
Ese ruido dentro de su cabeza que no para, que no la deja pegar ojo; el run run de la mete inquieta, las preocupaciones que recorren las carreteras de su mente; unas ojeras que se van acumulando en su mirada, una mirada cansada de luchar; un cruel pañuelo invisible que le aprieta al cuello y no la deja respirar, no la deja vivir y tampoco descansar en paz; un cuerpo con un lento caminar, con andares pesados, con movimientos ejecutados en cámara lenta; una niña grande, que en ocasiones, sonríe sin conocimiento, sin consciencia; un ser humano que a perdido toda la parte del «ser» y depende de otros para continuar su camino.
Y yo me pregunto: ¿Qué es más cruel?, ¿Seguir la vida sin ella, o seguir la vida rompiéndome cada vez un poco más con su forma de no vivir?
Porque yo no creo que a eso se le pueda llamar vida, eso es simplemente una forma de pasar el tiempo, una forma de echar días afuera, una manera de seguir aquí sin poder hacer casi nada, sin poder sentir casi nada; una forma de no poder disfrutar de la vida, disfrutar de estar vivo, de moverte, de charlar con otras personas, cantar, bailar, disfrutar de cocinar y saborear los alimentos; no poder concentrarte en una tarea que te guste, como dibujar, coser, leer un libro, escribir, o simplemente, disfrutar de ver pasar las nubes en el cielo o ver romperse las olas en le mar.
En definitiva, poder «vivir» mientras que estas vivo, y no padecer…
…la muerte en la Tierra.
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