangre seca sobre los nudillos de la mano. Desperté con cuidado y me dirigí al baño. Me lavé la cara roja de haber llorado toda la noche y tomé el botiquín de la mesa.

—Buenos días, me dijo él frotándose la cara.

—Buenos días, toma a ciento; te curaré la mano.

—¿Qué? Oh, no es necesario; estoy bien.

—Si lo es y no estás bien, puedo ver la carne viva de tus nudillos.

Miró un momento resignado a no objetar, creo, y me extendió la mano derecha. Mientras la limpiaba con agua y algodón, él me miraba fijamente. Traté de ignorarlo, pero no pude.

—Anthony, estoy bien; no tienes que mirarme así.

—Lo lamento, es solo que… Nunca me voy a perdonar el no haber estado contigo.

—Está bien, ya pasó, no creas que fue… Eso no es lo que me importa; ya había estado muchas veces con Samuel; lo que me molesta es la impotencia de no haberlo estrangulado.

—Entiendo, es lo que me carcome a mí también. ¿Se lo dirás a mi tío?

—Claro que no, nadie ni siquiera a Samuel. Es capaz de venir ahora mismo. No, esto se queda aquí.

—Te aseguro que no pasará de nuevo.

—Qué te hace pensar que él no…

—No va a pasar. Él solo lo hizo para molestarme, para ser el primero antes que yo. Siempre hace lo mismo, quiere ganarme en todo, y además logré que mi padre me diera a mis hermanas. Si él lo aprueba, Damián ya no podrá tocarlas y las podré sacar de la casa. Tú y yo nos casaremos y nos vendremos a vivir a esta casa con ellas y nos podremos deshacer de Damián y Poul.

—¿Serías capaz de matar a tus hermanos?

—Los odio tanto que no me temblarían las manos para acabar con ellos, más aún de lo que te han hecho, porque no me equivoco si Poul también estuvo involucrado. Él no da sus venenos así como así.

—Listo. Ahora no…

—¿Erika, puedes hablar? Bueno, háblame cuando puedas. Sí. No pasa nada, grave; solo quiero hablar contigo.

—¿Qué tienes?

—Nada, solo es Samuel, pero no quiero hablar con él, me da vergüenza.

—Comprendo, qué te parece si nos traen el desayuno y luego nos ponemos a entrenar para que puedas controlar el poder que vas a obtener.

—Está bien, y muchas gracias por todo, Anthony; eres una buena persona.

—Soy consciente que no lo soy, pero a ti y mis hermanas… Usted son lo único que vale la pena en esta familia; también tu abuelo ha sido como un padre para mí.

—Me… Di cuenta que te pareces mucho a mi padre cuando era joven.

—Lo notaste, si es por eso que mi tío me… Siempre lo he sabido, también la razón por la que mis padres me odian, pero eso nunca me ha dolido ni importado.

Él parecía convencido de lo que decía, pero sus ojos reflejaban lo contrario. Todo hijo busca la aprobación de sus padres y creo que Anthony no era la excepción. Estaba frente al lago solo con los sonidos de los árboles, el agua que corría, los pájaros, el viento.

—Eso es, Erika, concéntrate, sigue el ritmo de los sonidos; con cada respiración libera tu mente; sentirás tranquilidad y…

—Lo lamento, no me puedo concentrar, tengo tantas cosas en la cabeza.

—Está bien; no hay prisa, pero tienes que despejar eso que te… Tienes que intentar estar serena; tu cuerpo absorberá una gran cantidad de poder y tú tienes que controlarlo. En el pasado hubo una hermana de mi viejo abuelo que se destruyó por tanto poder y no lo pudo controlar.

—¿Quieres decir que murió?

—No. Ella vivió el resto de su vida en un psiquiátrico; estaba bacia; sus ojos no reflejaban nada como un cascarón.

—¿Hay rituales que salen mal?

—Así es, hace cuatro años fue el último que habíamos tenido; lo presidió la familia de uno de los ancianos. Gregory, tú lo conoces. Su nieta fue elegida, ya que escasean las mujeres portadoras de poder en la familia y ella fue el sacrificio. No lo pudo controlar y murió.

—Eso es horrible. Anthony, ¿quieres decir que no cualquiera puede resistirle?

—No. Tiene que ser una de las mujeres nacidas de la unión en el ritual; por ahí es donde se traspasa el poder a la nueva vida, quien será el próximo sacrificio. Solo hay una excepción: en caso de que la hija de una de las nacidas del ritual nazca con poderes propios, ella puede ser elegida también; tal es tu caso, el de mis hermanas y la tía Margaret, entre otras anteriores a ustedes. Esta rama de la familia ha sido, como lo digo, vencidas con buenas mujeres.

—Yo no lo llamaría una bendición, pero te entiendo, ¿y se escoge el familiar varón más apropiado para mejorar la especie, no?

—Dicho así suena… Bueno, si así es, pero se pueden saltar varios pasos del ritual con las condiciones. Si ella está casada, no la tocarán los demás miembros de la familia; eso está prohibido, y si ya está embarazada, se hará solo la imposición del poder, y todos los miembros que estén pondrán su mano en su espalda para que el poder fluya en todos y así no se afecte el bebé.

—¿Anthony, cómo es ese ritual?

—¿Qué la tía Margaret no te lo dijo?

—No. Nunca le pregunté; solo me dijo lo básico, pero de qué va… nada sé.

—No lo sé, Erika, no sé si contarte todo, tal vez solo lo que haremos, pero…

—No. quiero saberlo todo.

—Es que no creo que sea el momento adecuado para… No me mires así. Está bien, te lo diré.

—Este ritual consiste en que los siete patriarcas de las siete ramas de nuestra familia viajan a la residencia de la familia que tiene en su poder el sacrificio, ósea tú en este caso. Ellos escogen a los miembros de su familia que asistirán con ellos; por lo general, son sus hijos y nietos. Tienen que ser varones, ya que las mujeres son las que ya poseen la magia y de ellas nosotros nos alimentamos; hay casos en que los nacidos en el ritual son varones como yo. En ese caso…
—Espera, ¿tú naciste de un ritual?
—Así es, cuando la tía Margaret escapó a mitad del ritual, mi madre tomó su lugar, ya que las dos portaban un buen poder y de esa unión nací yo. Bueno, como decía, así se escoge el varón apropiado para ser el esposo del sacrificio. Pero antes…
—Sigue, no pares; lo quiero saber todo.
—Bien. Cada lugar tiene una habitación o salón adecuado para la ceremonia; nosotros tenemos el nuestro; el sub sótano es circular y en el centro, en una placa con grabados de runas antiguas, se coloca la chica acostada; los ancianos alrededor de ella leen el libro que nos dejaron los antepasados con los conjuros. Estos libros no los puede leer nadie. Solo se presentan frente a los ancianos en el momento del ritual, atraídos por la magia de la joven. Tras los ancianos se colocan los miembros escogidos de cada familia de entre doce años en adelante. Cuando comienzan a recitar las palabras de los libros al unísono, la placa brillará y la luz cubre todo el cuerpo; es en ese momento que el elegido para ser su esposo se aproxima a ella y comienza la unión entre los dos.
—¿Ahí mismo frente a todos?
—Sí, pero en ese momento todos están en una especie de trance y ni se dan cuenta. En fin, cuando terminen de… La luz cubrirá toda la habitación y el poder se repartirá entre todos los que estén ahí en ese momento. Después, se escogen a los jóvenes dentro de la misma edad que la joven y ella tiene que acostarse con ellos ahí para que se pueda considerar la niña.
—¿Qué, no eso? Yo no.
—Tranquila, tú no tendrás que pasar por nada de eso, ya que estaremos casados. Contigo solo se dirán las plegarias para el traspaso de poder y listo y ahí, Erika, tú tendrás que negarles el poder a lo que yo te mencionaré más adelante. Ahí es donde comenzará la partida.
—Entiendo que la tía Margaret aprovechó que todos estaban paralizados para escapar.
—Así es, eso requiere una fuerza de voluntad enorme, ya que cargaba con un gran poder y es muy difícil salir del estupor; eso es lo que tienes que controlar. El miedo: tienes que sacar lo más frío que hay en tu corazón para lograr romper ese laso, y eso ya lo he visto en ti, sé que lo puedes lograr, solo tienes que controlar tus emociones, eres muy volátil todavía y cuando te controles estarás lista. Tienes que recordar que en ese momento Samuel, la tía y los demás estarán por atacar. Esa debe de ser tu motivación, o si no moriremos todos.

—Muy bien, Anthony, me concentraré y practicaré mucho.
—Eso es, espero que para ese entonces mis hermanas estén seguras.
—Lamento la interrupción, señorita Erika, señorito Anthony. Lord Grays los solicita en la mansión.
—Gracias, Alice; iremos en un momento.
—No quiero ir, Anthony, no todavía.
—Lo lamento, pero tenemos que. Yo no me apartaré de ti, te lo juro; además, es buena ocasión para que controles tus emociones. Lo lamento, no me quiero aprovechar de… Tú entiendes verdad; casi no hay tiempo.
Está bien, trataré.

Capítulo 25

Anthony

Mientras nos dirigíamos a la mansión, la cara de Erika reflejaba angustia y me hizo querer abrasarla, aliviar ese dolor tan grande que albergaba su corazón y estampar a Damián contra la pared. Al llegar entramos al despacho de mi tío. Todos estaban ahí; incluso Poul estaba junto a mi madre como un cachorrito hambriento. Erika no les dirigió la mirada. Solamente se sentó junto a mí frente al tío Grays.
—Bien. Los convoqué para… ¿Damián, qué te pasó en el rostro?
—No es nada, tío, me peleé con un animal. —Bien como sea. La respuesta de los seis miembros del consejo ya llegó. Acudirán cinco de cada familia, seis si contamos al patriarca, y ya estamos a seis semanas cuando la luna de sangre esté en lo más alto.
—¿Luna de sangre? Tío, ¿habrá una luna de sangre esta vez?
—Así es, Anthony, seremos muy afortunados con este ritual, habrá poder hasta para regalar.
—¿Qué significa, Anthony?
—Luego te digo, Erika.
—La boda de ustedes se realizará el mismo día del ritual en la mañana, así las bendiciones de la luna también caerán sobre esa unión.
—No te veo contento, hermanito. ¿Acaso tenías pensado salir de luna de miel?
—Sierra la boca, Poul.
—A mí me da igual, lo que nos interesa es que haya suficiente poder para todos, lástima que no se vaya a poder hacer un ritual como es debido. Tal vez con los de Carlota y Beatriz tengamos suerte.
—Eres un…
—Basta, Damián, eso… Por favor, no quiero más discusiones o les advierto que los excluiría del ritual. Esta es la lista de los que asistirán. Anthony se encargará junto con Leonard de organizar todo. Y tu Samanta ayuda a Erika a preparar un hermoso traje de novia, quiero que mi nieta luzca como una princesa.
Mi madre solo chasqueó la lengua, mirando con odio a Erika y acariciando el brazo de Poul. Erika no tenía ninguna expresión en el rostro. Damián se puso de pie para colocar el cigarrillo en el cenicero de la mesa y ella dio un pequeño sobresalto. Él le sonrió con malicia. Necesité todo mi autocontrol para no dejarle el otro ojo morado.
—Yo me encargaré de lo mío sola, abuelo, no necesito ayuda, sé exactamente lo que me gusta y no quiero consejos inútiles.
—Inut… Niña, cómo te atreves a insultarme, además yo ni quería…
—¡Samanta basta! Ustedes dos me van a… Está bien como quieras, hija, que Damián te lleve…
—No. Él no.
—Bueno, Poul, acompáñala tú.
—Y no puedo ir yo, tío. También tengo que comprar mi traje.
—Lo lamento, Anthony, te voy a necesitar estas semanas a ti y a tu padre. Sí que solo queda Poul y es lo último que diré. No quiero más peleas entre todos y, Poul, si algo le pasa a mi nieta, ya sabes lo que te espera.
—Está bien, tío, como tú digas yo me encargaré de mi prima.
—Bien. Tu samanta confecciona los trajes de las niñas. La boda está en un parpadeo. Demos a nuestros invitados una ceremonia digna de la familia Dasgood Slohard y no quiero que nos avergüencen, así que controlen sus diferencias.
—Toda la habitación vibró cuando mi tío pronunció las últimas palabras. Erika no dejaba de ver a Poul.
—No te preocupes, Erika, Poul es mejor que nada; además, a él le encanta ser torturado; le puedes quebrar un brazo sin remordimiento y te lo agradecerá.
—Eso suena genial; pensé que me controlaría más frente a Damián, pero no pude.
—Dadas las circunstancias, lo siento muy bien.
—¿Tú le dejaste la cara así?
—Sí, si quieres le puedo emparejar el otro ojo.
Ella río, esa risa que siempre quiero ver en su rostro. Tenía que lograrlo, tenía que salir bien, esperaba que el inútil de Samuel estuviera haciendo lo suyo; mi plan tenía que dar resultado. La luna de sangre era una ventaja, pero también un dilema. Más no permitiría que él se la llevara. No lo permitiría.
—Erika Escúchame, no tenía previsto lo de la luna de sangre. Eso es un fenómeno que nunca había visto, pero que sí conozco por mi abuelo. El padre de tu abuelo me contó que una vez en un ritual hubo una luna de sangre, lo que hizo que los poderes de mi abuela se incrementaran al máximo. La cuestión es que ya se encontraba embarazada de mi tío, o sea tu abuelo; por eso él posee un poder increíble. Lo malo es que decía mi abuelo que a mi abuela era tan grande el poder que después de repartirlo le quedaba más y más y casi la destruyó.
—¿Y cómo se salvó?
—Tuvieron que llamar a las mujeres de la familia para que ellas también tomaran más poder, así ella lo pudo soportar. Por eso esas generaciones tienen mucho poder y de ellos están conformados los siete ancianos.
—Entonces, de este ritual pueden aparecer los próximos jefes de cada casa.
—Es probable que también vengan las esposas y mujeres de las familias para aprovechar.
—Demonios Anthony, eso nos pone en desventaja; serán muchos más de lo pensado.
—Así es, por eso tienes que soportar ese poder, Erika. Así no se lo darás a las mujeres que quedan de la familia; así podemos detener esto ahora. Revisar la lista ya no me sirve de nada; cambiaré el plan. Tienes que usar el poder que te den los antepasados para destruir los libros junto con los ancianos Erika antes de que desaparezcan.
—¿Qué? No, espera, mi abuelo es uno de ellos; ¿quieres que lo mate a él también?
—Tienes que acabar con todos al mismo tiempo, Erika. Esa es la única manera de terminar con esto.
—Pero… Pero el abuelo también ha cometido errores como tú y ya lo perdoné y le tengo cariño.
La miré fijamente, abriendo los ojos de par en par.
—¿Tú… tú me tienes cariño a mí también?
—Sí, tú me has ayudado mucho, y aunque pudiste vengarte de Samuel, no lo hiciste; eres honesto y bueno, y quieres proteger a tus hermanas tanto como a mí. No me has dejado sola y aunque digas que me fallaste no lo hiciste; eres una persona muy importante para mí, Anthony.
Mis ojos se humedecieron al escuchar esas palabras; no creía que ella pensara eso de mí; eso me conmovió tanto que mis rodillas se dieron y no sabía cómo contestar a esas palabras. Siempre creí que era un animal, un monstruo como mis hermanos, por permitir los horrores de esta familia. Erika me quería; me tenía en consideración. La única mujer que me importaba, aparte de mis hermanas, me quería y yo. Ella se acercó a mí, tomando mi rostro en sus manos tan suaves, y me sonreía con esos ojos iguales a los míos, pero no había odio en ellos, solo ternura y me dio un beso.

Erika

No sé qué pasó; de la nada lo besé; a él, fue un impulso, solo quería consolarlo, agradecerle todo lo que había hecho por mí y lo besé. Él me miró abriendo los ojos tan grandes que me perdí en su mirada, y sin decir nada corrí a la habitación y cerré la puerta. Corrí las cortinas un poco y él estaba todavía ahí en la entrada de su casa con una sonrisa en sus labios. El color se apoderó de mis mejillas. Sentía la cara roja de pena.

—¿Erika, estás bien, puedo pasar?

—¿Qué? NO. No pases; estoy… poniéndome la ropa de dormir.

—Está bien, iré a traer la cena, ¿quieres algo de tu habitación?

—… no gracias.

—¿No tardaré, estarás bien sola?

—Sí, ve tranquilo.

Estaba sobre la cama boca abajo, con la cara estampada en la almohada, como una niñata de quince años.

—Erika, ¿puedes hablar, cómo estás?

Mierda, Samuel.

—Sí, puedo, estoy sola, disculpa que no me había comunicado antes; mi abuelo nos tiene ocupados a todos con lo de la boda y el ritual ese.

—Te he sentido triste estos días, por eso estaba preocupado.

—No es para menos, han ocurrido cosas que…

—¿Cosas, qué cosas te han hecho daño, dime la verdad, Erika?

—Cálmate, Samuel, estoy bien. Anthony ha sido muy bueno conmigo y me ha cuidado muy bien.

—Claro, eso dice Margaret, que no me tengo que preocupar mientras él esté cerca de ti. Pero eso es lo que me pone celoso que esté cerca de ti.

—No tienes por qué estarlo, sabes que té… Amo.

—Y esa pausa. Te conozco bien, Erika, sé lo que conscientemente puedo sentirte y últimamente me desconecto fácil de ti. Dime si… ¿Si pasara algo me lo dirías verdad?

—No pasa nada, Samuel, de verdad, te amo; eres el amor de mi vida y ya quiero verte; necesito estar contigo, eso es todo.

—Está bien, amor; te creo. Cambiando de tema, ¿hay alguna novedad?

—Sí. Acabamos de venir de una reunión en la mansión con mi abuelo.

—Lo dices como si no estuvieras ahí.

—Oh. No te había contado; Anthony tiene una casita en los límites de la propiedad y me estoy quedando aquí porque he tenido muchos problemas con Samanta y bueno, aquí ella no está cerca y puedo hablar contigo con total libertad como ahora.

—Si la vi una vez, es muy linda; hay un lago enfrente.

—Así es; me recuerda a nuestro lugar.

—¿Y estás sola?

—No, Anthony está aquí conmigo, no me dejan estar sola, pero él me da mi espacio y es como si estuviera sola.

—¿Y por qué no aprovechas y escapas?

—Mi abuelo hizo un conjuro o algo alrededor de la propiedad que no me deja salir. Solo puedo salir si alguien me saca de la propiedad. ¿Bueno, me dejarás contarte lo que sé o estarás de detective celoso toda la noche?

—Está bien, te dejaré hablar.

Y le conté todo lo que se habló en la reunión, y lo de la luna y lo del plan propuesto por Anthony.

—Captado todo, se lo platicaré a Margaret y hablaremos de eso. No creo que ella esté de acuerdo, en hacerle daño a tu abuelo, pero por lo demás también podríamos aprovechar y si nos repartes ese poder a nosotros también tendremos una ventaja.

—No lo había pensado. Hablaré de eso con Anthony para ver si es posible; dijo que revisaría el lugar para buscar un punto donde estén ocultos mientras se realiza parte del ritual, y luego se lo comunicaré.

—Bien, amor, oye, y donde estás ahora.

—En mi habitación.

—¿Y tienes espejo?

—Sí. ¿En qué estás pensando?

—Si puedo verte un momento.

—Está bien, espera.

Estaba hecha harapos, me arreglé el cabello a toda prisa, me puse un poco de rubor en las mejillas y brillo en los labios, me coloqué frente al gran espejo en mi pared y dejé que Samuel mirara a través de mis ojos y yo de los suyos.

—Hola, mi amor, te extrañaba tanto.

—Y yo a ti, qué raro que nos podamos ver así, no.

—Sí, porque no se nos ocurrió antes.

Parece que ya estás más recuperado; no tienes cicatrices, y has estado haciendo ejercicio, tal parece.

—¿Te gustan mis músculos? Son para ti amor.

—Eres un engreído.

—Ahora tú, porque no te quitas ese vestido y me muestras ese maravilloso cuerpo que extraño tanto.

—eres un pervertido, Samuel, pero está bien, ¿te gusta lo que ves?

—Claro que sí, te extraño demasiado y extraño acariciarte, ser el único hombre en tu vida.

La sonrisa abandonó mi rostro y estuve a punto de llorar cuando pronunció esas palabras. Ya no era el único. Me lo habían arrebatado y solo quería que estuviera aquí para que borrara las manos de Damián de mi cuerpo, esa sensación tan repulsiva y desagradable.

—¿Erika, qué pasa porque lloras?

—Te necesito aquí conmigo, te extraño tanto, Samuel, extraño que tú me hagas el amor yo…

—¿Erika, pasó algo verdad?

—Damián, él me… él. No pude hacer nada, Samuel; le había dado el veneno a una de las gemelas y si no hacía lo que me decía no me daría el antídoto y… lo siento tanto.

No. Le acabo de decir todo y él… Estaba petrificado frente al espejo y sus ojos muertos; luego un grito que me aturdió la cabeza y le dio con el puño al espejo frente a él, que solo observaba los vidrios rotos a su alrededor. Yo caí hincada en la alfombra y él también hizo lo mismo; solo podía ver sus manos sobre sus piernas temblando de rabia, la misma rabia que me invadía.

—Lo voy a matar, Erika, lo voy a hacer sufrir tanto que deseará que lo mate. Y ese Anthony me juró que te cuidaría y no lo cumplió. Voy a acabar con cada uno de ellos.

—¿Qué? Espera, Samuel Anthony no tiene la culpa: él no se encontraba y…

—Y porque no se han encargado de Damián, porque no lo ha matado, porque no te ha vengado, dímelo.

—Por las niñas, Samuel, cuando las saquemos de aquí nos…

—Mentiras, él no hará nada de eso porque son sus hermanos; a él no le importas, solo quieren ese maldito ritual y a tu no les importas.

—Por favor, Samuel, cálmate, te aseguro que así no son las cosas. El trato de… Anthony ha hecho todo lo que puede para cuidarme, pero estamos… Ya llega nuestra venganza, amor; solo faltan pocas semanas.

—¿Hace cuánto pasó eso?

—Menos de una semana creo.

—¿Y no me lo pensabas contar verdad? Voy para allá, Erika, y te sacaré de ese lugar.

—¿Qué? No, Samuel, ni se te ocurra; es peligroso, ahora no vengas, Anthony…

—¡Anthony, Anthony, ya estoy cansado de escuchar ese nombre, que acaso también dormiste con él!

—Eres un idiota, Samuel.

—Yo… Amor, lo siento, es que estoy muy furioso y no quise ofenderte, lo siento.

—Ni se te ocurra venir ahora porque no me iré contigo, espera el momento.

—Erika, yo lo…

Es un idiota, como me dice eso… Sentí una sábana cubriéndome el cuerpo; era Anthony.

—¿Hablabas con Samuel verdad?

—Lo amo, pero a veces puede ser un idiota.

—¿Quieres contarme?

—Mejor no, ¿trajiste la cena?

—Sí. Vístete y te espero abajo. Me dijo con su voz dulce y comprensiva.

Capítulo 26

Samuel

Soy un verdadero idiota, como pude… Su rostro. La decepcioné la… Me doy asco yo mismo: grité tan fuerte que toda la habitación tembló.

—¿Maldición, Samuel, que te ocurre, le pasa algo a mi sobrina?

—Sí, y fui un imbécil con ella.

—¿Me quieres contar?

Mientras recogía los pedazos de espejo de mi cuarto, le conté todo lo que Erika me dijo.

—Bien. Damián ya está muerto; de eso no hay dudas, y si quieres mi opinión eres un idiota.

—Qué franca eres.

—Es normal que estés enojado, pero fuiste un idiota, idiota e idiota. Ahora con lo demás creo que tenemos una posibilidad; solo hay que esperar el plan de Anthony.

—¿Quieres decir que aceptas que tu padre muera?

—No. Quiero decir que hay una posibilidad de salvarlo, pero tengo que hablar con mi sobrina. Una vez que se calme, porque gracias a tu estupidez tengo que esperar.

—Lo sé, pero ya no me insultes.

—Bueno, esperemos un par de días e intentas contactarla para que le transmitas mi solución a Anthony.

—Maldito nombre, me retumba en la cabeza. Está bien saber lo que dices y cuál es el plan.

—Ni yo lo sé, veré algunos casos; buscaré en mi mente algo que nos sirva y lo sabrás luego. Tengo una idea bastante, pero hay que acomodarla. Bien, ahora relájate, y esa onda de poder de a ratos estuvo genial, muchacho; deberías de enojarte más seguido.

—Eso no es gracioso, Margaret; lo que le pasó a Erika no.

—Lo que le pasó a mi sobrina lo superará, no digo que no sea malo, pero lo superará y tú te dejas llevar por los celos muy rápido; cálmate que ella es tu prometida; no es de tu propiedad. Ahora pide que me traigan más vino y me preparen un baño caliente para concentrarme. Tengo mucho que hacer.

No es de mi propiedad, es verdad; Erika no es una propiedad; estoy actuando como sus primos, posesivo y no comprensivo con ella. De verdad soy un idiota.

—¡Si lo eres, ahora haz lo que te dije!

—¡Maldición, Margaret!, esa mujer me… Padre, te extraño tanto. Tú sabrías aconsejarme bien.

Margaret era una mujer de gustos muy caros. Tenía a mis empleados dando vueltas por toda la casa, que se peleaban por salir a la tienda con tal de no estar a su servicio por un momento. Pero era mi única compañía desde que mi padre murió y Lilibet… Erika, me volveré muy fuerte por ti, amor mío.

Margaret Amaranta Dasgood Slohard.

Desde que me escapé de casa me la he pasado huyendo de mi padre. Mi madre se suicidó cuando tenía veinte años, ya que no soportó la idea de que yo tuviera que pasar lo mismo que ella a su edad. Mis padres eran hermanos, y cuando me enteré fue muy fuerte para mí. Las mujeres de mi familia en esos tiempos eran obligadas a permanecer en casa. Mi madre desde muy pequeña me enseñó a controlar mi mente, a serenar mi interior porque sabía que lo necesitaría para escapar algún día. Cuando logré escapar después de su muerte, encontré a un hombre maravilloso que siempre me espera en el mismo lugar, ya que él me había escogido como su pareja desde hace mucho tiempo: Harry Albur, hijo menor de un conde. Aunque él era mayor que yo, lo amaba muchísimo, así que cuando escapé lo encontré en el lugar que sabía que estaría esperándome y escapamos. Me llevó a un pueblo bello y su familia nos ayudó, pero un tío nos encontró y me regresé a la mansión de mi padre. Ahí se llevó a cabo un ritual macabro que mi familia practicaba y logré escapar gracias a la astucia de mi madre y todo lo que ella me había enseñado. Escapé con un gran poder que utilicé para hacer un hechizo de protección alrededor de ese pueblo y que ningún miembro de mi familia que nos quisiera hacer daño podía pasar. Lastimosamente, mi prometido murió a manos de mi tío con el que pensaban casarme y luego me fui muy lejos, descubriendo mis habilidades de desaparecer del ojo de mi familia. Cuando descubrí que mi hermano menor también había escapado de casa, lo ayudé a ocultarse y se vino a vivir conmigo hasta que conoció a una mujer maravillosa con la cual tuvo una hija. Desde que la conocí supe que era especial y me encargué de ocultarla de mi familia para que viviera una vida tranquila y normal. Me infiltraba de vez en cuando en la mansión para estar informada de las andanzas de mi familia y tenía varios espías que controlaba yo misma ocultando ese poder de mi hermana, ya que ella podría detectarlos. Es así como obtuve gran información de todos y conozco cada movimiento de mi padre y hermana.

Mi sobrina es fuerte más que nadie y sé que Samuel también lo es. Tiene un poder similar y si él absorbe algo del poder en ese ritual, estoy más que segura que ganaremos. Recuerda, sobrina mía, las respiraciones; recuerda los entrenamientos.

Erika

—¿Estás más calmada?

—Sí, Anthony, gracias por todo de verdad. No sé qué haría sin ti en estos momentos.

—No lo digas más que me voy a enamorar más de ti. Sabes que lo hago con todo el cariño del mundo; puedes confiar en mí para lo que sea, bien. Ya es tarde, tenemos que dormir, mañana iré con mi padre a hacer los preparativos y tú tienes que salir con Poul; no te preocupes, pero si necesita una reprimenda, no te contengas.

Me dijo guiñándome un ojo, sonreí, me despedí de él y subí a mi habitación. Estuve dando vueltas en mi cama pensando en lo que me había dicho Samuel, y de verdad estaba tan enojada, pero traté de serenarme y respirar como mi tía me había enseñado. Está funcionando. Mi cuerpo y mente se relajaron, pero no podía dormir. Salí de la habitación para tomar agua y miré la puerta de la habitación de Anthony medio abierta con las luces encendidas. Me asomé y estaba con un libro en su pecho, se había quedado dormido mientras leía y con los lentes puestos. Entre de puntillas y le quité los lentes con cuidado; también el libro y los puse en la mesita de noche. Le aparté un mechón de cabello de su rostro y miré sus labios que pronunciaban mi nombre. Creí que estaba despierto, pero no. Luego recordé el beso y me sonrojé de nuevo con lo de Samuel. Había olvidado el beso, pero él fue un caballero; no me preguntó en toda la cena. Se miraba hermoso mientras dormía y sí… Solo uno, antes de dormir, me acerqué suavemente hasta sentir su respiración en mis labios y…

—Si quieres otro beso solo tienes que pedírmelo. Dijo abriendo los ojos, y yo me sobresalté y caí de un sentón en el piso.

—¿¡Erika, estás bien!?

—Hay, si estoy bien, me asusté.

—Ven, siéntate, ¿necesitas algo?

—Yo… este… no, solo. La puerta estaba abierta y te vi dormido con los lentes. Nada más quería ayudar.

Él me miró entrecerrando los ojos y sentí de nuevo como el color regresaba a mis mejillas.

—Ya me voy a dormir… Disculpa por…

—Espera, no te vayas todavía. Me dijo mientras me tomaba de la mano. Tomé asiento en el borde de la cama. Él me miraba fijamente y en sus ojos solo vi ternura y algo más que brillaba y…

—No dejaré que Damián me robe mi voluntad.

—¿Qué?

Lo besé, pero esta vez con pasión; él me miró sorprendido, parpadeando.

—No. Erika, no tienes que hacerlo.

—Quiero hacerlo, te pido que me quites esa sensación que me está matando de mi cuerpo, por favor, Anthony, ya no lo soporto más.

—Si… Sí, es lo que tú quieres. Lo haré con gusto y por el gran amor que te tengo.

Cada movimiento, cada sensación, fue perfecto. Logré serenar mi mente por completo. Solo pensé en ese momento vivido. Nada más había en mi cabeza, nada más que las manos de Anthony sobre mi cuerpo, tocándome, acariciándome despacio y con ternura. Su aliento sobre mi cuello, sobre mi espalda, bajando poco a poco hasta mis muslos esa sensación tan… satisfactoria que hacía que mi respiración se incrementara y que mis latidos se perdieran en el sonido que salía de mi boca. Cada caricia bien recibida, sus labios cálidos y gentiles sobre mis pechos, duros por la sensación de placer, y quería más y más y más. No hablamos, no existían las palabras, dejé que él me llenara cada parte de mi cuerpo con sus besos hasta llegar a ese clímax tan tierno hasta caer cansados los dos solos, nuestras respiraciones susurrando en la obscuridad, y no hubo arrepentimiento de mi parte ni remordimiento. Necesitaba esto, lo necesitaba en realidad si no sentía que iba a morir, y con un último beso de su parte caí profundamente dormida, por fin dormir sin pesadillas, sin nada en mi mente tan serena como el agua en calma. Desperté desnuda en la cama de Anthony con la sábana, cubriéndome el cuerpo.

—Buenos días, dijo él sonriéndome. — La tina está lista; si te quieres dar un baño, yo me tengo que ir. Te espero abajo para que nos vayamos juntos a la mansión.

—Sí. Gracias; ahora bajo.

Mientras manejaba hacia la casa, no lo miré a la cara porque tenía pena de verlo a los ojos.

—¿Estás… arrepentida de lo que pasó anoche? Dijo él en un tono de melancolía.

—¿Qué? NO. Claro que no, Anthony, lo de anoche fue maravilloso, no digas que estoy arrepentida.

—Sí. Qué alivio como no me miras a la cara.

—Es que me da pena. Dije sonrojándome. Él me miró parpadeando y río. Yo lo miré y también reí, hasta que llegamos a la entrada de la casa donde Poul ya me estaba esperando.

Capítulo 27

—Bien, primita, compra lo que vas a comprar y larguémonos de aquí, no me gusta ver tanta gente sonriendo como si sus vidas no fueran miserables. Ya sé, yo te espero en esa cafetería y tú has tus compras, y no trates de escapar, ya que mis hombres estarán contigo y puedo sentir si tratas de usar tu poder.

—Lo que sea con tal de alejarme de ti por un momento.

—Yo también te amo, prima.

Repulsivo, idiota, maldito, infeliz. Compré todo lo que necesitaba de una sola vez. El vestido de novias era hermoso y compré el más caro y bello de la tienda, nada más por capricho, porque seguía en el mismo lugar cuando regresé.

