Capítulo 1: La Sombra de la Venganza
En el tranquilo pueblo de Petracci, ubicado en la nacion de Valoria, vivía un adolescente llamado Javier. A primera vista, su vida parecía normal. Sus padres, Luis y Ana, eran personas amorosas y dedicadas, siempre preocupados por el bienestar de su único hijo. Luis trabajaba como profesor en la escuela local, y Ana era enfermera en el hospital del pueblo. Ambos se esforzaban por darle a Javier una vida llena de amor y seguridad.
Javier era un joven introvertido con una pasión por el dibujo y la música. Pasaba horas en su habitación, creando mundos imaginarios en sus cuadernos de dibujo y perdiéndose en las melodías de su guitarra. Aunque sus habilidades artísticas eran notables, Javier prefería mantener su talento en secreto, temeroso de las críticas y burlas de los demás.
En la escuela, Javier estaba enamorado de una compañera llamada Elena. Ella era amable, inteligente y siempre tenía una sonrisa en el rostro. Aunque nunca había tenido el valor de confesarle sus sentimientos, sus encuentros con ella eran lo único que hacía soportable su vida escolar.
La vida de Javier en la escuela era un infierno. Desde que ingresó al instituto, se convirtió en el blanco de las burlas y el acoso de sus compañeros. Cada día, al sonar la campana de inicio, Javier se preparaba para enfrentar una jornada de insultos, golpes y humillaciones. Los acosadores, liderados por Martín, se aseguraban de que Javier no tuviera un solo momento de paz. Sus risas crueles y miradas despectivas eran una constante en los pasillos, el patio y las aulas.
A pesar de los esfuerzos de sus padres por apoyarlo, Javier se sentía cada vez más solo y desesperado. Intentó hablar con los profesores y el director, pero sus quejas fueron minimizadas o ignoradas. Sus padres, aunque preocupados, no lograban comprender la magnitud del sufrimiento de su hijo.
El constante acoso comenzó a afectar la mente de Javier. Sus dibujos, que antes eran fantasías coloridas, se volvieron oscuros y perturbadores. Dibujaba escenas de violencia y venganza, representando a sus acosadores en situaciones horribles. La música, que solía ser su refugio, se convirtió en una expresión de su ira contenida, con melodías disonantes y caóticas.
La situación culminó en una humillación particularmente cruel. Javier fue invitado a una fiesta escolar, un evento al que había sido reacio a asistir, pero fue convencido por la oportunidad de pasar tiempo con Elena. Sin embargo, durante la fiesta, Martín y su grupo de amigos lo rodearon. En medio de risas y burlas, uno de ellos sacó una botella llena de orina y la vertió sobre Javier frente a todos. Elena, horrorizada, no pudo hacer nada para detenerlos, y las risas crueles resonaron en los oídos de Javier mientras él se alejaba, empapado y humillado.
Esa noche, mientras sus padres dormían, Javier tomó una decisión que cambiaría su vida para siempre. Planificó meticulosamente su venganza. Durante semanas observó la casa de Martín, aprendiendo su rutina y la de su familia. Finalmente, encontró su oportunidad un día en que los padres de Martín estaban en Luminara la capital de Valoria.
Utilizando un sedante que había tomado del botiquín de su madre, Javier se coló en la casa de Martín. Sabía que Martín solía quedarse hasta tarde jugando videojuegos, así que esperó pacientemente en el jardín trasero. Cuando vio que Martín se había quedado dormido en el sofá, entró silenciosamente por la ventana de la cocina y le administró el sedante.
Despertó a Martín amarrado a una silla en un viejo almacén abandonado en las afueras del pueblo, con la boca amordazada y los ojos llenos de terror. Javier, con una mezcla de odio y desesperación en su rostro, se puso una máscara que había creado, una máscara hecha a mano que representaba una figura demoníaca, una obra maestra de su arte oscuro. Esta máscara se convertiría en su distintivo como asesino.
La tortura comenzó con pequeños cortes hechos con una navaja, seguidos de quemaduras con un hierro al rojo vivo. Utilizó alicates para arrancar las uñas de Martín, uno por uno, y un martillo para romperle los dedos. Cada golpe, cada corte, era una liberación de años de sufrimiento y dolor. Los gritos ahogados de Martín resonaban en el almacén, mientras Javier descargaba su ira. La tortura se prolongó durante horas, hasta que, en un acto de desesperación y venganza, Javier le quitó la vida a Martín.
Cubierto de sangre y con el corazón latiendo con fuerza, Javier dejó el cuerpo de Martín en el almacén y huyó. Se cambió de ropa, limpió cuidadosamente cualquier rastro y se dirigió a la estación de autobuses, tomando el primer autobús que salía del pueblo.
A la mañana siguiente, Petracci despertó con la noticia de la desaparición de Martín. Las autoridades encontraron su cuerpo horas más tarde, y la noticia del brutal asesinato se propagó rápidamente. Una cámara de seguridad en una tienda cercana al almacén había captado a Javier con la máscara puesta, y pronto los medios comenzaron a referirse a él como «El Asesino del Infierno».
Aunque nunca supieron que Javier fue el perpetrador del crimen, sino que lo tomaron como otra victima del asesino, pero que su cuerpo nunca fue encontrado.
Mientras tanto, Javier, ahora un fugitivo, se movía de ciudad en ciudad, cambiando su apariencia y nombre. Pero el odio y la oscuridad en su corazón sólo crecían. Pronto, los impulsos de venganza lo llevaron a cometer más crímenes. Su segunda víctima fue Raúl, un antiguo compañero que, aunque no participaba en el acoso, nunca hizo nada para detenerlo. Javier lo secuestró y lo sometió a una tortura similar a la de Martín, dejando un mensaje tallado en su piel: «Pagarás por tu silencio».
Javier se convirtió en una sombra, un asesino en serie cuyo rastro era difícil de seguir. Sus crímenes eran brutalmente meticulosos, y siempre dejaba una sensación de duda y temor en cada lugar por donde pasaba. La gente comenzaba a hablar de él como de una leyenda urbana, un monstruo invisible que atacaba sin previo aviso y desaparecía sin dejar rastro claro.
Con el tiempo, las historias sobre Javier se convirtieron en cuentos de terror para asustar a los niños, pero para aquellos que habían sufrido su ira, era una realidad aterradora. Nadie sabía cuándo o dónde volvería a atacar, ni si algún día encontrarían justicia para sus víctimas.
¿Volverá a matar? ¿Dónde será su próximo ataque? La sombra de Javier continuó moviéndose, siempre al acecho, dejando una estela de horror y misterio, y manteniendo viva la duda sobre los crímenes que había cometido y los que aún estaban por venir.
Fin del primer Capitulo.
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