Yo era ese viejo santón, aquel que aislado en su bosque no había oído; de que ¡Dios ha muerto! 

Recibí la noticia, la portaba un niño herido que cayó a mis pies.

El sollozo del niño, apenas se escuchaba. Tendido en la tierra, con fragmentos de vidrio incrustados alrededor de su cabeza. Su cuerpo inerte, tumbado tan cerca de mí; que pude palpar la sangre que cubría su rostro. Con mis viejas manos traté de limpiar su cara y ponerlo sentado en el suelo, apenas lo logré. Él me miró, la pena en sus ojos no podía ser mayor. Mis emociones estaban vacías.

Las palabras para blasfemia o alabanza perdieron sentido. Carezco de voluntad para continuar, he pisoteado mi fe. La guerra ha minado mi mente y no quiero seguir viendo tanta tragedia. He dejado de ser alguien, para convertirme en otro fantasma de esta conflagración. 

Las drones son inteligentes, piensan sin sentimientos y entregan sus bombas que caen sobre la gente. A pesar de ello, conmigo fueron ignorantes, salí ileso. Vi todo, todo. A mi hijo, a mis nietos, allá quedaron ellos; sin el consuelo de haberlos visto comer un pan antes de morir. La guerra es hambre y odio: el mayor desprecio a la vida. 

Estoy tan débil que no tengo fuerzas para sacar los cuerpos destrozados de mi familia, aprisionados por escombros; acallados por siempre. 

Ya no quiero ver. He llegado a aborrecer mis ojos, que pueden infundir nuevos sufrimientos.

Si podía oír, yo había salido de mi bosque; escuché el sonido y con mi tapada visión miré hacia arriba. Eran cientos de ellos, los conocía. Me senté a esperar, estaba resignado.

El niño se levantó y con sus brazos extendidos al cielo, me dijo:

―Mire señor, en el cielo hay figuras de ángeles, y son muchos.

― Ahora veo mejor, señor. No son ángeles; son drones y todos llevan una carga.

―¡Ese viene hacia nosotros!

El blanco aparato aterrizó muy cerca de nosotros; traía un paquete con panes y un mensaje.

-¿Sabes leer, niño?

-Si señor. Aquí dice: “Reciba este pan y comprenda que la esperanza de paz está en los hombres y mujeres que aman al prójimo”

-Es para ti, niño. Come el pan; continúa caminado y mantenga la esperanza. Yo me quedo acá.

 

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