Todo comenzó siendo una historia perfecta.

Él no siempre fue el primero, ni mi primera sonrisa, ni mi primera mirada, ni mi primer contacto y ni el primer golpe, y lo que es más importante, es que eso fue lo que nos unió. 

Jamás me había perdido en la mirada de alguien, jamás me había sentido viva de esta forma, lo nuestro no era algo ordinario, junto a él me descubrí a mí misma y aprendí donde está el corazón. 

En esa primera cita, nos besamos, un beso que me deslumbró y me puso a sus pies e hizo que mi corazón latiera como nunca, estaba ciega de amor, pero jamás vi venir el segundo golpe.

No me importó que huyera de su pasado, eso no significaba que no le interesaba, yo lo quería y él a mí, sino lo hiciera, entonces por qué me pediría que fuera con él a otra ciudad, pasar unos días en otra ciudad, ni siquiera lo hubiera podido imaginar.

No me importaba nada ni nadie, era como si tuviéramos el mundo entero para nosotros solos, éramos libres y felices. Nadie me llamaba para decirme que ya era tarde y tampoco temía a que alguien me viera mientras caminaba con él.

Mi amor me puso completamente a sus pies, era muy feliz y en verdad sentía mariposas en el estómago. Era como si estuviéramos en las nubes y entonces toqué fondo, más rápido de lo que llegué a las nubes, estaba llorando otra vez.

Esperé que regresara, esperé y esperé, pero jamás volvió. Ese fue el último y el más fuerte golpe que recibí de mi segundo amor.

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