Cuento corto: Fiesta en el alto.

Cuento corto: Fiesta en el alto.

Nan

20/08/2024

FIESTA EN EL ALTO

Caminamos todos a golpe de 2 de la tarde formando una columna serpentina, los mayores adelante y los más bajitos detrás; el camino, fuente de polvo y piedra, compactado, pálido y seco nos impulsaba al ligero caminar.

Bordeamos un estanque seco, su fondo era cuarteado como la piel de un anciano, fue reservorio de agua por años cuando habitaban los terciante esta zona, ahora convertido en madrigueras de víboras cazadoras, grillos y arañas, otrora rico en fauna, los nativos le decían tanque viejo, más bien se diría tanque seco, por su aspecto de hoy.

En la barranca cobriza del estanque, se reflejaba el sol de tarde, la brisa soplando entre sus ramas charlaba con los «Chiguares», rucios de tierra por la época del año y entre sus huesudas ramas secas de sed, pude atisbar a dos «Aguaceros» que se saludaban moviendo sus banderas, como buscando pelea.

Cruzamos en fila un largo llano, templado de calor y nubes de polvo, mas allá en lo alto, por bandadas las «turcas» cruzaban el cielo, buscando cobijo en las cañadas cercanas y las «Golondrinas» mudas y entretenidas, sin mover sus alas planeaban las olas invisibles del viento, haciendo piruetas en un cielo despejado y claro, nunca vi tanta belleza.

En la medida que nos encentramos en el monte gris plata de entrañadas Urupaguas, el camino se hizo estrecho y pedregoso, el sudor por gotas caía de los rostros sobre el adusto terreno y mojaba las sombras pisoteadas de la marcha en el suelo.

Adelante, la madre en sus brazos llevaba la frágil piñata, coloreada de papelillos y atestada de caramelos, pitillos chillones, globitos de goma y carritos de ruedas, detrás, el hijo con la vara de «Curarí» para el festejo.

Éramos siete niños y cuatro adultos y la piñata en forma de osito gordiflón, solo en minutos en aquella tarde azulada, reventó en mil caramelos y los papelillos de papel de seda volaron como pajarillos asustados que escapaban de una jaula, libres con el viento; las risas alegres de los niños, se escuchaban en la luna y sus ecos en el cielo.

Esa tarde comimos pan de horno con limonada y papelón, los adultos tomaron café con leche con trozos de panela rubia. El retorno fue como a las 6, con la brisa en la cara y las turcas que seguían cruzando el cielo sobre nuestras cabezas, hacia sus dormideros, nosotros seguíamos en fila comiendo caramelos.

Este fue uno de los mejores cumpleaños que recuerdo.

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