En las profundidades de lo arcano,
una criatura etérea se agita,
sus alas, trémulas de anhelo,
buscan la luz del amor que la eleva.

Hacia el infinito se extiende,
donde las almas en unión sublime
se funden en abrazo eterno,
y la esencia trasciende lo terrenal.

Un suspiro, eco del cosmos,
responde al relámpago divino
de una presencia femenina y etérea,
que danza en el umbral de lo sagrado.

Cada gesto, una promesa de eternidad,
despierta en el corazón palpitante
el eco de un amor ideal y puro,
faro en la niebla del deseo profundo.

Dedos de luz rozan suavemente
el aliento incoloro de las hojas,
la brisa, mensajera de lo oculto,
susurra secretos del universo.

En el silencio, vibra la esperanza,
cada hoja, testigo de sueños compartidos,
el amor se revela sutil y poderoso
en la delicadeza de lo imperceptible.

La boca de la nostalgia, argéntea,
exhala historias de épocas eternas,
donde pasado y presente se entrelazan
en la danza cósmica del tiempo.

El corazón, peregrino de la memoria,
busca en cada sombra el reflejo
de un amor perdido y hallado,
brillante como luna en el crepúsculo.

En la unión de lo visible e invisible,
el alma se eleva hacia lo infinito,
trascendiendo los límites terrenales,
en busca de la flor azul del amor eterno.

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