—Demonios, estoy hambrienta, ¡me sirve una hamburguesa y un refresco, por favor!

—¿Qué? No, espera, ya te esperé por más de dos horas, ya vámonos a casa.

—No. Voy a comer primero y luego nos vamos.

Poul no dejaba de verme mientras comía.

—¿Estás muy animada, a pesar de lo que te pasó? Me soltó Poul de repente.

—Lo que pasó no es de tu incumbencia, así que no te metas.

—Sabes, cuando Damián me dijo que le diera el veneno y el antídoto y lo que planeaba hacer, me preocupé un poco. No creí que lo harías por mi hermana.

—¿Y ahora me vas a salir con que te preocupan tus hermanas?

—¡Claro que sí! En ocho años ellas harán lo que tú en unas semanas y quién crees que se casará con una de ellas.

La comida se me revolvió en el estómago, que me obligó a tragar. — Eres un animal despreciable, cerdo asqueroso; son tus hermanas.

—Y tus abuelos también eran hermanos y mira que bien les fue; además, ahí está la verdadera esencia del poder.

Respira, Erika, Respira, cálmate, tranquila; eso es serénate.

—Y yo espero que para ese entonces ni tú ni tu hermano estén vivos.

—Huy, qué miedo me das, y ¿quién nos matará tú? Tú que ni te puedes defender a ti misma, aunque sería un placer terminar entre tus maravillosos dones, pido ser el último; así veo cómo le arrancas la piel a Damián…

—Claro que serás el último, pero para que veas cómo le arranco la piel a tu maldita madre.

Justo en el blanco, Poul se levantó de la mesa dando un golpe con los puños y tirando los cubiertos al piso.

—Ni se te ocurra hacerle algo a mi madre, maldita bruja, o te juro que…

—Que me harás. Lastimarme con tu truquito del dolor, podré soportarlo, pero sabes que no me puedes lastimar, o si no mi abuelo no te permitirá participar del ritual y, mira, te quedas sin nada… En cambio, yo sí puedo hacer con ustedes lo que quiera.

—Eso es lo que crees, te crees muy valiente porque cuentas con la protección de mi tío y Anthony, pero espera que este circo se acabe y ya verás. Mientras tanto, mantente alejada de mi madre; ya está muy afectada por todas las torturas que le ha hecho tu abuelo.

—¿De qué hablas?

—No lo sabes. Cada vez que mi madre y tú pelean, mi tío la tortura hasta el cansancio.

—No… No lo sabía, pero eso a mí no me importa, se lo merece.

—A sí, se lo merece, como se merece saber, Samuel, que te revolcabas con Anthony anoche. Veo que no te hizo gracia la noticia.

—¿Cómo lo sabes?

—Digamos que estaba dando un paseo nocturno y los vi por la ventana. Oye, Damián tenía razón; se te mueven bien lindas las tetas.

—Eres un hijo de…

—Bien. Ese es el trato, no le digo nada a tus cuernitos y dejas a mi madre tranquila. Ahora sí, regresemos a casa que ya me cansé.

—respira Erika, a ver qué fue lo que te dijo Poul para alterarte.

—nada, ya olvídalo. I dime como salió todo.

—Todo está bien; necesito que le digas a Samuel que hablé con la tía Margaret y que si recuerda la entrada de los túneles por ahí se pueden colar; esa entrada da directo al sub sótano y pueden esperar ahí mientras tanto.

—Listo; ya le avisé.

—Qué rápido.

—Es que siempre tiene la mente abierta por si quiero hablar con él. Dice mi tía que no es necesario matar a los ancianos. Con solo destruir la placa en la que estaré acostada, el poder de los libros desaparecerá por lo menos un buen tiempo; así nos dará el tiempo necesario de acabar con la parte podrida de esta familia.

—Está bien, eso no lo sabía, dile que mis hermanas permanecerán en esta casa, que mande a alguien por ellas y se las lleve…

—Listo. Ella ya se encargó de eso; tiene a alguien de confianza aquí en la casa que se encargará de sacarlas.

—Bien. Eso es todo, solo a esperar que tú puedas controlarte. Ahora todo depende de ti, cariño.

—Cariño porque dejas que te diga así.

—En serio, Samuel, ya vas a comenzar de nuevo.

—No, perdón, estaremos preparándonos, ya quiero verte.

—Recuerda que la prioridad son las niñas y salir con vida. La venganza vendrá después; no te hagas el héroe.

—Entendido, pero…

—Pero nada, Samuel, adiós y tengo que concentrarme estos días para lograr hacer mi parte y que no me estés interrumpiendo.

—Qué cruel eres, pero me lo merezco, está bien, te amo, cuídate.

—Erika, ya…

—Sí, perdón, Anthony.

—Te decía que queda poco; tienes que practicar día y noche.

—Está bien, te lo prometo.

La verdad es que solo me podía concentrar plenamente cuando pensaba en la noche con…sacudí mi cabeza para apartar ese pensamiento. Anthony sabía por qué razón se lo había pedido y sabía que quien amaba era a Samuel.

—Otra vez estás pensando mucho.

—Perdón, estoy cansada. Llevo casi tres semanas haciendo lo mismo y sé que estoy cerca, pero algo me pasa.

—Está bien, probemos algo diferente, porque no juegas con esas hojas de ahí; puedes usar un viento suave y formar un remolino; eso te ayudará a concentrarte.

—Está bien, lo intentaré… UPS: Lo siento.

—Demonios, Erika, eran las hojas de… Arrancaste el árbol de raíz. ¿La tía Margaret no te enseñó a concentrar tu poder?

—Sí. Es verdad, lo había olvidado; ella me enseñó una técnica de respiración que unía la mente con el cuerpo, y a usar mi poder para canalizarlo.

—Bueno, ahí está, úsala, practica con ella, y no me arruines el jardín, por favor; iré a preparar una merienda.

Anthony

Mientras hacía mis deberes, no podía dejar de pensar en la noche tan maravillosa que pasé con Erika. Me encontraba embelesado por ella. Sabía las razones que la llevaron a eso, pero no me importaba si con eso la hacía sentir mejor; yo era feliz. Trataba de estar tan cerca y pendiente de ella y de las gemelas que tenía espías en toda la casa; no quería que algo como lo de Damián se repitiera. Cuando amaneció y la miré tan linda sobre mi cama, no lo podía creer; pensé que se había arrepentido, pero no. Me lo dijo con una seguridad plena, que casi lloré de la emoción y más reímos. Estaba investigando sobre los túneles debajo de la mansión y había encontrado unos pasadizos clausurados hace años. Sabía que se podían usar para ingresar al sub sótano, y le había dicho a mi tía sobre todo. El plan ya estaba hecho, pero solo faltaba una cosa. Erika no se podía concentrar. Practicaba día, tarde y noche; el tema del dormitorio no volvió a salir a la luz. No la quería forzar; sabía que amaba a Samuel, pero también sabía que algo estaba causando en ella. Estábamos practicando en el jardín cuando cambiamos el método y me arrancó el árbol trasero. Yo me sobresalté, pero ella sugirió algo que le había enseñado Margaret. Se decía que la tía Margaret era experta en respiración y concentración y eso la había salvado la noche que escapó; suponía yo que le había enseñado algo a Erika. Cuando la dejé sola para que practicara, estaba en la cocina preparando unos sencillos emparedados, ya que era lo único que podía hacer. Escuché unas gotas de agua y me asomé a la ventana; el emparedado cayó de mis manos. Erika estaba haciendo una especie de danza. Fluía serena como el agua, como el viento; corrí al patio tratando de hacer ningún sonido para no desconcentrarla y cuando vi sobre el lago, una bola gigante de agua flotaba en el centro. Se movía con el viento, ella se movía y balanceaba suave y la bola de agua tomó la forma de un ave, luego de un oso, luego de una corriente y ella giró hacia mí… Yo estaba con la mandíbula suelta y abrió los ojos; una llama azul en ellos, me erizo los cabellos del brazo de la nuca; se quedó ahí sin moverse tan quieta y su rostro frío sin expresión. Estiro la mano hacia mi dirección y la bola de agua venía directo hacia mí. Logré esquivarla y cuando volteé a ver, Damián estaba estampado contra un árbol todo mojado, casi inconsciente, maldiciendo mientras se ponía de pie. Viré para ver a Erika caminando hacia él, y con la mano tendida lo elevó hacia la copa del árbol…—Maldición Anthony as algo.

Yo estaba paralizado, no podía moverme, no podía hablar; como pude, me puse de pie y caminé delante de ella, la cara fría fija en Damián. Lo mataría seguro y no me importaría si no fuera porque no estaba en mis planes todavía.

—¿Anthony que haces as algo?

—No… No sé qué hacer; no sé qué le sucede. Está como poseída, mira su rostro, no es ella.

—Maldita perra, suéltame.

—¡Erika responde, Erika soy yo, Anthony responde! Demonios no respondía; tenía que hacer algo; tenía que golpearla de nuevo, pero como si lo supiera me lanzó sobre la puerta de la casa y caí tan fuerte que sentía algo viscoso en la cabeza; sangre estaba sangrando.

—Anthony, a dónde vas, ayúdame.

—Trato de salvar tu miserable vida, aunque no te lo merezcas, idiota. Aguanta un poco, ya regreso.

Yo era muy veloz; la mansión estaba a menos de un kilómetro y corriendo solo tardaría cinco minutos, pero casi nunca usaba este poder; no sabía si…tenía que hacerlo; llegue casi sin aliento a la casa, ingresé de un solo al despacho de Grays.

—¿Maldición, Anthony, que pasa, porque sangras?

—Ayúdame… Es Erika, no sé qué le pasa. Está a punto de matar a Damián.

—¿Qué. dónde?

—Mi casa Dije ya sin poder hablar más, mi tío me tomó de la mano y de un salto ya estaba frente a ella. Eso nunca jamás en mi vida lo había visto; me aturdió y me hinqué en el suelo y vomité.

—Tío, dile que me suelte. Gritaba Damián.

—Hija, escúchame, Erika despierta, escúchame. Lo lamento, amor, esto te dolerá, le dijo él, al mismo tiempo que con mucha fuerza la golpeó en el estómago. Ella trató de parar el golpe con su poder, pero mi abuelo fue más fuerte y ella calló frente a él. Solo escuché el grito de Damián mientras caía sobre las ramas del árbol que se rompían hasta que sonó en el suelo.

—Esta… ¿Se encuentra bien?

—Estará bien. Solo tiene que descansar; no recordará nada cuando despierte, así que no le hagas preguntas.

—Pero qué pasó, ella solo estaba danzando y de repente.

—¿Ja, danzando? eso se lo enseño Margaret; seguro, ella usaba esa técnica para asustar a su hermana; sabía que si lograba llegar al nivel de concentración deseado, podría ser un arma peligrosa… Mi querida hija no mandó a mi nieta desarmada a la batalla. Ahora tú, Damián, algo muy grave, le debiste haber hecho a mi nieta para que ella haya concentrado todo ese poder contra ti. Me lo dirás tú o te lo sacaré a la fuerza.

Miré a Damián que casi se orinaba en los pantalones y temblaba.

—No fue nada, tío, le dije mirándolo fijamente, fue una tontería y como ella ya estaba en ese estado cuando mi hermano llegó, pues a él le tocó la peor parte.

—Sí… eso es, tío, yo… él no podía hablar del susto.

—Bien. Para que se den cuenta del tamaño del poder de mi nieta, para que sepan por qué la elegí como mi sucesora junta contigo, hijo. Creo que ya no tengo de qué preocuparme. Ella podrá soportar el poder de la Luna de Sangre. Eso me tenía pensando. Buen trabajo, Margaret. Buen trabajo. Ahora tú, vámonos, ahora no tarda en despertar y si está enojada contigo, no querrás tenerla cerca.

Ese era Lord Grays Dasgood Slohard, patriarca de esta familia; estaba tan maravillado con su poder que me sentí culpable de tan solo considerar acabar con él. todo por salvar a Erika. Es verdad que el amor no tiene límites y menos para mí. Tomó a Damián por la camisa mientras como un trueno regresaba a la mansión; estaba completamente seguro de que él también vomitaría.

Y ahora, qué haré contigo, princesa de hielo… Eres más especial de lo que pensaba.

Capítulo 28

Erika

—¿Despertaste al fin, cómo te sientes?

—Un poco aturdida, tú… Estás bien. Te golpeaste en la cabeza muy fuerte.

—¿Recuerdas lo que pasó? Tu abuelo dijo que no lo recordarías.

—La tía Margaret me enseñó a cómo mantenerme consciente mientras estaba en ese estado, solo que no controlé mi cuerpo del todo. Lamento haberte lastimado a ti.

—Interesante, eres increíble, Erika, estoy bien, lo que no puedo decir de Damián; seguro que con esto no te vuelve a molestar.

—Perdí por un momento el control cuando lo vi. Pero luego disfruté mientras gritaba.

—Me asusté muchísimo, creí que ya no estabas aquí, ¿lo hubieras matado?

—Lo consideré, pero solamente quería torturarlo; es un cobarde después de todo. Eso hizo que el temor que le tenía se esfumara.

—¿Él no controla tus sentimientos, recuerdas?

—Tienes razón, creo estar lista para lo que venga Anthony y los haremos pagar si se da la oportunidad.

—Así será linda, lo haremos.

Damián no me dirigió la palabra en las semanas que pasaron, ni él ni su madre, y trataba de mantenerme lejos de Poul. Algunos invitados ya empezaban a llegar para la ceremonia y el ritual, que serían en dos días… Anthony y yo estábamos muy nerviosos y creo que el abuelo también. Varios primos se querían acercar a mí, pero Anthony siempre estaba cerca. Eran muy desagradables y la manera en la que me miraban me molestaba mucho. Me obligué a quedarme en la mansión esos últimos días para recibirlos. Cuando llegaron los últimos, me di cuenta de que había más de setenta personas de la familia, incluyendo a los de la casa; eran muchos. Solo esperaba que Samuel y mi tía tuvieran bien jugadas sus cartas.

—¿Son muchos, Anthony, crees que podemos con todos?

—Tenemos que poder, esta noche habrá un baile prematrimonial y mañana será el gran día; tenemos que estar concentrados. Una vez que se haga todo lo del ritual, hay que impedir que Damián se te acerque o ya sabes qué pasaría. Estaremos atentos, no te preocupes; la tía Margaret tiene más hombres infiltrados en esta casa de los que yo imaginaba. Me susurró al oído.

—Muy bien, a todos los invitados a vestirnos y prepararnos para el baile de esta noche, esperamos presentar formalmente a los novios.

—Bien. Esa es la señal de mi tío; vamos a vestirnos y paso por ti a tu habitación para que bajemos al salón juntos.

Las mucamas corrían de un lado a otro con jarrones de flores y demás; insistí en arreglarme yo sola. No, el vestido era muy bello. Estaba colgado junto al de novia que usaría mañana. Mi cabeza me quería doler, pero me esforcé en mantenerme serena y en calma. Quería saber cómo se estaban preparando la tía y Samuel, pero había tantos familiares en la casa con habilidades que Anthony me pidió que no tratara de hacerlo. Era peligroso.

Cuando salí al pasillo, él estaba muy hermoso en un esmoquin negro y su cabello en una coleta; sus ojos brillaban mientras extendía su mano para que yo la tomara. Bajamos por las escaleras al salón principal y todos nos aplaudieron mientras ingresábamos, todos menos mis tíos y primos que nos miraban con desprecio. A mí no me importó y solo sonreí al ver el rostro de mi abuelo que me extendió los brazos para abrasarme.

—Erika Amaranta Dasgood Slohard y Anthony Farro Dasgood Slohard, hoy comprometidos en matrimonio. Futuros patriarcas de esta casa. Por favor, un aplauso a los sacrificios de este año.

—No. ¡Qué dramático mi abuelo con esa presentación!

—Déjalo, Erika, está orgulloso de ti, es normal que se sienta así. ¿Bailamos amor mío?

Anthony me dirigió al centro del salón, y la música comenzó a sonar, violines y piano. Era embriagador el sonido; él me tomó de la cintura y dimos un gran espectáculo: un vals suave y hermoso. No podía apartar los ojos de los suyos. Todos los invitados comenzaron a zapatear al mismo compás.

—¿Qué hacen, Anthony?

—Piden que nos demos un beso.

—¿Un beso? Pero…

—Él me sonrió con dulzura y, sin que me dejara hablar, sus labios tocaron los míos suaves y cálidos. Cuando los aparté de mí se me salió el nombre de Samuel, su faz cambió totalmente, pero lo disimuló y terminamos la pieza de baile.

—Lamento lo de hace un rato, Anthony; no quise…

—Está bien, lo entiendo; es a él a quien amas y yo te estoy obligando a estar conmigo; no te sientas mal por mí.

El resto de la noche, mi abuelo se la pasó presentándome a las esposas de la familia y sus hijos y sus padres hasta que por fin logré escabullirme hacia mi habitación… Me sentía tan mal con Anthony; no le había podido decir nada a sus últimas palabras. Amo a Samuel con todo mi corazón, pero tampoco puedo negar que este tiempo con Anthony no me haya sentido atraída a él de alguna manera; tal vez por gratitud no lo sabía.

—¿Anthony, estás despierto?

—Pasa, estaba terminando de leer. ¿Deseas algo?

—No. Solamente… yo.

—No tienes que pedirme disculpas por lo de hace rato, ven. Mira, yo sé que amas a Samuel y, aunque me duela admitirlo, es la verdad. Nunca te forzaría a que estuvieras conmigo; eso ya es decisión tuya, pero también sé que sientes algo por mí. ¿Qué sientes por mí realmente, Erika?

—¿Qué siento por ti? No estoy segura, Anthony, pero solo sé que amo más a Samuel; eso es lo único que sé en este momento.

—Está bien, lo acepto y lo tengo claro, pero sabes que siempre te amaré y estaré a tu lado para lo que necesites y que no te quitaré los ojos ni un segundo mañana y pase lo que pase no dejaré que te aparten de mi lado sin dar pelea.

Lo miré parpadeando, sorprendida; era cierto; mañana se llevarían a las gemelas y Samuel esperará rescatarme a mí también, pero si todo se complica y me voy con Samuel, la familia castigará a Anthony; sabrán que él nos ayudó y lo que hace. Él y Samuel no pueden estar en el mismo lugar y yo…

—¿En qué piensas, Erika?

—Sí, logramos sacar a tus hermanas de aquí. Le dije en un tono suave. Sospecharán que nos ayudaste.

—Sí. Es probable, pero no tendrán cómo comprobarlo. Si la tía Margaret se hace notar, pensarán que todo lo planeó ella y es de pensar que Samuel vendría por ti.

—Pero si me voy con Samuel y tú te quedas, ellos te…

—¿Eso te preocupa? Te dije que no te dejaré ir sin dar pelea, pero en todo caso, si lograrás salir sin mí, cuida a mis hermanas y diles que las amé siempre y si me tengo que enfrentar con mis hermanos para que escapes; lo haré aunque me maten.

—no. No lo digas.

—Erika Yo no soy importante; tú tienes que salir con bien, pero es solo un suponer. Si logran rescatar a mis hermanas y nosotros no nos vamos, habrá valido la pena para mí lo que me hagan, pero fingiremos demencia hasta el final. Samuel tiene un poder grande y si logras traspasarle algo del tuyo, tal vez despierte y eso será de mucha utilidad. Yo soy fuerte y rápido; hagamos las cosas mañana de manera que nadie sospeche que estamos tras de todo por si no logramos escapar. Ya veremos después.

—¿Ayudarás a Samuel si está en peligro?

—Si es lo que quieres, lo haré.

Eso era todo; por el lado que lo miráramos estábamos expuestos; si elegía quedarme, salvaría a Anthony de sus hermanos y podría escapar por mi cuenta yo misma. Pero si me iba con Samuel, estaría en casa y me olvidaría de esta familia, pero a mi abuelo ya lo quería y yo pertenecía… ¿Dónde pertenecía, estaba tan confundida?

Temprano en la mañana estaba cansada de tanto pensar. Era el día en que más concentrada debía estar. Desayuné en mi alcoba; no quería ver a nadie hasta la boda.

—¿Erika puedo pasar?

—Anthony, adelante.

—No dormiste bien, verdad.

—Se me nota. Estoy muerta de nervios.

—Respira. La boda es en un par de horas y el ritual comienza en la noche.

—¿Crees que ya vengan en camino?

—Es probable que después de la boda, llevaré a las gemelas a mi casa con la excusa de que duerman junto a Alice y comenzaremos con todo esto.

—Calma Me dijo, acercándose a mí: —No permitiré que te hagan daño; no, de nuevo confía en mí. No podía con esos ojos; no podía en este momento; necesitaba calmarme o explotaría, así que lo besé y me colgué de su cuello. Hazme el amor, le dije al oído.

Anthony

Ya los preparativos para la boda estaban listos, estábamos a horas de todo; sabía que Erika estaba muy nerviosa por lo que pasaría en la noche y yo también pensaba en mis hermanas si todo salía mal. Ella… Me quité ese pensamiento; tenía que estar pendiente más de Damián en cada movimiento suyo. Erika estaba hermosa en su vestido de noche y cuando nos dirigíamos al salón, al sentirla tan cerca de mí, era embriagador su aroma.
Después de la presentación bailamos un vals; ella se movía con gracia y al mirarla a los ojos solo podía pensar en ella hasta que nos besamos a petición de los invitados. Me sentí tan bien al saber que no me lo rechazó, que también le gusto, pero cuando aparté mis labios de los suyos y sus ojos se mantenían cerrados, pronunció su nombre… Su nombre no el mío. Una rabia interna me invadió, pero supe disimular hasta que terminó la canción.
Ella trató de disculparse y, aunque yo le decía que no había problema, si lo había, estaba tan furioso que le arrancaría la cabeza a cualquiera en ese momento. Por eso me alejé. Ella estaba con mi tío mientras que yo atendía a más personas. Luego la vi subir las escaleras a su habitación, observé que nadie la siguiera y seguí con lo mío hasta muy tarde que subí a mi habitación pensando en todo.
Erika tocó la puerta y hablamos un momento y la respuesta a la pregunta de qué sentía por mí me sorprendió. No le era indiferente: me quería más de lo que pensaba o esperaba y eso me bastó. Cuando se marchó, me quedé pensando si de verdad salvaría a Samuel mañana o si lo ayudaría en caso de que lo necesitara. Eso iba en contra de mí; no sabía qué haría, pero si pensaba que lo hacía por mis hermanas, tal vez eso me mantendría enfocado. El padre de Samuel había muerto; solo él quedaba de esa familia en el pueblo, y si él moría, la protección alrededor del pueblo desaparecería, y eso no me conviene, no por ahora…
A la mañana siguiente había bulla por todos lados. La boda estaba a unas horas y tenía que planear las rutas de escape y hablar con Carlota y Beatriz para que sin saberlo me ayudaran a sacarlas de aquí. Pasé a ver a Erika antes de que se arreglara, pero no había nadie con ella; estaba cansada y eso no era bueno; tenía que descansar lo suficiente, hoy tenía que estar más tranquila que nunca y cuando me acerqué a consolarla, sus palabras me desarmaron. Hazme el amor, me dijo susurrando, sin ningún quiebre de vos, pero sí con un miedo profundo. Era evidente que estaba nerviosa y solamente eso la calmaría.
—No. Le contesté: sé que lo dices para tranquilizarte, para librar tensión y poder concentrarte por más que sea lo que quiera escuchar de tu boca. No lo haré así.
—Lo digo en serio, Anthony.
—Sé que lo dices en serio, pero la otra vez te comprendí y lo hice porque lo necesitabas, pero esta vez… Terminarás arrepintiéndote y no quiero que me veas así.
—Claro que no, no me arrepentiré, lo necesito. No dejo de temblar, estoy nerviosa, no puedo controlar la angustia. Yo… Yo…
Maldición Esto no es bueno. Erika, respira, cálmate, respira. La habitación se agitaba y su cabello ondeaba. — Erika Mírame. Ya no tenemos tiempo para… Mírame. No reaccionaba, y la cargué en mis brazos para ponerla sobre la cama y la besé más y más suave su boca, Su mentón, su cuello, acariciando sus caderas; su piel tan suave. La miré fijamente al rostro, sus ojos fijos en mí. — ¿De verdad es lo que quieres? Ella asintió con sus mejillas coloridas y continuó tan suave y dulce como la primera vez.
Cuando salí de la habitación para que se vistiera, Paul estaba en el pasillo.
—La noche de bodas se adelantó, por lo que escuché.
—No deberías estar escuchando tras las puertas como niña chismosa.
—Y dime, querido hermano, que harás cuando ya no nos sea de utilidad; te aseguro que Damián solo está esperando el momento indicado para darle un besito.
—¿Te ha dicho algo?
—Puede ser, ¿y lo mío me lo darás?
—Si haces bien tu trabajo, hoy te aseguro que te daré más de lo que te ofrecí. Solo as tu parte y lo demás déjamelo a mí.
—Está bien, es un placer hacer negocios contigo. Esta será la boda del siglo y una noche que jamás olvidarán.
Tenía que jugar mis cartas muy bien; todo tenía que salir de acuerdo a cómo lo planeé.

Capítulo 29

Samuel.

Estábamos todos nerviosos por lo que iba a pasar. Margaret pudo reunir a más de cuarenta personas, y más a los que tenía en la mansión. Margaret nos explicó el plan paso a paso. Ella entraría sola al terminar la boda a la casa de Anthony para recoger a las gemelas y ponerlas a salvo con dos de sus hombres de confianza. Los demás y yo la esperaríamos en los túneles para que nos ocultara con sus poderes y no nos rastrearan. Esperaríamos a que Erika soltara el poder y en ese momento entraríamos por ella.

funcionaría tenía que funcionar. Al fin estaría con ella y le haría pagar a ese idiota de Damián lo que le hizo, pero estaba preparado para pelear contra Anthony. Él no soltaría a Erika tan fácilmente. Me lo había dicho. Trabajaríamos juntos al inicio, pero sabía que al final ella se iría con uno de nosotros.

Podía sentir que mis poderes eran grandes y que le podía dar pelea, pero Poul y Damián. tendrían que quitarlos de mi camino para poder pelear tranquilo.

Ya nos dirigíamos hacia Gales y la boda sería mañana temprano, esa maldita boda que tendría que acabar después. Yo ganaba si yo tenía a sus hermanas. Por lo menos las podría usar para que le diese el divorcio a Erika. Jamás las tocaría, pero sería un buen instintivo.

—Deja de pensar tanto, muchacho y descansa, mañana será un día muy largo. Y recuerda, no lo arruines con tus celos estúpidos; estoy sacrificando gran parte de nuestros aliados y a mis espías en la casa de mi padre por ti, así que no me hagas arrepentirme de esto.

—Gracias por tus palabras de aliento antes de la batalla; las tomaré en cuenta.

—Siempre tan sarcástico. Harry también era como tú.

—¿Valiente y decidido?

—No. Un idiota celoso y por eso lo mataron; así que no me hagas sacarte de aquí muerto. No hagas que me vea en los ojos de mi sobrina.

Esas palabras me sorprendieron. Margaret rara vez decía el nombre de mi tío abuelo; sabía que esto iba más allá. Ella buscaba su objetivo; por fin, vengaría a su pareja.

La mañana era perfecta; cuando llegamos, nos dirigimos hacia una casa al otro lado de la propiedad de Grays y esperamos ahí hasta recibir el mensaje de Erika. Repasamos el plan. Varias veces Margaret estaba conversando con sus espías; no sé cómo lo hacía, pero lo hacía.

—Tal parece que la boda ya ha comenzado; estemos listos, estamos a menos de dos horas para que recibamos la señal. Yo voy por las niñas, se las entrego y se regresan a esta casa mientras ustedes me esperan en los límites. No intenten ingresar en la propiedad sin mí, ya que los podrían detectar, entendieron todos.

Dijo enfatizando en mí. ¡Sí! Gritamos al unísono.

Erika

Me veía en el espejo con el vestido de novia. Era tan bonito como el que tenía para casarme con Samuel. No merecía a Samuel; lo había engañado y no solo una vez. Qué clase de persona era. Tal vez Poul tenía razón y yo no era tan diferente a ellos. Le dije a Anthony que no me arrepentiría, pero me equivoqué; estaba tan arrepentida de lo que había pasado ya hace una hora que me daba vergüenza tener que ver a Samuel a la cara. Mis nervios se habían cesado; estaba con la mente clara y sabía bien lo que tenía que hacer; despejé lo de Samuel de mi mente y me concentré en mantenerlos a todos con vida.

Mi abuelo fue por mí a la habitación y nos dirigimos a los jardines que estaban adornados con todo para una linda ceremonia. Esta es la boda que quería, pero el novio no estaba ahí. Mientras caminaba al altar con los invitados a cada lado de nosotros, todos con mi cabello, mis ojos, mis rasgos, todos eran yo y al frente Anthony, esperando en su lindo esmoquin blanco con bordes y corbata lápiz lazuli, que hacían que resaltaran más sus ojos azules de zafiro. Me extendió la mano y mi abuelo puso la mía sobre ella.

—Estás hermosa.

—Gracias. Tú también te ves bien.

—Disculpa por cambiar al novio, pero todo acabará en unos momentos.

Dijo sonriéndome. La boda fue linda, el patriarca de cada familia nos dio las bendiciones y yo tenía que hacer una demostración de poder, así que me concentré y les di la mejor demostración que podían ver. Damián se estremeció en su silla cuando lo miré con los ojos en llamas.

—Parece que despertaste un recuerdo en él, dijo Anthony mientras me abrasaba. — Maravilloso, gritaron todos asombrados con mi poder, y mi abuelo orgulloso, aunque era de día, podía ver la luna de color naranja en el cielo; era un fenómeno muy raro y hermoso… Bailamos, comimos y bebimos todos; me aparté un momento para ver a las niñas que jugaban en la fuente reconstruida.

—Sabes, no te envidio por completo, dijo una vos tras de mí. Era una mujer un par de años mayor que yo. — Escogieron al peor de los hermanos para ti.

—Te equivocas, le dije despreocupadamente. Anthony no es el peor.

—Pobre niña ingenua, él es…

—Vanessa, que gusto ver que hablas con mi esposa. Pensé que nunca nos saludarías. Amor, ella es Vanessa Slohard es nuestra prima segunda. ¿Y de qué hablaban si se puede saber?

—¿Eres un idiota, Anthony?

—¿Qué acaba de pasar?

—No le hagas caso, ella estuvo enamorada de mí y siempre trataba de convencer a mi tío de que la casaran conmigo, pero yo ya estaba apartado. Dijo guiñándome el ojo.

—¿Te dijo algo?

—No. Nada que tuviera importancia, como dices, debe de estar enojada.

—Anthony, las gemelas están cansadas; dicen que sí las puedes llevar a dormir.

—Claro, las llevaré a mi casa si no te importa para que no escuchen… Tú sabes, padre, ahora vengo, amor.

Esa… esa era la señal.

—Espera, te acompañaré y dejaré la ropa que usaré en unas horas en la casa.

—Como sea, apresúrense; no dejan de fastidiar.

Nos subimos a un auto y al entrar Anthony habló con las niñas.

—Bueno, recuerden lo que hablamos, la tía Margaret es muy bella y se parece a Erika. Ella vendrá por ustedes. Hagan lo que dice y mañana estaremos todos lejos de aquí, lejos de Damián.

—Está bien, hermano; ya somos grandes y seremos valientes.

—Así me gusta, Arturo y Alice se quedarán a esperar con ustedes. Por favor, cuídenlas y que nadie que no sea nuestra tía se acerque.

—Sí, señor, confíe en nosotros, yo no me apartaré de las niñas hasta que usted o la señora Erika estén…

—Está bien, Alice, bien, Erika, ya vámonos, no hay que hacer esperar, manda la señal rápido.

—Samuel, es hora, las niñas ya están en la casa; Alice y otra persona estarán con ellas; llévate a Alice para que las cuide también.

—Listo, amor, ya entregué el mensaje; nos veremos pronto, espérame.

—Ten cuidado, Samuel, no hagas nada arriesgado si es innecesario.

—Sí, amor, hasta pronto.

—Listo, vámonos.

Cuando regresamos a la mansión, todos subimos a las habitaciones a cambiarnos de atuendo; yo me puse una especie de bata blanca escotada que llegaba a mis tobillos, el cabello suelto, Anthony un pantalón blanco de tela de seda y una camisa negra sin mangas. Todos llevaban lo mismo, menos los ancianos: capuchas blancas con rojo por dentro y unos collares grandes sobre ellas. Las capuchas les cubrían la mitad del rostro. Temblaba según nos íbamos acercando al sub sótano, con todos los demás detrás de mí… El salón era como me lo había descrito Anthony; las mujeres tomaron asiento alrededor en unas bancas de mármol mientras Anthony me llevaba a esa mesa con grabados de plata en el medio del salón… Eran grabados raros, con formas curvas y tenían relieve. Era de plata sólida, la parte de arriba con granito. ¿cómo iba a destruir eso?

—Demonios Anthony No puedo, no puedo, sácame de aquí, no puedo.

—Calma Erika, Esto es lo último, ya no falta mucho, tienes que aguantar, es lo último. Respira.

