The Bus of Stories (El Bus de las Historias)

The Bus of Stories (El Bus de las Historias)

Charlotte A.

09/09/2024

PRÓLOGO

¿Has sufrido alguna vez bloqueo de lector? Es insípido perder ese algo que te hacía dar gusto. Comprender ese sentir es complejo, dulce como agrío… Si no lo han sentido como describirlo… A veces así de hilarante es, pero seguro en este vasto mundo alguien debe conocer una cura de este mal o, mejor dicho, Tobias Euton.

¿Qué? ¿Quieres saber? ¿Los síntomas de su mal o el cómo lo resolvió? Bueno, entonces deberíamos comenzar primero por el principio, como toda historia. ¿No crees?

PARTE I

Érase una vez…

Londres: 1990 – 12:55 pm

Se cuenta que si vas a las 1 de la noche a la estación del Bus más cercano de tu recinto, el que tomas habitualmente, espera que venga por ti, el guía llegará sin falta.

— «1:03 en el centro estoy» – recita una voz como un mantra en las penumbras, siendo solo la luz de un farol cercano, su única luz.

Un hombre joven se encuentra en una estación de Bus vacío, viendo a su alrededor parece esperar a alguien… ¿A las 12 de la noche?

—» 1:01 a lo lejos se escuchará, ¿qué tan lejos? No sabrás»… «1:11 por la biblioteca ya pasó, luces sin forma alumbran su camino, 1:12 cruzo la esquina, se escuchan sus frenos» – mira su reloj de bolsillo. 12:59 pm, frunciendo el ceño a lo lejos de la estación, se pregunta.

¿Cuánto tiempo llevo esperando? Dijo que estaría antes de la 1 el guía. Volteó los ojos a la nada. Eso me sucede por creer en historias estúpidas. ¿Un Bus lleno de libros? Sí, claro, eso solo existe en cuentos. Reviso de nuevo mi reloj: son ya las 1:00 pm y ¿dónde estará la persona que me guiará? Miro al horizonte buscando algo seguro que no puedo ver, rectifico la hora…

—Pero… ¿Qué mierda? —El reloj dejó de sonar junto a sus agujas, de moverse—. ¿Se dañó? Y justo ahora, frustrado, lo muevo frenéticamente, pero nada, se quedó el segundero cerca del doce antes de que dejara de ser la 1 en punto y ser la 1:01 de la noche.

Se nota extrañado más cuando siente algo rozar su pierna de provisto, quedando helado en su lugar.

— Miau— había un gato a su costado relamiendo sus patas para luego pasarlas atrás de sus orejas.

Es de color naranja con rayas, cuando deja de limpiarse muestra sus ojos color esmeralda centellar por la poca luz que le brinda el farol. El joven lo analiza sus ojos, el gato sigue sin desviarle la mirada, dejando lo intrigado. Ningún gato anterior que allá visto le brillan los ojos, así con un misterio escondido pareciera como si le preguntara: ¿Qué haces ahí a estas horas? En eso recuerda lo último que le advirtió la señora: «No lo toques, los gatos pueden ser celosos con su pelaje. Si no te ha pedido tocarlo, no lo hagas. Les fastidia las personas atrevidas como usted», ahora recuerdo, mirando ahora por dónde siempre se va su Bus y luego al gato que sigue con su mirada en él. Puede ser que…

— ¿Eres el guía?

El gato inclina la cabeza como si estuviera analizando si responder.

Se ríe el joven.

—Debo estar volviéndome desquiciado —se revuelve el cabello sin creérselo.

