Viajes en el Tiempo y el relato de Urashima Tarō タイムトラベルと浦島太郎

Viajes en el Tiempo y el relato de Urashima Tarō タイムトラベルと浦島太郎

                      Viajes en el Tiempo y el relato de Urashima Tarō                                                               
   La idea de viajar en el tiempo para presenciar o incluso influir en un hecho histórico que cambie el rumbo del futuro, provoca fascinación y curiosas evocaciones. Imaginarnos en la juventud de nuestros padres o abuelos, o en cualquier otro momento clave de la historia, despierta una mezcla de nostalgia y asombro.

  Los relatos sobre viajes cronológicos son innumerables en la literatura. Se suele considerar que su popularidad comenzó a finales del siglo XIX. Uno de los primeros ejemplos es El Anacronópete (1887), de Enrique Gaspar; una novela en la que una enorme caja de hierro fundido, impulsada por electricidad, permitía viajar en el tiempo. Sin embargo, la obra icónica que marcó el inicio formal de la narrativa moderna de ciencia ficción sobre los viajes en el tiempo es The Time Machine (1895), de H.G. Wells. En Argentina, El Eternauta (1957) de Oesterheld y Solano López se destaca en este género con la presentación de su protagonista, Juan Salvo, quien llega desde un futuro distópico, destruido y aterrador.

 El cine y la televisión han aportado abundantemente a esta temática. Entre los ejemplos más populares están series como Dr. Who (1963), El Túnel del Tiempo (1966), The Big Bang Theory (2007) y Dark (2017). En el cine, títulos como Terminator (1984), Volver al Futuro (1985) e Interestelar (2014) han explorado de manera destacada los saltos temporales. 

  La física cuántica ha proporcionado un fundamento teórico para la ciencia ficción al sugerir, en teoría, la posibilidad de los desplazamientos temporales. Sin embargo, en contraste, también nos advierte que estos viajes son impracticables en la realidad, ya que resultan incompatibles con las leyes físicas conocidas. Las paradojas temporales que podrían surgir, como la inversión de la causalidad (donde un efecto precede a su causa), junto con principios fundamentales como el entrelazamiento cuántico (que impide el envío de información al pasado) y la segunda ley de la termodinámica (que establece el inevitable aumento de la entropía), hacen que los viajes en el tiempo sean altamente improbables. Además, aunque la relatividad general permite teorías sobre desplazamientos temporales a través de agujeros de gusano, estas se vuelven inestables cuando se consideran en un marco cuántico.

  La paradoja temporal más conocida es la del abuelo. Esta plantea que, si viajara al pasado y matara a mi abuelo antes de que se casara con mi abuela, yo nunca nacería. Pero, si no naciera, ¿quién habría viajado al pasado para matar a mi abuelo? Si no existo, mi abuelo se casa con mi abuela, tienen hijos y, eventualmente, yo nacería. Y si nazco, podría viajar al pasado para matar a mi abuelo, perpetuando así un ciclo imposible

 En la mitología japonesa, existen historias que exploran la relatividad del tiempo-espacio, influenciadas por el budismo. Un ejemplo se produce cuando las doncellas celestiales bajan a la Tierra y regresan al Cielo al expirar su tiempo en nuestro mundo. Un caso similar ocurre cuando un esposo humano desciende a los reinos marinos; la separación se da tras la ruptura de una promesa. Lo destacable es que el tiempo que el esposo pasa en el reino ideal parece muy corto para él, pero al regresar a su hogar, descubre que ha pasado mucho más tiempo del que imaginaba; su morada ha desaparecido y todos sus parientes han muerto.

  El relato más popular relacionado con este tema es el de Urashima Tarō, narración que se remonta al período comprendido entre los años 300 a.C. y 300 d.C., y que fue recopilada en el siglo VIII durante el período Nara. Según la versión de Masaharu Anesaki (1947), la historia fue así: “El joven pescador Urashima Tarō se encontraba en alta mar cuando una joven se le acercó y lo invitó a su hogar. Él la siguió hasta su lejano reino en las profundidades, donde se erigía el hermoso Palacio del Dragón (Ryūgū). La doncella, llamada Oto-hime, era la hija menor del Rey Dragón.

  Urashima Tarō se casó con ella y, después de tres años de feliz matrimonio, sintió el deseo urgente de volver a ver a sus padres. Antes de partir, su esposa le entregó un pequeño cofre (Tamatebako) con el cual podría regresar al Palacio del Dragón, bajo la condición de no abrirlo jamás. Al regresar a su país natal, Urashima Tarō encontró todo cambiado. Para su asombro, habían pasado setecientos años desde su partida y su misteriosa desaparición se había convertido en una leyenda local. Confundido y desconsolado, abrió el Tamatebako para intentar volver al Reino del Dragón. Al levantar la tapa, vio cómo unas volutas de humo salían del interior y se dirigían hacia el mar. Tan pronto como el cofre quedó vacío, Urashima Tarō experimentó un escalofrío intenso, su cabello se volvió blanco y se transformó en un anciano de cientos de años. Allí mismo, en la costa de Tango (actual Prefectura de Kyoto), Urashima Tarō murió.”

La historia de Urashima Tarō, aunque envuelta en la magia y el misterio, nos habla de la curiosidad de los humanos que tenemos desde remotos tiempos por los saltos en el tiempo y si el camino no es otra cosa que vivir en la época que nos toco.

Posiblemente la conexión, entre la bella aventura de Urushima Tarō y el presente, sea en si misma un viaje en el tiempo.

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