—Estoy respirando, lo hago, tengo que relajarme, tengo que…—listo, están a salvo.

El alma me regresó al cuerpo, cuando me cargó y colocó sobre la mesa tan fría como el hielo… me dio un beso profundo y solo sentí sus manos frotando sobre las mías, tocando eso circular en nuestros dedos. Lo observé y le sonreí y le dije en el oído. Están a salvo. Él cambió el semblante y me sonrió.

—Es hora, Erika, lo harás bien, vamos con todo.

Capítulo 30

Samuel
Al recibir la señal de Erika, todos nos dirigimos a la propiedad por la parte trasera. Esperamos que Margaret sacara a las niñas por atrás.

—Señor Samuel, hola.

—¿Hola, princesas, cómo están? Que bueno verlas. Alice: A ti también.

—Gracias, señor, por favor, tenga cuidado, son muchos.

—No te preocupes, estaremos bien; estos dos hombres las llevarán a un lugar seguro; esperen a Margaret y si no hemos llegado, lleven a las niñas a mi casa. Estarán a salvo pequeñas. Margaret ahora.

Nos dirigimos sigilosamente hacia la parte trasera de la mansión con la ayuda de los guardias que trabajaban bajo las órdenes de Margaret. Teníamos una formación, ya que el poder de ella nos cubría para que no nos sintieran. Bajamos por un pozo al lado este, y era una serie de túneles. Margaret iba a la cabeza; no hacíamos ruido. Calculo que tardamos media hora en llegar. Pasamos por un lugar que se me hacía conocido, los calabozos donde me había tenido prisionero Damián.

—Bien. Decía Margaret en voz muy baja: esos son los túneles que llevan al salón del ritual; a partir de esa puerta, que nadie hable ni haga ruido; esperaremos cuando yo de la señal entremos; ni un momento antes me escucharon…

Todos asentimos y caminamos uno tras otro. Había unas rejillas, por las cuales se podían escuchar voces. Margaret hizo una señal de parar y nos posicionamos. Bajo lo que debían de ser las bancas de mármol había una puerta al lado de ella que parecía sellada, pero sabíamos que días antes Anthony la había abierto.

Anthony, que entraba en el lugar con Erika de la mano y muchas personas tras ellos. Erika temblaba, se miraba nerviosa, sus labios se movían, pero no escuché que decían. Él pareció querer tranquilizarla, y las uniones en sus manos. Respiré profundo y traté de controlar los celos, más cuando miré hacia donde Margaret me miraba. con ojos de arruínalo y te mato. Tragué en seco y seguí observando. Mandé un mensaje rápido y claro a Erika para tranquilizarla. Listo, están a salvo. Fue lo que le dije, ella pareció calmarse; sonreí más aliviado por la reacción que se fue, al verlo levantarla sobre sus brazos, las miradas que tenían el uno con el otro, esa concentración entre ellos, esa mirada que yo conocía bien que me había dedicado tantas veces, de confianza y amor. Algo se rompió en mi interior; no podía apartar la mirada de ello y me quedé frío cuando él le dio un beso profundo y tierno y ella se lo correspondió, sonriendo de nuevo para él y susurrándole algo al oído que lo hizo sonreír de ternura.

Lo iba a matar, lo iba a deshacer en pedazos a él y sus hermanos; no iba a quedar nada de ellos… En ese momento se me olvidó todo. Margaret logró tomarme del hombro antes de dar un paso. No, me decía con la cabeza y me señaló hacia donde estaba Samantha, pensativa, miraba a los lados; me calmé. Ella percibió mi onda de poder. Respiraba, respiraba, más tarde lo haría más tarde. Ella me soltó cuando estuvo segura de que no haría nada.

Los ancianos se colocaron alrededor de la mesa y detrás de ellos unos hombres, parte de las familias, y ahí estaba Damián, el primero que caería. Poul no dejaba de sonreír tras él y miraba a nuestra dirección. ¿Él sabía que estábamos aquí? Anthony se encontraba frente a Erika y comenzaron los coros, palabras que no entendía, y los libros cayeron en las manos de los siete ancianos. El techo comenzó a iluminarse y la luz de la luna color sangre cubrió a Erika. Ella permaneció acostada sin moverse.

Los siete abrieron el libro y Margaret les hizo señales a todos para que se colocaran cada uno debajo de cada banca en una rejilla, cada uno para que la luz los cubriera también a ellos y poder obtener el poder, ya que ese poder iba dirigido a los miembros de la familia; ellos también serían bendecidos con los dones que habían dicho… En mi caso era diferente; ella tenía que darme ese poder voluntariamente y lo iba a hacer si lograba tocarla mientras desprendía esa luz, la luz que comenzaba a cubrirla a ella.

Brillaba como un foco. Los colores de la luna y su brillo se estaban fundiendo y ella se puso de pie sobre la placa. Abrió los ojos y eran llamas azules. Su cabello ondulaba como llamas rojas, y la luz cubrió toda la habitación de todos. Todos estaban bañados de esa luz, todos menos Damián, y sus padres y otros miembros de la familia no se habían dado cuenta por qué estaban en un trance. ahora. Era en este momento en el que tenía que salir antes que destruyera la placa.

Empujé la puerta con mis fuerzas y corrí hacia Erika. Ella me miró a los ojos y mis instintos me dijeron: Corre, aléjate, pero ella me tendió la mano y yo la tomé. Una ola de poder me recorrió todo mi cuerpo; era más de lo que necesitaba. Algo despertó en mí y la vi a ella. Todo lo que había pasado desde que me fui, todo pasó por mi mente como una ola, todo lo que había sufrido, todo hasta… lo que le había hecho Damián y luego, cómo la consolaba Anthony, y me invadió un agradecimiento hacia él hasta que llegué a esa parte ella en los brazos de él en la cama juntos, no una, sino dos veces.

Aparté la mano de ella tan rápido que no me di cuenta, y antes de que pudiera decir algo, Margaret me hizo hacia atrás para ocultarnos tras la puerta de nuevo. Erika calló de rodillas en la placa y escuché una explosión tan fuerte que mis oídos me dolieron. Todos caímos al suelo. Todo pasó tan rápido; Anthony estaba sobre ella, la había sacado de la placa y estaban envueltos de escombros de la misma. Lo había conseguido; muchos miembros de la familia despertaron alegres, mientras que otros estaban disgustados por no haber recibido poder.

—¡Cálmense, silencio, no sabemos qué pasó! Decían los ancianos. Maldición la placa. Erika parecía buscarme con la mirada y Anthony le dio una señal a Poul. Él tomó una jeringa y se la clavó a Damián en el cuello.

¡Ahora! Grito Margaret y todos salieron y comenzaron a pelear. Las mujeres huyeron de inmediato, al igual que los más jóvenes y los ancianos, menos Grays y dos más. Quedaban pocos. Margaret fue directa a su tío, quien era uno de los que no había recibido poder. Damián despertaba, y Anthony corrió hacia él. Empezaron a forcejar y Poul solo se reía en una esquina sin hacer nada, hasta que Damián se comenzó a retorcer de dolor mientras Poul lo miraba sonriendo.

Anthony cubrió a Damián con un humo negro y, cuando se esfumó, Damián solo era huesos y carne. Yo corrí y tomé a Erika de la muñeca y me la llevé por el túnel.

—¿Samuel, qué pasó?

—Solo camina, hablaremos cuando estemos lejos de aquí.

—¿Qué te pasa? Estás muy raro, amor, ¿qué?

—¿Amor, tienes el descaro de llamarme así cuando dormiste con Anthony?

—Como… lo…

—Que como lo supe, lo acabo de ver todo mientras te tocaba; ahora no quiero hablar de eso, Erika, cuando lleguemos a casa lo haremos, y quítate ese maldito anillo del dedo. Le dije arrojándolo al suelo, que calló en los pies de Anthony.

—¿A dónde crees que llevas a mi esposa?

—No por mucho tiempo, idiota. Ella se va conmigo.

—A sí, primero tendrás que matarme.

—Esperen así no serían las cosas, por favor, necesito que sé…

—Tú te callas maldición. Me esforcé para sacarte de este lugar; ni siquiera tuve tiempo de llorar la muerte de mi padre por estar pensando en ti; me sentí un idiota por haberte abandonado y haber dicho esas cosas, pensando cómo degollaría a Damián una vez lo viera… Y no podía, porque las lágrimas caían de mi rostro y la voz se me quebraba. Y por un momento pensé en agradecerle a Anthony por todo lo que había hecho.

Y mira, tú ya se lo estabas agradeciendo revolcándote con él. La primera vez te entendí, Erika; sentí la necesidad de quitarte esa sensación de tu cuerpo, pero la segunda no… No entiendo, eres mi pareja; desde que tenemos memoria nos amamos, me lo juraste y… Me duele esto, pero tú no eres de mi propiedad, Erika. Solo dime. ¿Amas a Anthony? Ella me miraba con sus ojos inundados de lágrimas y él, serio frente a mí.

—Te amo más a ti, Samuel.

—Bien, a veces uno tiene que saber cuándo se debe de retirar. Cuida a mis hermanas, Erika, no creas que estoy renunciando a ella Samuel. Tú y yo no hemos acabado, pero tengo que proteger a mi tío y creo que ya somos menos en la familia. Como vi que la tía Margaret le sacaba las entrañas a mi padre, creo que hay mucho que hacer. Cuídate, Erika, y recuerda que aún eres mi esposa y algún día iré por ti.

Y se marchó a toda prisa hacia lo más profundo del túnel.

—¿Qué hacen aquí parados? Corran tontos. Gritaba Margaret que venía con tres personas menos y un sequito tras ellos lanzando chispas contra nosotros. Tomé a Erika en brazos y corrí lo más rápido que pude; era increíble el poder que tenía ahora. Tomamos un auto y fuimos por las gemelas; luego nos marchamos de regreso al pueblo en donde yo sabía que todo iba a ser diferente ahora.

Capítulo 31

Durante todo el camino no podía ver a la cara a Erika; a ella le pasaba lo mismo que a mí, la seguía amando y era claro que le perdonaría lo que había pasado, pero no ahora que me encontraba muy lastimado. Las niñas estaban prendidas de ella y dormían tranquilas. Margaret hablaba con los familiares que apenas la libraron, pero estaban contentos por lo que había pasado. Típica familia de dementes, tan orgullosos de sus horrores; decían que no les gustaba ser parte de lo que hacían los suyos, pero se deleitaban de los poderes que conseguían. Solo eran hipócritas todos.

—¿Bueno, tú que tienes, todo salió bien; Erika ya está contigo, porque no estás con ella?

—No te metas en esto, Margaret. Esto es algo entre ella y yo.

—Como quieras, yo al fin logré quitarme una espina y te aseguro que a mi hermana le costarán noches de pesadillas.

—¿Por cierto, viste lo que Anthony le hizo a Damián?

—No. Estaba tan concentrada en partirle el culo a mi tío que no me fijé en nada a mi alrededor. ¿Qué hizo?

—Bueno, yo todavía me encontraba medio desorientado por todo, pero me pareció que una especie de niebla negra brotó de Anthony y cubrió a Damián; luego solo quedó su esqueleto en el suelo.

—Eso es imposible Samuel. Seguramente lo imaginaste por tanto poder que absorbías; además, esa clase de magia no se ha manifestado en ninguno de nosotros; es muy poderosa y alguien como Anthony… No… es imposible; él es bueno; aunque no lo parezca, no podría obtener algo tan obscuro.

—Sé lo que vi, Margaret, aunque no estoy muy seguro si era real. Le decía mientras miraba hacia Erika que dormía tan profundamente, abrasando a las niñas, y me preguntaba cómo iba a enfrentar estos sentimientos de ira y resentimiento hacia ella, pero al mismo tiempo estaba tan feliz que ella estuviera aquí de nuevo conmigo.

Anthony

Todo había salido perfecto, tal como lo había planeado; las niñas estarían bien, y mi tío se encontraba vivo, pero no todo podía salir tan… En fin, al escuchar las palabras de Erika me di cuenta de que no era el momento de pelear con Anthony. Estaba asombrado de la gran cantidad de poder que absorbió de Erika. No me esperaba eso.

Un grupo de familiares corría por el túnel para alcanzar a Margaret, que corrió a mi lado dejándola pasar. Ella solo me guiñó el ojo y yo le sonreí.

—¿Por qué las dejaste ir? Escuché la vos de Poul al final del túnel.

—Digamos que me acabo de enterar de algo, algo que te encantará, hermanito. Poul sonrió de oreja a oreja.

—Espero que sea otro espectáculo como el de esta noche.

—No de este tipo, pero sí muy satisfactorio.

En el salón, mi padre con las entrañas de fuera tirado en el piso, mi madre horrorizada había salido huyendo hacia su habitación, y mi hermano Poul sonrió al ver que mi madre estaba a salvo y se retiró arrastrando el esqueleto de Damián hacia arriba. Para su colección, había dicho. Me dio asco, pero un trato era un trato.

—Otro ritual casi fallido, creo que algunos no tuvieron suerte. Decía mi tío dirigiéndose hacia mí.

—Lo sé, tío; no todo sale como uno lo planea.

—Dime abuelo, hijo, tú ahora te convertirás en el encargado de las siete ramas de la familia; los del consejo tienen que aceptar que tú ahora eres él… ¿Y mi nieta dónde está?

—Margaret y Samuel se la llevaron.

—¿Qué no los pudiste detener?

—El poder de Samuel era muy grande y creo que estaba tan enojado conmigo que no le hubiera ganado, y Erika se puso de su parte. Sabes los alcances de su poder; yo solo no hubiera hecho nada.

—Entiendo que no te podías arriesgar, pero eres su esposo, y eso es lo que importa ahora; luego la recuperarás. ¿Sabes de quién era el esqueleto que llevaba tu hermano arrastrando?

—Sí. Pertenecía a Damián. Creo que mi prima tenía una venganza pendiente y se la cobró.

—Se lo merecía, mi hija Margaret; es sorprendente, logro infiltrar a todos ellos sin que lo detectara tu madre ni yo, ¿las niñas?

—Están a salvo. Ella se las llevó y no me pude oponer; sé que las cuidará.

—Bien, me encargaré de todo aquí y luego habrá reunión y contaremos los daños. Habrá que ser cuidadosos. Anthony, si se enteran de que tuvimos que ver con algo de lo que sucedió, nos casarán a ambos.

Mi abuelo tenía razón y si él se enteraba de las cosas que hice y no le contaba, él sería quien se deshiciera de mí. Ahora lo más interesante estaba por suceder… Espera, Erika, espérame tranquila. Te daré un respiro para que tu mente se aclare y después…

Erika

En casa, al fin, estaba donde quería, pero mi alma no se encontraba tranquila. Todo lo que había pasado; todo fue tan rápido, tan repentino y la culpa que cargaba por lo que le hice a Samuel. Él no me dirigió la palabra en todo el camino y a mí me daba vergüenza verlo al rostro; había sido tan egoísta y las palabras que me dijo mientras escapábamos jamás las olvidaría. Anthony me dejó ir, ¿por qué lo había hecho, acaso se rindió, acaso él no me…? ¿Por qué pensaba en él en este momento, que me pasaba?

Margaret estaba con las niñas en su alcoba y yo me estaba dando un baño para relajarme y despejar la mente, pero no podía. No había notado que algo me faltaba; me sentía agotada; había expulsado tanto poder que seguramente eso era.

—Aquí están tus cosas, te dejaré ropa en la cama y te traeré el desayuno. La voz de Samuel era apagada y sin brillo; yo había hecho eso. No podía hacer nada más que llorar.

—Gracias, me alegro de que no te lastimaran.

—Tuvimos tiempo de planear bien todo para que saliera bien; cómo no has comido desde ayer, las niñas están desayunando con Margaret y pronto les dará un paseo por el pueblo.

—Samuel… Yo… Sé que me odias en este momento, pero…

—No te odio, Erika; estoy decepcionado de ti, sí. Pero no te odio. Tuve tiempo de pensar las cosas mientras veníamos de regreso y las circunstancias te obligaron a pelear como podías. No te niego que me dolió ver todo eso, pero más me dolió todo lo que sufriste y, como te dije, no eres de mi propiedad; puedes hacer lo que quieras, ni siquiera eres mi esposa. Nunca tuvimos la oportunidad de elegir; siempre nos quisimos y no miramos para los lados, siempre enfrente uno al otro, así que si quieres ver a otro lado estás en todo tu derecho. Te amo más que a mi vida y eres lo único que tengo, pero yo no te forzaré a estar conmigo; no te liberaré de una prisión para entrar en otra.

Lo miré fijamente, sorprendida por cada palabra que me decía. Sus palabras me desarmaron en ese momento; no podía creer lo que decía y aunque me dolía tenía razón. Nunca nos dimos tiempo. Aunque él estuvo alejado de mi mente por seis años, siempre lo esperé y no me di la oportunidad con nadie más de conocer a alguien más.

—Mira Erika. Solo quiero que seas honesta conmigo. Me amas lo suficiente para pasar el resto de tu vida a mi lado o no me amas lo suficiente. Si te quieres ir con Anthony, buscaré la manera de traerlo y tú y sus hermanas partirían lejos en cuanto me lo pidieran. Solo me importa que seas feliz y libre y no vuelvas a tener miedo de nada.

Pero si eliges estar conmigo, perdonaremos y olvidaremos todo y no habrá más dudas ni inseguridades.

—Samuel… Yo… Yo te amo y sí estoy un poco confundida, pero yo te amo a ti, siempre te he amado y no quiero estar con nadie más que contigo.

Me temblaba la voz y las manos y él cambió su rostro. Después de un momento, me miró con lágrimas en sus ojos y tomó mi rostro entre sus manos.

—Entonces, amor mío, empecemos de nuevo y olvidémonos de lo que ya pasó; solo tú y yo de ahora en adelante.

Samuel

Cuando las palabras que salían de mi boca impactaron a Erika, solo podía ver en su rostro vergüenza y dolor y me odiaba por provocarle eso, pero era necesario para ambos. Para mí. Necesitaba saber y aunque la estaba arrojando a los brazos de otro hombre, me contuve y le hablé desde lo más profundo de mi corazón con toda la sinceridad que pude. Cuando ella dijo lo que yo esperaba escuchar, recordé cómo respirar y mi corazón volvió a latir y mis lágrimas… La besé con tal pasión como para que en su mente solo existiera yo y se borrara todo rastro anterior al mío. Le hice el amor tan apasionadamente, que quería que cada olor mío estuviera en su piel y que jamás me olvidara, jamás recordara a nadie más que a mí sobre ella una y otra y otra vez, y recuperamos todo el tiempo perdido, todo lo que sentíamos y no había dudas en ella. No percibí ninguna incomodidad. Nos entregamos sin obstáculos el uno al otro su cuerpo tan compatible con el mío y así seguimos por horas. Si las cosas volaban de la habitación y los candelabros vibraban, no me importó tener cuidado. Quería que todos supieran que ella era mía y solo mía.

—Ya es de noche.

—No importa, creo que esta habitación va a necesitar remodelación, lo bueno es que ya me estaba quedando chica. ¿Tienes hambre?

—No. Estoy bien, no me quiero apartar de ti, quiero estar así contigo hasta que amanezca.

—Igual yo, entonces quedemos así acurrucados juntos y yo velaré tu sueño.

Capítulo 32

—¡Lamento interrumpir, pero van a comer o se van a quedar en la cama toda la noche, par de desvergonzados!

—¡No molestes, Margaret, déjanos tranquilos!

—¡Yo nada más pregunto para saber si me llevo a las niñas a otro lugar, así no me siguen preguntando si aquí hay terremotos!

Qué vergüenza, dijo Erika cubriéndose el rostro con la sábana.

—¡Es posible, Margaret!

—¡Bien, pero bajen el volumen; no coman pan delante de los pobres!

—Tu tía ha sido una ladilla desde que se apoderó de mi casa, te lo juro.

—Me alegra que se lleven tan bien, sí. ella es muy especial.

—¿Especial? Acabó con la reserva de vinos exportados de mi padre en todo este tiempo y mis empleadas tiemblan cuando las manda a llamar; se la pasa maquillando a las pobres chicas y vistiéndolas más elegante según ellas, y ya ocasionó que dos de los choferes y un abogado se golpearan por ella una noche que estaban tomando y jugando cartas.

La risa de Erika inundó la habitación, esa hermosa risa que hacía mucha falta a esta casa, esa risa que siempre me gustaba ver en su rostro.

—Así me gusta, verte sonreír, esa es la Erika que recordaba y si me disculpas temo que ya no podré dejarte dormir; te haré el amor de nuevo hasta que ya no podamos…

—buenos días romeo y julieta al fin se dignaron en aparecer.

—romeo y julieta murieron juntos, nosotros estamos comenzando a vivir.

—Como digas, ya mandaré a llamar a los encargados de arreglar el desastre de tu habitación y la ampliarán también.

—Gracias a ti, ¿hola, niñas, cómo durmieron, se sienten bien en la casa?

—Sí. Es muy bonita y la tía nos llevó a conocer el pueblo ayer y luego hubo un terremoto cuando regresábamos, pero desapareció y no lo sentimos de nuevo.

La cara de Erika se puso colorada y se atragantó con el té.

—Qué pena, nos escucha todo el pueblo, no saldré en mucho tiempo.

—Calma, Margaret, Puso una barrera alrededor de la habitación y nadie nos escuchó.

—Con más razón que pena.

—Dejen de hablar en secreto en la mesa que es de mala educación, necesitamos buscar un tutor para las niñas y…

—Esperaremos a Anthony, dijo una de las niñas. —Él nos da clases.

—Me temo, princesas, que eso por ahora no se va a poder, ya que él tiene que atender muchos negocios por ahora y va a tardar un tiempo en venir por ustedes; por eso le pidió a su tía que las cuidara.

—Pero él nos prometió que viviríamos en la casita todos juntos con Erika como nuestra madre.

—Miren, niñas, ahora están pequeñas para saber ciertas cosas, pero…

—Tú eres la esposa de nuestro hermano, eres nuestra madre ahora y los esposos tienen que estar juntos.

Oh. No, la rabia de nuevo tenía que controlarla. — Niñas, escuchen, Erika y yo somos esposos; Anthony planeó la boda de mentiras para poder escapar. De ahí comprendan que Erika y Anthony no tienen nada.

—Mentiroso, Anthony quiere mucho a Erika y ella también y no te queremos cerca de ella.

—Genial, otras dos más a la lista.

—Dales tiempo amor, son solo unas niñas y… Luego yo hablaré con ellas. ¿Por qué dices otras a la lista?

—Tu tía Emma, no me habla desde que te dejé a solas, según ella, y ha estado encerrada en la tienda. Además, se deprimió mucho cuando supo que Lilibet había muerto en un accidente… Tú entiendes.

—Sí. Iré a verla ahora mismo; se alegrará mucho y tú ten paciencia con las niñas; no les debiste decir eso de la boda.

—Era lo único que se me ocurrió. Ellas nos verán juntos de ahora en adelante, y no quiero que crean que estás engañando a su hermano.

—si me lo permiten, yo iré a hablar con las niñas las conozco desde que nacieron y se cómo hablar con ellas.

—Gracias, Alice; de todos modos, esas niñas son muy importantes para Anthony, así Que no tardará en mandar por ellas, al cabo que ya su padre murió y Damián no está y, ya que Erika destruyó la placa, por lo menos tendremos unos años sin más rituales que los han de tener del culo, así que descansen y olviden todo por un momento, chicos.

Por alguna razón las palabras de Margaret no me tranquilizaron, no quería bajar la guardia, las palabras de Anthony… No tenía sentido ¿porque me había dejado marchar tan fácilmente? en ese momento sentí mucho poder recorriéndome. ¿Se abre asustado de mí? No lo creo. Él no es de los que huyen. Es de los que tienen paciencia y analizan todo con cuidado. Me había dicho Margaret que algo estaba planeando, pero no se expondría a que algo les pasara a las niñas; él las quería mucho o sabría que no les haría daño. Algo no me cuadraba y aunque quería vivir en paz con Erika, algo no estaba bien.

Ya había pasado un mes de todo esto; estábamos tan felices y tranquilos, pero yo no bajaba mi guardia; no habíamos tenido noticias de lo que ocurría en la mansión. Margaret se había ido a un viaje de relajación; según ella, y mis empleados lloraban de alegría al despedirla. Poco a poco doña Emma se fue acercando más a mí y me pidió disculpas por lo que me había dicho. Para mí no fue nada, le dije y Erika estaba roja y muy alegre. Llevaba a las niñas al lago de los patos y les enseñaba cómo su tutora había permanecido ocupada.

Ellas no me hablaban y no permitían que estuviera a solas con Erika. Era muy difícil permanecer en el día cerca de ella; Alice era de gran ayuda, pero había veces sus berrinches eran extremos que Erika dormía con ellas algunas veces, razón número uno por la cual no quiero hijos todavía pensé. Quería retomar mi carrera de escritor, pero no pude. Tenía tantas responsabilidades; mi padre dejó mucho que hacer, además de unos negocios en el extranjero que tuve que ponerlos a nombre de mi hermana para que su esposo se hiciera cargo.

Agradecía tenerla y todos los negocios en los que se tenía que viajar los dejó encargados a los abogados mientras fuera que salir del país… Pronto tendría que viajar a una junta muy importante con los socios de exportaciones y era imprescindible que yo estuviera ahí. Era claro que los títulos ahora ya no significaban nada más que un adorno, no como antes.

—¿Qué tienes, amor, te noto muy estresado?

—Amor, no existe un poder para multiplicarme y estar en varios lugares al mismo tiempo.

—Me temo que no, dime.

—Tengo que viajar y no quiero dejarlas solas. Solo será un día, pero…

—¿Es necesario qué vayas?

—Me temo que sí, quisiera que me acompañaras, pero ¿quién cuidaría a las niñas?

—Ve tranquilo, amor, estaremos bien; sabes que ellos no pueden entrar al pueblo y además ya obtuvieron lo que querían de mí.

—¿Pero si quieren vengarse de nosotros?

—De todas maneras, no pueden entrar; ve tranquilo, te he visto practicar y tu poder es maravilloso, tanto como el mío. Aunque es raro, sabes, siento que mis poderes ya no son como antes; es como si se me escaparan de a poco; seguramente todavía estoy agotada.

—Eso es extraño, deberías descansar más y sí. Mañana saldré temprano para estar aquí al día siguiente.

Mientras llegaba, estaba pensando que eso que dijo Erika tenía razón: mientras practicábamos, sus poderes no tenían el mismo alcance que antes y ¿si yo había tomado más de lo que necesitaba? Le preguntaría a Margaret en cuanto llegue.

Como lo pensé, se estaban aprovechando de la muerte de mi padre y querían apoderarse de sus inversiones. Después de salir de una junta muy larga y darme cuenta de que estas empresas ya estaban perdidas, retiré mi sociedad y me fui tranquilo con un problema menos. Tenía tiempo para comer un poco antes de tomar el avión.

—Miren que trajo la marea; si es el lindo Samuel Correa, ¿dime qué tal la luna de miel?

—¿Poul, que haces aquí?

—Gracias al desastre que ocasionaron tú y mi tía, tuvimos que rendir algunas cuentas a los del consejo, ya que muchos murieron. No me malinterpretes; fue un espectáculo increíble, pero sí nos traen del culo.

—¿Ya veo, y qué tal tu hermano?

—¿A cuál te refieres? Si es a Damián, él está perfecto, adornando mi pared como un hermoso esqueleto blanco.

—Eres repugnante, sabes.

—¿Quién yo? Si Anthony, te hizo un favor en vengar el honor de mi prima, además, esa fue mi recompensa por ayudarlos, ¿crees que si él hubiera alcanzado a Erica ella estuviera con vida ahora?

—Entonces no lo imaginé, Anthony tiene ese poder.

—Recuerdas que una vez te conté que perdí a mis amigos de pequeños en los túneles, pues a uno Damián le succionó el alma y al otro yo lo dejé libre para cazarlo, pero Anthony lo cubrió con esa negra y hermosa niebla y solo quedó su esqueleto. Está en mi cuarto de trofeos junto a Damián por si quieres verlos. No pongas esa cara; ni siquiera está completo; le falta una pierna; en fin, solo yo sé de ese maravilloso poder; nadie más lo sabe, bueno, tú ahora.

—¿Por qué me lo dices, porque no lo había manifestado antes?

—Pues porque en esa primera ocasión fue la primera vez que surgió. Claro, no lo hizo consiente y se asustó, pero investigamos y se necesitaba una gran energía para poder hacer que fuera parte de él de nuevo, Podía manifestarlo pero cuando se enoja es por eso que casi siempre se ha mantenido sereno.

—¿Así que estaba esperando algún ritual que le diera ese poder?

—Si y no. No tenía que ser cualquier ritual. Samuel. Tenía que ser el ritual perfecto, y, para suerte del bastardo, la luna de sangre estaba ahí y ya se había unido en cuerpo y alma al sacrificio, o sea Erika.

—Eres un maldito.

—Como quieras, todo lo planeó. Desde un principio planeó que ella lo mirara como el más humano entre nosotros; se ganó la confianza de mi tío y se aprovechó del parecido que había en su hijo para que lo eligiera como esposo de Erika.

—¿De qué hablas?

—Erika, esta débil no es cierto; está perdiendo poder. La unión entre ellos le quita poder a ella y se lo da a su esposo. Anthony se está alimentando de la esencia de Erika.

—¿Espera, cómo es eso posible?

— Después del ritual y más aún con la luna de sangre, cuando las parejas son el sacrificio, tienen que sellar esa unión; al hacerlo comparten ese poder y todo se une. Pero tú te llevaste a Erika y el poder de ella lo está absorbiendo Anthony inconscientemente, así que tienen que sellar la unión para que ella vuelva a estar bien.

—¿Pero no entiendo por qué me lo dices?

—Porque no decírtelo, esa noche que todos se fueron, Anthony robó el poder de mi madre y de mi tío, pero solo mató al tío, a mi madre la dejó viva por mí, supongo, y también me quitó mi habilidad, así que vine a hablar con algunos miembros de la familia para que hagan algo al respecto, pero le tienen mucho miedo, a mí me da igual, es un espectáculo, un gran final, pero mi madre me lo pidió.

No lo podía creer; esto no era posible; sabía que algo estaba mal, pero esto… Esto está fuera de mis… Si Anthony tenía tal poder, él… espera.

—¿Dónde está tu hermano ahora, Poul?

Él me miró con una sonrisa que me hizo erizar el cabello de la nuca. — ¿A dónde crees tú?

Capítulo 33

Erika

Samuel de verdad parecía preocupado cuando se marchó, y no lo quise preocupar más, pero sentía que mi poder se agotaba poco a poco. No sabía qué me pasaba, estaba muy desconcertada, no me sentía mal, era como una debilidad, pero no le di mucha importancia mientras comenzaba, aunque ahora se hacía más evidente. Pensé que todo se iba a calmar, ya que había pasado un mes de todo; mientras Samuel se fortalecía, yo me debilitaba. ¿Tendría algo que ver? Le preguntaría a Margaret cuando regresara. Y aparte de eso tenía que hablar con samuel de…

—Queremos ir al lago.

—Pero niñas, mejor mañana.

—Por favor, Erika, nos gusta cuando caminamos sobre el lago.

—Está bien, pero solo un momento me siento muy cansada como para usar magia.

Estábamos en el lago las niñas Alice y yo; estaba recostada en la hierba, mirando el azul del cielo y pensando en Samuel.

—Qué lugar tan lindo; con razón te gustaba estar en el patio de la casa.

—Anthony, tú… cómo… cómo, ¿estás aquí?

—¡Anthony hermano! Estás aquí y por nosotras.

—Así es, princesas, estoy aquí y pronto viviremos juntos. Alice, gracias, fuiste de gran ayuda. Ve a empacar las cosas de las niñas y llévalas a esa casa que tiene el campanario; ese será nuestro nuevo hogar ahora.

—Sí. Nos quedaremos a vivir aquí; este lugar nos encanta.

—Así es, vayan, ya estaremos con ustedes, tengo que hablar con Erika un momento.

—No entiendo cómo. ¿Qué haces aquí? No puedes entrar en el pueblo.

—Claro que sí, Margaret no está y Samuel tampoco, así que encontré la manera de acabar con la protección que tenía. No fue fácil, pero lo hice. Solo quiero vivir tranquilo, Erika, en paz con mis hermanas. ¿Acaso no puedo?

—Claro que sí, pero sí Samuel, él…

—¿Te hizo algo? Se molestó contigo.

—No. Él fue muy amable y comprendió la situación.

—Entonces es una buena persona; ¿no crees que podemos convivir juntos?

Se acercó a mí poco a poco y me tomó el rostro en sus manos.

—Solo quería que me amaras como lo amas a él. Erika, ¿dime, ya no sientes nada por mí?

—Anthony, lo… Lo lamento, pero yo amo a Samuel y lo que pasó entre los dos, le prometí que no le haría lo mismo aunque…

—Entiendo, aunque todavía sientes algo por mí. Qué idiota fui al pensar que tú podías cambiarme, aunque no he dejado de tener estos sentimientos por ti. Te amo y te necesito todavía Erika y he venido por ti.

—Anthony, porque me dices esas cosas, este no eres tú ¿qué te ha pasado?

