Nadie puede imaginárselo, nadie lleva mis zapatos; solo yo, se lo duro que es mi caminar, las piedras que me encuentro en el camino, los desafíos que tengo que superar.

Y cuando nadie me ve, se me vuelve a olvidar lo que soy, y me salen la rabia y las ganas de llorar, porque no me gusta que me vean sufrir, no me gusta mostrarme débil, porque no me gusta que nadie sufra por mi culpa, no quiero que nadie se preocupe por mi.

Y cuando me quedo sola, el maldito silencio me araña por dentro y me lo hace pasar mal; me hieren los sentimientos de culpa que voy cargando.

¡Y es tan difícil sentir lo que siento!

¡Es tan complicado expresarlo con palabras!

Porque me duelen todos a mi alrededor y siento que tengo que protegerlos del mundo, y de mi ; y no me doy cuenta, de como mi peor enemigo me va golpeando, dañándome y anulándome por completo.

¡Yo soy mi peor enemigo!

Yo soy la que se olvida de soñar, la que se olvida de despertar, la que se olvida como respirar; yo soy la que se olvida de vivir; y en esos momentos, el cielo pierde otro ángel, un ángel nuevo cae del paraiso; un nuevo ángel herido, que  necesita de alguien que bese sus alas, que necesita de alguien que  acaricie sus heridas; y ahí estoy yo, sentada en el suelo, esperando esa mano de apoyo en la espalda; sigo esperando que alguien me comprenda, me empatice, que llegue un salvador que me diga:

«Yo se lo que es caminar con tus zapatos»

Para los que se atreven a «caminar» cada día, a pesar de todo.

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