Cada día me despertaba con una sensación de profundo descontento, como si llevara una máscara que no podía quitarme. No quería ser quien era, pero tampoco sabía cómo cambiar. Las decisiones que había tomado, las que creía propias, me habían llevado a este punto. En la soledad de mi mente, luchaba por entenderme a mí mismo, por desentrañar el porqué de mi existencia, pero las respuestas parecían siempre fuera de mi alcance.
Desde que puedo recordar, había una sombra en mi vida, un espectro constante que llamé «la voz». No era un sonido que pudiera oír con mis oídos, sino más bien una presencia que susurraba en lo profundo de mi ser, influyendo en cada una de mis decisiones. La voz parecía guiarme, a veces sutilmente, a veces de manera más directa, hacia caminos que no entendía pero que sentía que debía seguir. Durante mucho tiempo, me pregunté si alguna vez había tenido el control de mi propio destino, o si siempre había sido un simple peón en un juego más grande, movido por fuerzas que no comprendía.
Fue entonces cuando escuché hablar del jardín, un lugar legendario que, según se decía, albergaba las respuestas a todas las preguntas. La idea de encontrarlo comenzó a consumir mis pensamientos. Si este jardín realmente existía, si podía alcanzarlo, tal vez allí encontraría la manera de comprender lo que la voz significaba, cuál era su verdadero propósito en mi vida. La obsesión por el jardín creció en mí, pero a pesar de mis esfuerzos, siempre parecía estar fuera de mi alcance, escondido en algún rincón oculto del mundo.
Por fin, después de lo que parecieron ser años de búsqueda, encontré el jardín. No era como lo había imaginado. Era un lugar que desafiaba la lógica y la razón, un paisaje de formas y colores que no deberían existir. Mientras caminaba entre las flores y arbustos, me di cuenta de que no estaba solo. Otras criaturas, seres extraños y desconcertados, también habían sido arrastradas a este lugar, atrapadas como yo en un ciclo de confusión y desesperación. El jardín jugaba con nuestros sentidos, distorsionando la realidad, haciendo que dudáramos de nuestras percepciones y de nuestras propias mentes.
A medida que exploraba más profundamente, comencé a descubrir los secretos enterrados en la tierra del jardín. Con cada paso, más detalles sobre la voz se revelaban ante mí. No era solo una fuerza externa, era parte de mí, una manifestación de mis miedos, deseos y arrepentimientos, entrelazada con la esencia de mi ser. Descubrí que el jardín no era solo un refugio o un lugar de respuestas; era una prueba, un laberinto diseñado para forzarnos a confrontar nuestras verdades más profundas y oscuras.
Cuando llegó el momento de enfrentarme a la voz, no fue un enfrentamiento físico, sino una lucha interna. Comprendí que había sido la fuerza impulsora detrás de todas mis decisiones, pero también me di cuenta de que tenía una opción. Armado con el conocimiento que había adquirido en el jardín, decidí desafiar las reglas de este mundo extraño y elegir mi propio destino. No fue una elección fácil, y las consecuencias fueron profundas, pero por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba tomando una decisión verdaderamente mía.
Después de lo que sucedió, algo en mí cambió. Ya no era la persona que había comenzado este viaje. Las decisiones que tomé no solo me afectaron a mí, sino también a las criaturas que habitaban el jardín. Nuevas alianzas se formaron, y mientras navegaba por este mundo de interconexiones y destinos entrelazados, entendí que mi papel aquí era más grande de lo que jamás había imaginado.
El jardín, siempre en constante cambio, reflejaba nuestras elecciones, nuestras acciones. Entendí entonces que la vida no es un simple viaje lineal; es un ciclo continuo de nacimiento, muerte y renacimiento, y de alguna manera, me había convertido en un agente de ese ciclo. Acepté mi responsabilidad, sabiendo que ahora debía guiar a otros a través de este lugar en transformación constante. Al final, la historia no concluye, simplemente se transforma, como todo lo demás en este extraño y misterioso jardín.
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