Sueño en el desierto

Sueño en el desierto

Calfu Lahuel

23/08/2024

Era un día radiante en el desierto, el sol brillaba intensamente sobre las dunas doradas, y una suave brisa acariciaba la piel. En medio de esa vastedad, había una gran mesa dispuesta bajo una espléndida tienda nómada. Sobre la mesa, un festín de delicias: platos coloridos, aromas exquisitos y risas que resonaban en el aire.

Estaba rodeado de mis seres queridos, cada uno con una sonrisa que iluminaba el lugar. Entre ellos, estaban aquellos que ya no estaban físicamente, pero que, en ese momento, parecían tan vívidos como siempre. Compartían historias, recordaban anécdotas y reían juntos, creando un ambiente de amor y felicidad.

El tiempo parecía detenerse en ese oasis de alegría. Todos se sentían en casa, conectados por un hilo invisible que unía sus corazones. Había un sentido de paz, como si el mundo exterior no existiera. Las conversaciones fluían, y cada risa era un eco de recuerdos compartidos.

De repente, una brisa cálida comenzó a soplar, suave al principio, pero rápidamente se intensificó. Era como si el viento llevara consigo el perfume de la felicidad, pero también algo más. Las risas comenzaron a desvanecerse, las caras de mis seres queridos se desdibujaron en el aire. Intenté aferrame a ellos, llamarlos, pero sus figuras se desvanecían como sombras en el ocaso.

Con un último susurro de alegría, la mesa, los platos y la tienda se disolvieron en la brisa, dejándome solo en un inmenso desierto. La vastedad y el silencio eran abrumadores. El sol seguía brillando, pero la calidez de la compañía había desaparecido. Me encontré rodeado solo por las infinitas dunas y el eco de las risas que aún resonaban en mi mente.

En ese desierto, la soledad me envolvió, y el peso de la ausencia se hizo palpable. Pero en medio de la desolación, comencé a recordar cada risa, cada abrazo, cada momento compartido. Quizás, aunque físicamente estaban ausentes, sus recuerdos y el amor que compartieron nunca me dejarían.

Mientras miraba hacia el horizonte, me dí cuenta de que, aunque el desierto era vasto y solitario, llevaba conmigo un pedazo de ese festín de amor en mi corazón. Y en ese instante, comprendí que, aunque la vida puede llevarse a las personas, los vínculos que se forjan perduran en el tiempo, iluminando aún los días más desolados.

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