—¿Qué este no soy yo? Te equivocas, este soy yo, este he sido yo todo el tiempo, y aunque cerca de ti tenía que fingir al principio, con el tiempo me enamoraste más. En fin, Erika, vamos a casa porque si ya se te olvidó, te recuerdo que estamos casados.

La mirada de Anthony me aterró. No era el mismo; ese no era él. Algo tenía que haber pasado.

—Erika, Erika, contesta, por favor; debes tener cuidado, y llegaré lo más rápido que pueda…

—No te preocupes, Samuel, te esperaremos todos juntos. En mi casa es la que tiene el campanario.

—Miserable, si le pones una mano en sima a Erika te mataré.

—Cuidado con tus amenazas. La gente de este pueblo es muy feliz. ¿No querrás llegar y encontrar un montón de esqueletos, verdad?

—Eres… Ya Poul me contó todo como nos engañaste a todos.

—Hay, mi hermanito tan comunicativo, tú ven y hablaremos, apresúrate, tal parece que Erika no se siente bien.

—¿Cómo lo hiciste?

—Meterme a sus mentes es más fácil ahora que poseo el don de mi madre, sabes, pero esa historia te la contaré cuando Samuel regrese, mientras tanto duerme, querida.

Desperté en una habitación y estaba encerrada; no podía hablar con Samuel; me sentía Débil. Que estaba pasando, no entendía nada.

Samuel

Estaba tan furioso, iba a despellejarlo vivo y lo iba a gozar tanto que… Mientras me acercaba a la casa, no paraba de pensar: no había dormido en toda la noche, pero aquí estaba frente a la casa. Esta casa queda a una manzana de la mía que también era de mi propiedad y se atrevió a invadirla. No toqué, entré de un solo, tumbando la puerta; conocía la casa perfectamente y, mientras caminaba al estudio, sabía que estaría ahí. Las paredes. Todo comenzó a vibrar. Él estaba ahí en un sillón rojo frente a la chimenea, como si nada, con las piernas cruzadas…
—Tranquilo, Samuel, la decoración y los muebles son nuevos; no me los romperás.
—Lo que te romperé será el cuello maldito infeliz.
Él me observó y un dolor se apoderó de mi cuerpo; me empecé a retorcer. El poder de Poul, él, no había mentido; se lo había robado.
—Ahora que ya estás más calmado, empecemos de nuevo. Alice, trae a Erika, por favor. Bien, mientras llega, tú tomarás asiento y te portarás bien si no quieres que algo le pase.
—¿Te atreverías a hacerle daño?
—Ah. No. Ponme a prueba; ahora lo que le pase me da igual.
—¡Samuel, Samuel estas!
—Samuel… Samuel… Ya basta, tráela Alice y retírate.
—Bien, esto va a pasar, y pondrán atención. Cuando regrese la tía Margaret; no quiero complot ni nada de eso contra mí; conviviremos todos juntos y además me complace estar aquí; los del consejo me están casando por haber matado a mi tío, así que la protección de este lugar me servirá.
—¿Qué, mataste a mi abuelo?
—Hay, querida. Erika Hay tantas cosas que no sabes de mí, pero eso no importa.
Me lancé contra él y lo golpeé en la cara; él me regresó el golpe y forcejamos por un momento. Luego tomó a Erika por los hombros.
—Espera, espera, está bien, no le hagas daño, está bien, hablemos, Anthony.
—Maldición Sí que estás fuerte, ya sabes lo que te espera. Si no me obedeces, no te mato porque todavía te necesito, si no.
—Por favor, deja de absorber el poder de Erika. La estás debilitando.
—Ya veo que la boca floja de mi hermano te contó todo. el maldito de mi abuelo prefirió sellar sus poderes antes de traspasármelos; solo pude robar su don de traspasar barreras que me fue de mucha utilidad.
—Entrégame a Erika, nos iremos a casa y no te…
—¿Dártela? Claro que no, ella se quedará aquí conmigo en caso de que me quieras desafiar, pero la puedes visitar cuando quieras y ella a ti. No está prisionera; eso sí, nadie puede salir del pueblo o le absorberé hasta la última gota de poder y ella morirá. Tómalo como un agradecimiento por cuidar a mis hermanas. Ah, y recuerden que puedo escuchar cualquier cosa que se diga, así que cuidado.
Miré a Erika que negaba con la cabeza. —Está bien, Samuel, haré lo que dices, solo no le hagas daño ni la toques.
—Con tocar te refieres a… No te preocupes, Erika siempre ha tenido esa opción conmigo; jamás la forcé a hacer nada que no quisiera. Pero si hablaste con Poul seguramente te contó la única forma que hay para que no siga absorbiendo su poder? seguro que quieres que no lo haga?
—eres un maldito bastardo Anthony. Busca otra manera no la toques. Me iré ahora y vendré mañana, Erika, te amo.
Me fui casi corriendo del lugar y me dirigí al prado. Los árboles a mi alrededor se arrancaron de raíz y los arrojé al lago, de nuevo. De nuevo le había fallado; lo mataría, y no me importaban las niñas; no me importaba nadie. Lo mataría en cuanto tuviera la oportunidad.
—¿Qué, mi sobrino hizo qué?
—Te dije, Margaret, que eso no lo había imaginado; Poul me contó todo tal como te lo he contado.
—Maldición Vengo llegando justamente y me encuentro con esto, quién se lo podría imaginar. Anthony es muy astuto; ¿qué suerte que mi padre pudo hacer eso si le hubiera quitado los poderes? Sería invencible, pero tenemos una oportunidad si lo hacemos bien. ¿Dónde está Erika? tengo que hablar con ella.
—Él la tiene como garantía de que no le podamos hacer nada y le está robando poder. Ella está muy débil; debemos de encontrar otra manera de que pare con eso. Margaret se puso de pie rápidamente y se frotaba el rostro con las manos. —¿Y la dejaste con él? Si eres un idiota, no sabes lo que has hecho.
—Cálmate, ella puede venir aquí y yo puedo ir a verla; por ahora no tengo opción.
—¿Maldición; esa niña estúpida no te dijo nada, verdad?
—¿De qué hablas, que tenía que decirme?
—Hay, Samuel, Erika está esperando un hijo.
Me paralicé, me quedé sin voz; sentía que me hundía en lo profundo. Erika estaba embarazada de… y yo la había dejado con él.
—Samuel, basta ya de romper la mesa, calma, Samuel.
Margaret parecía hablarme, pero no escuchaba nada; mis oídos solo escuchaban un estallido y todo se tornó obscuro.

Capítulo 34

Margaret

—Bien, tía Margaret, que te trae esta hermosa noche a mi humilde hogar.
—Eres muy astuto Anthony. No sé por qué no me sorprende; Samuel me ha contado todo, pero lo que no sé es con qué propósito haces todo esto. ¿Vale la pena todo esto?
—Claro que la vale, tener el poder de tener cualquier poder y no utilizarlo. A ti, por ejemplo, te encanta verte joven, siempre te gusta manipular a los demás, a tu antojo, eres una líder nata y ahora me vas a decir que eso no te encanta, ese poder que ejerces en los demás.
—No lo discuto, acepto que me encanta que lo disfrute, pero no se trata de tener estos dones solo porque sí; hay que saber usarlos. ¿Y tú qué usos les darás, lo sabes ya?
—Me temo que eso no es de tu incumbencia, y supongo que no es lo que te trajo aquí esta noche.
—No. Tienes razón, es mi sobrina Erika. ¿Sabes que está embarazada?

—No te veo sorprendido con la noticia. ¿Algo pasa verdad, Anthony? Vamos, hijo, somos iguales y creo que te conozco lo suficiente. No eres como aparentas; algo traes entre manos; cuéntame, te juro que no le diré a nadie.
—Supe que Erika estaba embarazada el día que huía con Samuel; al momento que la vi mientras se la iba a quitar, me di cuenta de que si la dejaba conmigo me la quitarían, los ancianos se la llevarían y a mi hijo también.
—¿Tu hijo, así que esa criatura no es de Samuel?
—Claro que no, sabía que aquí estarían a salvo mientras me encargaba de los miembros que presiden el consejo y sus sucesores. Si sabían que Erika estaba embarazada estando aquí, pensarían que es de Samuel y no le tomarían importancia, pero ¿si descubren que es mío, sabes lo que pasaría?
—Claro, una niña o un varón nacidos bajo la luna de sangre de una pareja unida serán muy valiosos; jamás tendrán que esperar para hacer más rituales; solo con concebir hijos con ellos tendrían el poder suficiente.
—Así es, pero no contaba con que eran más fuertes que yo. Dejé vivos a dos ancianos y a seis de los posibles sucesores; no contaba con el nivel de poder que absorbieron de Erika.
—Espera, pero ¿por qué hacer todo este teatro? Por qué nada más no nos pediste ayuda. A quienes dejaste vivos? —Gregori y Filipo y sus nietos. —Oh, ya veo, tremendo error. —Hay espías en este pueblo; Margaret los han estado espiando todo este tiempo. No pude aguantar. Tuve que venir para cuidar a las niñas. Ellos no pueden entrar aquí y si les llega el rumor que estoy en contra de ustedes, no correrán peligro; ellos solo vienen por mí y las niñas.
—Entiendo el odio que te demuestra Samuel los convencerá de que no está de tu parte.
—Es lo único que se me ocurrió para que Erika tuviera un embarazo a término, y luego pensaría en contarle la verdad. Además, tenía que venir; el ritual no es completo; tengo que terminarlo, si no todo el poder de ella lo drenaré y morirá mi hijo.
—Anthony, tienes que contarle a ella la verdad; yo me encargaré de revisar cada rincón para saber cuáles son los espías y tener seguras las casas, así ellos no sospecharán. Luego acabaremos con los que faltan para terminar con esto de una sola vez.
—Te pido que no le digas nada a Samuel; él es muy necesario para esto; mientras no vayan tras él, contamos con todo su poder.
—Esperemos que él no acabe contigo antes, espera, entonces mi padre…
—El abuelo está vivo, ¿crees que lo mataría? Dejó que le quitara el poder para poder entrar aquí, pero tuvo que sellar sus poderes porque lo tienen de rehén.
—Él siempre pudo entrar aquí y no me vino a buscar, ese viejo.
Ahora dime como hablo con Erika sin que me mire con esos ojos de odio.
—No es necesario Anthony, escuché todo.
—¡ERIKA!

Erika

No podía creer lo que había pasado, lo que estaba sucediendo con Anthony. Mi abuelo; él estaba muerto y Anthony, su amado sobrino nieto, lo había… No. tenía que ser una broma, pero lo que más me preocupaba era mi hijo. No podía seguir así, no podía perder más mi energía, no por él, tenía que mantenerme fuerte por él y Samuel no lo sabía… Tardé mucho porque no se lo dije; no quería decepcionarlo más, pero no le iba a mentir de nuevo. Supe que estaba embarazada el mismo día de la boda. Después de haberme acostado de nuevo con Anthony, no paré de vomitar y pensé que era por nervios, pero lo supe. Pensé en decírselo, pero con todo el escape estaba nerviosa y… Diez semanas habían pasado, exactamente diez semanas, tenía casi tres meses de embarazo y no pude…

No quería estar en la habitación. Anthony había dicho que no era prisionera así que bajé a la sala y lo oí hablar con la tía Margaret. Lo sabía, él no era ese tipo de persona, él no era como sus hermanos; él era bueno y todo lo había hecho por nuestro bien, y mis lágrimas desbordadas me aclaraban la mente.

—¡ERIKA! ¿Tú… me… escuchaste todo?

—Bueno, hija, yo los dejo para que platiquen y aclaren todo esto; creo que necesitaré la botella completa para pensar qué hacer con ustedes.

—Recuerda no decirle nada a Samuel. ¿Erika, cómo te sientes?

—Enojada, confundida, y un poco débil; pero te escucharé.

—Siento mucho haberte tratado mal, pero… No sabía qué más hacer. Estamos en peligro todos. Solo quiero acabar con esto para que nuestro hijo crezca en un mundo sin todo esto y mis hermanas puedan ir a un instituto tranquilo y tengan amigos y seamos libres…

—Ya, Anthony, entiendo tu punto… Escucho todo y comprendo; pero… por ahora solo me interesa mantener a esta criatura con vida.

—¿Lo quieres…? ¿Quieres un hijo mío aunque no sea del hombre que amas?

—Qué pregunta más tonta es esa, claro que sí. Es una vida, él no tiene la culpa de nuestra… No diré errores porque no me arrepiento de ese día, pero tengo que decirle a Samuel que…

—No, te lo suplico, espera un tiempo más cuando ya no haya peligro, no le digas que es mío, por favor.

—¿Quieres que le mienta acerca de esto? Es muy serio.

—Al final él comprenderá; tiene que entender que lo hicimos por todos nosotros.

—Si él no termina contigo primero, como dice Margaret.

—Me dan más miedo los primos del consejo. Él, dijiste que te importaba cuidar al bebé; esto es necesario para que él esté bien…

—Me parece muy cruel, pero lo haré por mi hijo y sobre el asunto de mi energía que hacemos.

Él me miró sonrojándose y yo ladeé mi cabeza, —¿Qué pasa?

—Es que eso solo se puede solucionar si tú y yo terminamos el ritual, bueno, tú sabes la noche de bodas.

—Oh. Entiendo… ¿Y no se puede hacer de otra manera?

—Me temo que no, así te podré regresar el poder que te estoy robando. En otras circunstancias te juro que investigaría otra manera, pero no hay tiempo.

—Está bien, hazlo.

—¿Qué. Ahora?

—Pues claro, si ya Samuel quiere asesinarte, otra razón más da igual.

—¿Eres muy mala, a veces, sabes?

—Te lo dije; por el bien de este bebé haré lo que sea.

Así era; no había estado más decidida antes de algo como ahora. Esta vez Anthony no se sacrificaría solo; le ayudaría en lo que pudiera y tal vez solo, tal vez con un poco de suerte, viviremos en un mundo mejor más adelante. Las cosas pasaron rápido; era solo sexo, nada más de mi parte; a él no pareció importarle eso; no hubo besos ni caricias; fuimos directo al grano. Al cabo de un momento sentí como todo mejoraba en mí. Me sentía fuerte, y mis poderes regresaban de a poco. Lo sentí, el primer movimiento.

—¿Sentiste eso, Anthony?

—Así es, fue muy débil, pero lo sentí.

—¿No es muy pronto? Y si lo lastimamos, ¿y si le pasa algo, Anthony, de qué te ríes?

—Calma, mamá gallina, es normal; las gemelas se comenzaron a mover a las ocho semanas; eso quiere decir que nuestro hijo viene con un gran poder y se está fortaleciendo de nuevo. Erika, si no… si no sobrevivo a lo que haré, prométeme que no le dirás la verdad a Samuel y que criarás al niño como suyo.

—¿Por qué dices eso, Anthony? Porque no…

—Ellos son muy fuertes, unidos, saben que estoy tras de ellos y no se separarán, no me pienso rendir y cuida a las niñas, tú eres su madre ahora y…

—No. Basta ya, mírame, nadie va a morir; te ayudaremos Margaret y Samuel; aunque no sepa nada, él nos ayudará y luego le diremos todo y tú criarás a tu hijo, así que calma y no me pidas eso.

—Lo lamento es que esto me tiene, siempre quise ser padre, amo a mis hermanas y ellas desde que nacieron las considero como mis hijas y ahora me siento tan frágil al pensar que algo te… les pueda pasar.

—Es normal sentirse así, no temas a sentirte vulnerable y a querer proteger a tus hijos; mis padres dieron su vida para que no me encontraran; no hay amor más grande que eso, pero estaremos bien.

Nunca había visto a Anthony así, ni siquiera aquella noche, llorando sobre mi pecho tan vulnerable. Te amo, Samuel, con todo mi corazón, pero Anthony me necesita ahora y si tú me amas lo entenderás más adelante.

Temprano en la mañana Samuel llegó, su cara mostraba la ira más grande que jamás había visto y cambió el semblate tan rápido cuando me miró.

—Erika, Margaret, me contó que…

—No pares Samuelito Yo ya lo sabía.

Él lo miraba con ira total; estaba segura de que si no resolvíamos esto rápido, uno de los dos terminaría mal.

—Sí. Disculpa que no te lo dije antes; es que estaba esperando el momento adecuado.

—Estoy tan… Te ves mucho mejor y… ¿Tu poder ha vuelto? Tú… Dijo dirigiéndose hacia Anthony; una silla salió desplomada hacia él y yo me interpuse. Se desvió hacia la pared.

—¡Erika, maldición, te pude haber lastimado!, apártate, lo voy a…

—Ya, por favor, cálmate, Samuel, esto era necesario para que el bebé estuviera bien; te juro que no hubo nada más.

—Así es, cálmate, Erika. Está bien, es lo que importa. Ahora toma ciento y escucha lo que te propongo.

—Hazlo, Samuel, por favor, es por nuestro bien, no me hagan…

—¿¡ERIKA, Estas bien!?

—Tranquilos, está bien, solo son las náuseas. Sigan.

—Bien, quiero que me ayudes a deshacerme de los que quedan en el consejo.

—Y porque te ayudaría, ese es tu problema, no el mío; están tras las niñas y tú, Erika y yo no tenemos nada que ver.

—Así es, pero si esto sigue, a ti quien te dice que no regresarán por ella o por Margaret, hay que acabar con esto ahora que podemos.

Samuel miraba a Anthony con suspicacia, entrecerrando los ojos.

—Lo haré, pero no por ti, ni por tus hermanas, lo haré para que desaparezcas de nuestras vidas para siempre, lo haré a mi manera y no trabajaré contigo, lo haré con dos condiciones. Erika se irá conmigo ahora mismo a casa y la segunda cuando esto termine te divorciarás de ella.

—Vaya, no eres tan lento como pensaba; Está bien, Erika se irá contigo por ahora, pero lo de la separación veremos; No se te olvide que si me da la gana te puedo robar los poderes y los de Margaret.

—Pero no lo harás, si no. Ya lo hubieras hecho.

—Sí, me conviene más que los conserven; entre más peleen será mejor. Un cuerpo solo no puede mantener un poder tan grande. Pero recuerda que la gente de este pueblo sigue estando a mi merced.

—Bastardo. Está bien; por ahora me conformo con que me des a mi mujer y a mi hijo.

¿Su hijo? Con qué orgullo y seguridad lo decía su hijo. Me sentí tan mal por mentirle que tuve el impulso de decirle la verdad.

—No, Erika, no es el momento; me lo juraste. Ve con él y cuídate mucho, descansa y solo juega tu papel; te quiero tanto, los quiero a ambos.

Mientras me alejaba de la casa con Samuel, mis lágrimas eran de culpa y aunque quería estar con Samuel, sabía que Anthony me necesitaba. Él se había convertido en alguien especial para mí, no como amor, sino como un gran amigo al que quería cuidar…

Capítulo 35

Anthony

—Señor, cree que fue buena idea dejarla ir.
—No lo sé, Alice, pero solo Samuel nos puede ayudar. Tiene razón: no puedo absorber más poder; con los de mi madre, Paul y Damián, más los míos, los de mi abuelo y a dos de sus ancianos, estoy en el borde; creo que tomé más de lo que podía. Además, Erika no puede pelear. No la expondré. ¿Tu oído es especial, Alice, has escuchado algo más?
—Ningún reporte nuevo hasta ahora, señor; los mismos hombres están en las entradas del pueblo esperando, creo, y no han actualizado la información que manejan. Estaré atenta para más detalles.
—Gracias, si no fuera por ti no me habría dado cuenta y ahora estaríamos lamentándonos de haber sacado a mis hermanas de este lugar. Me has sido de mucha ayuda todos estos años; nunca te agradecí por tu lealtad, y te prometo que cuando esto termine ocuparás el lugar que te corresponde a nuestro lado.
—No, señor, con estar cerca de mis hermanas y de usted tengo suficiente y siempre me ha dado ese lugar. No diga eso, usted siempre me ha tratado como su hermana menor con amabilidad; no tengo nada que reprocharle, además me encanta ser su espía; hace las cosas más interesantes.
—Se nota de dónde vienes, gracias por todo.

Me encontraba en el despacho, agotado de tanto pensar en todo lo que tenía que hacer, en las miradas de odio de Samuel; no es que me importaran, pero tenía que tener cuidado con él; sabía que si me descuidaba era capaz de arrancarme la cabeza y no lo culpaba; yo en su lugar haría lo mismo. El rencor que le tenía estaba a un lado por ahora. Había cosas más importantes. Salí a dar una vuelta por los alrededores; quería que me miraran, que supieran que estaba ahí. Llegué donde vi a Erika y las niñas; los árboles estaban destruidos; seguramente Samuel lo había hecho. De hecho, él se encontraba ahí mismo arreglando el desastre…

—¿Ahora te dedicas a la jardinería?

—¿Qué haces aquí?

—Quise dar una vuelta y terminé en este lugar, es muy bonito, supongo que este es el lugar favorito de Erika, me decía eso mientras estaba frente al lago de mi casa.

—Vete, no te quiero ver la cara; por hoy es suficiente, dije que te ayudaría, pero eso no significa que seremos aliados.

—No dije nada sobre ser aliados, pero está bien. Me voy hasta pronto. Ah. A ella le gustan los lirios blancos; deberías de plantar en algunos alrededores. Jardinerito.

—Eres un bastardo, ya no puedo más.

Se dio la vuelta y se me abalanzó. Él dio el primer golpe en el rostro; yo seguidamente lo embestí contra un tronco que se partió a la mitad. Forcejábamos por unos momentos; hubo estallidos fuertes. Yo trataba de contenerme para no lastimarlo mucho, pero era muy fuerte y me defendía con lo que pudiera. Teníamos que parar o nos terminaríamos matando ahí mismo. Se lanzó al suelo, retorciéndose de dolor; era mejor eso que matarlo a golpes; por lo menos lo iba a mantener calmado.

—¿Te rindes o quieres más, Samuelito?

—¡Ya basta, por favor, Anthony, déjalo, te lo suplico, déjalo!

—Está bien, preciosa, por ti lo que sea. Ves, Samuel, ella te salvó esta vez; la próxima no tendrás suerte.

—Demonios Anthony, te pasaste.

—Cuando él comenzó, esta era la única forma de que dejara de golpearme.

—¿Ya… ya estás mejor? Samuel, levántate. También tú, porque sé…

—¡ERIKA! Estás bien, Erika reacciona…

—¿Ella está…?

—No. Ni se te ocurra acercarte, la llevaré a casa y… solo déjanos tranquilos.

—¿Está bien señor? Oí, lo que pasó.

—Se desmayó, ahí frente a mí; soy un idiota; la mandé a descansar y solo… ¿Estará bien?

—No se preocupe, ella se encuentra bien, es normal en su estado y ya despertó. Pero le quería hablar de algo; hubo movimiento a las afueras; tal parece que lo vieron discutir con el señor Samuel y le fueron a avisar a los señores Filipo y Gregori.

—Eso nos conviene, es perfecto y eso que no fue planeado. Ahora sabrán la rivalidad que hay entre los dos; Gregori y Filipo son muy fuertes y sus hijos aún más.

—Otra cosa, las niñas están desesperadas por salir; ya no quieren estar encerradas. Quieren ir a los jardines de la casa del señor Samuel, son amplios y les gusta mucho jugar ahí.

—No lo sé, Alice, Samuel está muy furioso conmigo y a Erika… No la quiero alterar, más tendré que hablar con ella para ver cómo se siente y veremos.

—Como usted ordene, con su permiso.

—Erika, como te sientes.

—Bien, solo fue un desmayo, nada de qué preocuparse, y tú estabas muy lastimado.

—Ya Alice me curó, voy a estar bien, ¿Samuel está furioso conmigo?

—Si. no deja de maldecir por todos lados, cree que no lo escucho, pero… Que pasa, parece que me quieres decir algo.

—Sí. Son las gemelas, ya no quieren estar encerradas; Alice me dijo que en tu casa ellas…

—Está bien, mándalas con Alice, aquí hay mucho espacio para que jueguen. Por Samuel no te preocupes, yo hablo con él.

—No lo sé; tengo miedo que se desquite con ellas.

—Anthony, Samuel sería incapaz de lastimar a las niñas; además, aquí estaré y yo no les quitaré los ojos de encima.

—Gracias, Erika, y disculpa, no te quiero dar más problemas; necesitas descansar y yo…

—Está bien, descuida, sabes que las quiero mucho y son mis hijas. Ahora recuerdas, esta es una custodia compartida.

—Sí. Ya me hiciste reír, custodia compartida, eso será lo que tendremos en unos meses.

—Así es así que vayamos practicando, que vengan mañana y tú trata de relajarte también.

Custodia compartida eh… Quién lo diría.

Samuel

Me desperté, somnoliento; Margaret al parecer me dio una paliza anoche para detenerme. El salón estaba destrozado y una de las paredes se había derrumbado.

—Si sigues así, acabarás con esta casa, niño.

—Basta, Margaret, no estoy de humor. ¿Dónde fuiste anoche? Te escuché llegar en la madrugada.

—¿Y desde cuándo tengo que decirte a donde salgo? Bueno, primero fui a hablar con mi sobrino y tal parece que tenías razón, pero habla tú con él. Luego me fui a tomar una botella de vino con algunos amigos.

—¿viste a Erika, cómo estaba?

—Sí, al salir, estaba muy pálida; creo que vas a tener que aceptar que la única manera que sé…

—No. Debe haber algo más. Busca algo más.

—Eres un necio; piensa en el niño. ¿A dónde vas?

—A donde crees, a traer a mi mujer a casa, sea como sea.

Salí directo a la casa de… A mi casa; esa era mi casa, este era mi pueblo y ella era mi mujer; ¿qué se creía ese idiota ahora que sabía que había un hijo de por medio? No sé la sedería tan fácilmente, no está vez. Cuando entré y lo vi solo lo quería matar, pero Erika apareció y mi felicidad regresó. Quería abrasarla porque ya sabía que estaba embarazada, pero Anthony estaba ahí y me dijo que ya lo sabía el bastardo, por eso la mantuvo con él para molestarme. Su cara era diferente; igual que antes había recuperado el color, sus ojos tenían brillo de nuevo y su poder…

Ese maldito lo había hecho, la había tocado, y no pude aguantarlo. Una silla fue directamente hacia su sonriente cara, pero Erika se puso en medio de él y apenas tuve tiempo de desviarla a la pared.

—Erika, maldición, te pude haber lastimado, apártate, lo voy a… Traté de calmar mi mente cuando me dijo que había sido por el bien del bebé; yo lo sabía, pero… Y lo escuché, hablamos y después de llegar a una absurda propuesta me dejó marcharme con Erika, que por el momento era lo que quería.

Ella lloraba mientras nos alejábamos. —No llores: al fin estaremos juntos los tres.

Cuando llegamos a casa se fue directamente a la habitación a vomitar; siguió así por horas; no sabía qué hacer para animarla. Hasta que se quedó profundamente dormida.

—Qué hago, Margaret,

—Déjala; es normal en su estado que vomitará y dormirá mucho, apenas está en esa etapa.

—Está bien, si despierta dile que estaré en el lago; ayer hice un desastre y quiero repararlo para ella.

Fui al lago, y mientras estaba replantando los árboles que Arranqué me preguntaba si una persona sería capaz de aguantar tanta ira reprimida y no sacarla, todo estaba golpeándome como una ola, una tras otra, que no me dejaba tomar aire. Solo un mes de paz, solo eso habíamos tenido y él, al que ya lo estaba considerando como una buena persona, me traicionó así de vil a todos. Lo odiaba tanto, tanto.

—¿Ahora te dedicas a la jardinería?

Aquí estaba el bastardo, otra vez sin dejarme un minuto para respirar, quien estaba buscando una paliza y no lo pude soportar más. Ya no. Toda esa ira acumulada salió, y la satisfacción al estampar mi puño en su rostro, y me desaté en él todo lo que sentía sin importar las consecuencias… Todos mis sentidos se nublaron golpe tras golpe, hasta… El dolor me invadió el cuerpo; maldito cobarde, eso era un maldito cobarde que no peleaba a puño limpio.

Escuché la voz de Erika más y más clara, hasta que el dolor cesó, y luego ella calló desplomada en mis brazos, tan frágil que se veía. Si él se acercaba, si tan solo la tocaba, me puse de pie y me la llevé a casa. Había sido un desmayo; Margaret la atendió y despertó después de un rato. El alivio me inundó.

—Me siento tan furioso, no lo soporto, casi lo mato a ese maldito bastardo, infeliz, abusador; cuanto lo detesto, quiero empalarlo y exhibirlo en la plaza del pueblo.

—¿Y ahora que tienes tú?

—Tú no me das soluciones, Margaret, ¿qué hago?

—Tú no aras nada; haremos lo que nos pidió Anthony; yo ya contacté a los mismos familiares que nos ayudaron, pero diez aceptaron.

—Claro, como ya tienen lo que querían.

—No hables. Además, todavía nos vigilan desde afuera y…

—Lo vigilan a él y esas mocosas malcriadas, no a nosotros.

Margaret me miraba, sería, sin expresión.

—Bueno, y a ti que te pico, desde cuando te expresas así de las niñas.

—¿Niñas? Unos monstruos es lo que son, caprichosas, desbocadas y malcriadas; que bueno que no están más en mi casa. Te imaginas convivir siempre con criaturas como esas.

—Mm, pues en unos meses vas a tener que ver a una por toda la casa, pero si te molesta dímelo ahora y me marcho.

—Erika… No lo dije, por eso amor, no fue… Margaret, dile qué.

—No. Yo me retiro; resuelve esto tú y tu boca floja.

—Bruja. — Amor, sabes que no me refería a nuestro hijo. Es solo que tus primas.

—Mira, Samuel, para empezar, no te refieras así de ellas, son unas niñas que acaban de salir de una familia abusiva y no conocen el cariño más allá del que les ha dado Anthony, y para terminar, este bebé también tendrá su sangre y tienes que saber controlar lo que dices.

—Tienes razón, lo lamento; no debí expresarme de esa manera de algunos miembros de tu familia; ¿qué puedo hacer para que me perdones?

—Mañana vendrán las niñas a jugar al jardín porque no aguantan estar encerradas y no quiero que les pongas mala cara ni les digas cosas feas, además pueden venir cuando quieran. Ellas ahora son mis hijas también y las vas a respetar como tal.

—¿Tus hijas, y que, Anthony es el padre?

Mala pregunta, los floreros de la casa se rompieron en pedazos diminutos que quedaron flotando en el aire, al igual que el agua que tenían dentro, y la mirada de Erika tan serena y una sonrisa en el rostro hicieron que mis rodillas se doblaran…

—Mira, Samuel Vladímir Albur Correa, si me vuelves a faltar el respeto de esa manera, no sé qué podría pasar, así que más te vale andarte con cuidado.

Yo solo asentía con la cabeza y los jarrones cayeron a mi alrededor mientras ella se marchaba a la cocina. Yo miré a Margaret que se aguantaba la risa en el umbral de la puerta del comedor. Son las hormonas de embarazo, me dijo mientras se dirigía a cenar.

Todavía estaba aturdido por lo que había sucedido. Aparte de soportar las bestias, tenía que aguantar las hormonas de esta mujer. Se había devorado casi toda la carne y más postres de los que creería yo que le cabían.

—Si sigues comiendo así, Erika, vas a gastar la fortuna del conde antes de dejar herencia y si siguen destruyendo la casa, vamos a hacer millonarios a los reparadores que prácticamente viven aquí.

—Créeme que quien hará que quiebre eres tú con tanto licor que tomas. Dices que es un préstamo, pero no he visto ni una tan sola libra.

—Míralo como una inversión; cuanto crees que se fue en la batalla anterior y cuanto crees que se irá en esta, todo eso sale de mi bolsillo, niño… Mírala, haya va otra vez a vomitar, no sé para qué come tanto, sí, luego… Hay me hubiera encantado tener hijos, pero el idiota de tu tío ni eso me dejó.

—Porque siempre te expresas así de mi tío, que fue lo que te hizo.

—Dejarse matar, eso fue lo que hizo él muy infeliz, y si te descuidas, así terminará mi sobrina como yo hablando groserías de ti.

Capítulo 36

Anthony

—Listas niñas, las acompañaré hoy; tengo que hablar con su tía Margaret.

—¿Señor, cree que sea una buena idea? El joven Samuel todavía está furioso.

—Lo sé, pero Margaret me manda a llamar y ella no vendrá, así que me toca ir.

Mientras caminábamos hacia la casa de Samuel, Alice me mencionaba las nuevas ubicaciones de los espías del consejo; había mucho más que ayer.

—Bienvenidas niñas, Alice, llévalas al patio, les hice unas galletas y creo haber visto unas garzas en el estanque.

—Gracias Erika, Eres muy amable, ¿cómo te encuentras hoy?

—Bien, sé que tienes una cita con Margaret, te está esperando en la sala de estar y…

—¿Qué demonios haces tú aquí?

—Buenos días a ti también, Samuel, créeme que no estoy aquí por gusto.

—Yo lo mandé a llamar, así que apártate y no quiero peleas por el bien de esta muchacha, si saben a lo que me refiero.

—Por favor, compórtense, sí. Las niñas no deben ver eso.