Primero no hayo que leer todo me sabe como una mala comida insípida, luego decido tomar aire fresco para despejar la mente saliendo de la decimoséptima librería sin nada en las manos otra vez, estaba harto, los libros de ahora o son réplica de los últimos dos que leí u una mala imitación de la categoría que busco. Juro que, como lea otro libro que su desarrollo no concuerde con lo prometido, me voy a tirar al ferro más cercano que encuentre… Desconcertado, revisé mi alrededor. Diablos, no recuerdo haber cruzado o volteado en ninguna calle… Entonces, ¿por qué llegué de nuevo a la misma librería que dejé? Escrutó el lugar sigilosamente, tiene los mismos ladrillos y ventanales, por lo que veo a través en ellos hasta los estantes son los mismos, entonces porque… Alza la vista al letrero que antes decía «Welcome to Sol Bookstore» juraría que decía eso, pero ahora decía «Welcome to the history bookstore». Indago más, el letrero comienza igual que el anterior, solo cambiaron lo último. ¿Librería historia? ¿Qué clase de nombre para una librería? A mitad de la calle del centro. Además de mi asombro, al resto de personas a mi alrededor no nota el cambio de la nada del nombre del lugar, será que me equivoque y esta solo sea otra librería nueva. Aunque su aspecto no tiene nada de nuevo.

Sin pensarlo mucho, entre seguido del tilín de la campanilla del lugar, avisando a los de adentro de un nuevo cl…

—Miau — maúlla el gato al joven, trayéndolo de nuevo a la realidad del momento.

Ya no estaba en esa tienda, sino en la fría calle de Londres.

El gato se estira antes de tomar posición al frente del muchacho. Antes de verlo y correr a la esquina de la cuadra, deteniéndose en esta, mirando al joven — Miauuu—, maulló de nuevo.

Está pidiendo que lo siga, eso parecía a los ojos del joven dudoso si de seguirlo, en eso siente el TIC TAC de un reloj, su reloj, antes muerto estaba funcionando de nuevo, pero ahora el minutero estaba pasando del 12 indicando que eran las 1:01 pm, en eso escucha un carro es grande logra distinguir en el rugir del motor, pero está lejos o cerca, no distingue de donde viene. En eso ve al gato sentado todavía en la esquina, sigue viéndolo con el brillo esmeralda aún visible. Aun estando lejos del farol, puede distinguir que su color es ext…

No termina de pensar cuando sus pies, sin pedírselo, corren tras de él como si de un imán se trata. El gato también corre subiendo la cuadra, es rápido, siento el frío entrar en mis pulmones y salir del mismo como aire caliente dejando una neblina detrás. Esto no puede estar sucediendo, en eso recuerdo.

«Cuando lejos te encuentres de su parada, el guía te buscará»

«Pero ¿cómo sabré si es la parada del Bus historia?», preguntaba el joven a la anciana aparentemente dueña de la librería que había encontrado sin querer.

La señora solo se centra en mecerse en la mecedora al fondo de la librería, acariciando un gato negro en su regazo, al parecer dormido. Parece pensarse la pregunta del chico sin mucho a fan, luego sonríe con un aire maternal. Son los únicos en el lugar, por lo que verifica, otra vez, nada ni un alma.

«El guía puede que te sorprenda su aspecto, no importa cómo te lo describa, puede cambiar hasta de pelaje, pero sabrás que es él por sus ojos, que brillan color esmeralda a la luz». Vuelve su mirada al gato sin dejar de acariciarlo y el pequeño comienza a ronronear. «Puede que hasta se parezca su color a este gato».

Puede parecerse al color de su gato, se pone en una pose pensativa debatiendo que será complicado descifrar si la persona que se encuentre a mitad de la noche sea la persona correcta. Como dice la anciana, puede ser del color de su gato negro, una persona de color a mitad de la noche. No me da buena espina, puedo salir asaltado a mitad de la noche, lo cual tendría merecido por creer historias de ancianas extrañas.

«Pero algo es seguro». Suelta la anciana, buscando le un consuelo. Deja de acariciar al gato, bajándose el mismo de su regazo, estirándose en el proceso, parece aún dormido, me mira con indiferencia para luego irse al otro lado de la librería, seguro a dormir. «Será el guía correcto». Sentencia.

Y tenía razón la anciana, pensé al llegar a una parada a dos cuadras más arriba de la anterior. Podía ver desde la otra cuadra ya la luz que emanaba. Estaba ahí el Bus de la historia; si lo mirabas fijamente, te haría pensar que era de día por el brillo que brotaba por sus grandes ventanales.

¿Pero? ¿Qué hacía este Bus de ser el correcto? Podría ser solo un Bus cualquiera que trabajaba hasta media noche o uno de viajes largos dado que tenía dos pisos. Lo que lo diferenciaba de otros eran sus grandes ventanales por todo el Bus, no bien terminaba uno y había otro a su lado, pero lo más inusual ni era la luz que salía de su interior, sino su contenido.

