“No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige” A. Schopenhauer
Un señor sabio disfrutaba compartir sus conocimientos y experiencias con la gente, buscaba entre la multitud uno solo que le escuchara y dejara en él la intuición de un cambio posible.
Un día este señor sabio les habló por unos instantes breves a un grupo de jóvenes que departían a su alrededor, en ese momento les habló del Sol, del color verde de los arboles y también les habló sobre el amor fraterno y de su importancia para la sostenibilidad y supervivencia de las especies. Juan, el de apariencia mayor entre los jóvenes, se levantó y le habló al señor que intentaba dialogar sobre cosas que sonaban intrascendentes para la mayoría de sus comunes que pasaban de largo,
– Señor, ¿de qué me importa saber todo eso que Usted cuenta si hoy no he podido comer nada?
– ¡Tengo hambre señor!
El señor gentilmente le respondió:
– Tú que eres joven puedes, en un ejercicio, comenzar a discernir Qué es más importante para tu vida –
– Yo puedo decirte donde viven los peces, pero tú joven Juan … ¡Tienes el compromiso moral de ir por ellos y así, saciar el hambre tuya y de los tuyos!
El señor prosiguió su conversación sin prisa alguna retomando el hilo de sus observaciones, Juan comenzó a mirar hacia el horizonte procurándose en su mirada curiosa, dar con el paradero de ríos y lagos en su búsqueda en rededor, con la convicción simple de que habría que intentarlo.
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