Desde que di mi primer paso a esta crisis que para mi gusto, dura ya demasiado, he perdido el hábito de escribir. Ya no me saco las espinas del pecho como quien saca de raíz el pelo del entrecejo.
Ahora que no escribo, dejo acumular la mala hierba en mi interior y por eso cada vez mi peso es mayor y es más complicado poder subir hacia la superficie.
Cada vez me queda menos oxígeno, porque las palabras no escritas lo están agotando. Y yo, cada vez me asfixio más.
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