—Miau—, con el maullar del gato, se abrieron las puertas paralelas del Bus dejando una entrada. El gato cruzó las puertas como sino fuera la primera vez que subiera; el joven lo sigue con su mirada sin salir de su ensueño.

—Esto no puede ser real —dice sin aliento ante lo admirado.

Algunas veces el asombro es tanto que si no es vivido no puede ser comparado, pero sí descrito del mismo. Ante su persona, repisas, llenas de libros, contenía el Bus a su paso podía verlos por los ventanales y ahora desde las puertas paralelas. Los ventanales no eran los únicos que cubrían el Bus, sí, por fuera, pero por dentro los que realmente lo recubrían eran sus estantes y repisas repletas de libros ordenados delicadamente. Ninguno fuera de lugar cercioró ahora dentro del Bus guiado por sus maravillas. Entre ellas podría ver una esquina con asientos llamados puff, eran pocos vistos estos tipos de asiento, pero cómodos. Su hermana tenía uno igual en su casa como nueva adquisición, lo verificó cuando fue de visita la última vez hace tres semanas. Se encontraban cada dos estantes una pequeña mesita en su centro con tazas llenas de un líquido ardiente, se podía decir, dado que las mismas soltaban un humo caliente a la vista. Deslumbró la escalera subiendo las mismas, quería cerciorarse si arriba era igual al llegar al segundo piso, tenía iguales estantes y repisas del primer piso con la diferencia de que en su centro se encontraba un círculo de siete puff. No como los otros que eran de dos, la mesita ahora era rectangular, más grande con las mismas tazas llenas del líquido ardiente.

Se acercó a una de las tazas, no desprendía ningún olor o calor que prometía. Parece agua caliente, pensó viendo su contenido incoloro como el agua, de pronto hacía unas ondas como si algo se moviera, en eso le llegó un pensamiento «el Bus se está moviendo». Desesperado, buscó algo fijo en que agarrarse, las barandas, recuerda, se agarra de las mismas de la escalera.

—Son lo único estable—se dice.

—Miau — maulló somnoliento el gato guiando su mirada a su lugar. Estaba acostado en un cojín de lado del copiloto, era fácil verlo desde lo alto más que ningún estante que estorbaba en dirección a los asientos del conductor que no logra ver, dado que este asiento es mucho más grande que del copiloto.

El ventanal a su izquierda puede ver cómo arranca el Bus rápido, seguido del rugir de motor que reconoce como el que escucho hace un rato. Por el ventanal veo pasar los edificios borrosos, hasta ver unos árboles. Los distingue por el color verdoso que deja ver la luz del lugar, ya por qué su forma no se logra distinguir como los edificios que pasaron, siguió viendo aún más borroso fuera del ventanal hasta qué… Hasta no verse nada.

Olvidando su asombro de sentirse ahora viajando a la nada misma, siendo ahora el contenido del Bus lo único distinguible, divisó su alrededor. Todo estaba en calma si no fuera por el rugir del motor y de que hace poco comprobó que arrancó el Bus. Divisó las tazas a su costado, todavía el líquido seguía con ondas en su interior, afirmando que se movían, pero los estantes demostraban otra cosa impasibles, quietos en el espacio mismo como si nada pasara. Vuelve a tropezones con el temblor de sus piernas al segundo piso revisando una taza haciendo ondas hasta llegar a la calma.

¿Será que nos detuvimos? Divisa que el lugar sigue igual, además de su facha de un Bus cualquiera por fuera, a excepción de sus grandes ventanales, su contenido era, extraño, hasta su atmósfera gentil. Hizo memoria de todos los buses en los que se había montado en su vida, pero ninguno se le comparaba ni en color o aspecto, que estuviera moviéndose y los estantes intactos le daba una preocupación indescriptible hasta llegar a pensar que perdió la cord…

— Miau— el gato se restriega a sus pies, como si quisiera recordarle algo…

—Si es cierto—, dice el joven a la nada misma, como si fuese recordado algo, viejo, he olvidado.

