De pan y miradas

De pan y miradas

Juan Carlos

26/07/2024

Pasé la mirada, distraída a propósito, con desdén calculado, por el plato de garbanzos con chorizos que me tendiste para comer. No quise mirarte, tenía miedo de fallarte otra vez y que supusieras que aún te odiaba por tus duras palabras de ayer. 

Estas frente a mí, centrado en tu plato, al igual que yo en el mío. Comiendo en silencio.

Entre la botella de vino tinto y la de gaseosa, está el bollo de pan. Silente y en apariencia, olvidado.

Siempre lo cortas en rodajas y lo repartías para los tres: uno para mamá, otro para mí y el tuyo, lo apartabas y lo dejabas para el final.

Mamá no está. Solo estamos tú y yo.

Y el silencio.

Sentía los latidos del cuchillo de cortar el pan, descansando inmóvil al lado del bollo de color ocre pálido. Está rollizo y aún caliente a juzgar por el tenue olor que desprendía.

Levanté la mirada del pan e instintivamente tropecé con los duros ojos negros de mi padre.

Ambos apartamos la mirada, casi al instante.

El tintineo de la cuchara de mi padre sonó al apoyarla en el borde del plato. Se sirvió un dedo de vino y llenó posteriormente el resto del vaso con la gaseosa.

Le dio un buen trago. Carraspeó llevándose el puño cerrado a la boca.

Cogió de nuevo la cuchara y miró hacia la vacía silla donde mi madre se sentaba. Bajó la vista y siguió comiendo. 

De repente se detuvo. Se limpió la comisura de los labios con la servilleta de tela. Cogió el bollo y lo colocó sobre una desgastada tablilla de madera que tenía para ése fin. Cogió el cuchillo y comenzó a cortarla….en rodajas.

Apartó el pico duro del bollo y se lo colocó a su diestra. Posteriormente, con habilidad de cirujano iba cortando las rodajas..: una, dos..

Al terminar las colocó con las dos manos en el plato de la abuela que estaba cubierta por un trozo de tela de cocina. 

Justo entre los dos.

– Coge pan hijo, que estás muy delgado. Tienes que comer pan, mas pan hijo..

– sí papá, ahora cojo..- dije sin mirarlo, aunque estaba deseando abrazarlo.

Comí con rapidez una cucharada de garbanzos y cogí sin perder mas tiempo esa rebanada de pan que simbolizaba muchas cosas.

Levanté la mirada, satisfecho. Busqué sus ojos y estaban ahí, esperándome.

Esta vez no se apartaron. Ni yo tampoco.

Mi padre sonreía.

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