Era el año 1800, viviamos en un pueblo retirado a las afueras de Italia, mi nombre es Patricio Bonaventura y tengo 5 años, mi madre se llama Odeth era ama de casa y mi padre Silvio era el panadero oficial del pueblo, el era el encargado de preparar pan para que todas las familias en el pueblo pudieran comer, mi pueblo era de aproximadamente 500 personas, todos nos conocíamos, los vecinos, tenía muchos amigos y amigas, la gente del pueblo era muy amable y hospitalaria. Nuestra casa era muy humilde, estaba hecha de ladrillo con material que sellaba lo mismo, no éramos ricos, pero vivíamos muy felices, teníamos lo básico de comida, pan, carne, pescado, harina de trigo, leche. Todas nuestras comidas la gente del pueblo, tenían gente encargada para ir a la gran ciudad capital en varias carretas con batangas, para abastecerlas de comida y transportarlas a nuestro pueblo, así duro varios años, fueron los mejores años de mi vida. Los próximos 20 años después, no queda nada de mi pueblo, la gente que crecía en el pueblo, se retiraba para irse a buscar una mejor vida a la ciudad capital, el sistema de transporte para surtir la comida en el pueblo ya no fue rentable y fue decayendo en esos años, el pueblo se fue marchitando poco a poco. Cómo se fueron acabando los recursos alimentarios, mi padre todos sus años de panadero guardaba un extra de masa de harina de trigo de pan para la familia en caso de alguna situación difícil, y la situación se presentó, las tiendas en nuestro pueblo cerraron por la escasez de recursos y la problemática de abastecimiento, el pueblo empezo a caer en hambruna y la delincuencia se empezaba a mostrar en su máximo esplendor, mi padre nos preparaba para comer solo pan, las tres comidas oficiales al día, yo no entendía lo que pasaba y por eso me gustaba, le decía a mi padre que ya estaba harto de comer eso y mi madre respondía: que papa nos ayudaba para que su familia comiera y por eso hay que bendecir la comida. Los años fueron pasando y a pesar de la hambruna, la escasez, las personas que emigraron a otros lugares por una mejor vida, cayo en el pueblo un problema de infección bacteriana desconocida que fue mortal para los habitantes que quedaban en la ciudad, acomplejados por la situación, mis padres decidieron dejar el pueblo y emprender el viaje hacia un mejor y seguro destino de vida, mi padre preparo lo más que pudo de panes para comer en el viaje que realizaríamos, y conforme a los días antes de salir por una mejor vida, mi padre se infecta del virus que azotó el pueblo y cae muerto, arrollados por la tristeza, no tuvimos de otra más que enterrarlo a las afueras del pueblo, tapandonos la nariz para evitar contagiarnos, dijimos unas palabras en honor para el, y a pesar de la agonía de la fuerte y dolorosa situación, nos fuimos, dejamos lo más valioso atrás. Mientras caminábamos a la ciudad capital que era un bastante tramo, mi madre se empezó a sentir mal, voltie a verla y vi su cara casi morada, de repente cayó al piso y entro en shock, en consecuencia falleció, me sentía tan triste y abatido que la orille a la tierra y realice un hueco donde enterrarla y entre lágrimas, la enterré y le dedique unas palabras y varios rezos como me había enseñado ella. Lo único que me quedaba de mis padres eran los buenos recuerdos, el objetivo a seguir que querían, y varios panes que mi padre había preparado antes de emprender la travesía, entre gritos y lágrimas no tuve de otra que seguir mi camino. Cómo nunca había salido del pueblo, asumía que siguiendo el camino de carretera, se llegaba a la ciudad capital, cada que tenía hambre agarraba un pan de mi papá y me lo comía, trataba de no comermelos todos en pocos días, el pan que preparo me sabía a gloria como si mi padre me mandara el mensaje de que saliera adelante, caía a mi estómago y sentía una sensación de plenitud enorme, pasaron los días, nunca vi a nadie pasar para pedir ayuda, por un momento pensé que si se me acababa el pan más delicioso que me había dado mi papá, mi vida no sería la misma, porque me recordaba los bonitos momentos que viví en el pueblo donde creci, conforme pasaron los días y noches mis pies ya no aguantaban más, se que habían pasado varios días pero como era un joven que no tenía noción del tiempo por la desidratacion severa, se me nublaba la visión del pensamiento, nosé se dónde sacaba mucha resiliencia por vivir, que al día siguiente en la mañana, hacia mucho calor, revise mi mochila donde tenía el pan para sacar otro pedazo y me di cuenta que no había, en ese momento caí al suelo de la desesperación, y tuve un pensamiento que tal vez me reuniría con mis padres en el cielo también, hice lo que pude por sobrevivir. Cerré los ojos pensando en el fin de mi vida, y de repente va pasando un carro muy elegante, de gente muy acaudalada, se bajó un buen hombre a socorrerme, y me dio agua para que tomara, me preguntó que si donde estaban mis padres, y yo le comenté que habían muerto estaban en el cielo, el hombre se enternecio conmigo y me comentó: ahora yo seré tu padre. Resulta que esté hombre de buen corazón era el dueño de la imprenta de periódico más grande en la ciudad capital en Italia, nunca tuvo hijos, y me adoptó como si fuera su hijo. Me dejó redactar unas palabras en su periódico en honor a mis padres, para poder cerrar ese duro capitulo en mi vida. Hoy actualmente me siento agradecido con mis padres porque los deliciosos panes que comia de mi padre y el amor de mi madre me salvaron mi vida.
Termino esto con una frase que dice:
El amor de los padres es inmenso, y los míos lo mostraron a través de unos panes magníficos, les estaré eternamente agradecidos.
Fin.
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