En una biblioteca olvidada, Efraín halló un manuscrito que hablaba de dos reinos: Luxaria, de luz eterna, y Umbra, de sombras susurrantes. Ambos mundos convergían en un espejo que revelaba no la apariencia, sino el alma. Al mirarse, Efraín vio primero a Lux, guardián de la luz, y luego a Nox, custodio de las sombras. Comprendió que debía aceptar ambas partes de sí mismo para obtener sabiduría. Al regresar, escribió: «La luz y las sombras no son opuestos, sino reflejos de nuestro ser». Así, dejó el conocimiento para futuros buscadores de verdad.
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