Toque sus manos
que reflejaban amor
pero no pude evitar
que su mirada y corazón sean de otro.
Y es que en la cima de aquella mañana
yacía un corazón en llamas
no era el de ella
era el mío
que soportó el rígido desdén
de un horizonte sin rumbo
y de una libertad encadenada.
En el más temible silencio
que enfriaba mi piel
pensé
que incluso mi más bonito recuerdo
es el más olvidable de ella
y es que la ley del amor lo dice
«En su libertad el amor es juego
para muchos,
y en su condena
es el más cruel martirio
para otros».
La luna iluminó
con su manto sagrado
el firmamento
de la cima
y contrario a las opiniones
de desdichados reyes
me dijo que ya no importaba el sentimiento
precisando que el sentir sería eterno
pero el mañana sería nuevo, y mejor.
Mis sueños entonces se tornaron realidad
pues ya no había regreso al pasado.
Autor: Arbir
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