El vértigo ante un domingo cualquiera nos roza las esquinas del pensamiento

La parálisis del sueño durante la vigilia nos impide hacer otra cosa que no sea la contemplación

Solo hay un bálsamo para este estado: la panza de nuestro gato extendida en las baldosas esperando plácidamente a que nada suceda

Y así transcurren la mañana y la tarde y llega la noche sin sobresaltos

Otra noche más que añadir al currículum de la respiración

Tan pequeña como el llanto de una libélula

Tan grande como la suma de los océanos del universo

Tan inabarcable como la desaparición de las almas que nos dejan


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