Sucedió en mi coche

SUCEDIÓ EN MI COCHE

– «…Bien, como tengo que recoger a dos pasajeros más – un chico francés, que llega en tren desde Burdeos, y una chica italiana – pasaré primero a por tí. Así llegaremos a la hora convenida, las diez de la noche. Procura ser muy puntual…».

– «…Desde luego, a menos cuarto estaré en el portal..».

No a menos cuarto, sino a las diez menos veinte, me presento en el lugar convenido.

Apago el motor y dirijo mi mirada hacia la puerta.

Transcurren cinco minutos….luego siete…diez…ya son menos diez, y la chica no aparece.

Siguen pasando los minutos y….nada. Ni rastro de ella.

Escribo, entonces, un whatsaap: 

– «…Hola, estoy abajo. ¿Recuerdas, que debíamos salir puntuales?..».

-«…Sí, sí…tiene usted toda la razón. Lo siento mucho. Es cuestión…de solo dos minutos más…».

Casi sin terminar de leer, se abre la puerta….y aparece una chica bellísima, escultural, una especie de ninfa, por sus facciones, una diosa griega.

La belleza es algo que no se puede ocultar, ni disimular.

Salgo, solícito y atento, del vehículo. Nos saludamos.

– «…Buenas noches. ¡Vamos con mucho retraso!, tenemos que darnos prisa, nos esperan en la Estación…», digo mientras acomodo el roller de la viajera al maletero.

Y entonces, ella, clavándome la mirada con sus  penetrantes ojos azul turquesa…responde:

– «..No, todavía no. Quiero explicarle, el motivo del retraso. Soy una persona muy puntual y habíamos quedado a una hora, que no he cumplido…».

– «…Ya me lo contarás durante el viaje. Tenemos toda la noche de conducción, hasta Valencia…».

– «…No, insisto. Se lo voy a contar: el motivo del retraso es porque….soy escort, señorita de compañía, estaba con un cliente, y no he podido acabar antes. Esa es la razón…».

Mi sorpresa fue…mayúscula. Por su sinceridad.

– «…Bien, pues ahora que lo has dicho…debemos irnos…».

Invité a los tres a un café, antes de partir.

La chica se bajó en Quart de Poblet. Tenía 23 años. 

Cuando los otros pasajeros se durmieron, me contó que  iba a ejercer la profesión más vieja del mundo «hasta los 27 años». 

Con el pecunio obtenido vendiendo su cuerpo quería establecer «un negocio de Esteticien».

– «…Las máquinas de «cavitación» son carísimas….», relató.

Llegamos a su destino a las seis de la madrugada.

Me despedí, de ella, así: 

«…Espero que cumplas tu sueño…».

Han pasado, ya, diez años.

Hoy tendrá, 33. 

Y quizás, haya podido cumplirlo.

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