Raúl y Magda han quedado para dar un paseo por el parque esta tarde a las 6. Raúl está sentado en su sofá y piensa que preferiría quedarse en casa acariciando a su perro Simón. Es un galgo viejo y castrado al que sí le apetece dar un buen paseo por el parque.
Magda no se decide con la parte de arriba. Los pantalones son más fáciles, siempre le quedan bien. Sin embargo, las blusas y camisetas le quedan grandes o pequeñas, piensa que le falta pecho o le sobra espalda, algo no encaja. Al final se decide por un vestido aunque teme ir demasiado provocativa.
Raúl cambia de canal nervioso, se queda viendo Bob Esponja, aunque al final no lo soporta y apaga la tele. Mira el techo un rato y se da otra ducha, por si acaso. Abre la aplicación de citas y repasa las fotos de Magda. No es ni guapa ni fea, memoriza su cara para poder reconocerla.
Magda se seca el pelo con el secador y prueba con una coleta, luego con un moño, al final se deja el pelo suelto y solo se permite como adorno una pinza blanca con forma de gato. Cree recordar que a Raúl tiene un gato aunque quizá lo que tiene sea un perro. La verdad es que no recuerda muy bien lo que le llamó la atención del perfil de Raúl en su momento.
Raúl se mira en el espejo del ascensor mientras relee otra vez el cartel arrugado que ha colgado el presidente de la escalera con la lista de morosos. Él no está en la lista, lo cual le hace sentir particularmente bien. Sonríe al espejo y le gusta lo que ve. Conserva bastante pelo por la edad que tiene, podría ser peor, piensa.
Magda mete unas bragas limpias en el bolso y saca dinero en un cajero del BBVA, aprovecha para consultar el saldo de su cuenta y ve que le han pasado el recibo del gas. Mira como se ve en la cámara de seguridad. La imagen en blanco y negro muestra desde arriba a una chica de media edad de la que destacan unas piernas musculadas.
Raúl y Magda se encuentran en el parque al lado de la fuente a las 6. Los dos sonríen nerviosos porque es su primera cita y ambos llevan bastante tiempo sin tener ninguna que haya valido la pena. Pasean por el parque que está bastante concurrido a esa hora. El parque está en medio de la ciudad y no es demasiado grande así que dan un par de vueltas por los senderos de tierra mientras van comentando cosas de sus respectivos trabajos. Ella trabaja de administrativa en el ayuntamiento y él es mozo en un almacén aunque cuando Magda le pregunta dice que es encargado de logística. La conversación comienza a flojear a los 20 minutos. Los dos están aterrados, pero disimulan hablando de los perritos que ven y de esta manía que tiene ahora la gente de sacar a pasear a los gatos. A Raúl le parece ridículo, a Magda le parece bien. Cambian de tema.
Cuando pasan por al lado del campo de fútbol una pelota sale despedida del recinto y Magda sale corriendo como un resorte tras ella, la controla con gran destreza y entra corriendo al campo donde juegan una pandilla de jóvenes sin camiseta. Magda se encara hacia la portería, sortea a los defensas y pega un tremendo chute marcando un gol espectacular.
Raúl observa la escena desde detrás de la valla. No recuerda haber leído en su perfil esta faceta de Magda y sonríe divertido. Ahora Magda está en el centro del campo con el resto de los jugadores. Parece que están decidiendo en cuál de los equipos tiene que jugar ella. Discuten ruidosamente aunque Raúl no puede entender bien lo que dicen por culpa del reguetón que tienen puesto los chicos del banquillo a todo volumen. Al final lo deciden a piedra papel tijera.
Se reanuda el partido y Magda se ha colocado de delantera centro, da órdenes a todos gesticulando exageradamente. Raúl empieza a mirar el teléfono. Parece que Magda se ha olvidado de él. Ni siquiera le dirige miradas cómplices cuando marca sus goles y eso que marca muchos. Son muy celebrados por el público que se ha ido juntando alrededor del campo. Magda es la estrella del partido y eso que juega con unas manoletinas y un vestidito de flores verdes. Está completamente sudada y la pinza del gatito blanco hace rato que cuelga peligrosamente de su flequillo. Magda está eufórica, se abraza a sus compañeros tatuados cuando ganan el partido, todos chorrean de sudor y de alegría. La mantean, lanzándola muy arriba mientras gritan su nombre al unísono. Raúl puede entrever sus braguitas rosas desde lejos.
Después todos se van a refrescar a la fuente. Magda se queda sola en medio del campo, de repente recuerda a su acompañante y mira a su alrededor desorientada. Raúl sigue allí, detrás de la valla, con cara de póker, no se atreve a mostrarse abiertamente enfadado. Magda se acerca a él y se sienta a su lado. Hablan un rato más de la meteo que viene, parece que a ninguno de los dos le apetece tomar un helado. Deciden que ya es tarde, el sol se ha escondido detrás de los bloques.
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