Vomitó como si hubiera sido contratado para ello, después saltó sobre el cuello de aquel gordo animal y le clavó el puñal con tanta fuerza que la sangre saltó exabruptamente, se derramó por el piso y aún viendo al animal muerto, loco por la adrenalina prosiguió con esa cruenta carnicería. Yo en mi absoluta imparcialidad del acto de la maldad, me senté a las orillas para observar, porque este es el comportamiento más honesto de aquel que juega a ser Dios. Esta es la naturaleza de cualquier ser que totalmente convencido de que toda obra se vuelve en contra de su creador, cede a la convicción de que no hace falta la corrección, puesto que no hay ninguna posible corrección. 

Una vez derramado el líquido, de escarlata pasa a borgoña y de borgoña a un vino añejo como el de las uvas que olvidadas por la mano del agricultor se secan al sol entre putrefacción y la momificación. Así se olvida el acto de violencia, así lo vivo pasa a los umbrales no de la muerte porque eso es mucho para la carne, si no más bien de la transformación y una vez transformado, irremediablemente se vuelve a las fauces de la vida. El circo vuelve a iniciar la función y aquel salvaje vuelve a ser parte de otro tipo de expresión del salvajismo, pero siempre lo mismo.

Vomitó como aquel que azotado por una cruenta enfermedad debe liberarse del veneno para poder respirar una vez más. Vomitó y una vez más salto hacia el cuello del animal, listo para asestarle el puñal en la yugular y una vez más logro su cometido y la sangre se derramó corriendo por el mismo camino y el observador se sentó sin ánimo de acción hasta bostezó cansado de ser Dios. Así el ciclo prosiguió hasta ganar la inasistencia de publico y mucho peor del mismo Dios. 

Asi es esto mi buen Darier, somos la olvidada creación de algún ser superior que se aburrió de observar su fallida creación, de aquel que no buscó reparar el error, porque es más fácil dejar abandonada la creación a mitad de la posible perfección para iniciar otra que cumpla con lo que quiere aquel ser creador. 

Entonces Darier saltó con salvajismo sobre el cuello del cuenta cuentos y lo apuñaló, así una vez más la sangre corrió y la metáfora se hizo leyenda y la leyenda religión y la religión se hizo educación. Educación para salvajes amaestrados para ir en búsqueda de Dios.

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