Mientras estábamos sentados frente a frente Samuel y yo, la tención era muy palpable; me miraba como si me quisiera aplacar contra la pared y yo no era menos amistoso, pero le dediqué la sonrisa más majadera que tenía…

—¿Dime, tía, que quieres, porque me llamaste?

—En la madrugada estuvimos evaluando el lugar y los alrededores. Hay más hombres que ayer y me temo que así no podré salir sin que sospechen algo.

—Alice me platicó algo de eso mientras veníamos, y me dijo que del lado este estaban la mayoría, ¿tienes algo en mente?

—Así es, podría ocultar mi presencia para que no notaran que salí, pero ellos me verán, así que necesito que los distraigas.

—Mis poderes son de muy poco alcance; si me acerco mucho, pueden hacer algo en mi contra y ustedes no se pueden involucrar porque se supone que yo los tengo secuestrados.

—¿Se supone? Di lo que es; nos tienes secuestrados, bastardo de mierda, no trates de sonar amable.

Mierda, casi se me… —Así es, eso es lo que quise decir, pedazo de imbécil, no me interrumpas.

—Serás un…

—Ya basta, ambos quedamos en que se comportarían; bueno, tengo un plan, te entregaré mis poderes de control y tú los atraerás dentro del pueblo solo lo suficiente para que la protección los aturda y luego los desapareces como se te dé la gana; una vez muertos yo saldré.

—Mi niebla negra es lenta, pero si los tengo a todos en un solo lugar lo lograría mientras los paralizo; creo que funcionaría.

—Claro que sí, ya lo pensé y como solo es un don, no te afectará, ya que posees muchos poderes robados, pero luego me lo regresas; solo es prestado; es vital que ellos no vean que nosotros tenemos algo que ver en tus planes.

—Bueno, ya basta, que te pasa, Margaret, porque le hablas tan cuidadosamente y porque tú te tienes que sacrificar por este traidor; además, como que te lo devolverá, crees tú que él es capaz de hacerlo sabiendo lo que le hizo a tu padre y a los demás; sigues confiando en este bastardo.

—Estoy cansada de esto, Anthony, o se lo dices tú o se lo digo yo.

—Que, no, Margaret, nos exponemos a que se enteren.

—¿De qué hablan, que me tienen que decir?

—Está bien, ya no tiene caso jugar así, se lo contaré todo, pero yo, Margaret, yo le contaré cómo son las cosas, tú no te metas.

—Como quieras, pero ya termina con esto.

Le conté a Samuel mi plan y lo que había hecho desde el momento en que terminó el ritual. Claro que omití algunas cosas y, en el embarazo de Erika, no me convenía todavía que se supiera que el bebé era mío por su bien… Él solo me miraba serio sin ninguna expresión en el rostro. —Y eso es lo que tienes que saber por ahora.

—¿Y quieres que me trague todo eso? ¿Qué crea que todo este tiempo tú eres el héroe que nos salvará?

—Es verdad, Samuel Anthony dice la verdad.

—Erika. ¿Tú lo sabías todo?

—Los escuché la noche que Margaret lo visitó y es por eso que accedí a que me curara si no te juro que no lo hubiera hecho.

—Mira, Samuel, tal vez no fue la forma más correcta de hacer las cosas, pero fue lo único que se me ocurrió para mantenerlos alejados a ustedes de todo esto y que no lastimaran a mis hermanas. Manipulé un poco a Poul para que contara solo lo que yo quería.

—Venir a meterte a este lugar y exponer a todas las personas de mi pueblo fue lo mejor que se te ocurrió, pedazo de imbécil, porque no tan solo te fuiste lejos de nosotros y listo.

—Sabes que Erika moriría si me hubiera marchado por más tiempo; no lo podía permitir no sabiendo que estaba embarazada.

Él me miró por un momento, entrecerrando los ojos. —¿Y cómo supiste de su embarazo si estabas lejos?

Lo miré fijamente, y tragué en seco pensando una respuesta; no tenía cómo saberlo si ella, se suponía, tenía mínimo tres semanas de embarazo.

—Yo… Yo se lo conté joven. Dijo Alice entrando por la puerta. — Mi oído es muy fino y trabajo como espía del señor Anthony, así que en cuanto me enteré le avisé.

Qué alivio, gracias, hermanita.

—Bien, ya dejen de perder el tiempo, ya sabes Samuel todo y ahora déjanos terminar el plan.

—No creas que porque sé ahora esta información, todo ha cambiado entre nosotros; tú estarás siempre detrás de mi mujer y eso no te lo perdonaré, Anthony.

—Le sonreí. — Es lo menos que esperaba de ti, Samuel, pero te recuerdo que Erika es mi esposa, y quieras o no siempre estaré con ella.

—Entonces, más me vale acabar con estos obstáculos que nos impiden dar por terminado este pequeño pendiente, no crees.

—Así es, Samuel, ayúdame a acabar con todo esto de una sola vez y te prometo que estaré disponible para ti, y veremos al fin quién de los dos queda vivo al final.

—Trato echo —

Samuel se retiró a grandes zancadas hacia las escaleras y Erika iba tras él.

—Eso estuvo genial Margaret, como sea hagámoslo y te aclaro que esto te dolerá un poco.

Samuel

—¡Samuel espera! No corras.

—Erika, lo sabías hace unos días y no me dijiste nada, quedamos en que no tendrías más secretos para mí.

—Lo siento, eso no era mi secreto, y tiene toda la razón en querer protegernos, Samuel; tienes que aceptar que él ha venido a ayudarnos.

—¿Dime, Erika, hay algo más que me estés ocultando? No me enojaré contigo, pero creo que ya no soportaré otro secreto más.

—Samuel… Yo.

—Erika, yo te amo con todo mi corazón, pero dime de verdad si sigues enamorada de él, si quieres estar con él, dímelo.

—No. Claro que no, Samuel, yo te amo a ti y siempre estaré a tu lado, pero entiende que ya quiero que todo esto termine y que podamos vivir en paz, él con su familia y nosotros con la nuestra aquí con mi hijo.

La observé fijamente a esos ojos que me vuelven loco y solo vi honestidad y verdad en ellos; me lo había dicho con tanta seguridad que mi rostro se relajó.

—Nuestro. Erika, quisiste decir a nuestro hijo.

—Sí, claro, con nuestro hijo, pero, por favor, coopera con Anthony una vez más y cerremos este ciclo de que las mujeres de mi familia no pasemos por cosas así en un futuro. Te lo pido.

—Está bien, Erika. Solo por ti lo haré, porque si fuera por mí, ya estaríamos muy lejos de este lugar. Una última vez, Erika, pero te advierto que lo que dije ahí abajo no eran solo palabras; él y yo no podemos convivir juntos y después de esto solo uno de los dos quedará de pie si él insiste en llevarte lejos de mí.

—Samuel, por favor.

—Te lo digo para que no te sorprendas, y este tema acaba aquí.

Bajé corriendo las escaleras más calmado; Margaret jadeaba sobre el sofá.

—Ahora dime bien, idiota, que quieres que haga.

—Por ahora nada, ya le he quitado prestada la habilidad a Margaret; ahora que descanse un poco, te espero en el lado este del pueblo. Ah, y actúa como si me quisieras degollar vivo.

—No te preocupes que no será necesario actuar, eso te lo puedo asegurar.

Salí un momento después y Anthony estaba ahí parado como si nada, sonriéndome recostado sobre un árbol. Yo lo miraba con odio como siempre; no importaba que solo fueran apariencias; para mí siempre iba a ser así un maldito bastardo.

Ven, perrito, a besarle los pies a tu amo.

Podía percibir a un grupo de hombres al otro lado de la barrera que rodeaba el pueblo; eran muchos.

Bien, si es lo que quieres te daré un espectáculo.

Le arrojé un árbol, pero él lo partió a la mitad. Luego él me golpeó con tanta rapidez que no lo vi venir, caí en posición y agarré impulso. Anthony era muy fuerte; en realidad, ese poder que tenía con tan solo su fuerza y velocidad era suficiente para acabar con cualquiera.

—No te distraigas, ya los escucho acercarse.

—Demonios, Lo esquivé apenas cuando me dio una patada en el rostro y me rozó la oreja. No podía pensar bien, se estaba conteniendo, no planeaba lastimarme gravemente, pero al mismo tiempo ponía mucho de su parte.

—Actúa como si de verdad vinieras a hacerme daño; Samuel, te estás distrayendo mucho, así notarán que no estás peleando en serio. Ya sé, necesitas un incentivo.

—Te has fijado que Erika tiene un lunar en la espalda baja, pues es el mismo lunar que poseo yo en el mismo lugar y se le ve muy sexy.

—Maldito, eso no es… Me le abalancé con todo y el terreno comenzó a vibrar. Los arbustos del otro lado empezaron a arder. Estaba tan furioso y cuando estaba a punto de explotar…

—¡Ahí, maldición Samuel! Gritó Anthony; y me atacó con su poder de tortura. Me retorcí en el suelo.

Quédate ahí tirado y no te levantes hasta que te diga: finge que todavía te tengo bajo mi poder.

No me dio tiempo de responder cuando él levantó las manos y uno por uno se reunían los hombres a lo largo de los límites del pueblo y luego ingresaron todos juntos al centro de donde Anthony lo quería. Él me lanzó sobre la copa de un árbol y les sonrió; ellos estaban completamente paralizados a medida que se reunían. Eso era lo que hacía la protección: paralizarlos y Anthony se colocó en medio de todos y esa niebla negra y sofocante salió de su cuerpo, cubriendo todo el lugar, cubriéndolos a ellos. Se oían gritos desgarradores y luego el silencio. Cuando la niebla regresó a su cuerpo, no quedaban más que esqueletos a su alrededor, cincuenta o cuarenta esqueletos esparcidos en el pasto y por primera vez tuve tanto miedo a ese poder; no quería bajar del árbol; me aferraba como un niño a sus ramas. Él alzó la vista y me miró con esa sonrisa malévola, la misma de Poul, la misma de Damián, incluso la misma de Erika y por primera vez me cuestioné qué hacía con esa clase de personas. —¿Bas a bajar aquí o te rescato?

Me tomé un momento en regresar de mis pensamientos, mientras bajaba traté de no demostrar temor, pero era casi imposible disimularlo.

—Mira, eran muchos como pensaba; gracias, si no hubieras incendiado esos matorrales, se hubieran escapado algunos. Por ahora no siento a nadie más cerca, pero debemos darnos prisa antes que aparezcan más.

—Bien echo, chico. Yo me voy ahora, desháganse de los huesos y regresen; nos veremos en unos días.

—Con cuidado, Margaret, ya vete.

—Bien, Samuel. Ayúdame a lanzarlos afuera del pueblo, ahí, mira en ese agujero a tres metros. ¿Qué tienes?, apresúrate.

—¿Qué, sí claro?

Los arrojamos a ese lugar y luego corrimos hacia la casa, cada uno por su lugar.

—¿Lo hicieron ya?

—Sí, Erika, eran muchos, pero Samuel lo hizo bien. Sabía que el poder principal de Samuel era el fuego; esos arbustos no me dejaban verlos y mientras no los veía no podía controlarlos a todos. En realidad, me disculpo, Samuel, por haber dicho lo que dije para hacerte enojar, era necesario…

—Sí. Fuiste un infeliz, pero no es algo de lo que me sorprenda; ese poder tuyo es impresionante y aterrador.

—¿Verdad que sí? Aunque no es de mi agrado, por eso siempre me mantengo sereno y trato de no enojarme; podría hacerle daño a alguien sin quererlo si me salgo de control.

—¿Qué fue lo que dijo para que te enojaras tanto, Samuel?

—Ya no importa, Erika, lo que importa es que…

Aunque su poder me impresionaba, no iba a dejar que el miedo me dominara ante él. Me costaría deshacerme de él y tendría que tener mucho cuidado en el caso de que nos tuviéramos que batir a duelo, pero de eso ya me encargaría luego. Por ahora solo iba a disfrutar este momento; era hora de la venganza dulce y fría. Lo observé con una sonrisa de oreja a oreja, y él se puso blanco como el papel y negaba con la cabeza, mirándome.

—Lo que Anthony me dijo era que sí, yo sabía que el lunar que tú tienes en tu espalda baja era el mismo que tiene él y me dijo algo de que se te veía sensual y como tú comprenderás, esa falta de respeto a mi señora no lo podía permitir.

Ella se puso roja como tomate y giró su cabeza muy lentamente a su dirección.

—Anthony, ¿cómo te atreves a decir eso de mí? No te da vergüenza hablar así de una mujer y más de mí. Y levantó su mano dándole una cachetada, dejándole la mano marcada en la mejilla. Él solo la miró pidiendo disculpas.

—Son las hormonas del embarazo, no te preocupes, le dije sonriendo y tomando a Erika de la cintura. Ahora sal de mi casa que quiero descansar.

Por un mínimo momento, un microsegundo, sonreí al ver eso, me imaginé que si él no me quisiera robar a la mujer más importante de mi vida, sería un buen amigo.

Capítulo 37

Pasaron seis días desde que Margaret se había marchado. Nos había dicho que había salido a buscar más aliados, pero yo me imaginaba que había algo más; se había tardado demasiado y me comencé a preocupar por ella.

Erika se encontraba un poco más tranquila y estábamos más relajados. A pesar de todo, Anthony no había vuelto a mi casa; solo mandaba a las gemelas, quienes también habían bajado sus defensas hacia mí. Ya no me trataban tan mal, ni siquiera me dirigían la palabra y para mí eso bastaba. Las tenía que soportar por Erika. Nada más por ella lo hacía. Me encontraba dando una vuelta por el pueblo para ver que todo marchara muy bien cuando alguien de los límites del pueblo me llamó. Sabía quién era, lo recordaba.

—Conde Samuel, que gusto me da encontrarme con usted. Hace tiempo quería hablar de un asunto que creo que nos conviene a ambos.

—Usted debe ser Gregori, uno de los ancianos de las siete familias; si no me equivoco, lo recuerdo de la cena en casa de Lord Grays. Dígame que lo trae hasta los límites de mi pueblo.

—Me alegro de que me recuerde; sé que usted estuvo involucrado en lo que sucedió la noche del ritual y comprendo las situaciones que lo llevaron a ello: recuperar a Erika.

—Entonces está aquí para obtener venganza hacia mí; le aseguro que si intenta algo en contra de mi mujer, yo no…

—¡No! No me malinterprete; lo que la señora Erika nos proporcionaba ya lo adquirimos; ahora ella no nos interesa; la razón que nos trae aquí es que sabemos que Anthony se encuentra en este lugar y sus hermanas también; solo queremos hacer un trato con usted.

—¿Un trato? De qué trato hablas y cómo que nosotros. Dije haciéndome el que no sabía. —Ah, ya entiendo, ustedes han sido los que han estado merodeando por mi pueblo.

—Así es, nuestra intención no es en contra de usted o de la señora Erika; solo queremos que nos entregue a Anthony y las niñas, más nada. Él asesinó a muchos de nosotros, traicionó a su familia y cometió un tabú que se debe pagar con la muerte. Él ha robado las habilidades y poderes de algunos miembros de la familia y eso no lo podemos permitir.

—Entiendo, pero qué quieren que yo haga, por si no lo saben, él se infiltró en este lugar como medida de protección ahora que lo comprendo, y prácticamente toda mi gente e incluso yo estoy secuestrado aquí por él. No sé en qué los pueda ayudar; tengo las manos atadas.

—Estamos enterados de eso también, hemos recibido reportes de sus peleas y enfrentamientos y sabemos lo poderoso que se ha vuelto Anthony, pero sabemos que usted se le compara y queremos que nos otorgue el permiso para entrar a este lugar, solo así podremos entrar y sacarlo a él y a las niñas.

—Lamento no poder ayudarlos, créame que no me opondría si se deshicieran de ese bastardo de una vez para siempre, pero me temo que me tiene atado. Erika está esperando un hijo mío y él me ha amenazado si yo hago algo en contra de sus hermanas o él lastimara a Erika y, por lo tanto, a mi hijo.

—Entendemos la situación que enfrenta, señor, pero es vital que nos ayude, ya que sin su permiso no podemos ingresar. Debe haber algo que se pueda hacer.

—Incluso ahora estoy arriesgando a mi mujer; si él se entera de que estoy hablando con uno de los ancianos, no sé qué pasaría, pero le prometo pensarlo y si encuentro un momento en el cual mi mujer no corra peligro, veré cómo ayudarlos a que lo saquen de este lugar.

—Se lo agradeceríamos mucho y no se preocupe, no lastimaremos a nadie de este lugar; nuestro único objetivo es ellos cuatro; esperaremos su decisión.

Y así como llegó se esfumó, maldición. Es como Anthony lo sospechaba; me imagino que esto estaba en sus planes: hacerme pelear con él hasta odiarlo para que sus enemigos quisieran mi ayuda. Es un idiota, si no me hubiera dicho la verdad, claro que hubiera accedido en este momento, pero… si logro sacar a Erika sin que se dé cuenta, podría… Total, ese idiota no me interesa y esas mocosas menos…

—¿Acaso estás considerando traicionarme, Samuelito?

—¡Maldición idiota, avisa!, Claro que no, solo estaba pensando en lo que hablamos.

—MMM, más te vale, porque no me interesa que pase conmigo, pero si descubro que pones en peligro a mis hermanas, no sabes de lo que sería capaz y la tregua entre nosotros moriría aquí mismo, igual que tú.

—Entiendo, Anthony, tienes miedo, sabes que solo basta una palabra mía para que todos ellos ingresen en este lugar y te saquen a patadas de aquí, no.

—Ten cuidado con lo que dices, Samuel, he tenido mucha paciencia contigo; te he dado lo más importante de mi vida para que esté a tu lado, así que no me hagas arrepentirme.

—¿Qué, hablas de Erika? Para empezar, ella fue mía desde el principio, así que no te la vengas a dar de Salvador, y despreocúpate que no haré nada que la dañe a ella. Ahora está muy sensible y no la quiero incomodar. Mejor dime como debo actuar ante lo que dijo Gregori.

—Esperemos un día más a Margaret, a ver qué ha conseguido y luego partiremos de ahí.

Fuimos a mi casa todos; estábamos esperando alguna noticia de Margaret, pero nada. —Señor, escuché que han triplicado a los hombres alrededor y también llegarán los hijos de los ancianos que quedan junto con ellos.

—Maldición, ¿cuántos Alice?

—Son muchos, trescientos en total.

—¿En serio? No podré solo con tantos, y Margaret no me responde. ¿Cuándo crees que llegarán los ancianos y sus hijos?

—Calculo dos días menos; eso es peligroso; si ellos vienen, significa que entrarán como dé lugar.

—No. No se arriesgarían a venir, sino que estuvieran seguros de que entraría…

—¿No… No estarás pensando que capturaron a Margaret Anthony?

—Me temo que sí, eso es lo único que tiene sentido; si es así, tenemos que estar listos. ¿Hay algún lugar como un sótano para poder ocultar a las niñas y a Erika?

Yo estaba conmocionado; si ellos habían capturado a Margaret, la usarían y luego la matarían. Ahora todos corríamos peligro y Erika en esas condiciones no podía usar su poder al máximo. — Sí. Perdón, hay un túnel debajo de esta casa, es como un búnker; mi viejo abuelo lo construyó por si había un ataque de bombas tras la Primera Guerra Mundial. Podemos esconderlas ahí mientras…

—Esperen ustedes dos; yo no me esconderé; pelearé con ustedes.

—Estás loca, Erika. Como piensas en eso, estás embarazada; no te arriesgaré así.

—Samuel, tienes razón; tú, las niñas y Alice estarán a salvo en ese lugar y esperarán a uno de nosotros.

—Pero mi poder es muy grande y sé que será de mucha utilidad.

Era verdad que nosotros dos no podríamos con más de trescientas personas; además los más poderosos nos superaban y si ella nos ayudaba…

—No estarás considerándolo, Samuel.

—Erika tiene razón. Anthony, ella es muy fuerte y, si acaba con los más débiles, nos ayudaría en concentrarnos en los familiares suyos; ellos son más fuertes.

—Pero no la expondré; ella y el niño no los vamos a…

—Les propongo algo, porque no elimino a la mayoría, así como dice Samuel, y luego corro al búnker a refugiarme; solo los quiero ayudar, así reduciríamos la cantidad de personas.

—Está bien, eso haremos, pero en cuanto te hayas deshecho de la mayoría, busca refugio, entiendes.

Está bien, ya quedamos. Les mostraré los túneles y la entrada para que estén listos. En cuanto Alice escuche la pelea, se encierran en ese lugar y no se abre esa puerta hasta que Erika esté dentro. Esperemos que esto solo sea una medida de seguridad y Margaret esté bien. Yo saldré mañana para ver si puedo retrasar la oferta.

Capítulo 38

—Eres muy amable en permitir que las niñas Alice y Anthony se queden hoy en la casa.

—No lo hice por gusto, Erika; es necesario por cualquier ataque.

—Quieres aparentar crueldad, pero sabes que eso no te va. Tú eres bueno, Samuel, y por eso te amo, por tu gran corazón, y sé que las cosas que nos han pasado lo han obscurecido un poco, pero tú seguirás siendo el mismo Samuel que miré por primera vez en esa laguna…

—No lo sé, amor, siento que ya he cambiado tanto y eso me da miedo. Me da tanto miedo decepcionarte más, hasta alejarte de mi lado.

—Tonto, no me has decepcionado a tal grado, pero cuando aquí en tu pecho sientas que no eres tú, recuérdame y recuerda lo que me dijiste, que yo era la razón de tu existencia, Samuel, pues para mí tú eres la razón de la mía y si a ti te pasará algo, yo no sé qué haría.

—Tontita mía, le dije acariciando su rostro con ternura. Ahora no puedes decir eso. Tienes una razón más para seguir viviendo y solo eso te debe importar ahora, le dije tocando su vientre… Ella me miró con esos ojos grandes y llenos de lágrimas.

—Samuel… Yo… Yo te tengo que decir algo y…

—No. No digas nada, amor mío, todo va a estar bien. Ya verás que esto pasará y estaremos bien. Tú y nuestro hijo estaremos bien. Ahora duerme tranquila, ya mañana veremos.

La abracé con tal fuerza que no quería que se separara de mis brazos y así se durmió profundamente.

En la mañana dejé a Erika profundamente dormida y salí a los límites del pueblo. Era verdad que había muchos hombres a lo largo del prado que rodeaba el pueblo, ninguna señal de Margaret, nada.

—¿Hay alguno de los ancianos presentes con los cuales pueda hablar? Le pregunté a un vigilante en los bordes.

—Así es, señor, ahora lo llevo con el señor Gregori; sígame.

Lo seguí por el borde sin salirme de él y ahí estaba en una especie de tienda que había formado un campamento.

—¿Veo que han estado armando un ejército en mis territorios, señor Gregori; se puede saber a qué se debe?

—Como usted comprenderá, conde, no podemos darnos el lujo de esperar, más tenemos prisa y no veo que usted se decida a ayudar.

—Saben las circunstancias que me lo impiden, pero tengo algo que proponerles. Les voy a entregar a Anthony, pero quiero que dejen tranquilas a las niñas.

—Me temo que eso no se va a poder, conde; Anthony debe morir, sí. Pero esas niñas son muy importantes para nosotros. Son nuestro pago por las vidas que se perdieron.

—Entiendo, pensé que podíamos llegar a un acuerdo, pero dado el caso que las niñas son importantes para mi mujer, me temo que no les podré ayudar.

—En ese caso, le informo que entendemos y que entraremos de una u otra manera y le pedimos que no se entrometa en esto o nos veremos en la obligación de responderles a usted también. Le aconsejo que se lleve lejos a su mujer y nos deje seguir este asunto con Anthony.

—Nada me gustaría más que se deshicieran de esa cucaracha que ronda mi hogar, pero si ustedes invaden este pueblo, mi obligación como dueño de este lugar es defenderlo, y no permitiré que dañen a las niñas, así que creo que estamos en un pequeño dilema.

—Entiendo y créame que me da mucha pena pelear contra alguien como usted, pero si es necesario lo haremos.

—Bien, así será; no me importa lo que hagan contra Anthony, pero a las niñas no se las daré fácilmente. Que tengan un lindo día.

Maldición. Creí poder evitar esto, pero, no hay de otra; tendré que pelear, eso si no me pondré en su camino. Si quieren deshacerse del bastardo, eso no es asunto mío… Maldición, maldición, esa Erika si no fuera por esas niñas.

Regrese a la casa azotando la puerta de la colera.

—Si no fuera por tu estupidez, maldito cretino, no estaría así de frustrado. Me enferma el solo mirarte.

—¿Samuel, qué tienes, porque le hablas así a Anthony, pasa algo?

—Pasa de todo, ahora yo estoy involucrado en las peleas del señorito, todo porque no planeó bien las cosas.

Me le acerqué y lo tomé por la camisa. —La próxima vez que vayas tras un clan, trata de deshacerte de todos para que luego no pase algo como esto de nuevo.

—Suéltame y ya dime qué pasó.

—Hablé con Gregori, tal parece que está empecinado en acabar contigo y no quiere negociar con nada.

—¿Negociar, acaso le propusiste algo?

—Y tú, qué crees, haría lo que sea para alejar a Erika de una guerra.

—No les habrás entregado a mis hermanas, maldito.

—Claro que no, le dije que te entregaría a ti a cambio de dejar a tus hermanas en paz, pero no aceptaron. Las quieren a ellas tanto como a ti.

—Entiendo, gracias por tratar, eso significa que entrarán, pero no an…

—Señor, acaban de llegar los que faltaban, el señor Filipo, y sus primos mayores se acaban de reunir con el señor Gregori; eso no es todo, señor, tal parece que con ellos viene la señora Margaret y el señor Grays.

—¿Qué? Mi abuelo y la tía Margaret estábamos en lo correcto; ellos la tenían.

—Qué vamos a hacer, Anthony, no podemos permitir que les hagan daño.

—No te preocupes, Erika, no contaba con esto, pero creo que ya entendí que tenemos algo de ventaja; recuerden el plan, Alice, vete con las niñas y cuídalas nosotros… Ya saben qué hacer y Erika recuerda: ataca solo a los guardias; no te acerques a nuestros primos o los ancianos; nosotros con Samuel los distraeremos. Es de pensar que los enviarán a esta casa para sacar a mis hermanas. Tú te quedas aquí, Erika, mantén la mente clara para nosotros y cuídate mucho, no te pongas en riesgo, y si no regreso, ya sabes que lo que hablamos es por el bien del niño, cuídalo.

—Me dejarás despedirme de mi mujer a mí también o tengo que esperar turno. Lo que dijo él amor: no te expongas más de la cuenta, volveré pronto, pero sí… no olvidemos eso, te amo. Bien, vamos a arreglar tu desastre para poder estar con mi mujer tranquilo, así que preparado, bastardo infeliz.

—Claro que sí, maldito idiota, será un placer acabar con esto de un solo, solo no te interpongas en mi camino.

Nos dirigimos al prado donde queríamos que todo comenzara.

—Hola, creo que si llegué a tiempo para el espectáculo no me lo perdería por nada del mundo.

—¿Poul, qué demonios haces aquí?

—Margaret me amenazó, y tuve que venir a ayudarlos, así que aquí estoy, vengo preparado con esto, que les parece, está genial.

Poul traía grandes cantidades de veneno para aplacar los poderes en una especie de máquina.

—Esto es un humo anestésico que puede detener la mayoría de los poderes por una hora, efectivo para acabar con ellos, así que mientras yo los rosillo, ustedes los acaban.

—Eres un maldito genio, hermano, te dejaré robarte todos los esqueletos que quieras si esto nos ayuda. Le decía Anthony subiendo las mangas de su camisa.

—Bien, dejen de hablar y manos a la obra.

Nos acercamos y Gregori, Filipo y seis hombres estaban a la cabeza del ejército tras ellos; frente a ellos Margaret y Grays.

—Anthony, qué gusto verte, nos darás a tus hermanas por las buenas o te estás despidiendo de tu tía y tu abuelo.

—Eres ridículo. Filipo, puedes hacer con ellos lo que te dé la gana, pero mis hermanas no son negociables.

Percibí que la barrera que rodeaba el pueblo se esfumaba a un costado, exactamente dónde estaba Margaret. Si ellos entraban por ese lugar, será fácil acabar con algunos mientras llegan hasta donde está Erika. Filipo fue el primero en entrar con Margaret al frente, seguido por Gregori con Grays y luego los seis, nos habían rodeado a los tres.

—Bien, las niñas están en la casa del conde. Vayan por ellas. Les dijo uno de los hombres a los guardias. Barios salieron corriendo hacia mi casa.

—Oh, no a ¿dónde creen que van? Dijo Poul, rociando una gran cantidad con ese humo, mientras corría tras ellos. Se había reducido la cantidad de personas que nos rodeaban. Eran menos.

—Bien, Anthony, te agradecemos, por haberles robado los poderes a tu tía y abuelo sin ese detalle…

Anthony comenzó a reír como desquiciado; todos nos quedamos quietos.

—Ustedes sí son… Me da risa, par de viejos estúpidos, y les creyeron eso; era por esa razón que te dejaste atrapar, verdad, viejo terco, le decía Anthony a Grays, quien levantó la cabeza y se rio también.

—Crees que no me di cuenta de todo lo que habías planeado, niño, crees que te dejaría con esta carga a ti solo, tal parece que mi hija y yo tenemos las mismas ideas. Dijo mirando a Margaret, quien se acomodaba con su espalda recta.

—Bien, chicos, no es el lugar de hablar de esto. Y seguido le dio un golpe de puño a Filipo en el estómago, dejándolo sin aire. Grays liberó un trueno y sin que lo viéramos ya estaba en medio junto a nosotros dos con Margaret. Yo estaba igual que el enemigo impactado.

—¿Qué… que está pasando aquí? Como es qué.

—Te lo explicaremos luego, hijo, dijo Grays, pero por ahora mantente concentrado.

—Estaban fingiendo malditos, gritó Filipo.

En ese momento nos dividimos: Gregori fue tras Grays, Filipo peleaba con Margaret.

—dejemos a esos dos con los más fuertes, tenemos que encargarnos de los seis y luego ayudar a Poul y Erika.

—Asentí con la cabeza, Samuel tomó a tres que peleaban con él al mismo tiempo y yo igual, fue muy difícil. Se movían rápido, pero para Anthony era muy sencillo o lo hacía parecer así. Uno por uno fue cayendo; él los cubría con su niebla negra en cuanto los noqueaba; no los dejaba levantarse de nuevo, no les daba una oportunidad de correr. Agilidad, fuerza, poder, todo se combinaba en uno solo; era como una danza creativa. Hasta que acabó con cuatro de los primos, solo quedaban dos que me tenían agarrado del cuello. No había podido deshacerme de ellos, ya que se me había abalanzado un grupo de guardias y no me dejaban pasar hacia ellos. Había acabado con la mayoría, pero me habían hecho muchas heridas y estaba agotado. Al igual que Anthony, noté como su respiración se agitaba, él corrió hacia mí, pero los dos que me sujetaban huyeron lanzándome hacia él y los dos caímos el uno al otro.

Capítulo 39

—Estoy agotado. Samuel, usar magia muy seguida te agota, y tú estás bien.

—También estoy agotado y herido, pero todavía puedo.

—Me alegra saberlo; así me dejan algo con que trabajar más tarde. Ese comentario sí me pareció gracioso y sonreí. Él también me regresó la sonrisa. Si no trataras de robarme a mi novia, Anthony, tal vez solo tal vez, dije en tono suave. Él me miró sorprendido.

—¿Solo tal vez, dices? Eso no suena nada mal, Samuel, pero todavía no me rindo. Bien, Margaret y mi abuelo tienen todo bajo control aquí. ¿Quieres seguir a ese par que nos falta y acabar con esto para nuestra pelea privada? ¿Qué dices?

—Me parece interesante, vamos, no me hagas esperar más.

Nos dirigimos hacia mi casa; un grupo grande rodeaba la entrada, se encontraban desmayados. Poul lo había hecho bien. Anthony volvió a usar su niebla y los cubrió con ella, desapareciendo todo rastro de vida. Cuando entramos al salón solo quedaban unos pocos y los dos que nos faltaban estaban frente a la entrada del búnker.

—¿Maldición? ¿Erika, ¿estás bien?

—Sí, lo estamos, pero van a entrar. Ya me agoté y no puedo detener más la entrada.

—Descuida, estamos aquí, déjanos todo a nosotros y descansa.

—Está bien, Samuel y cuida de Anthony, por favor, no lo abandones.

—Me pides demasiado amor.
Bien, Erika y las demás están bien; no hay que dejar que ingresen. ¿Algún plan?

—Primo Anthony, sé que están ahí, así que porque no vienen y pelean, nos llevaremos a las niñas, quieras o no y de paso a la hermosa prima Erika.

—Serán unos… Y esos quienes son.

—Uno es el nieto de Gregori y el otro el de Filipo. Son los más fuertes aparte de sus padres.

—Son contra los que perdiste, no, patético.

—Caya, idiota, son muy fuertes; bien saldré, me desharé de los guardias que los rodean y luego vamos por esos dos.

