La caja fuerte

Contaban las historias, que en una habitación oscura que se hallaba en la gran manor del que había sido alcalde de la ciudad, había una caja fuerte que nunca había sido abierta, ni siquiera por el alcalde Brunner.

La mayoría de los vecinos de la manor, desesperadamente intentaban buscar respuesta a tal gran enigma. Pero, todos los intentos que realizaron, resultaron en una pérdida de tiempo.

La luna se presentaba a la ciudad, dando un espectáculo de estrellas y, cuya luz se proyectaba en todos las construcciones del pequeño pueblo. Allí es cuando, un viejo señor, vecino del pueblo por décadas, quería buscarle respuesta a que se hallaba adentro. Entonces, agarró su lucerna y se abrigó. Se dirigió sigilosamente hacia aquella manor enfrente de su casa, y con una gran valentía y coraje, rompió una de las ventanas deterioradas e ingresó a la casona.

La casona estaba llena de polvo, muebles rotos, paredes desquebrajadas, y ninguna fuente de luz. Era obvio esto último, pero, ni siquiera la luz de la luna se atrevía a entrar allí.

Habían varios pasadizos y recovecos, de los cuáles, al pobre y viejo Señor Williamson hicieron confundir y marear. Pero, esto sucedía de vez en cuando, ya que, la luz que irradiaba aquella lucerna lo ayudaba a no perderse y marearse.

Recorría todas las habitaciones de la casona, y lo único que encontraba eran muebles rotos, polvo, alguna que cierta rata y algunos restos de cerámicas. Pero, al subir al segundo piso, pudo ver, que alguien habría estado allí hace poco, ya que, el estado en el que estaba aquel piso, era como nuevo, no tanto, pero en comparación del primer piso, el segundo era lo más limpio.

Llegó a un pasillo sin salida, que era distinto, ya que, en vez de madera, había un empapelado de rosas, lo cual, en vez de calmarlo más, lo intranquilizaba más. Allí, al final, una puerta lo esperaba. Aquella estaba hecha de una madera fina, cuyo aroma se podía oler desde varios metros. La puerta estaba bien conservada, y su picaporte se mantenía en un estado perfecto para pertenecer a una casona abandonada. Estaba cerrada. Pero cuando el Señor Williamson agarró un pequeño trozo de madera que se hallaba en el piso y logró abrir la puerta…no había nada. Eso pensó, hasta que se adentró a aquella habitación con su lucerna, y allí la vio, la caja fuerte del que tanto la gente hablaba.

De repente, el cielo se tornó de un color extraño, se formó un viento tan fuerte que podía volar una ciudad entera, y allí estaba el Señor Williamson, parado, en frente de aquella caja fuerte, sin saber que hacer, mirando el gran desastre que ocurría afuera de la casona. Aquel viento producía, al chocar con la madera y los árboles, un sonido tan fuerte que podía romperle los tímpanos al pobre señor perdido.

Pero, en menos de un pestañeo, aquel sonido que parecía como si 5 bombas atómicas estarían explotando al mismo tiempo a pocos metros, se cayó. Ahora solo había silencio.

Pero, un sonido extraño que interrumpía la atención del Señor Williamson, hizo que este se de la vuelta. Provenía de la caja fuerte. Esta última se empezó a ensanchar y agrandarse, y, la puerta de esta comenzó a abrirse, solamente para que el Señor Williamson vea dos ojos de un color rojo brillante mirándolo fijo, y, dos brazos oscuros, provenientes del interior de la caja, agarraron al señor y se lo llevaron adentro de la caja, solamente para que el tamaño de esta volviera a la normalidad y la puerta se cerrara. Todo el ambiente volvió a la normalidad, y los primeros rayos del sol se proyectaban en aquella habitación. La puerta de esta se cerró suavemente.

¡Había caído en una trampa!

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