Con una mirada absorta, llena de una constelación inimaginable, se acercó a los estantes leyendo las categorías sin poder creerlo. «Un paseo por el universo» decía un libro, revisa una repisa «Astronomía fácil» sin creerlo, sigue leyendo los títulos » Historia del universo».

—Por fin… — dice sin creérselo—. Los encontré —una sonrisa se escapa de sus labios.

Podría ser, no, era cierto todos los libros del Bus estaba repleto de libros de su categoría favorita por la que tanto peleaba encontrar en las librerías ni en la biblioteca centrar que era la más amplia tenía la mitad de estos libros, lo sabía al leer los nombres de autores poco escuchados, pero magníficos al su parecer.

— Miau— lo invita a bajar a la primera planta a su lado desde las escaleras.

Con apuro tomo los primeros 5 libros a lazar, todo es de su gusto, sin pensar toma los libros. El gato lo guía uno de los puff recostándose en el mismo, se sienta dejando los libros apilados en la mesa, en eso ve que el gato se recuesta con la panza arriba mostrando una panza blanca. Con esta luz podía distinguir al final de sus patas pintadas de blanco como si de zapatos se trataran, no era solo un gato naranja rallado cualquiera, eso había descifrado en el resto de la noche que estuvo con él.

Abre el primer libro lleno de emoción, leyendo en voz alta para los dos. El gato atento lo miraba estirándose más en su puff si era posible…

Pasaron las horas frente a un reloj en lo alto de unas de las paredes del Bus 2:37… 2:55… 3:33… 4:41… 5:09… Hasta hacerse las 6:01 am de la mañana era un reloj extraño, que siempre daba la hora en números impares, nunca en los pares.

«6:01 es de día, hora de irse» dice una voz en la mente del joven como un susurro, recordando le que debía regresar a la realidad dejando su soñar. Es de una mujer, piensa, con un tono delicado, del ensueño. Voltea a ver al ventanal más cercano, deslumbrando a lo lejos una luz distinta a la que emanaba el Bus, los rayos del sol antes encantadores le resultaban odiosos.

—Hora de volver, amiguito — le comenta al gato cerrando el último libro que había leído esa noche.

El gato se estiraba sin notar los rayos del sol a los lejos como distantes, y a través de los ventanales divisaba de nuevo el color verde de los árboles, al ser cambiado por ahora de un gris de los edificios. A los lejos, aún borrosos, el Bus comenzó a desacelerarse. El joven espera en la puerta junto a su nuevo amigo al lado. Llevaba un libro bajo su brazo, lo encontró escondido en uno de los estantes, parecía haberlo llamado, pensaba llevárselo aun cuando ya había leído su contenido.

—6:03— dice leyendo el reloj encima de la puerta.

Seguido del TIC tac del reloj, se escuchan los frenos del Bus hasta detenerse, abriendo sus puertas, dejando entrar el frío de la noche. El gato, sin pensarlo, brincó a la fría cera invitando al joven a hacer lo mismo. Ahora el chico que podemos decir su nombre, Tobias se despide con un último vistazo del interior del Bus. Despidiendo los estantes llenos de su categoría favorita, libros con lecturas de ligera a profesional, el puff que había usado todavía tenía su figura grabada, la mesita con la taza que, por fin, en un momento se impulsó a probar mientras leía. Le hizo recordar el sabor al café robusta que tanto le gustaba que le hiciera su hermana, un café amargo como oscuro, aunque este parecía agua a primera vista. Todo parecía imposible en su cabeza, pero «lo estoy viendo» se repetía, así que debía ser real.

Miró el libro, aun en su mano, con una inspiración profunda, saltó al frío asfalto, con un salto de fe, se decía mentalmente, quedando a lado del gato junto a su despedida del sitio. El Bus cerró sus puertas, acelerando hasta su siguiente parada. Vio cómo arrancaba lejos de su vista, parecía una luciérnaga siendo tragada por la obscuridad de la noche, desapareciendo magníficamente como llegó.

—Miau—, el gato se restriega a sus pies señalando el libro en sus manos.