Anthony salió y derribó a los diez guardias que quedaban con el poder de Poul, luego con la niebla, y mientras lo hacía uno de los tipos le comenzó a disparar; yo me salí y lo tomé de la camisa para arrastrarlo hacia donde estaba recibiendo varios disparos también.

—¿Qué pasa, primo, solo eso tienes? Gritaban los dos muertos de risa.

—¿Armas en serio?

—No cualquier arma, si te das cuenta, tonto, porque me…

—¿Por qué te salvé? Se lo prometí a Erika y creo que todavía nuestra deuda está pendiente. No quiero que cualquier imbécil te mate antes que yo.

—Eres un idiota, lo sabes.

Anthony se veía muy mal, al igual que yo; estábamos perdiendo mucha sangre, pero al menos solo quedaban ellos dos. Le sonreí a Anthony.

—Esto es difícil, compañero, no creo que salgamos de esta vivos los dos, además creo que tus heridas son más graves que las mías.

—Pero, ¿qué dices? Tú pareces un despojo humano, sabes, Samuel, a estas alturas y viendo mi estado no creo poder seguir adelante. Le podrías decir a Erika que lo único que quería era hacerla feliz. Aunque sí me pongo a pensar, no me había dado cuenta de que ella ya era feliz contigo. Lamento todo y lamento haber puesto en peligro el pueblo de tu padre; como tú dices, tal vez pudimos ser unos buenos amigos.

—Pero, qué dices, idiota, todavía esto no ha acabado.

—Quiero que seamos amigos. Samuel, ya comprendí que Erika te ama solo a ti; ahora ella será tuya, y será muy feliz.

—De verdad que estás… Díselo tú mismo, quiero que le digas a ella lo que me acabas de decir, y quiero que te divorcies de ella; me escuchaste. Deja de estupideces, no te puedes morir todavía.

—¿Tus ganas de matarme tú mismo te hacen quererme salvar? Tanto me odias.

—No se trata de eso, no embarazas a una mujer y le achacas tu hijo a otro hombre; eso no es de caballeros. ¿Qué? Te sorprendes.

—¿Sabías que el niño no era tuyo?

—Lo supe desde el momento que Margaret y tú me confesaron la verdad; incluso antes creo que lo sospechaba.

—¿Y no te importó?

—Amo a Erika de verdad, aunque tú no me creas y la aceptaría como fuese, y entiendo las circunstancias de las cosas y no la iba a dejar sola solo porque tú… Bueno, en fin, para mí ella y ese niño son muy importantes; aunque tú seas el padre, yo también lo soy.

—Gracias, de verdad.

—Ahora, hagamos un último esfuerzo y desasgámonos de esos desgraciados, así podré patearte el trasero por embarazar a mi mujer.

—Me temo que hasta aquí llegué yo, demuestra todo ese poder, Samuel.

—¿Maldito, no quieres que me maten para quedarte con ella, verdad?

—No suena mal, pero… no es el caso, suerte.

Maldición Anthony, de verdad, estaba muy mal, así que tomé las fuerzas que me quedaban y salí con la sangre más caliente y furiosa. Los dos fueron tras de mí, pero logré esquivar a uno, pero el otro me dio un golpe de rodilla; mi cabeza rebotó contra el suelo y luego me levanté y logré tomar al idiota por el cuello y mi mano se incendió, quemándolo al instante; era una antorcha humana hasta que se convirtió en cenizas. El otro furioso me lanzó una mesa y luego me agarró del cuello, apretando tan fuerte que casi perdí el conocimiento. Había agotado hasta lo último quemando al anterior, que estaba exhausto, y en ese momento, cuando ya no podía más, Anthony lo tomó del cuello partiéndolo a la mitad; sus huesos crujieron y luego calló sobre mí…
—¿Es… Es en serio, ¿querías un cierre dramático, verdad?
—Qué te puedo decir, no quería que otro infeliz tuviera el privilegio de matarte antes que yo. Además, necesitaba una buena distracción y confiaba en tu poder.
Caímos al suelo, riéndonos y adoloridos.
—Mírense, parecen escupitajo de gato los dos.
—¡Cállate, Margaret! Gritamos al unísono, y por primera vez lo miré de otra forma, y miré en sus ojos que él pensaba lo mismo que yo.

Anthony

Yo miraba a Samuel con los ojos abiertos, sin comprender este sentimiento, un amigo real, un amigo de verdad. No creo que suceda, pero se acercaba mucho a eso; me dolía todo el cuerpo; ambos estábamos destrozados; mi abuelo y Margaret no se miraban mejor que nosotros. Es de imaginar que Gregori y Filipo les dieron pelea. Erika salió del búnker y corrió a los brazos de Samuel; él hizo un gesto de dolor y la abrasó muy fuerte; lo comprendí ahí mismo, mirando la cara de Erika empapada en lágrimas y su angustia al verlo así de lastimado. Luego se dio la vuelta hacia mí y me dio las gracias. Él era quien la podía cuidar; él era quien la mantendría a salvo, no yo. Mis hermanas se me abalanzaron llorando, las tres; Alice me revisaba todo el cuerpo y me ayudó a incorporarme.

—¿Por qué nos ven todos así señor?

—Creo que te excediste en los manoseos, Alice, y se están preguntando qué pasa entre los dos.

—Así que tenías un amante infeliz, desgraciado, dijo Samuel, poniéndose de pie.

—¿Qué, amante…? No, señor, yo soy hermana menor del señor Anthony.

—Es una historia que les contaré más adelante, por lo tanto, subamos para que nos curen y la tía y el abuelo nos platiquen cómo les sacaron los ojos a esos dos.

—Sí. Sobre eso… bueno… hay algo que tienes que saber, sobrino.

—¿Cómo se les escaparon? Se supone que ustedes son los más fuertes. Abuelo, quieres explicarnos qué pasó.

—Como tu tía te ha dicho, se nos escaparon, de verdad son muy fuertes; no pudimos contra ellos, además estaban muy bien coordinados y Margaret y yo hace años que ni nos vemos.

—La verdad, viejo, creo que fue porque en casi toda la pelea te la pasaste reclamándome el abandono que te hice…

—Basta a los dos, esto no es bueno, les grité mientras Alice me vendaba el cuerpo. Tardaré mucho en recuperarme, y Samuel también. No podríamos con otro ataque por ahora.

—Descuida, los dejamos muy lastimados; a ellos también no les conviene comenzar otra batalla; lo bueno es que lograron acabar con los sucesores y solo quedas tú, y mi padre, claro. Descansaremos y nos recuperaremos, así podremos rastrear su paradero y estaremos listos esta vez.

—Eso espero, Margaret, eso espero.

—¿Y mi nieta dónde está? Quiero darle un gran abrazo. Ya sé que tendrán un hijo y estoy muy contento.

—Está con Samuel curando sus heridas, déjalos solos, abuelo, creo que tienen cosas de que hablar, además él ya sabe que el niño es mío.

—¿Se lo contaste?

—No, él mismo lo dedujo y en verdad me sorprendió. Es una buena persona y sé que estará bien con él.

Capítulo 40

Samuel

Erika y yo subimos a la habitación dejando a los demás en la sala… Me encontraba muy lastimado, casi no podía mantenerme en pie; quise hacerme el fuerte al lado de Anthony, pero solo llegué a mi cama y caí exhausto.

—¿Te encuentras bien, Samuel, te puedo…?

—Estoy bien, cariño, ya no llores, ven, recuéstate aquí conmigo un momento, fuiste de gran ayuda, gracias. A pesar de todo, pudiste manejar bien la situación.

—No te niego que me dio temor. Pero cuando los vi a todos que venían hacia mí, una ira muy fuerte me invadió. Ya uno a uno fue cayendo, y cuando me encontraba exhausta, mire a Poul que corría como demente hacia mí, rociando un humo azul con una máquina rara. Todos se empezaron a paralizar y fue más fácil. Creo que sin él no lo habría logrado.

—Es verdad, me había olvidado de Poul, dónde se habrá metido; bueno, eso no me importa; por ahora él es inofensivo sin sus poderes. Conociéndolo, ha de estar tomando los esqueletos de todos y colocándolos en un vehículo para llevarlos a su casa y adornar su pared.

—Eso es asqueroso, y perturbador.

—Lo sé, pero esa es su naturaleza como dice. Cambiando de tema, cómo está el bebé.

—Bien, él se mueve y eso me tranquiliza, sabes, Samuel, hace tiempo que te quiero decir algo.

—Ya lo sé, Erika, sé que ese niño es de Anthony, y no me importa, yo criaré a ese bebé junto con los míos propios y seremos la familia que tanto queríamos.

—Samuel, eso… yo. No sé cómo agradecerte el gran amor que sientes por mí; a mí que te fallé tanto y tú solo me has dado cariño y…

—Te dije que eras todo para mí, Erika, te amo tanto y siempre te voy a amar sea como sea, además creo que Anthony ya se dio cuenta de que tú eres más feliz a mi lado y… Si me disculpas, amor, tomaré una siesta. Estoy muy cansado; puedes curar mi cuerpo mientras duermo.

Erika

Las palabras de Samuel de verdad me llegaron al alma; ahora que ya todo estaba aclarado, me sentía mejor. Mientras lo desnudaba para curarlo, vi las lesiones y quedé horrorizada de cuán lastimado estaba; casi lo pierdo, casi los pierdo a los dos. Habían trabajado juntos para cuidarnos a todos en este lugar. Dejé a Samuel dormido profundamente y ya vendado cuando bajé a la salita.

—¿Cómo te encuentras, tu Anthony? Samuel se quedó dormido; deberías hacer lo mismo tú.

—No te preocupes, estoy bien; dado la cantidad de magia que poseo, me recupero un poco más rápido de las heridas. Tú me preocupas; deberías dormir un poco.

—Sí, hija, descansa, pero antes déjame darte un abrazo y felicitarte.

—Abuelo, pensé que estabas… Me da gusto que estés aquí.

—Y yo qué, estoy pintada, también regresé; estuve secuestrada en un lugar horrible y tenebroso.

—Tía Margaret, dije dándole un abraso enorme.

—Deja de dramatizar, Margaret, estabas en una habitación con empleados y te emborrachabas todas las noches.

Reímos todos un momento. Pero la cara de Anthony no demostraba quietud alguna.

—¿Está todo bien ahora, verdad? Anthony, no… ¿Pelearás con Samuel, verdad?

—No te preocupes, Erika, acepto mi derrota con total humildad y te daré el divorcio en cuanto podamos para que estés con él.

Mi alegría era grande; le sonreí y lo rodeé con los brazos. Él hizo una mueca de dolor, pero me recibió el abrazo.

—Quita las manos de mi mujer, pervertido, si no quieres que te empareje ese ojo morado. Dijo Samuel bajando las escaleras.

—Calma, amigo, solo me agradecía lo bien que te cuidé en la pelea.

—Me usaste de señuelo, bastardo; eso no es cuidar, además dile a Erika las mismas palabras que me decías cuando estabas fingiendo agonizar.

—No sé de qué hablas; seguramente estaba alucinado por el dolor.

—Serás un… Me encantaba esa escena, todos nosotros conviviendo en armonía, tranquilos y en paz, sin ningún tipo de problemas. Por ahora esperaba que todo ya hubiera acabado y que esta hubiera sido la última parte de la pesadilla.

—Hola a todos, ya nos vamos a casa, tío, tengo como 60 esqueletos nuevos para mi decoración.

—Qué asco, Poul, no llevarás eso a mí mansión.

—Pero Anthony me lo prometió y…

De verdad, esta escena es la que quiero mantener en mi memoria, estos momentos junto a esta rara familia que me tocó y al lado de la persona que más amo en el mundo.

Le dije a Samuel sonriendo desde el otro lado de la habitación.

—También yo, amor, esto no me lo esperaba y admito que no me desagrada la imagen y pasar el resto de mi vida a tu lado.

Anthony

—¿Puedo hablar contigo en privado un momento, Samuel?

—Claro, te espero en el jardín.

—Regreso en un momento amor. Solo hablaré con Anthony de unas cosas.

—Está bien, pero no peleen.

—No prometo nada.

—¿Qué está pasando? Te noté un poco distante.

—Gregori y Filipo se les escaparon a Margaret y a mi abuelo.

—Demonios, deben ser muy fuertes, ¿por qué de Margaret lo entendería, pero el señor Grays?

—Así es, están tan agotados como nosotros en este momento, pero eventualmente conseguirán más personas y nos vendrán a buscar, y eso no es todo. Alice me dijo que escucharon que el bebé de Erika era mío y eso la pone en un gran peligro.

—No entiendo, ¿por qué es tan importante de quien sea el niño?

—Verás, Erika ya por sí misma tiene un poder sorprendente y su base, por lo que he podido notar, es el viento. Yo por sí solo ya poseía la sombra o niebla o como le quieran llamar, que es una concentración de poder muy alto, por eso no la había usado después de haberla descubierto. Se necesita una fuente de poder muy grande, la cual pude obtener de Erika, pero aparte de eso, se necesita un autocontrol humano. Es por eso que me mantengo sereno casi todo el tiempo. No puedo perder el control si lo hago, hasta a ella la podría… No lo quiero imaginar.

—¿Y qué tiene que ver el bebé con tus poderes?

—Cuando hay un niño nacido del ritual, ya nace con su poder propio y entre más fuertes sean los padres, más fuerte será la criatura. Aunque a nuestro hijo no lo habíamos concebido en el ritual, Erika ya estaba esperándolo cuando ocurrió el ritual. Si yo lo hubiera sabido, no… En fin, que la luna de sangre hubiera aparecido hizo que el poder del ritual fuera mayor, así que toda esa concentración de poder está en el bebé ahora.

—¿Quieres decir que el niño que espera Erika es el poder mismo?

—Eso me temo y él puede manifestar tanto mi habilidad como los poderes de ella, ya que sé muy bien que es un varón, lo siento; sé que será un varón y eso me tiene muy preocupado.

—¿Erika corre algún peligro mientras lo concibe?

—No, ella está bien, pero si la atrapan, jamás volveremos a verla y a mi hijo menos, lo criarán como una especie de semental para hacer mujeres y hombres poderosos y eso no nos conviene para nada; no les importará Erika; la desecharán una vez nazca el niño…

—Maldición Anthony, porque todo con ustedes es… Está bien, tenemos que hacer algo. Descansaremos bien, nos recuperaremos, entrenaremos más y no le diremos ni una palabra de esto a Erika. Me oyes.

—Está bien, es tu pueblo y yo solo soy un invitado are lo que propongas.

—No creo que me pueda agradar, este nuevo Anthony.

—Ja, ja, ja. También me siento raro; bien, mi abuelo y Poul se regresarán a la mansión; no les harán daño; por ahora todo estará bien. Solo te pido permiso para vivir en este lugar. A mis hermanas les encanta y a mí también.

—Como quieras, solo te advierto que no estoy muy convencido de que ya no quieras quitarme a Erika, así que si veo algo extraño te cortaré las bolas.

—Qué explícito, gracias, amigo, muchas gracias por todo.

—Te juro que de verdad no sé qué versión tuya me da más miedo. Decía Samuel mientras regresaba a la sala. A mí también me sorprendía mi nuevo yo, pero tenía que mantener a salvo a las niñas todavía y el temor de que se la llevarán todavía está latente… Podíamos trabajar juntos; sé que mientras el bien de ella nos uniera podíamos trabajar juntos.

Capítulo 41

Samuel

—Nos mantendremos comunicados, Anthony; mientras tanto, cuiden a mi hija y a mi nieta. Gracias por devolverme mi poder, hijo.

—¿Y a mí, porque no me lo devolviste, hermano?

—Porque es muy útil, Poul, además, te ves bien así, normalito; sigue con tus experimentos que nos han sido de gran ayuda y te voy a necesitar más adelante.

—¿No me darás a Alice para que juegue conmigo?

—Si vuelves a decir eso o tan solo mencionarlo, te voy a regresar tu poder, pero de una manera que no te va a gustar.

—Cálmate, era broma, ya vámonos, abuelo; mi madre debe estar muy sola.

— Muchas gracias. Samuel, disculpa por lo que pasó y el desastre que ocasionamos en tu propiedad. Ya mandaré a alguien a que reconstruya el lugar y no te preocupes por las personas: creen que un terremoto nos sacudió. Margaret se está encargando de modificarles la memoria. Adiós, hija, cuídate mucho, te amo.

—Adiós, abuelo, ten cuidado y no te preocupes, yo mantengo en orden a estos dos.

Cuando Lord Grays se marchó junto con Poul, me quedé tranquilo al saber que Margaret se encargará de la gente del pueblo; ya me había preocupado por las explicaciones que tendría que dar de los desastres y las personas corriendo por todos lados, lanzando su magia.

—Lo bueno, dijo Carlota, es que como ya habíamos tenido un terremoto le creerán a la tía.

Erika se sonrojó al escuchar eso y yo le sonreí.

—No digas nada pervertido en que estarás pensando.

—En que me gustaría repetir ese día tan hermoso y ver tu cuerpo desnudo sobre mí como esa vez.

—Recuerden que los escucho. Dijo Anthony sonrojado.
Erika salió a toda prisa a la habitación sonrojada.

—Serás un idiota. Anthony, en fin, largo de mi casa, creo que dormiré todo el día; estoy muerto, y te aconsejo que hagas lo mismo…

—Te preocupas por mí, Samuelito.

—Quita esa sonrisa de tu bocotá, pero té… Te agradezco por haberme salvado; de verdad, ya estaba mirando toda mi vida pasar.

—No tienes de que agradecer; solo te devolvía el favor. Hasta mañana, Samuelito.

—No te sientas apenada, amor.

—¿Ya se marcharon?

—Así es, ahora ven, cúrame las heridas a besitos y… Bien, ya entendí dos horas más de vómitos. Mejor dormiré un rato y tú cuando termines de… Bienes, a descansar. Había dormido más de lo normal; ya era casi medio día y Erika estaba dormida a mi lado. Me acerqué a su rostro y sonreí mientras movía la nariz como si le hicieran cosquillas; era tan hermosa. La dejé descansar, me vestí y salí a los alrededores para evaluar los daños. Habían sido muchos; los cuerpos ya no estaban seguramente; Poul había arrasado con ellos. Mi hermoso prado y mi lago, era un desastre, al igual que el pueblo, las ventanas de las casas rotas y los techos arrancados; algunas tiendas se habían caído.

—¿Emma, como están todos?

—muy mal Samuel, el terremoto fue muy fuerte, todos dormíamos, así que no lo sentimos, pero habrá que reconstruir varios locales y las calles. Lo bueno fue que no hubo heridos, así que por aparte todo bien; lo material se puede recuperar.

—Así es, Emma, me encargaré de que todo vuelva a estar tan bello como antes; que los demás hagan lo necesario para la reconstrucción; todos los gastos corren por mi cuenta; ustedes no se preocupen por nada.

—Oh, no hijo, eso no es necesario.

—Claro que sí, este pueblo era muy importante para mi abuelo y padre; ahora también lo es para mí, y será el hogar de mis hijos.

—Tienes razón, gracias, hijo.

Esta vez recaía sobre mí el cuidado de este pueblo tan apreciado y no iba a permitir que nadie lo dañara de nuevo… Caminé por otra hora más, y sin que me diera cuenta estaba frente a la casa de Anthony.

—Con permiso, ¿puedo pasar?

—Claro, señor Samuel, bienvenido; ahora le diré al señor Anthony que baje si gusta tomar asiento.

Claro, Alice también era hija de Leonard y hermana de los chicos; ella es la que menos se parece a ellos; por lo menos Lilibet tenía algunos rasgos, pero Alice era de piel bronceada, ojos negros y cabello castaño obscuro, muy hermosa, claro, pero no me lo hubiera imaginado.

—Buenos días, Sam, que te trae por aquí.

—Solo mi madre me decía así.

—¿Te molesta?

—En realidad no. Bueno, solo caminaba revisando los daños del pueblo, y hay mucho que hacer.

—Sí, no te preocupes, ya me encargué de que todo el material corra por mi cuenta. También es culpa mía todo este desastre.

—Es toda tu culpa. En fin, gracias… Te quería preguntar: ¿por qué no nos habías dicho que Alice era tu hermana?

—porque nadie lo sabía. Verás, cuando mi padre se acostaba con las empleadas, a él no le importaba quienes eran ni cómo se llamaban; solo escogía a la más bella y… Un día a esta mujer la encontré bien lastimada en los límites de la propiedad; mi madre al saber que ella había estado con mi padre la golpeó hasta casi matarla. Yo me la llevé a mi casa para que ella se hiciera cargo. Me di cuenta de que estaba embarazada a los pocos meses antes de dar a luz. Yo casi nunca estaba en mi casa, ya que viajaba por negocios desde muy pequeño y éramos educados en la mansión.

—¿Espera, asumiste ese cargo? Pero si apenas tenías 10 años, supongo.

—Así es. Mi abuelo me había mandado a construir esa casita porque sabía que me gustaba estar solo y estudiar tranquilo, además, desde muy pequeño desarrollé una mente avanzada, así que era muy independiente. En fin, la oculté ahí y cuando nació Alice supe el destino que le esperaba en la mansión como empleada y las cosas que mi madre le haría. Así que les di dinero y se marcharon a un departamento cerca de la ciudad. Cuando Alice tenía seis años, me avisaron que su madre había muerto y yo me la traje a vivir a la casa como mi empleada. No la dejaba acercarse a la mansión y solo estaba a mi servicio; nadie más podía tocarla. Después de unos años, cuando las gemelas nacieron, mi madre me pidió que ella las cuidara, así que ella se hizo cargo, pero ya sabían que no la podían tocar. Hice todo lo que pude para que ella estuviera a salvo de Poul y Damián, si se hubieran enterado de que era hermana nuestra, no… Creo que la ventaja fue que era muy distinta a las chicas que les interesan y eso nos ayudó mucho. Hace dos años le dije que era mi hermana y que por eso la protegería y descubrí su oído magnífico, así que ella se ofreció a ayudarme como una espía y aquí estamos.

—Así es. El señor Anthony ha sido un gran protector conmigo. Al principio estaba muy extrañada porque alguien como él me cuidaba tanto y hasta llegué a pensar que lo amaba, pero cuando me reveló todo ese amor se convirtió en admiración y supe que lo ayudaría en todo cuanto me pidiera, así pagando todo lo que había hecho por mí y mi madre. Dijo Alice al pie de la escalera con las manos en el pecho y sonrojada; esa expresión me hizo abrir los ojos y ver que de verdad había juzgado mal a Anthony.

—Eso… eso, no sé qué decir, lamento lo de tu madre, Alice, que bueno que tienes un hermano como Anthony; me alegro por ti.

—Vaya, Samuelito. Me sorprenden esas palabras viniendo de tu boca.

—Solo digo lo que es, no te emociones…

Mientras hablábamos de los planes a seguir, Anthony se puso pálido como un papel y sus ojos se obscurecieron; estaba como en trance.

—¿Anthony, qué tienes, pasa algo?

—Es… Margaret me acaba de avisar de que algo malo le sucede a Erika.

Yo me levanté de la silla antes que terminara de hablar y corrí hasta la casa. No me percaté que él también corría tras de mí. Cuando entramos y subimos las escaleras, Erika estaba respirando con dificultad sobre la cama, estaba empapada de sudor y me miraba con ojos de pánico absoluto.

—¿Qué tienes, Erika, qué pasa, amor?

—No lo sé, Samuel, ayúdame, no puedo respirar y siento que me aprietan el pecho.

—¿Qué tiene Samuel?

—dice que algo le presiona el pecho y no puede respirar; has algo, Anthony, no sé qué hacer, sus labios están morados, has algo.

—¿Qué quieres que haga yo, tampoco lo sé?

Él la tomó en los brazos, revisando cada lugar para ver si encontraba lesiones de algún tipo, luego puso su mano en el vientre y se llevó a Erica a su pecho. Luego comenzó a balbucear, algo que no logró escuchar; ella comenzó a tranquilizarse y su respiración se hacía regular. Poco a poco el color regresó a su rostro y al fin pudo respirar bien.

—Gracias, no sé qué has hecho, pero gracias. Le dije mientras se la quitaba de los brazos para abrasarla.

—¿Qué curioso, no había visto algo así desde hace años?

Miré a Margaret, que no dejaba de ver a Anthony, y Anthony estaba paralizado sin moverse y no quitaba la vista de Erika ya dormida en mis brazos.

Capítulo 42

—Bien. Dejé a Erika bien dormida en la habitación; ¿ahora me pueden explicar qué acabamos de ver ahí arriba?

—No lo sé, no sé qué pasó. Yo solo… no lo puedo explicar.

—Pues trata; por lo que dijo Margaret, me doy cuenta de que algo tuvo que haber pasado.

—Fue raro, fue como si mi hijo y yo nos conectáramos en ese momento y lo vi a él presionando con su poder a Erika y solo le pedí que no la lastimara, que ella lo amaba y que la dejara tranquila y luego él se durmió y…

—¿Cómo que lastimarla? Me prometiste que su embarazo no la ponía en riesgo.

—Sé lo que te dije y es la verdad, pero esto no me lo esperaba; es tan nuevo. ¿Margaret sabes qué pasó?

—Creo que tengo una idea vaga de lo que pudo pasar. Verán, es nuestra naturaleza ser un poco territoriales y con algo de maldad; así venimos al mundo.

—¿Un poco? Lo estás pintando muy suave.

—Cállate, Samuel. Déjame continuar. En fin, esa maldad nos permite controlar los poderes con los que nacemos. Ahora es de pensar que su hijo viene con un gran poder que rebasa todas las generaciones anteriores. Hay casos en los que los bebés son muy territoriales desde la concepción, tal vez con su madre o su padre, y él solo quiso avisar que necesitaba a su padre.

—Espera, dices que el hijo de Anthony está celoso de que yo esté con su madre y por eso hizo lo que hizo para llamar la atención de él; eso es ridículo, casi la asfixia.

—Ahora que lo mencionas, cuando mi madre estaba embarazada de las gemelas, se la pasaba enferma y dice que no dejaban de patearla; es por eso que no quiso volver a tener más hijos y se la pasaba tan mal que eso la hizo abandonarlas y no hacerse cargo de ellas.

—Es probable que las gemelas estuvieran reclamando su territorio desde el comienzo.

—Así es, y recuerdo haber escuchado decir a mi padre que cuando mi madre estaba embarazada de Poul, mi padre no se le podía acercar porque ella lo rechazaba tanto que hasta lo lastimó una vez.

—Eso no me sorprende si Poul ha tenido mamitis desde que lo conozco. Bueno, ahora díganme que vamos a hacer para que el niño no llame la atención.

—Lo mejor en este caso sería no alejar a Anthony tanto tiempo de Erika. Sería bueno que permaneciera cerca, así el niño no resentiría su ausencia.

—Y que, yo estoy pintado, no voy a dejar a Anthony con mi mujer a solas.

—Hay, muchacho, todavía no te has dado cuenta de que ella solo te ama a ti, sin ofender, Anthony. Deja esos celos, Samuel; es solo mientras nace y luego ya todo va a estar bien.

—No tenemos tiempo para los berrinches del monstruito; tenemos que entrenar para lo que se viene después.

A veces debo de medir bien lo que digo. Anthony se puso de pie y me dio con el puño en la cara.

—Ten más cuidado como te expresas de mi hijo Samuel; eso no te lo voy a dejar pasar.

—Disculpa, no fue mi intención y admito que me excedí. Dije apenado y frotándome el golpe: está bien, me lo merecía. Pero no creen que sea mejor llevar a Erika a la clínica para que la revisen.

—Es verdad, yo la llevaré, y ustedes dos no destrocen la casa, que me han costado mucho las reparaciones. Mientras tanto, Anthony ve por tus cosas y las de tus hermanas para que se muden aquí. Y tú, Samuel, y no quiero otra palabra más. Piensen en Erika y concéntrense en practicar mejor, que como dices, se nos acerca otra guerra.

Anthony

Las palabras de Margaret tomaron mucho sentido al recordar los embarazos de mi madre, pero yo sabía que había algo más. Mi hijo me quería decir algo, lo sentí, sentí algo y sabía que no era que solo llamara la atención; todavía era muy pequeño para poder saber que quería o hablar mentalmente con él. Estaba preocupado si él inconscientemente le provocaba daño a Erika. Samuel no se quedaría con los brazos.

Cruzados y no sabía si sería capaz de hacerle algún daño con tal de protegerla a ella, y creo que yo en su lugar pensaría lo mismo, pero no sé si lastimaría a mi propio hijo.

Margaret y Erika se habían marchado a la clínica y Samuel y yo solo nos mirábamos sin decir nada el uno al otro. Alice había llegado con las niñas y nuestras cosas, así que nos asignaron habitaciones. Aunque no miraba a Samuel conforme con la situación, sabía que él solo quería el bien de Erika. ¿Pero qué pensaba ahora de mi hijo?

—¿Estás enojado con el bebé?

—Eres tonto, cómo te puedes enojar con un bebé, eso es absurdo, no. Me molesta la situación, pero si tú ya me dejaste, claro que te olvidaste del tema de Erika y no hay nada más que se pueda hacer.

—Me olvidé de quitarte a Erika porque comprendí que te ama a ti solamente y tú la haces, feliz, más no me he olvidado del gran amor que le tengo y por eso la dejé ir.

—Mira, que tierno. Con que no la toques inapropiadamente o con otras intenciones estamos en paz, y con respecto al niño te lo dije: una vez lo criaré al igual que a mis futuros hijos, como un tío tal vez, pero no haré distinciones; él es inocente de todo.

—Te besaría Samuelito, pero vomitaría seguro.

—Eres asqueroso, mira, ya llegaron esas dos. Como les fue en… ¿Qué tienes, Erika? ¿Pasa algo con el niño? Margaret.

—A mí ni me veas, yo necesitaré una botella de vino.

—Ya digan qué pasó, nos tienen angustiados, ¿está bien mi hijo?

Si. Dijo Erika con una sonrisa en el rostro: Los niños están bien. — ¿Espera, que, dijiste a los niños? De qué hablas.

—De que son dos tarado, de eso habla. Decía Margaret, empinándose la botella de vino del bar. Son dos bebés.

—Que… Que bueno, amor, es una buena noticia. Decía Samuel tan pálido como papel.

Samuel corrió a abrazar a Erika y ella estaba tan contenta que mejor decidió no mencionar nada de lo que pensaba en ese momento.

—Tú no estás contento. Anthony, Claro, Erika es una buena noticia y ya sabemos por qué el niño estaba inquieto entonces. Se estaban peleando a su mamá. Tienes que descansar mucho. Un embarazo doble en nuestra familia es muy pesado.

—Así es amor, quieres comer algo, lo que quieras, mira Alice, cocinó…

Bien, ya se fueron. Ahora tú y yo vamos a hablar, Margaret, ¿sabes lo que significa que estén dos niños en el mismo útero, verdad?

—Claro que sí, ese es un gran problema, Erika la pasara mal, esos dos se alimentaran más de la cuenta de ella, los embarazos de varones siempre son muy problemáticos. Es por eso que desde hace muchos años no había embarazo gemelar de varones, eso es lo que se evita en los rituales.

—lo sé, y lo peor es que es posible que no se si Erika lo soporte, esto les será un gran festín si Gregori y Filipo se entera.

—En el mejor de los casos eso puede pasar y Erika no sentirá nada, pero si los niños tienen el mismo poder que tú puede que lastime a Erika.

—Si Samuel se entera, me va a colgar; no sé qué hacer; podría interrumpirlo ahora, pero no creo que ella acepte.

—Podrías tratar de comunicarte con los bebés en unos meses más para tranquilizarlos y mientras tanto no te apartes de ella; tu presencia ayudará. Yo me encargaré con mi padre de encontrar el paradero de Gregori y Filipo. Mientras tanto, tranquilo, Anthony.

—Tengo tanto estrés acumulado que a veces creo que explotaré, tía.

—Avísame para no estar cerca. Cuiden a Erika mucho, se enfermará seguido y es probable que pierda el control algunas veces, pero solo tú la podrás calmar.

—Qué ironía, me alejé de ella para que fuera feliz y poder olvidarme del amor que le tengo y ahora tengo que estar a su lado; la vida no me lo está poniendo tan fácil.

Erika estaba en el jardín sola; regaba las plantas y sonreía y cantaba tan feliz sin saber la batalla que se gestionaba en ella.

—Estás muy contenta hoy.

—Y, como no estarlo, tengo a mi Samuel conmigo; me has regalado dos bebés preciosos a cuáles amar y que me dirán mamá, y mis lindas gemelas tendrán con quien jugar. Estoy muy feliz.

—Entiendo, te quería advertir que mi abuelo se está encargando de la anulación del matrimonio, así que será mucho más grande tu felicidad; ahora podrás casarte con Samuel.

—¿Es por eso que estás triste? No lo niegues; desde anoche te noto muy triste al solo verme; es porque nos vamos a separar, verdad.

—Tú sabes que te amo, Erika, eso todavía no ha cambiado, pero he decidido dejarte elegir y ya habías elegido desde mucho antes de conocerme, así que si tú eres feliz yo lo seré.

—Lo siento tanto, Anthony, me hubiera gustado amarte tanto como tú a mí, pero no me fue posible, mi vida ya le pertenecía a Samuel desde pequeños y…

—Ya no estés triste por mí, yo estaré bien, ahora lo más importante es que los niños crezcan felices en una familia normal; bueno, trataremos de ser más normales.

