– Uno… dos… tres… , uno… dos… tres…
Mi padre siempre me aconsejó, que en momentos de incertidumbre mantuviera la cabeza entretenida. Desde pequeño siempre he contado objetos, personas, animales… O como en este caso simplemente números aleatorios. Me ayuda a mantener la calma, y sobre todo en situaciones como la actual; son las 05:00 AM, la noche es oscura y para el colmo hay luna «nueva», esto quiere decir que no se ve absolutamente nada. Ha llovido prácticamente toda la noche, estoy de barro hasta las rodillas, me encuentro apuntando a una dirección fija, es mi sector asignado. Horas y horas juntos a este frío e inerte enorme trozo de metal.
-Uno… dos… tres… , uno… dos… tres… ¡Maldita sea! Esta noche está siendo interminable, y aún quedan unas horas para el amanecer. No pienses y concéntrate.
El frío gélido del rocío penetra hasta lo más profundo de mis huesos, tengo un dolor intenso en la boca del estómago, escucho el rugir de las entrañas de mis compañeros. Dos días «alimentándonos» por decir algo, a base de pan mohoso y latas estropeadas por los frecuentes diluvios. Me he guardado una pequeña rebanada de este pan putrefacto, para calmar esta horrible sensación. Ese dolor tan visceral en mi interior, que me da la tentación de coger un trozo de barro y llevármelo a la boca con tal de subsanar este profundo mal. Ojalá poder saborear la sabrosa empanada casera de mi abuela, sus magdalenas, un buen bocadillo de semillas de sésamo o simplemente, una buena barra de pan recién hecha… Ahora mismo daría lo que fuera por poder comer algo en condiciones.
-Uno… dos… tres… , uno… dos… tres… Vamos… solo unas horas más.
Es verdad que llevo mucho tiempo fuera de casa, empezaron siendo días, pasaron a ser semanas y luego meses, como no… en el frente. De primeras mi Unidad se encargaba de defender única y exclusivamente la ciudad, pero el enemigo ha ido avanzando terreno y la artillería ha arrasado nuestra posiciones defensivas de primera línea. Muchos compañeros han caído, muchas brechas se han abierto en nuestra línea defensiva, con lo cuál han decidido que mi Unidad iba a ser desplegada por compañías al frente defensivo. Entonces aquí me encuentro en una kilométrica trinchera, dentro de un pozo de tirador derruido y prácticamente a la intemperie, pantanoso y claramente poco acogedor, esperando visualizar a lo lejos la llegada de las tropas enemigas, que pueden aparecer en cualquier momento.
-Uno… dos… tres… , uno… dos… tres… Ojalá pudiera abrazar a mi familia una vez más… ¡No, no! ¡Vamos concéntrate!
Desde mi marcha al campo de batalla, no paro de pensar en mi familia y mi antigua vida. Todo lo que llevo de existencia lo he pasado en un pequeño pueblo, ayudando en el negocio familiar, una humilde panadería. Me he crecido rodeado de hornos, harina, paneras… Recuerdo ver a mi padre amasando con esmero la masa de pan, a mí madre encargándose de la manga pastelera, a mí hermana atendiendo a los clientes con una amplia sonrisa y a mí tío cargando una infinidad de sacos. Mi tarea era la de repartir el pan por el pueblo. Ojalá volver, necesito esa tranquilidad y felicidad, que en su día no valoré lo suficiente. Tengo que decir que debido a mí pasado, mis compañeros me han puesto el indicativo de guerra «panadero», y eso que les he repetido una inmensa cantidad de veces que yo me limitaba a repartir pan.
-Uno… dos… tres…
[Se escucha a lo lejos un murmullo radio estático, a su vez resuenan unas voces agitadas.]
-Uno… dos…
-¡SOLDADO GARCÍA!
-¡A la orden mi sargento!
-Órdenes directas de la plana, máxima alerta, se prevé una incursión enemiga al alba. Fuego a discreción cuando tenga visual del enemigo.
-Recibido mi sargento.
¿Incursión al alba? Debe de quedar menos de media hora, han debido de lanzar un ataque sorpresa. Que dios me proteja.
[El cielo comienza a silbar, vuelve a llover pero está vez no moja, el suelo tiembla y se mezcla un ambiente mudo, sordo e insensible.]
Puede que todo esto acabe aquí, me comería esta rebanada mugrosa de pan, y probablemente será lo último que haga. Pero prefiero quedarme con este pequeño pedacito de añoranza.
[Recarga la máquina de metal, se dispone a disparar.]
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