Me gusta saber que soy parte de este lugar, me gusta escuchar al mundo con todo su ruido espontáneo y sísmico al mismo tiempo. Eso que te nutre te eleva y te hace caer de 60 u 80 golpes, tal vez más…

Aquello sólo nos dejó migajas de nosotros mismos, esos que arrebatados de ira goleábamos al mundo como si fuéramos el maestro panadero, cuando en realidad éramos solo la mesada.

Hoy, ya adultos, nos ganamos el pan de cada día sonriendo al espejo, respetando al prójimo, ayudando a quien lo necesite realmente. Lo digo en esta forma porque por duro que parezca hay mucho «pan enmohecido». Seguimos brindando pan envenenado a las juventudes, sin darnos cuenta que caímos en nuestra propia trampa. Nunca se trató de brindar todo lo que nosotros no pudimos tener, siempre se trató de algo diferente y no lo quisimos ver, arrebatados, apelmazados, con un golpe de horno de más o de menos no pudimos cumplir la misión que debíamos.

Lo único que conseguimos fue amasar un pan contaminado de ira, envidia, avaricia, competencia, irrespeto, odio al prójimo.

Hoy entiendo Luego de muchos años que ganarse el pan de cada día es mucho más simple, es amar, respetar, cuidar, ayudar, hacer silencio, no desear y sobre todo dejar las pasiones a un lado y sacarnos al mundo por completo de nuestro interior, así debió ser siempre, así debería ser.

Hoy somos lo que amasamos y se nota en el mundo entero. Vivimos en una realidad carente de amor, llena de egoísmo, soberbia y envidia.

Pero lo bueno es que siempre hay más para amasar, ganemos ese pan nuestro de cada día con todo el amor que tenemos desde que existimos, aun hay tiempo de cambiar.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS