En explosión de azules

despliega la noche su tersura

y en telones de abedules,

teje diademas de astros

con sus dedos de bruma.

Mas, en mi horizonte, una borrasca

se eleva monstruosa, oscura

y entre relámpagos, de tus ojos

toda la bonanza se esfuma.

Devorada por las sombras, 

en oquedad de indiferencia,

se diluye tu figura

y un presagio de tristeza y desencanto

océanos de lágrimas augura.

Te dejo partir.

Me abandono a una espera

de manos sin premura,

junto a ese precipicio de silencio

que serán mis días.

Y ahí me quedaré,

hasta que este dolor ya no me duela.

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