Me le acerqué cuidadosamente y puse la mano en el vientre. Los sentí a los dos; antes no había podido, pero ahora que lo sabía los sentí. Estaban tranquilos, dormidos.

—Por favor, hijos míos, espero que sean buenos niños y no haya una guerra entre ustedes; cuiden a mami que ella los ama y espera a ambos al igual que yo.

—¿Anthony, porque lloras?

—Es solo que no medié las consecuencias, Erika, es solo eso.

Ella me rodeó con sus brazos cálidos y me frotó la cabeza con su mentón; su aroma me invadía por completo y su corazón, tres latidos en uno solo, susurrándome en el oído.

Capítulo 43

Samuel

—Estás muy distraído, Anthony, quieres que te patee el trasero en serio para que reacciones. Ya sé que estás preocupado, porque ahora sabes que tendrás dos hijos, me imagino dos más las tres hermanas, y sí que te has convertido en un patriarca.

—Qué dices, eso no me importa; yo siempre me he hecho cargo de mis hermanos y esa clase de responsabilidad no me impresiona para nada; ya lo sabrás tú cuando tengas a tus propios hijos.

—Eso será muy pero muy lejano en unos ocho o seis años; por ahora estoy bien así, solo mi Erika y yo.

—Y qué piensas hacer con mis hijos cuando nazcan, pedazo de imbécil.

—¿Qué no existe la custodia compartida? Tú los tendrás un tiempo y nosotros otro, que no por eso se reparten a las gemelas para practicar.

—Serás idiota; no creo que Erika quiera esperar tanto para tener más niños, ya que los adora.

—Muy bien, de eso yo hablaré personalmente con mi futura esposa. Ahora descansemos que ya me…

—Ja,ja,ja. No decías que me patearías el trasero… Pero sí, descansemos un momento.

Estábamos acostados, jadeando los dos por el cansancio en medio del prado, mirando hacia el cielo azul.

—Sabes, si hubiera sabido lo contenta que se pondría Erika al estar esperando, qué tiempos le hubiera dado un hijo.

—Y si yo hubiera sabido de las consecuencias de haber…

—Sé que pasa algo. Anthony, no soy estúpido, tú y Margaret de nuevo me ocultan algo, dime qué pasa, por favor. Te noto más angustiado cada que pasan los meses, veo como miras la panza de Erika con melancolía y angustia y no creas que no me doy cuenta cuando ella se siente mal. Tú te alteras demasiado, sea lo que sea. Sí es verdad cuando te dije que sería tu amigo Anthony y miro la preocupación en tus ojos.

—Son los bebés; al ser dos varones están enfermando a Erika ya que ella absorbió mucho poder se lo están peleando entre sí. Es por esa razón que he estado muy al pendiente de Erika. Es posible que le estén haciendo daño sin querer, claro, pero si al final los dos sí se logran, el parto no será muy agradable para ella.

Yo me quedé sin palabras al escucharlo, solo uno. Si Erika sabía eso, enloquecería de dolor, solo uno.

—Dime si ella puede morir en el parto, Anthony.

—No tanto así, pero ella estará muy cansada a la hora de dar a luz y hay que estar muy pendiente de ella.

—Y porque no interrumpiste el embarazo cuando se podía, ahora estamos a tres meses.

—Lo pensé, pero sabes que Erika no lo aceptaría, además, si se lo decimos solo sería para preocuparla y que pasara el embarazo en angustia. Creo que al no saber nada la hizo a pasarla bien y los malestares que manifiesta los asocia con su estado sin pensar que algo malo ocurre.

—Tienes razón. Esperemos, ya no falta mucho, y tratemos de que Erika no se angustie. Tenemos que estar para ella pase lo que pase. Anthony, lo lamento tanto. Sé que son tus hijos y tú no tenías que cargar esta carga tú solo.

—Gracias, Samuel, necesitaba decirlo, gracias.

Llegamos a la casa después de estar todo el día entrenando cuerpo y mente. Erika estaba bordando en el salón y las niñas leían en el sofá tranquilas junto a Alice. Al entrar le di un beso a Erika en la frente y ella se puso de pie y fue directo donde Anthony y lo abrasó y besó en la boca. Todos nos quedamos paralizados, hasta Erika, que se sorprendió con lo que había hecho.

—Pe… perdón, no sé porque hice eso, no.

—Está bien, logro decir, Anthony, no fuiste tú; fue una orden mental de los bebés.

—¿Qué, ósea que mis sobrinos tienen mi don? Decía Margaret desde el bar.

Yo solo los miraba, tomé a Erika del brazo y la llevé hacia la habitación.

—De verdad, Samuel, lo lamento; no fue mi intención.

La tomé de la cara y la besé, y luego le di besos por toda la cara.

—Está bien, amor, antojos de embarazada, supongo, ya no te preocupes; mientras no se pasen los peques. Me daré un baño mientras porque no pides la cena y cenamos juntos aquí arriba.

Entre al baño, y estaba tan furioso que el agua hervía en la tina y me fui relajando de a poco. No quería que Erika me viera así, no al saber ahora que más adelante enfrentaría un gran dolor…

Erika

Desde que supe de mi embarazo doble, me encontraba muy feliz; Samuel lo tomó tranquilamente y Anthony, por otra parte, estaba muy triste. Yo se lo atribuí a que habíamos firmado el divorcio y ya nada me impediría casarme con Samuel. Mi pancita crecía mucho, apenas tenía seis meses y ya se veía enorme. Los antojos aumentaron y los malestares también. Me dolía el abdomen mucho, pero siendo dos bebés era normal para mí. No me gustaba estar mucho tiempo sola con Samuel, pero eso ya me lo había advertido la tía Margaret, que los niños iban a querer más la compañía de su padre.

Anthony y Samuel salían a entrenar cada tarde y yo estaba contenta de que se llevarán mejor. Estaba muy feliz, las gemelas también; incluso Alice no me dejaba sola ni hacer nada por mi cuenta. Me encontraba bordando en la sala, mirando a las niñas repasar sus lecciones cuando Samuel y Anthony regresaron del entrenamiento. Samuel me besó la frente como de costumbre y en ese momento sentí una necesidad tan grande de ir hasta donde estaba Anthony y no me pude contener cuando lo abrasé y lo besé. Me sorprendí demasiado, tanto como todos en la sala, pero Anthony dijo que lo habían hecho nuestros hijos. Ya estaban manifestando poderes desde mi interior. Samuel me tomó del brazo y pensé que se había enojado conmigo, pero no, él fue muy comprensivo.

Cenábamos en la habitación y él me abrasaba mientras dormíamos. Desperté bruscamente y Samuel a mi lado se sobresaltó.

—¿Qué pasa Erika? Yo estaba llorando desconsoladamente y no sabía el porqué, no podía parar.

—¿que tienes amor te duele algo háblame, que pasa?

—no lo sé, solo no puedo parar de llorar, trae a Anthony por favor. Dije sin pensar lo que salía de mi boca.

—bien, espera un momento iré por él. La mirada de Samuel era triste y yo sabía el motivo pero no lo podía evitar, necesitaba estar cerca de Anthony pero yo sabía que no era yo, si no los niños.

—¿pasa algo Erika, Samuel me dijo que me necesitabas?

—lo lamento pero es que no paro de llorar y quería que tu…

Entiendo, me dijo mientras me abrasaba cariñosamente y me arrullaba entre sus grandes brazos.

—ya, ya niños, decía él, no mortifiquemos a mami, duerman ya. Y les comenzó a cantar una tonada muy bella. Yo la conocía era la misma que mi padre me cantaba.

—esa… esa melodía es la misma que me cantaba mi padre.

—lo sé, nuestro abuelo me la cantaba de vez en cuando, en ocasiones que estaba por perder el control y siempre funcionó. A las gemelas les encantaba de bebés, ahora se la cantaré a mis hijos.

—eres muy lindo Anthony esas palabras… serás un buen padre.

—Eso es lo que quiero ser: un buen padre, y tú serás una buena madre; ya verás, después de esto tendrás tus hijos con Samuel y le enseñarás que no existe algo más bello que esto.

—Si. Aunque creo que no la está pasando bien por ahora.

—Él, sabe que no es tu culpa, son estos niños caprichosos. Dijo acariciándome el vientre. No tú, así que no te sientas mal.

—¿Y sabes lo que están pensando ahora?

—Con dificultad, pero sé que están muy apegados a mí y es algo que me llena de orgullo; por ahora todo estará bien, Erika, no te preocupes. Me dijo antes de colocar mi cabeza en la cama y me quedé dormida de nuevo.

Capítulo 44

Anthony

Dejé a Erika nuevamente dormida y bajé a la sala donde Samuel estaba con una botella en la mesa.

—¿Y tú, desdé cuando tomas algo tan fuerte que no sea vino? Le pregunté tomando asiento.

—Que tu mujer te mande a buscar al padre de sus hijos y luego él la arrulle en su cama no es algo fácil de pasar; por lo tanto necesitaba algo fuerte.

—Lo lamento, Samuel, sabes que yo…

—Lo sé, no te sientas mal por mí y sé que Erika también lo hace, pero yo comprendo la situación. Es solo que sigo un poco celoso, nada más. Dijo él sirviéndose otro trago. ¿Y cómo se encuentran los niños?

—bien por ahora, uno presenta más poder que el otro por lo que pude sentir, están librando su batalla, si uno no se logra alimentar bien, me temo que nacerá más débil y bajo de peso. Y eso no es todo tengo que vivir con el temor que se los lleven por eso quiero terminar con esto de una vez por todas.

—En realidad no comprendo exactamente lo que estás sintiendo, amigo mío, pero no tienes que cargar tú solo con esto; te lo dije alguna vez; si necesitas hablar conmigo te escucharé y seguido me dio un abrazo, un abrazo de un verdadero amigo; yo se lo correspondí.

—Gracias, Samuel, te lo agradezco tanto; no sabes lo que esas palabras significan para mí, y si no sabes lo que es esto para mí y deseo con todo el corazón que jamás pases por lo mismo, si me disculpas, iré a buscar unas cosas que mandó mi abuelo a la otra casa. Ya regreso, tú ve a descansar, ya Erika dormirá toda la noche.

Cuando Samuel subió las escaleras sentí como se me calentaban las orejas de la vergüenza, pero al mismo tiempo estaba muy feliz de tener un amigo.

—Y, ya vas a quitar esa cara de idiota o te espero, otra hora.

—¡Maldición! Margaret, ¿desde cuando estás ahí?

—Desde que Samuel me quitó la botella de las manos, ¿ahora dime si es verdad eso que decía?

—Me temo que sí, no creo que un niño lo logre, aunque todavía es muy pronto. No se sabe, ¿has visto a Alice?

—Subió a dormir a las gemelas, luego dijo que iría a traer unas cosas a la otra casa.

—Entiendo, la llamaré entonces. — Alice, regresa, ya es muy tarde; ¿quieres ayuda con las cosas?

—No me contesta Margaret.

—¿Alice, está todo bien?

—Voy a la casa, ella no me contesta.

—¿Quieres que le avise a Samuel?

—No. Déjalo dormir, no hagas ruido, a veces ella está tan concentrada que tarda en contestar. Iré yo nada más, quédate aquí, te avisaré si pasa algo.

—Está bien, aunque no detecto nada inicial en las barreras, mi padre y yo las reforzamos así que nadie pudo haber ingresado; debe ser como tú dices.

Cuando me dirigía, observaba los alrededores; todo se miraba normal; nada fuera de lo común; no había ningún signo de peligro. Ingresé a la casa y comencé a buscar a mi hermana por todos lados, pero no la encontré. En la entrada de la cocina estaban los paquetes esparcidos en el suelo y la puerta estaba abierta. Salí lentamente y giré hacia la derecha. Mi hermana estaba empalada en la pared con una especie de alabarda que le atravesaba el pecho a mi hermanita de tan solo 19 años, a quien yo había visto nacer y la había protegido siempre, y ese control que había mantenido siempre estaba desapareciendo.

Samuel

Me encontraba pensando en la plática con Anthony, y de verdad me dio tanta pena escucharlo hablar como sus ojos se obscurecían ante el dolor que estaba experimentando. Yo en su lugar ya hubiera explotado, pero él era muy fuerte. Estaba mirando la habitación que Erika le había hecho a los gemelos y me puse triste al pensar si más adelante una de las cunas ya no iba a decorar el cuarto. Sentí un temblor bien fuerte, y cuando me asomé a la ventana, una especie de niebla negra se estaba esparciendo por el lugar donde estaba la casa de Anthony.

Corrí tan rápido cuanto pude hasta que me topé con Margaret, quien me contó que Anthony y Alice se encontraban ahí mismo. Ella y yo salimos a toda prisa y dos de los sirvientes de Margaret se quedaron a cuidar a las niñas y Erika. Mientras llegábamos, la niebla estaba por salir de la propiedad. Margaret hizo un campo de fuerza alrededor para que no se saliera, y yo creé una barrera de fuego hasta que llegué donde se encontraba Anthony. hincado en el suelo con las manos en la cabeza, temblaba. Logré llegar hasta él como pude y cuando le tomé la cara para mirarlo a los ojos, la niebla desapareció.

A tiempo porque ya no podía mantener el escudo de fuego.

—¿Maldición? Anthony, ¿qué pasa, estás loco, pudiste matar a alguien? Le gritaba, pero él parecía no reaccionar. Solo me miraba con ojos de horror.

—Mi hermana, mi hermana no. Eso era lo que balbuceaba, y miré tras de mí; era Alice empalada en la pared con una alabarda. Margaret y yo nos quedamos sin palabras. Anthony estaba desconsolado; Margaret lo llevó dentro de la casa y yo, como pude, me acerqué a su cuerpo, lo bajé con cuidado y la puse sobre el sillón de la sala.

—¿Margaret, quién haría algo así?

—Este tipo de alabardas las vi en la casa de Gregori cuando estuve ahí con mi padre. Es probable que la hayan disparado desde afuera del campo que protege al pueblo. No tiene sentido que alguien entre, así que la lanzaron desde lo lejos.

—Es posible que ella haya escuchado algo y se haya asomado a ver. Dije mientras Anthony se acercaba al sillón donde estaba el cuerpo de su hermana, y con ternura le apartaba el cabello del rostro y cubría su cuerpo con la manta. —Lo lamento, Alice, lo lamento tanto, si tan solo yo… No supe cuidarte bien; quería que crecieras, que te casaras, que tuvieras tus propios hijos. Lo lamento. Decía él mientras lloraba en su pecho; fue una escena muy desgarradora.

Lo dejé con Margaret mientras yo me iba a ver cómo estaban las niñas y Erika. Ellas dormían todavía, pero Erika me esperaba en la sala preocupada. Le conté lo que había sucedido y comenzó a llorar, pero ya no había nada que hacer; casi iba a amanecer cuando Anthony y Margaret regresaron de hacer los preparativos para el sepelio de Alice en la capilla del pueblo.

La réplica de anoche había hecho que el techo de la casa de Anthony cayera sobre Alice mientras recogía unos paquetes y ella había muerto instantáneamente; eso fue lo que Margaret les hizo creer a todos. Alice fue sepultada temprano en la mañana en una ceremonia muy bella que le habían hecho los amigos de mi padre y doña Emma. Las gemelas no paraban de llorar y se aferraban a Anthony; igual que Erika, a quien dejé tranquila con ellos, ya que pertenecía a su familia, no quería molestar.

—La barrera es contra personas, no contra armas, porque no lo vimos venir antes; maldición le decía a Margaret.

—No te mortifiques, niño, ninguno lo pensamos. Estamos tan acostumbrados a usar nuestras habilidades que usar una simple arma no se nos pasa por la mente, aunque algunos hayan fabricado armas con magia que sí nos pueden hacer más daño.

—¿Te refieres a las balas que nos lastimaron a Anthony y a mí?

—Así es, Gregori, es lo que hace; le encantan esos artefactos, aunque ha dicho que solo son experimentos; yo sabía que algún día les daría uso.

—¿Poul también usa esas habilidades para fabricar sus venenos, verdad?

—Así es, es una habilidad humana muy útil, y Poul sabe cómo sacarle provecho.

De regreso en casa había un gran silencio, todos estábamos muy tristes y yo estaba preocupado por Anthony, si volvía a estallar. Erika estaba muy cerca de él. Él pensó notar esa preocupación en mí, porque me miró y me dijo con una sonrisa sin ganas.

No te preocupes; ya estoy más calmado. Yo asentí.

Capítulo 45

—Ahora vendrán por nosotras y nos matarán también, dijo Carlota a Beatriz mientras la abrasaba. Anthony se levantó de su silla y fue con ellas.

—escúchenme bien ustedes dos; primero me sacan el alma antes de que deje que las toquen; nadie les va a hacer daño mientras estén junto a mí.

—Pero no pudiste proteger a mi hermana, mentiroso, ella se murió por tu culpa y nosotras seguimos. Le gritaron las gemelas al mismo tiempo antes de subir a su habitación. Esas palabras dejaron a Anthony congelado con los ojos abiertos de par en par.

—No les hagas caso, están muy tristes ahora y tienen miedo; verás que cuando se les pase te pedirán disculpas. Le dijo Erika antes de ir con las niñas. Él le sonrió y asintió.

—¿Ya has recolectado la información suficiente, tía, para empezar a armar un plan de ataque? Le dijo Anthony a Margaret sin moverse de donde estaba.

—Iré a hablar con mi padre ahora mismo y regresaré mañana. Les tendré toda la información de él y de los espías.

—Bien, dile a Poul que tenga una gran reserva de veneno; lo vamos a necesitar y quiero la ubicación exacta de esos dos.

—Así será, me retiro ahora.

—¿Qué tienes pensado hacer, Anthony?

—No lo sé todavía, esperaré la información de Margaret, y luego iremos a buscar a esos hijos de puta y quiero la cabeza del que mató a mi hermana; de ese me encargaré yo personalmente.

El aura de Anthony era muy aterradora; emanaba nieblas por su cuerpo; me dio terror acercarme más cuando miré cómo apretaba los puños. Supe que no era muy buen momento para seguir preguntando, pero tenía que mostrarle algo.

—Sé que estás muy mal, pero necesito mostrarte algo. Él me miró fijamente y los cabellos de mi nuca se erizaron.

—Dime, ahora que pasa.

—Pero… Primero cálmate sí. No quiero salir volando de la casa. Él se relajó y tomó asiento.

—Toma, esta carta estaba atada en la alabarda; está dirigida a ti.

—¿Carta, y hasta ahora me la das, ya la viste?

—Hasta ahora encontré el momento, no. Está dirigida a ti; no la quise leer solo.

Abrió la carta, y la comenzó a leer; luego se frotó el rostro con las manos.

—¿Y bien, que dice?

—Que ya saben todo sobre el embarazo de Erika, y muy pronto vendrán por ella y los niños, también por las gemelas.

—¿Pero cómo lo supieron?

—seguramente le leyeron la mente a Alice mientras todavía estaba… Tenemos que salir de aquí, Samuel. Nos iremos a la mansión.

—¿Qué, estás loco, no pienso sacar a Erika de este lugar? Aquí ella.

—Aquí ella morirá. Entiéndelo, ya no estamos seguros; además, la gente de este pueblo corre peligro. Por lo menos en la mansión hay mucha ventaja: hay túneles y no es fácil acceder al sub sótano; ahí estarán bien ocultas. La mansión es mi casa, la conozco tan bien, más que nadie, y sabré cómo moverme. Esperaremos a Margaret y si es buen momento para partir nos iremos.

—Está bien, confiaré en ti, Anthony, pero si algo le pasa a ella mientras nos trasladamos a la mansión, te juro que nada va a evitar que me cobre con tu vida.

Salí sin decir más nada, queriendo que todo esto fuera una pesadilla, y ya no faltará mucho para despertar.

Me encontraba abrumado por todo, la salud de Erika, lo que le esperaba con sus niños, la muerte de Alice, el descontrol de Anthony y el temor de que se lleven a mi mujer. Era mucho para procesar. Nadie salió de la casa hasta que Margaret regresara; no queríamos otro incidente más.

—Bien. Esto es lo que tengo. Mis espías me dijeron que Gregori y Filipo están en casa de Gregori; tienen a más de quinientos hombres a su alrededor, pero lo bueno es que son personas normales, son solo guardaespaldas comunes que contrataron. Más si están resguardados con magia para que no pase cualquiera, mi padre me dijo que él estuvo investigando y varios miembros de la familia de otras ramas se han reusado a ayudarlos y prefieren no tener enemistad contigo. Anthony: Es posible que más de unos cuantos se hayan unido a los tíos, pero porque ellos les prometieron poder o algo así, los demás familiares tienen miedo y no participarán en nuestra contra.

—Eso ya es algo, podremos con las personas normales, y ese puñado que se unió a ellos no será gran problema para mí; con lo furioso que estoy, desataré todo el poder que tengo sin contenerme. ¿Alguna novedad cuando te fuiste o cuando regresaste?

—No. Rastreé todo el lugar y los alrededores, y no hay nadie vigilando, así que nos podemos ir hoy sin ningún problema. Hay un lugar cerca de aquí amplio para que despegue la avioneta que pediste. Me traje a Agustín y Veo para que nos cubran con más campo de fuerza, pero solo eso logré; después de aterrizar se marcharán.

—No importa, eso será suficiente. Ahora viene lo más difícil, cómo le decimos a Erika que nos tenemos que ir.

—Déjamelo a mí, yo se lo explicaré.

—Bien, Samuel, mientras tanto iremos preparando el coche con las cosas.

—Amor, ve a la habitación, por favor; quiero decirte algo.

—¿Qué pasa? Samuel ¿Han estado todos muy misteriosos?

—Verás, amor, no quiero que te preocupes, pero tenemos que regresar a la mansión de tu abuelo hoy mismo.

—¿Por qué, él está bien?

—Sí. Él está perfectamente, pero Anthony dice que como Gregori y Filipo escaparon, tiene miedo de que vengan por las niñas. Más aún con lo que pasó con Alice, hay es más seguro y tu abuelo logró asegurar bien el lugar…

—¿Y tú estás de acuerdo?

—No me parece mala la idea; aunque sabes que ese lugar no me trae buenos recuerdos, haré lo mejor para que estés tranquila, además, ya van a nacer los bebés y tu abuelo se va a poner muy contento de que nazcan estando él. También este pueblo ya ha sufrido mucho y no quiero otro desastre.

—Tienes razón, iremos a la mansión y cuando atrapen a esos dos ya nada nos va a impedir vivir aquí tranquilos todos.

—Así será, cariño, ahora empaca lo necesario y yo lo llevaré al coche.

Eso fue fácil: subimos todo al coche y nos dirigimos a la avioneta; todo el camino me pareció una eternidad; estaba tan nervioso que casi vomité de la angustia; la cara de Anthony era la muerte viva.

En cuanto aterrizamos en el límite de la propiedad de Lord Grays, los primos de Margaret se aseguraron que estuviéramos a salvo y se marcharon. De verdad, era tanto el temor que sentían a Anthony; no los culpaba; hasta a mí me daba miedo hablarle. Cuando Erika hablaba con él, su cara cambiaba automáticamente y su mirada dulce, pero cuando se apartaba la muerte lo cubría de nuevo. Honestamente, no lo quisiera como enemigo real.

Lord Grays estaba tan feliz platicándole a Erika todo lo que tenía para sus hijos, aunque él también temía lo que pasara con uno de ellos. Actuó como si nada. Samanta estaba como hipnotizada, no se movía, no tenía expresión; tal parecía que había entrado en una depresión tras la muerte de Leonard y Poul solo sonreía con su cara de siempre.

Nos acomodamos en las habitaciones, y las gemelas ni volteaban a ver a Anthony, solo a Erika; todavía seguían resentidas por la pérdida de Alice; no se les acercaron a su madre y a Poul, mucho menos; solo le dieron un abrazo a Grays y se marcharon con Margaret.

—Estoy muy preocupada por las gemelas, todavía no le hablan a Anthony y él no se lo merece.

—Lo sé, Erika, pero cada quien vive su duelo como puede, no podemos hacer nada en ese caso; es mejor dejar que ellas se den cuenta por sí solas y no presionarlas; creo que Anthony piensa lo mismo.

—Sabes, me alegra lo bien que te llevas con él, tal parece que el estar juntos los ha hecho amigos de verdad.

—Ahí la llevamos, amor, es difícil abecés, pero creo que he logrado comprenderlo ahora y se ha ganado mi respeto. Ahora tú solo concéntrate en descansar y no salgas sola por los alrededores; ya sabes que no le creo el teatrito a Samanta de su locura y menos a Poul; no lo quiero ver cerca de ti.

—Lo que tú digas, sabes; me he sentido más ligera estos días, ya no me pesa tanto la panza como al principio y los malestares se han ido desapareciendo.

—Qué bueno, amor. Dije tratando de ocultar mi semblante. Iré a hablar con tu abuelo. Descansa un rato, sí.

Escuchar decir eso de Erika me impactó demasiado. Es tan triste saber lo ilusionada que está. Entré al despacho de Grays y Anthony estaba ahí, al igual que Margaret.

—¿Cómo está, Erika?

—Bien, un poco cansada por el viaje, pero descansará ahora; me preocupa lo que me dijo, que se sentía muy ligera y los malestares ya no estaban.

—Es probable que uno de los niños Nasca de bajo peso… Decía Anthony con la mano en el rostro y la tez pálida. Tengo terror de saberlo, así que solo esperaremos el nacimiento.

—Entiendo, hijo, lamento por lo que pasas, pero sabes que esa gestación era complicada.

—Lo sé, abuelo, por eso ya me había preparado para el peor de los escenarios desde que supe.

—¿Esperen, quieren decir que es posible que ese niño nazca muerto?

—es probable muchacho, si en vez de fortalecerse se debilita puede ser que no sobreviva.

Yo no podía con el rostro de Anthony, no tenía descripción y lo supe: era el mismo rostro que vería en Erika en un par de meses.

—¿De verdad no se puede hacer nada? Tú, Anthony, no puedes pasarle poder al niño, así como lo ases para regresarlos; no te puedes rendir; tiene que haber alguna manera.

Los tres me miraron sorprendidos al mismo tiempo.

—No. Me temo que no, niño, eso es imposible y aunque Anthony pudiera hacer eso, el otro varón lo absorberá.

—Mi hija tiene razón. Samuel, agradezco tu preocupación, pero solo tenemos que ser fuertes por Erika. Sí, le dolerá por un tiempo, pero tendrá a su hijo por quien seguir adelante.

Anthony me sonrió con aprecio. —Gracias, Samuel, en serio no dejas de sorprenderme.

Capítulo 46

Anthony

Todo el camino a casa me pasé pensando en las mil y una maneras de despellejar vivo a los malditos que le hicieron eso a Alice. Mis hermanas no querían verme ni hablarme y tenían razón. No pude proteger a su hermana mayor como las iba a proteger a ellas. Esta vez no podía dejar a ninguno con vida; esta vez tenía que armar bien mi estrategia. En la reunión con mi abuelo yo estaba al límite de mi paciencia; un dolor de cabeza tan fuerte me hacía querer dormir por horas, pero no había tiempo para eso. Cuando Samuel dijo esas palabras me asombré mucho, no se rendía; yo era el padre de las criaturas y él no se rendía. De verdad no dejaba de sorprenderme.

Si hubiera una pequeña esperanza para salvar a los dos, lo haría, pero eso era imposible; además, a estas alturas ya el niño seguramente no estaba y no quería averiguarlo. No podría ocultar mi dolor frente a Erika.

—Hijo, uno de los que se encontraba cerca de la mansión de Gregori, escuchó que Harry y Vanessa Slohard se unieron a él, y que además los enviaron al pueblo de Samuel el día que murió Alice.

—¿Dices que Vanessa y Harry mataron a Alice? Esos desgraciados son los culpables entonces. La habitación comenzó a temblar y sentí como ese poder salía de mí. Mi abuelo me cubrió con un escudo bien fuerte y exploté de ira.

—¡Demonios! Este muchacho ya no se controla como antes.

—No se preocupen; mi escudo es muy fuerte contra él, por eso Poul pensó que él me había matado con su niebla, pero yo me estaba protegiendo. Bien, ya dejaste de hacer berrinche. Me dijo mi abuelo y yo me tranquilicé.

—Sí. Perdón, tenía que sacarlo, además sabía que tú los ibas a proteger. Bien, ahora que sé quiénes fueron será todo un placer…

—Sí. Disculpen, no quiero interrumpir, pero ¿quiénes son esos dos?

—Samuel, sí, claro, ellos son nuestros primos de Europa, de hecho solo Vanessa estuvo en el ritual; es una loca obsesionada con que me casara con ella, pero nunca le hice caso y su hermano Harry siempre me tuvo celos porque le gustaba Vanessa, pero creo que al fin son el uno para el otro.

—Eso es asqueroso, ¿son hermanos en serio?

—Vanessa puede leer la mente a distancias muy grandes, claro, si la víctima está débil, también es muy buena peleando cuerpo a cuerpo, pero a Harry le fascinan las espadas y es un prodigio en esgrima.

—eso lo explica todo, pero no son habilidades que nos pongan en desventaja.

—Claro que no, pero si las armas que usan están contaminadas con magia nos podrán lastimar, eso me recuerda.

—¿Poul quieres venir al despacho?

—Dime, hermanito, para qué soy bueno.

—¿Desde… desde hace cuánto que estás aquí?

—Desde que entraron todos, es lo bueno de ya no contar con magia: me puedo ocultar a la perfección de ustedes.

—¿Escuchaste todo?

—Claro que sí, Samuelito, lamento lo de mi prima, es una pena, sabes, lo bueno es que ella no sabe nada porque si no.

Samuel se levantó sin que yo lo notara y tomó a Poul del cuello.

—Si tan solo se te ocurre mencionar algo de eso delante de Erika, te voy a convertir en cenizas. Me escuchaste.

—Ja, ja, ja. Promesas, promesas, he sido amenazado de muerte por todos aquí y nadie ha hecho nada. Pero suéltame, no te preocupes, no le diré nada a tu querida Erika; no me quiero perder la expresión de su cara cuando ella misma se dé cuenta; eso sí, valdrá la pena.

—Serás un idiota. Poul. Samuel, suéltalo, por favor; créeme que yo tengo las mismas ganas que tú de… pero lo necesitamos. Si vuelves a hacer algún comentario de eso, hermanito, voy a tomar a mi madre y la voy a refundir en un manicomio tan lejos de aquí que nunca la vas a volver a ver.

—¿Qué, calmémonos, para llegar a tanto, mejor dime que necesitas de mí?

—Hiciste lo que te pedí, verdad, entonces quiero que bajes a donde tú ya sabes y busques algunas armas y prepares unas balas especiales para que podamos usar contra nuestros queridos primitos.

—¿De… de verdad puedo bajar, y puedo usar las que quiera?

—Así es, las que tú quieras, eso sí, que nos puede servir en batallas; no vayas a salir con un cañón pesado.

—Hay, le quitas la diversión a todo, pero está bien, ¿y qué me darás a cambio?

—Déjame pensar… Lo que me pidas, pero que esté dentro de mis posibilidades.

—Está bien, es un trato, ahora libera el sello para entrar a ese hermoso lugar.

—Listo, ya puedes, suerte.

Poul salió a toda prisa del despacho dando brinquitos.

—Ese niño de verdad está demente, decía Margaret, retirándose.

—Así es, lástima que todavía nos sirva aquí, si no ya lo hubiera mandado muy lejos con su madre. Dijo mi abuelo también marchándose.

Yo observé a Samuel pensativo en su silla.

—¿No tienes ni idea, verdad? Le dije sonriendo. Él negó con la cabeza.

—Hace muchos años, varios familiares querían matar al abuelo para convertirse en el patriarca de las familias, así que siempre que peleábamos dejaban armas muy buenas y especiales. Yo las iba coleccionando al principio solo por diversión como un trofeo por mis hazañas, y después sin darme cuenta ya tenía una armería completa en un sótano bajo mi casa. Poul entró una vez cuando tenía ocho años y se obsesionó con las armas y demás. Esa fue la única vez que lo dejé ver. Luego mi abuelo le colocó un sello para que nadie pudiera pasar y me dio la llave solamente a mí.

—Ahora, entiendo, le diste el boleto dorado.

—Es una buena forma de verlo; si logra impregnar esas armas con su veneno, nos serán de gran ayuda en caso de que se nos agote la magia. Ahora no te preocupes; Erika estará a salvo y nadie le dirá nada.

—Eso espero por el bien de todos.

Lo decía en serio y aunque estaba muy seguro, lo mejor sería mantener vigilada a mi madre y a Poul.