Cuando volvió a ver…

—Ya no está —dijo por lo bajo. Solo quedaban recuerdos del libro, ahora un polvo de color de las estrellas quedaba en su lugar. Se había desvanecido junto al Bus, siguiéndolo desde su mano. El polvo volaba de a poco en dirección del Bus recordándole a dónde pertenecía.

Cuando ya no quedó ningún atisbo del polvo en su mano, la cerro fuertemente, aferrándose a los recuerdos que había dejado ese extraño Bus de historias por contar.

—¿Miau? — parecía preguntarle algo su peludo amigo preocupado, llamando su atención.

—Ya no lo necesito —dijo por fin sonriendo feliz, como si lo que hubiera estado buscando le había llegado, pero mejor. — Por favor, guíame de regreso a casa, amigo —asiente el gato, sin asombrarle ya si le entendía o no.

Ahora solo quería disfrutarle de lo último de atisbo de magia que percibía en el momento.

Caminando por las crudas calles de Londres, ahora sin apuros de perder la salida de ningún Bus, Tobias revisó su reloj que anteriormente se había detenido de nuevo a subir al Bus, mostraba que eran las 1:01 llegando a casa. El gato lo había guiado justo como había pedido, aun cuando la estación donde lo había encontrado quedaba a una cuadra más allá de su casa. Se sentó en la entrada de su casa, despidiéndose con un parpadeo lento, dejándolo solo si antes.

— Gracias, amiguito — agradeció el joven mientras desaparecía la figura de su nuevo amigo en la otra calle.

Sacando su llave del bolsillo, se dispuso a ir directo a la cama con una sonrisa de estrellas en la cara, ahora lleno de algo de ¿esperanza?, quizás en verdad ¿Quién sabe?, y sea algo más…

PARTE II

En otro lugar lejano, pero no tanto como crees.

—Volviste, Estrella— dice una anciana al gato naranja con zapatos blancos que hacía ver su pelaje.

—Miau — entró por una de las pequeñas puertas con un pequeño letrero que decía «Astronomía» con un reloj encima marcando las 1:01 pm. Se restriega a sus pies saludando a la anciana.

La anciana lo acaricia descifrando una pequeña estrella al dorso de su pelaje.

Sonríe.

— Un joven soñador, puedo afirmarlo —dice mientras quita el polvo al gato, que no se había percibido que le había caído antes.

Mientras un gato negro se les acerca maullando, señalando un reloj en una de las otras puertas, marcaba las 2:55 pm, parece que falta poco para la hora de las brujas. Otro gato maulló a su lado en otra puerta; su reloj dice 1:55, hora del terror.

—Pueden irse, chicos— les informa la anciana, los gatos sin esperar le dan la espalda cruzando cada quien su puerta dejando de sonar su reloj a sus espaldas— Una miedosa sin saber su valor real…— susurra al calor de su tienda sentada cerca de la chimenea— Y una desconfiada de la realidad ¿qué cosas? ¿No, Estrella?—el gato ahora duerme en su regazo cómodamente.

—¡Qué aburrido eres!—chasquea los dedos.

El resto de los gatos salen de sus escondites de los estantes, repisas, sillas, cortinas, caminando tranquilamente a sentarse alrededor de la anciana. En eso aparece un libro en su mesita de noche con el título de «Astrofísica».

—Veamos de que tratara— dice empezando a leer la primera página a los mininos curiosos por la nueva lectura de hoy— «Astrofísia por el autor Tobias Euton»— informa a su pequeño público, pasando a la siguiente página— «Dedico este libro primero a mi hermana por siempre estar conmigo e impulsarme a ser lo que me gusta. Por segundo le agradezco a la señora de la librería «Welcome to the bookstore a story» por contarme de un Bus mágico y de un guía que se hizo al final mi mejor amigo peludo en un viaje que nunca olvidaré»— sonríe mirando al gato en su regazo que abre un ojo mirándola cómplice volviendo a cerrarlo ronroneando contento. Siguiendo ahora sí, leyendo el verdadero contenido del libro escrito por el joven soñador de esta noche…

FIN

A veces, para que surja un cambio querido lector en la literatura, debes volverte también un escritor de ese cambio profeta… Como alguna vez deslumbró a Tobias Euton nuestro protagonista, esta vez ¿Quién sabes? El siguiente puedes ser tú.


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