Erika

Ya estaba a un mes de dar a luz y me encontraba muy feliz, aunque triste al mismo tiempo al ver a Anthony con el rostro lleno de melancolía; de verdad, la muerte de su hermana lo afectó a tal grado que no me quería imaginar si algo les pasara a las gemelas. Sabía que pasaba algo más porque Samuel también actuaba raro y eso sí me extrañaba de él. Todo el tiempo estaba con Margaret Anthony y el abuelo encerrado en el despacho; sabía que venían por las gemelas, pero era muy raro que no me incluyeran en las conversaciones. Hasta Poul se mantenía ocupado. Salía a la casita de Anthony y venía con bolsas y se encerraba en su cuarto con una sonrisa de oreja a oreja.
Me encontraba con las niñas en el vivero, mirando las rosas, cuando una de las empleadas entró con Samanta en una silla de ruedas. Se miraba desaliñada, sin expresión.
—Disculpe, señora Erika; no sabía que estaba en este lugar.
—No, está bien, puede dejarla un momento aquí.
—Pero el señor Anthony me pidió que no la dejara sola con usted.
—No creo que haga nada; así que déjela, así mira a sus hijas jugar por un momento.
—Como usted ordene.
Tomó asiento al lado de ella mientras bordaba; ella volteó a ver a las niñas que corrían tras las mariposas y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro; la verdad era que le tenía pena y lástima al verla en ese estado.
—Sabes, Samanta, tus hijas son increíbles y muy inteligentes; creo que serán unas grandes mujeres cuando crezcan. Le dije observándolas. Ella, sin levantar la mirada, asintió con la cabeza.
—Y serán unas tías muy cariñosas, además sus sobrinos también son gemelos, así que tendrán uno para cada una. Le dije acariciándome la gran panza que tenía. Ella puso sus ojos sobre mi abdomen y también inclinó la cabeza sonriendo un poco.
—Bueno, continúe alegre por estar hablando tranquilamente con ella. Luego comenzó a reír sin parar más y más hasta que esa risa se convirtió en una macabra carcajada.
—Bueno, y a ti que te pasa, le dije poniéndome de pie. De verdad te volviste loca.
—¿No te lo han dicho verdad? Me dijo con una vos ronca.
—¿Decirme que es lo que no me han dicho, Samanta?
—que vendrán por ti, ellos quieren a tus hijos y pronto vendrán por ellos.

La, deje sola con su locura y me dirigí a zancadas a la casa, comencé a buscar a Samuel y a Anthony por todas partes.

—Samuel te espero junto con Anthony en el despacho ahora mismo.

Al cabo de un rato llegaron jadeando los dos sin aire tropezando entre sí.

—¿Qué sucede Erika… dinos, te encuentras bien?

—no. No me encuentro bien, pasa que me acabo de enterar que Gregori y el tal Filipo no solo vienen por las niñas sino también por mis hijos y quiero saber cuándo pensaban decirme par de imbéciles. Me encontraba tan furiosa que volaban las hojas de papel del escritorio de mi abuelo.

—calma cariño, no… no es lo que piensas, si es verdad pero tenemos todo controlado ellos no se te acercarán, verdad Anthony tu dile.

—si… así es Erika, ya sabemos que aremos y no se les acercarán tu tranquila.

—no me voy a quedar tranquila hasta que me cuenten todo, sé que me están ocultando cosas desde hace mucho tiempo y no les voy a… esperen que más me están ocultando quiero que me digan todo o si no.

Los dos temblaban frente a mí, estaban nerviosos y comenzaron a contarme todo y lo que pasaba con mis hijos también.

Muy bien, ya los escuché y ahora escúchenme a mí, no me vuelvan a ocultar nada desde ahora los tendré vigilados y por mis hijos si me había sentido más enferma antes pero ya estoy mejor. Los miré con los ojos entre serrados. ¿Seguro que no me ocultan nada más?

—no amor es todo te lo juramos.

Bien, ahora sigan con lo suyo y se los advierto si me siguen ocultando cosas me verán forzada a investigar por mi cuenta.

Capítulo 47

Samuel

Anthony y yo nos encontrábamos revisando los túneles para sellar algunas salidas en caso de que tengamos que ocultar a Erika y las niñas en ese lugar, cuando un mensaje de Erika me alteró.

—Samuel te espero junto con Anthony en el despacho ahora mismo.

—Anthony, Erika nos pide urgentemente que vayamos al despacho.

Corrimos como locos ya que estábamos a veinte minutos debajo de la mansión y cuando llegamos casi sin aliento, Erika se encontraba con las manos en la cintura y con una expresión que nos dio miedo, yo me estremecí cuando comenzó a regañarnos por no haberle contado todo acerca de los intentos de secuestro.

Anthony casi se coloca tras de mi al ver las cosas de la habitación en un remolino de vientos, y yo solo le explicaba a Erika casi tropezando con las palabras y Anthony también casi no podíamos hablar al verla tan furiosa con los dos.

Decidimos contarle todo, bueno casi todo omitimos la parte del estado de uno de los niños pero ella se intuía que algo más pasaba, respiramos aliviados cuando salimos del estudio casi temblando.

—la viste, que miedo, jamás aré enojar a una embarazada de nuevo.

—Si, ya tiene un carácter volátil pero se ha intensificado más estos meses, ¿quién le habrá contado?

—No lo sé; seguramente lo escuchó, pero tenemos que ser más cuidadosos, Samuel.

Mientras más lo pensaba, estaba más seguro de que era el momento para atacar y acabar con esto de una sola vez, pero Anthony quería esperar porque era la última oportunidad; yo no quería esperar a que los niños nacieran porque nos iba a necesitar con ella. Era mejor ahora. Esa discusión se prolongó por varias horas.

—Me temo, decía Margaret. Que Samuel tiene razón; ya estamos más que preparados y es necesario hacerlo antes de que Erika dé a luz.

—Yo pienso lo mismo, hijo, no quiero dejarla solo en caso de que… Tú ya sabes y además ya sabemos todo lo que necesitamos saber de las ubicaciones de los guardias.

—No quiero salir de la casa dejando a Erika sola. Entiendan: una vez que se haya recuperado del parto, podrá cuidar a los niños en caso de que ataquen la mansión mientras estamos peleando. Insistía Anthony.

—A lo mejor, pero recuerda que si el niño no… no creo que ella tenga cabeza para otra cosa, tiene que ser ahora. Además, hijo, la mitad de las mucamas son muy fuertes y tenemos a los guardias; ellos la protegerán y a las niñas, también Poul. Ya está preparado el salón donde se hizo el ritual y nadie puede pasarlo; pondré una protección y ellas esperarán ahí a salvo.

Anthony se pasaba las manos por la cabeza pensándolo, pero según como lo miraba esa era la mejor manera de hacer las cosas, ya que estábamos a un mes para que Erika diera a luz y ellos todavía no habían venido a buscarnos.

—Está bien, iremos mañana al atardecer, pero antes. Dijo poniéndose de pie. Y Poul apareció en el estudio.

—Dime, hermanito, que se te ofrece.

—¿Todo está listo ya?

—Todo listo, solo es que me digas que ya es hora y las pueden utilizar.

—Muy bien, mañana será el día, tú te quedarás aquí con nuestra madre, las niñas y Erika. Margaret te dirá cómo y dónde, pero antes.

Y a Poul le comenzaron a dar como convulsiones cuando Anthony lo rodeó con una especie de velo blanco transparente… En un rato su respiración se estabilizó y comenzó a sonreír.

—Qué dolor tan… Tan excitante, gracias por devolverme mi poder, hermanito, y parece que algo más.

—Es para que en caso de que alguien irrumpa mientras no estamos tú, protejas a las chicas, pero ten cuidado, Poul, Erika, todavía te puede patear el culo si intentas escapar.

—Claro, claro, no lo haré, no mientras mi madre esté… Bien, me prepararé con mis cosas para mañana.

—Crees que fue buena idea eso, Anthony; no confío mucho en tu hermano.

—Tranquilo, Samuel, él no hará nada que pueda poner en peligro a mi madre. Ve a hablar con Erika y le cuentas todo para que esté preparada. Yo iré con las gemelas y tú, Margaret, avísale al grupo de mucamas entrenadas cuál es su misión.

Acostados a la hora de dormir, le conté a Erika todo lo que se habló en la reunión; ella se notaba un poco nerviosa, pero al final comprendió y prometió mantenernos comunicados por cualquier cosa. En la mañana se preparó el sub sótano para que se resguardaran todos.

—¿Cómo te fue con Erika, pudo entender la situación?

—Sí, perfectamente, ella es muy fuerte. ¿Las gemelas entendieron también?

—No me dirigieron la palabra, pero escucharon todo lo que dije y asintieron al final.

—Lamento escucharlo, son niñas inteligentes, así que no te preocupes, le dije para darle ánimos dando una palmada en su hombro.

Ya estábamos listos para salir y nos despedíamos de Erika, y Anthony le daba las últimas instrucciones a Poul. Yo me dirigí hacia las gemelas y me puse de rodillas frente a ella.

—Miren, pequeñas pirañas, sabemos que ustedes y yo no nos llevamos muy bien, pero eso sí les puedo decir sin ningún remordimiento. Hoy vamos a una batalla a muerte, así que depende de ustedes seguir enojadas con su hermano mayor, aunque él se haya partido la vida cuidando de ustedes par de ingratas; si se distrae en la pelea solo porque está pensando que ustedes lo odian y lo matan, luego no anden llorando por los rincones. Me escucharon.

Ellas me miraron con la boca abierta y con sus ojos vidriosos; seguido dieron un berrido y corrieron a abrazar a Anthony, gritando que las perdonaran, que lo amaban y que no muriera. Yo sonreí satisfactoriamente, pero Erika me miró con ojos grandes y serios.

—¿No crees que fuiste muy duro?

—Tal vez un poco, pero necesitaban un buen empujón. ¿Estás enojada?

—Al contrario, ver la felicidad y el asombro de Anthony vale la pena.

—así es, no te preocupes yo pagare el psicólogo. Le sonreí a Erika con picardía; luego salimos Anthony, Margaret, Grays y yo a ese lugar sin saber lo que nos esperaría.

Anthony

Al dirigirnos a la mansión de Gregori, yo sabía que nos esperaban; estaba seguro de que sabían de nuestros movimientos, pero no me importaba, solo sabía que a Harry y Vanessa les iba a arrancar la piel suave y lentamente. Estaba muy feliz cuando mis hermanas me abrasaron y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no llorar en ese momento. Sabía que Samuel había tenido algo que ver, pero no le quise preguntar; se lo agradecería más adelante.

Llegamos a los límites de la propiedad y era cierto; había muchos hombres esparcidos en las entradas y parecía que se dispersaban hasta cuatro puestos de vigilancia, cuatro puestos que seguramente pasaríamos sin ningún problema y me imaginaba que al final antes de llegar con los viejos nos enfrentaríamos a mis primos.

—Bien, hijos míos, Es hora de atacar; Margaret nos abrirá paso desde ahora. Cuando esté despejado, Margaret y yo nos encargaremos de mis hermanos; ustedes dos se encargan del resto.

Caminamos en posición los cuatro y antes de que las alarmas del primer control alertaran, mi abuelo ya había roto el campo de fuerza y Margaret levantó las manos, haciendo que todos entraran en trance y obedecieran sus órdenes. Los acomodó en un solo lugar y yo los cubrí con mi niebla…

Así pasamos por los primeros tres puntos de control sin ningún problema. Sabía que ya habían avisado de nuestra presencia, ya que habían puesto magia alrededor. Cuando llegamos a la entrada de la mansión, mis primos estaban en el salón esperando sin nadie más que ellos dos, armados con espadas, típico de ellos.

—Samuel y Anthony, son todos suyos; me llevo a Margaret suerte. Dijo mi abuelo antes de que tomara a Margaret por la cintura y se escuchara un trueno que lo hizo avanzar escaleras abajo sin que lo notáramos.

—Viste, hermano, ese poder del tío Grays me hizo erizar los cabellos. Le dijo Vanessa a Harry.

—Así es, hermana. Ahora, que se encarguen los tíos de ellos, a nosotros nos dejaron un par de juguetes para divertirnos.

—Así es, precioso Anthony, Me tienes muy disgustada; si te hubieras casado conmigo, estuviéramos felices juntos.

Los observé con repugnancia a ambos. —Si tuvieras un perro y el perro tuviera garrapatas, preferiría ser devorado por ellas antes de casarme con una inmundicia como tú. Le dije sonriendo.

—Eres un… ¿Cómo te atreves a tratar así a mi querida hermana, maldito?

—Calma, Harry, te dejé las sobras para que las disfrutes; deberías de estar agradecido conmigo.

—Por favor, Anthony, no los provoques más, se ven muy furiosos; mejor terminemos con esto para regresar a casa.

—No te preocupes… ¿Samuel verdad? Mucho gusto en conocerte, no te preocupes, Samuel, a mi primo le encanta hablar con su sucia boca. A propósito, Anthony, te encantó el regalito que te dejamos; era una linda niña; lástima que no gritó. Tenía una fuerza de voluntad enorme.

Cada palabra que decía hacía que mis oídos zumbaran. Casi no escuchaba a Samuel que me llamaba.

—Muy bien, porque no acabamos con esto y nos muestran lo que tienen. Decía Samuel, pero antes de que terminara de hablar me fui contra Harry. Él me esquivó el golpe, pero logré equilibrarme y le hice un corte bajo el brazo con una pequeña daga.

—Nada mal. Anthony, nada mal. Ahora es mi turno.

Estaba tan furioso y cada golpe que le propinaba solo la imagen de Alice se pasaba por mi mente y la ira me dominaba, cada golpe sin pensar, sin calcular.

—Anthony, estás perdiendo el control, tienes que calmarte, así solo te estás… Anthony, maldición, escúchame.

—Sal de mi mente, Samuel, solo me distraes. Este desgraciado mató a mi hermana y todavía se burla de eso. Lo voy a despellejar.

—Lo sé, pero recuerda autocontrol, así solo estás perdiendo. Ya te ha lastimado demasiado con esa espada; tienes que recordar el entrenamiento. No arriesgarás la vida de Erika o de tus hermanas por un impulso de cólera.

Sentí un golpe fuerte en la cabeza y caí de cara al piso. Es verdad, tengo que controlarme; este no soy yo, tengo que pensar bien. Me puse de pie y suspiré unas dos tres, veces para relajarme. Evalúe mis daños y tenía cortes en la espalda, los brazos y las piernas no eran profundos, pero dolían y no cicatrizaban. Miré hacia donde estaba Samuel tratando de esquivar a Vanessa, quien lo estaba acorralando con sus movimientos; ella era muy rápida y Samuel apenas la esquivaba. Los malditos eran fuertes; no podía usar mi niebla aquí; el espacio era muy reducido y podría lastimar a Samuel. Esa era la razón por la cual escogieron este lugar, malditos, y le había regresado el poder a Poul más un par que había robado en el ritual. Ya no contaba con mucho más que mi fuerza y la agilidad y estas armas.

—¿Qué pasa, Anthony, ya te cansaste de jugar conmigo?

—Caro que no, Harry, solo estaba pensando mejor mi estrategia. Le sonreí y saqué un arma pequeña del bolsillo. Le disparé varias veces, pero él los esquivó con la espada y las balas rebotaban contra el metal. Maldición, si era muy rápido, ¿cómo era posible si él no había estado en el ritual?

Capítulo 48

—¿Es todo lo que tienes, cachorrito?

—Claro que no. Dije jadeando, me sentía débil pero… ¿Me sorprende la agilidad que tienes, Harry, asumiendo que no te vi por ningún lado en el ritual?

—Ah, sí. Se me olvidó decirte que por supuesto que estuve ahí, pero no me viste porque yo era uno de los siete que sostenían el libro.

¿Qué, Harry había sido un… pero cómo era eso posible?

—Mira tú carita, te cuento. Yo hace meses que asesiné a mi padre y ocupé su lugar en el ritual, así que en resumidas cuentas ahora cuento con un gran poder.

—Eso no es posible, se necesita un gran poder antes para poder invocar el libro, un poder propio, por eso nadie que no fuera designado por uno de los siete lo puede…

—Oh. Sí. Te explico, decía él balanceando la espada y caminando a mi alrededor. Mira, le pedí a Gregori que convenza a mi padre que me asignara como su sucesor, así que lo engañamos para que me otorgara la sucesión después de él y él se creyó todo lo que le dijo Gregori, así que, cuando acabamos con lo que se necesita, tú sabes, le corté la garganta con esta hermosa espada impregnada de un cierto veneno que tú ya conoces y él no pudo sobrevivir a eso.

Su magia se traspasó a mí y luego tú ya sabes el resto para qué te cuento. Gregori se quería asegurar que si algo malo pasaba en este ritual tuviera su seguro y, mira, no estaba tan equivocado… Sabía que al momento en que dejaste libre a Samuel algo iba a pasar, y más aún si él tenía contacto con Margaret. Dijo señalando a Samuel al otro lado de la habitación que nos miraba asombrado junto a Vanessa que reía sin parar.

—Así es precioso, mi hermano tenía todo planeado y yo le ayudé a entrar a tu casa sin que se dieran cuenta.

—¿Espera, dijiste Veneno, el veneno que prepara Poul?

—Así es, amorcito, yo lo robé de su habitación cuando estaba ahí y antes que eso él me dio un poco cuando nos encontramos por casualidad, dijo ella entre compás, en el centro comercial hace unos meses. Es tan fácil engañarlo; solo le dije que quería torturarte un poco en tu boda y él me creyó.

—Muy bien comprendido todo, dijo Samuel a quien le salía vapor del cuerpo. Acabemos con esto de una sola vez. Sus pupilas se contrajeron por un momento y sin que me diera tiempo de apartarme explotó en una enorme ola de fuego que se arremolinaba alrededor de Vanessa… Yo salté sobre Harry que se dirigía a Samuel y lo sostuve con fuerza. Él hizo un campo de fuerza alrededor de él en el cual yo también quedé atrapado, afortunadamente porque la habitación se bañó de fuego, desapareciendo y dejando solo cenizas a su paso.

Harry me golpeó fuerte en el rostro, apartándome de él, y yo miré a Samuel que jadeaba en el suelo humeando y frente a él una estatua, no era una estatua, era Vanessa. Cuando Harry se acercó a ella y la tocó, se deshizo, cayendo en el suelo, solo ceniza. Él dio un grito ensordecedor y yo aparté a Samuel de su posición, ya que él se le abalanzaba con la espada. Mi abuelo salió como un rayo de la nada y lo sujetó por la espalda muy fuerte. Margaret lo tomó de la cabeza y él se relajó y sus pupilas se volvieron negras completamente.

—Hazlo, Samuel ahora, dijo ella. Y yo lo cubrí con la niebla, dejando solo huesos.

—¿Qué pasó? Les pregunté a ambos cuando me miraron asombrados y llenos de horror.

—No los encontramos por toda la mansión.

Mi sangre se congeló en ese momento; miré a Samuel que con dificultad se levantaba del suelo.

—Es Erika, me dijo mirándome a la cara con lágrimas en sus ojos y mi mundo se detuvo en ese momento.

Samuel

Cuando el señor Grays nos dio las instrucciones, estábamos preparados. Margaret se encargó de mantener a los guardias juntos para que Anthony acabara de una sola vez con cada grupo. Eran muchos, pero parece que para Anthony no era nada. Yo pensaba a qué horas se le acabaría la magia. Yo me encargué de los que seguían. Había aprendido a dominar mi poder de fuego al máximo y ya lo controlaba. Lo podía moldear, estirar, encoger y también mi fuerza y agilidad habían mejorado, no como para ganarle a Anthony todavía en esa rama, pero se le compara un poco.

Cuando al fin llegamos a la entrada de un pequeño salón, los primos de Anthony nos esperaban: Vanessa, muy bella, por supuesto, y Harry, el parecido con Damián era impresionante. El señor Grays y Margaret fueron a buscar a los ancianos y nos quedamos con esos dos. Samuel y ellos balbuceaban estupideces y no dejaban de hablar; yo lo miraba más enojado y eso no era bueno, pero cuando el tal Harry mencionó a Alice, Anthony perdió el control y fue tras él. Traté de detenerlo, pero Vanessa me acorraló al otro lado de la habitación y era muy rápida en verdad.

—Bien, precioso, tú pelearás conmigo, qué lástima que tenga que matarte, eres muy bello, sabes que convivir con estos hombres es muy frustrante, ver un rostro diferente a veces es tan…

—Vas a seguir ladrando o vas a pelear. Le dije abalanzándome sobre ella. Ella me sonrió pícaramente y me lanzó un golpe que esquivé por poco. Era muy, pero muy rápida; diría que incluso más que Anthony no le podía seguir el paso. Me estaba acorralando y ya me había hecho varios cortes con una daga pequeña. Anthony estaba peleando mal; se estaba dejando dominar por la cólera; nunca lo había visto así, perdiendo el control en una batalla. Traté de hablarle, de comunicarme con él; no sabía si funcionaría, nunca lo había intentado con alguien que no fuera Erika, pero lo logré. Harry le dio un golpe y él calló en el suelo.

—No te distraigas, guapo, es una falta de respeto que hables con otros mientras peleas con una dama. Me dijo ella golpeando con la rodilla mi estómago. ¡Maldición! Era verdad; ella podía leer las mentes. Tenía que mantener mi mente serrada, pero Erika.

De pronto Anthony y Harry hablaban de algo que hizo que se detuviera la pelea de los cuatro; yo lo escuchaba atónito al saber todo lo que salía de su boca. Anthony estaba congelado y se notaba que estaba muy lastimado. Los cortes tenían veneno de Poul; con razón nos costaba movernos más y más. Cuando Vanessa terminó de hablar, yo ya estaba dispuesto a terminar con esto; ya quería regresar con Erika.

—Muy bien comprendido todo, dije ya aburrido de las pláticas. Acabemos con esto de una sola vez. Y cuando me disponía a golpear con mi fuego a Vanessa, escuché la voz desesperada de Erika.

—Samuel, ayúdanos, estoy… Los bebés van a nacer ahora y Gregori y Filipo están por derrumbar el lugar. Poul no los puede detener más tiempo.

—En ese momento no me importó nada ni que Anthony estuviera aquí. Desaté mi poder, lo más fuerte que pude, sin ver a ningún lado; jadeaba en el suelo cuando Anthony me sujetó de la camisa y solo escuchaba las voces de Margaret y Grays que decían que no los habían encontrado. Con todas mis fuerzas me puse de pie y casi no podía hablar; sentía fuego en mi garganta.

—¡Erika! fue lo único que pude decir casi al borde del llanto.

—¿Qué pasó con mi nieta, muchacho? Habla; no te quedes callado.

—Erika está dando a luz en este momento y Gregori y Filipo están en la mansión; dice que Poul los está conteniendo, pero no podrá por mucho tiempo.

—Nos vamos, dijo Anthony, pero dio un paso y cayó arrodillado en el suelo al igual que yo.

—Están muy lastimados, esperen un poco, Margaret y yo nos adelantaremos; ustedes lleguen, por otro lado externo y traten de ayudarlos desde dentro. Dijo Grays, quien volvió a desaparecer en un trueno con Margaret.

—Maldición, maldición, maldición. Gritaba golpeando el suelo con mi puño.

—tranquilo Samuel. Mi abuelo llegará en un minuto, muy rápido; ellos los detendrán y nosotros entraremos por el túnel que utilizaron con Margaret.

—Pero tardaremos una hora; es muy…

Él sonrió, claro, que no sabía que robarle esta habilidad a ese viejo inútil tenía que valer la pena.

—De qué hablas, le dije frunciendo el ceño.

—Cállate y observa, me dijo, me consumirá más energía de lo que tengo, pero espero que a ti te quede la suficiente para seguir peleando, Sam.

—No empieces con tus dramas de superhéroe, Anthony. Él sonrió y me tomó de la cintura.

—No te muevas, me dijo mientras se pegaba a mí.

—Si me besas, te mato, le dije mirándole el rostro.

—Créeme, no eres mi tipo. Dijo él. Le sonreí y de la nada un humo negro nos envolvió, y todo se tornó negro y caímos en la entrada debajo de las escaleras del sub sótano.

—Anthony, eres un maldito bastardo —le dije golpeándole la cabeza. ¿Cómo tienes un don tan magnífico y no me lo habías dicho? Pero él no se movía, estaba inconsciente en el suelo; me aterré por un momento, pero su pecho… Respiraba todavía. Debía estar exhausto, así que lo arrastré hacia la puerta pequeña y la derribé. Se escucharon unos gritos dentro; eran las gemelas que sollozaban en una esquina.

Arrastre a Anthony dentro del piso de mármol y usé mi fuego para asegurar la puerta de metal de nuevo. Dentro se encontraban seis mucamas; tres estaban en la entrada, resguardándola con sus escudos. Poul también lo hacía. Se escuchaban ruidos de pelea afuera, Samanta estaba en una esquina murmurando palabras sin sentido y las niñas corrieron hacia donde había dejado a Anthony.

—No se preocupen, está dormido; peleó muy bien. Les dije sonriendo. Miré al fondo en un catre improvisado a las otras tres mujeres alrededor de Erika, que lloraba al verme. Yo me acerqué poco a poco y sabía con lo que me encontraría. El dolor en sus ojos al saber que solo es uno de sus hijos.

—¿Hola amor, cómo te encuentras? Le dije con una media sonrisa.

—Bien dijo ella, mirando al niño que cargaba en sus brazos con sumo cuidado. Era muy bello y se parecía a Erika; no tenía pecas y su cabello era también riso. — Saluda a mi hijo número uno, dijo ella. Yo fruncí el ceño, ¿número uno?

—Ahora sí, señora Erika. Dijo una mucama que estaba tras de mí. — Aquí está el niño número dos. Ella le dio el otro a Erika y cuando lo vi estaba sorprendido; era un bebé completamente formado, un poco más pequeño que su hermano pero perfectamente sano. Mis lágrimas cayeron sin control al ver la alegría de Erika y más cuando Anthony se acercó tras de mí y miré su cara iluminada al ver a sus dos hijos con vida.

—Gracias, muchas gracias, le dijo él a Erika y la besó en las mejillas y frente. Yo los dejé un momento a solas y fui con Poul que seguía sujetando su campo de fuerza sobre la puerta.

Capítulo 49

—¿Qué ha pasado, Poul?

—Bien, Samuelito, estuvieron a punto de entrar, pero mi abuelo y tía ingresaron a tiempo. Están afuera peleando ahora, pero por lo que pude ver les están dando una paliza.

—¿Puedes ver?

—Así es, Anthony, aparte de entregarme mi poder, me dio este escudo y puedo saber qué pasa afuera si lo proyecto.

—¿Puedes mostrarme? Le dije intrigado.

—Claro; solo toca mi hombro.

Lo hice y Margaret estaba muy lastimada, sangraba y el pasillo estaba rodeado de las armas que Poul había hecho; tuvieron que usarlas; eso significa que son muy fuertes. No podía ver a Grays por ningún lado, así que seguí la mirada de Margaret y Grays estaba en una esquina con el cuerpo de Filipo a su costado, partido casi por la mitad. El pecho de Grays todavía se movía, así que estaba vivo por ahora. Margaret estaba perdiendo contra Gregori, quien también se miraba agotado, pero no más que ella. Mire a Anthony junto a Erika, cada uno con sus hijos en brazos y a las gemelas prendadas de ellos.

—Me alegro por ti. Anthony, de verdad me alegro, y me alegro de que todo esto esté por terminar para que tu familia por fin pueda crecer en un mundo libre de estos horrores que tus ojos han visto desde que naciste; me alegro de que ahora tus hijos no sabrán nada de este mundo podrido y sin sentido.

—Gracias, amigo mío y yo estoy contento de haber conocido a un gran amigo como tú y saber que serás un buen padrastro para mis hijos y un gran padre en el futuro.

—Sabes, Sam. No está nada mal para uno de los gemelos. Quiero que le pongas ese nombre al segundo al más pequeño porque a pesar de sus posibilidades él pudo sobrevivir y ¿sabes que hoy es mi cumpleaños?

—¿De verdad? Entonces, así será, ese será mi regalo de cumpleaños para ti.

—Gracias, amigo, también tengo un regalo para ti, para ustedes. Dile a Erika que la amé con todo mi corazón y que jamás me olvidé.

—¿Qué… qué piensas hacer, Samuel? Espera mi abuelo lo…

—Tu abuelo está inconsciente ahí afuera junto al cuerpo de Filipo y Margaret va a morir si no salgo a ayudarla. Tú estás muy lastimado.

—Tú también, idiota presumido, no lo hagas. Los escudos aguantarán, espera que me recupere y…

—Adiós, Samuel, cuida a Erika y hazla muy feliz.

Le dije a Anthony mientras Poul quitaba el campo de fuerza para que yo pasara. Corrí y golpeé a Gregori, que ya le estaba dando el golpe final a Margaret. Él calló sobre los escombros y yo levanté a Margaret para colocarla al lado de su padre.

—Esto será entre tú y yo, Gregori, nada más.

—Serás un… Sabía que me ibas a estorbar, desgraciado. Damián debió de matarte cuando pudo.

—Sabía que eso no se le ocurrió solo a él. Tú estabas tras de ello.

—Por supuesto, ese muchacho idiota, bien ahora yo me encargaré de ti. Dijo golpeándome con una especie de campo de fuerza que me tumbó como si hubiera chocado con una pared. Frené antes de topar con la pared tras de mí y escupí sangre en mi pecho. Dolía, dolía respirar. Lo ataqué con una ola de fuego, pero solo rebotó frente a él como si un escudo lo protegiese. Tomé un arma del suelo, pero las balas rebotaban frente a él; eso era su escudo. ¿Pero cómo, Grays debió haberlo atravesado?

—Qué tienes, Samuelito, ¿te preguntas cómo sigo aún con vida, verdad? Te diré que yo conozco perfectamente el poder de mi hermano; por eso hice que Filipo peleara con él para agotarlo y no pudiera usar ese poder contra mi fantástico escudo.

—Eres un desgraciado, lo sacrificaste.

—No fue la gran cosa, aunque si era muy útil, no creas que no lo voy a extrañar.

Me fui contra él con una daga, pero el usó esa magia una y otra y otra vez contra mí, me estaba aplastando sentía como si tuviera una casa sobre mí, me estaba aplastando los huesos él se reía sin parar y solo pensé que no lo podía dejar vivo, si iba a morir me lo llevaría conmigo no lo podía dejar vivo, no. Por Erika Anthony y los niños, no sé dé donde saque mis fuerzas y explote, cubriéndolo de fuego totalmente él seguía sonriendo desde dentro del fuego.

—No puedes hacer nada contra mi escudo, Samuelito, lo que vas a causar es que te agotes más y más poniéndome las cosas fáciles.

Era verdad, pero tenía que intentarlo. Esto último no lo iba a dejar avanzar. Sentía que mis fuerzas se acababan una vez más; no iba a salir de esto; no lo haría. — Pero yo sí. Contestó una vos tras de mí. Era Anthony que estaba junto a su abuelo, ambos sonriendo y a Gregori no le quedó tiempo de reaccionar cuando Anthony se introdujo en el fuego y en ese momento yo lo apagué, quedando una niebla negra en su lugar…

Caí al suelo casi sin fuerzas mientras escuchaba apagarse los gritos de Gregori. Desperté en una cama con barias vendas en mi cuerpo; ya no me ardían las heridas, pero sí estaba muy agotado.

—¡Eres un idiota! ¡Samuel Vladímir Correa! Gritaba Erika a mi lado con la cara llena de lágrimas. Si no te mataron ellos, yo te mataré, dijo con la voz casi cortada y su cara calló en mi pecho.

—¿No entiendo qué sucedió? Dije casi sin poder hablar.

—que eres un completo idiota. Dijo Anthony a mi lado. Poul tenía el antídoto del veneno, pero tú quisiste hacer el héroe y no me dejaste decírtelo. Dijo él poniéndose de pie y haciendo una mueca de dolor. Tenía el brazo derecho quemado del hombro a la mitad del pecho.

—Ah, esto. No le pongas cuidado. Cicatrizará; en un par de meses, tu poder es increíble. Sabes que el campo de fuerza de Gregori ya se estaba derritiendo antes de que yo te interrumpiera; tú solo lo hubieras vencido. Dijo sonriendo.

—Pero tenías que meterte en mis asuntos, idiota.

Erika me pegó en la cabeza. —Si él no se hubiera metido, tú estarías muerto tonto. Sonreí.

—Lo sé, amor, lo sé.

—¿Por qué no me dijiste que hoy era tu cumpleaños? Te hubiera dado un regalo.

—Ya me lo disté. Dije dándole un beso. A dos sobrinos y compartimos cumpleaños. ¿Qué más puedo pedir, además tú estarás a salvo y las niñas, y al fin esto se termina, verdad?

—Así es, Samuelito, esto al fin se termina.

—Si vuelvo a escuchar, Samuelito, una vez más, te voy a arrancar la garganta, Anthony. ¿Y Margaret y Grays, cómo están?

—Bien, necesitan descansar, pero están bien; al igual que los niños son tan bellos, si los vieras, Sam. Es tan lindo, y se parece demasiado a mí.

—Dios ampara a esa criatura, dije sonriéndole a Erika. Anthony se enojó, pero luego reímos todos y el pecho me dolía, pero valía la pena.

—Verás que nuestros hijos nos traerán esa felicidad también, Erika.

—Así será, amor mío, así será ¿y ahora que haremos, Samuel?

—Volvamos a casa, Erika, a nuestro lago, a nuestro lugar secreto.

—Eres la razón de mi existencia, Samuel.

—Y tú la mía Erika.

Talvez para variar, esta experiencia si valga la pena escribirla.

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